domingo, 20 de abril de 2014

Linchamientos en la literatura argentina ( Por José Pablo Feinmann)

 








Como la literatura, en sus orígenes, la escriben los cultos, las víctimas son ellos. Ningún culto, en el siglo XIX, escribirá el sacrificio de un pobre, de un bárbaro, ya que los cultos no son de linchar. Los cultos vienen a traer al país lo contrario de esa práctica deleznable. Los cultos tienen su espacio en la ciudad y la ciudad es el esprit de finesse, el lugar de los buenos modales, de la vida civilizada. El unitario de “El Matadero” se da de boca con su tragedia porque, precisamente, ha equivocado su camino. Tenía que ir a la ciudad, ese lugar al que él pertenece, en que es respetado, en que nada puede pasarle, y equivoca sus pasos. La historia de Echeverría es la historia de un extravío, pero no de los habituales sentidos con que esta palabra se usa. Se sabe que un extraviado puede ser un loco. Para no abundar en ejemplos, digamos: un hombre que ha perdido el camino de la razón. Así le sucede al unitario. Si bien, en una primera lectura, su extravío es territorial: equivoca su camino y termina en los parajes del matadero y no en los de la ciudad, en ese mismo extravío sale de la razón y entra en la barbarie.


Echeverría narra con mucho detalle el padecimiento del joven, la humillación a la que es sometido, su orgullo que nunca cede, la alegría de la “chusma”, la sangre que se derrama en ese matadero que no sólo es de bestias sino de seres humanos también, con algún propósito. Queda claro luego de leer el cuento que la “barbarie rosina” es ajena a la conciencia moral civilizada. Una de las preguntas que deja pendiente este cuento (que es muy bueno y cumple con todos sus objetivos sin escapar de la literatura) es qué se hará con esta gente el día que triunfen los que son lo Otro de ellos. Porque, en el planteo echeverriano, no hay alternativas, ni conciliación posibles. Ese antagonismo feroz no es dialéctico. Como no es dialéctica la contradicción civilización-barbarie, no hay una superación. No existe el aufheben (superar-conservando) hegeliano que permitiría llegar a una síntesis superior conciliadora que contuviera a los dos elementos antagónicos superándolos. Todo está pensado en términos de guerra. ¿Cómo contener, encauzar todo este odio? El bárbaro es el Otro absoluto del unitario. El unitario es el Otro absoluto del bárbaro. Así seguimos aún. Los que toman-un-café-en-Tolón son el Otro absoluto del que delinque o del sospechoso de hacerlo y siempre del que tiene “cara de chorro”. Hoy se mata por la cara. Se odia la cara morocha del llamado “negro de mierda”. Este personaje, que encarna la “negritud”, es el Otro de los ciudadanos de Tolón.
La semilla que plantó Echeverría sigue viva. No lo vamos a culpar, a enviar al infierno de los culpables de nuestra historia, nada de eso. El tenía sus motivos. Seguramente el episodio que narró es cierto. Pudo ocurrir en muchos ámbitos de la Confederación de Don Juan Manuel. No perdamos tiempo: matar, mataron todos. Tampoco vamos a entrar en estadísticas. Aunque nadie ignora quién ganó la guerra civil y (también se sabe) una guerra la gana el que más gente le mata al enemigo. Y el que menos consideraciones humanitarias tiene con él. De aquí que los revisionistas que siempre han exaltado la honorabilidad de Angel Vicente Peñaloza cuando, en el Tratado de las Banderitas, devuelve sus prisioneros con vida y pide los suyos a los porteños, quienes no los tienen porque los pasaron por las armas, deberán comprender por qué los porteños ganaron la guerra. Porque no tenían consideraciones de humanidad. El honorable Chacho era un hombre bueno. Pero los hombres buenos no sirven –en general y casi siempre– para la guerra.

Cuando Chacho les dice a los hombres de Mitre, ¿no éramos nosotros los bárbaros? ¿No eran ustedes los civilizados? ¿Dónde están entonces nuestros prisioneros? ¿Es posible imaginar que los han matado? Sí, los mataron a todos. Porque los hombres de Mitre representan un capitalismo neocolonial que hará un país terriblemente injusto y subalterno. Pero Angel Vicente Peñaloza representa un orden aún campesino, aún agrario y precapitalista. El filósofo agrario Martin Heidegger elegiría a Peñaloza, en caso de poder acercársele, olerlo. Diría que es el enemigo de esa modernidad que olvidó al ser y se entregó a la conquista de lo ente. Diría que el Chacho es la tierra, que no busca arrasarla, tecnificarla. Que no es hijo de la técnica, sino que, naturalmente, sólo por su condición de campesino, está más abierto al ser. Karl Marx diría que todas esas son pavadas reaccionarias. Que el progreso es el avance del capitalismo. Y ese progreso, con todas sus atrocidades, lo representa, en la Argentina, Mitre y Buenos Aires; así como en México Estados Unidos, potencia capitalista, representa el progreso ante los hombres de Santa Ana, pues EE.UU. penetrará en esas tierras con todo su vigor histórico, acabará con el feudalismo y surgirá de esa dialéctica espléndida el proletariado y su revolución liberacionista, la sociedad sin clases.

