La carrera política de Roca se
halla evidentemente ligada a su éxito como conquistador del desierto y
liquidador del problema indio. Pero la conquista del desierto sirvió para
consolidar a la oligarquía y acrecentar su poderío, de modo que Roca resulta el
ejecutor conciente de una política oligárquica y un verdadero héroe de la
oligarquía. Vale la pena detenerse un segundo para analizar qué fue la famosa
conquista del desierto.
Cuando Roca decide empezar su
campaña, el indio estaba muy lejos de ser un enemigo siquiera medianamente
formidable. Es Roca mismo quien plantea el problema en sus verdaderos términos
cuando expone su plan ante el Congreso:
“En la superficie de quince
mil leguas que se trata de conquistar, comprendidas entre los limites del Río
Negro, los Andes y la actual línea de fronteras, la población indígena que la
ocupa, puede estimarse en veinte mil almas, en cuyo número alcanzarán a
contarse de mil ochocientos a dos mil hombres de lanza (…) Su número es bien
insignificante en relación al poder y a los medios que dispone la Nación. Tenemos seis mil
soldados armados con los últimos inventos modernos de la guerra para oponerlos
a dos mil indios que no tienen otra defensa que la dispersión, ni otra arma que
la lanza primitiva” (“Expedición al Río
Negro”, informe al Honorable Senado de la Nación, 14 de agosto de 1878).
La hazaña de conquistar el
desierto no era, como se ve, de las que abren las puertas de la gloria. Pero
para la oligarquía argentina, y muy particularmente para los estancieros, tenía
una significación tremenda. Recuérdese que el 1875 la frontera estaba en
algunos puntos a menos de trescientos kilómetros de la Capital. Y esto tenía una doble
consecuencia. Por un lado, faltaba espacio en todo el país y, sobre todo en la
provincia de Buenos Aires, y no se contaba con campos para expandir la
producción ganadera. Pos otro lado, los estancieros sufrían pérdidas tales que
en 1872 el ejército consiguió rescatar solo una pequeña parte de lo alzado por
los indios y ella ascendía a 150.000 vacunos, 40.000 ovejas y 20.000 yeguarizos
(Expedición al Río Negro).
Además, la conquista del
desierto sirvió a la oligarquía para fortalecerse en cuanto latifundista y
especuladora, incorporando a su haber increíbles extensiones de tierra que, en
sus manos, sirvieron para frenar el desarrollo nacional. Terminada la conquista
del desierto, el Estado se desprende en 1885 a favor de 541 particulares de 4.750.471 hectáreas
(Sí, no hay ningún error: 4.750.471 hectáreas entre 541 personas) (Oddone, La burguesía terrateniente. Capital
Federal, Buenos Aires, territorios nacionales, 218).
Desde luego los verdaderos
conquistadores, los soldados, no obtuvieron nada en el reparto, “¡pobres y
buenos milicos!” – dice el comandante Manuel Prado, citado por Yunque- Habían
conquistado veinte mil leguas de territorio y, más tarde, cuando esa riqueza
enorme pasara a manos del especulador que la adquirió sin esfuerzo ni trabajo,
muchos de ellos no hallaron ni un rincón mezquino para exhalar su último
suspiro. Al ver después despilfarrada la tierra pública, marchanteada en
concesiones fabulosas de treinta o más leguas, daban ganas de maldecir la
conquista, lamentando que todo aquel desierto no se hallase en manos de Peuque
o de Sayhueque (Yunque, 290).
En resumen la conquista del
desierto sirvió para que entre 1876 y 1903, es decir, en veintisiete años, el
estado regalase o vendiese por moneditas 41.787.023 hectáreas a1843 personas. De tal modo quedaba
sellado, lacrado y remachado en proceso de acumulación latifundista.
Inútilmente, Sarmiento se proponía en 1885 “traer los antecedentes y el origen
de la expedición al Río Negro, a fin de
fundar la crítica que haré a su tiempo de la expedición que ha tornádose en un
crimen derrochando toda la tierra pública y regalando a cada oficial y
comandante para comprarles el voto” (Sarmiento,
Epistolario entre Sarmiento y Posse. Vol.II 552).
Milcíades Peña – Historia del
pueblo argentino - 320-321 –
Ed. Emecé 2013
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