Los textos que siguen salen siempre de plumas cultas. La refalosa, de Hilario Ascasubi, poeta unitario, feroz enemigo de Rosas, es desagradable y exagerado. La exageración de estos textos es temible porque implica una advertencia: esto que Uds. hoy nos hacen a nosotros mañana se lo haremos a Uds. tres veces peor, lo menos. Importa señalar que, si bien hay sin duda un valor de verdad en lo narrado, el odio lo ha exasperado hasta el límite. El odio de las clases dirigentes argentinas suele ser inexplicable para muchos. Aun para ellas mismas. Por ejemplo, Adolfo Bioy Casares, comentando “La fiesta del Monstruo”, del que algo renegaba, decía: “El cuento está lleno de odio. Estábamos llenos de odio bajo el peronismo”. Tiene su explicación. Lo que no se tolera es que se le discuta algo que considera propio por historia y linaje. La clase media se suma a esto y quiere sentirse tan dueña del país como los dueños de la tierra. Habrá que entender que, aquí y en cualquier parte, para un burgués tener los odios de la oligarquía es sacar patente de distinción, de clase. “Yo odio lo que ellos odian, yo pertenezco a lo que ellos pertenecen. Somos iguales.” Para los días de hoy el siguiente ejemplo es perfecto. El burgués mediocre, de vida gris, de pronto descubre al inmigrante. Lo insulta y dice a todos: “Nos vienen a robar Argentina”. De ser nada súbitamente él es Argentina. Cualquier argentino que dice que un peruano le viene a robar el país se siente, de golpe, dueño de la Argentina. La gente necesita odiar. La oligarquía –por naturaleza– desprecia y por hábito (ante cualquiera que la contradiga con cierto grado de seriedad) odia. Bioy lo dice con abierta sinceridad: él y Borges estaban llenos de odio durante el peronismo. También –en los señorones de la oligarquía– está el asco que les produce que les solivianten a las masas. Sin embargo, aguantaron una década de grasada menemista sin chistar. Porque la juntaban con pala. El bolsillo manda.

Con los escritores de la burguesía que toman –desde su originaria libertad– partido por el proletariado empiezan a aparecer algunos textos en que los castigados son los poseedores. No sabría decir si “Casa tomada” de Cortázar es uno de ellos. El autor no había tomado partido por casi nada cuando lo escribió. Más claro –o demasiado claro– resulta “Cabecita negra” de Rozenmacher, que cita “Casa tomada” como antecedente de su texto, como si el mismo viniera a resignificar al de Cortázar. Aquí el agredido es un señor de clase media en ascenso y los que castigan un policía y una prostituta, si es que eso son. Se trata de un texto de 1961, se convirtió en un best seller y fue acremente reseñado por la revista Sur, que lo consideró peronista. Peronista o no, Rozenmacher nunca lo fue, aunque murió, desdichadamente, muy joven y muy absurdamente, el cuento toma partido por los morochos (o los cabecitas negras) y trata con desdén al protagonista, al que no deja de llamar “señor Lanari”, como hacen los malos polemistas con sus rivales. Importa su texto final porque refleja el odio de ese señor de clase media que ha sido injuriado por dos “negros de mierda”, según el eterno vocabulario clasemediero. “La chusma”, dijo para tranquilizarse, “hay que aplastarlos, aplastarlos (...) La fuerza pública (...) tenemos toda la fuerza pública y el ejército”. Sintió que odiaba... Y Rozenmacher, según los tiempos, termina con unas líneas amenazantes para los poseedores y esperanzadas para los negros: “Y de pronto el señor Lanari supo que desde entonces jamás estaría seguro de nada”. Más exactamente: las clases bajas y todos los que unieron su praxis política e ideológica a ese destino, lejos de estar tranquilos, sufrieron las salvajes persecuciones de las fuerzas que el señor Lanari invocaba para vivir tranquilo.


El texto que con mayor impiedad exhibe el padecimiento del proletario ante los niños de la oligarquía es “El niño proletario” de Osvaldo Lamborghini. Es posible, a causa de esa impiedad, que sea el más actual de todos. Lamborghini es un escritor difícil de leer. Puedo compartir las afirmaciones que Germán García ha hecho sobre el autor: “Burgués asustado”, etc. Pero, como él, no me quedo tranquilo. Siempre siento que he sido injusto. Que Lamborghini es más que un escritor que quiere horrorizar a sus lectores de clase media, ya que no hay otros. De todos modos, “El niño proletario”, si bien narra el padecimiento extremo de ese personaje, es precisamente, casi imposible de leer. Sobre todo por los propios proletarios. Hice la prueba, lo juro. Y siempre terminaron puteándome. Y que les leyera otra cosa, qué joder. Ignoro si “El Matadero” provocó en su tiempo lo que texto de Lamborghini provoca hoy. Llevamos cuarenta años de su aparición y aún es ilegible para los lectores masivos. Para los que, de todos modos, no lo escribió Lamborghini. ¿Es un gran cuento? Creo que no. Es valioso, sin duda. Pero es una explosión de los conflictos internos del autor. Que los haya unido a los del proletariado es un hallazgo excepcional. Paco Jaumandreu, en el film Eva Perón, le dice a ella, que se muere de cáncer en pocos días: “Señora, en este país de machos, ser pobre, ser puto y ser Eva Perón es la misma cosa” (Eva Perón, film dirigido por Juan Carlos Desanzo protagonizado por Esther Goris y con guión mío). El texto que he citado encabeza los panfletos o textos de la agrupación Putos Peronistas, que, dicen, se llaman así, porque “gay es de garcas”.

sábado, 19 de abril de 2014

Ciencias morales (Por Luis Bruschtein)

 


Manuel Solanet fue viceministro de Economía durante la dictadura, cuando el ministro era José Alfredo Martínez de Hoz. Santiago Kovadloff es un hombre de centro, escritor, ensayista y filósofo. No tuvo nada que ver con la dictadura. Solanet y Kovadloff firmaron, como presidente y vice de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Política, una declaración en solidaridad con Vicente Massot, el director del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, quien está siendo juzgado por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. La Justicia dictaminará su responsabilidad, lo real es que Massot fue secretario de redacción de la revista Cabildo en los años ’70, una publicación de ultraderecha católica, y a partir del ’75 fue encargado de las relaciones con el personal del diario La Nueva Provincia, el más leído en Bahía Blanca. En 1976 fueron secuestrados los dos delegados gremiales del diario y la causa investiga esas desapariciones. Massot tuvo que renunciar en los años ’90, cuando era ministro de Defensa de Carlos Menem, por haber argumentado públicamente a favor de la aplicación de la tortura. Esta Academia de Ciencias Morales, integrada por muchos ex funcionarios de la dictadura, es decir, el gobierno más inmoral de la historia argentina reciente, asegura que la acusación fue instigada por el Gobierno por motivaciones ideológicas.

Eso dice el comunicado que firman Solanet y Kovadloff. Así, un hombre que fue funcionario de la dictadura pretende asumirse como juez moral de un gobierno democrático. Y otro que se dice democrático elige al funcionario de una dictadura atroz como socio para descalificar a las instituciones democráticas. La relación entre uno y otro, que existe a pesar de que tendría que ser imposible, puede explicar muchos escenarios de la historia política local.
En una entrevista en Infobae de esta semana, el intelectual Juan José Sebreli dijo que el kirchnerismo es la continuación histórica del primer peronismo y afirmó que por ese motivo, por esa semejanza, “allí está el huevo de la serpiente”. Sebreli es un intelectual que empezó escribiendo en publicaciones de izquierda como Contornos, en 1952, y fue derivando hacia posiciones conservadoras y de centro, muy antiperonistas. El intelectual identifica al peronismo como el principal culpable de las grandes tragedias argentinas. No se refiere a las dictaduras militares ni a la derecha peronista, sino al peronismo del ’45, que democratizó la distribución de la renta y protagonizó el fenómeno de inclusión social masivo más importante del siglo XX en Argentina. El kirchnerismo es la continuación de ese peronismo, dice, y por eso “allí está el huevo de la serpiente”. La metáfora alude al autoritarismo, al personalismo y al desprecio por las instituciones democráticas que dice ver en el peronismo del ’45 y en el actual kirchnerismo.

Más allá de la mirada que cualquiera tenga del peronismo y del kirchnerismo, desde el punto de vista de la república, de la democracia y del sentido común más elemental, las responsables de las tragedias más dolorosas de la historia argentina más o menos reciente han sido las dictaduras militares. Y ninguna dictadura militar se hizo en nombre del peronismo. Por el contrario, la mayoría de ellas se hicieron contra el peronismo, porque, al igual que Sebreli, sus cabecillas decían que percibían en el peronismo “el huevo de la serpiente”, que en aquella época eran el fascismo y el comunismo. Estos golpes militares se hacían para defender del peronismo a la democracia, a pesar de que el peronismo en todas sus variables, incluso las más antipáticas, llegó siempre al gobierno de manera democrática. Sebreli tampoco estuvo vinculado con la dictadura. Sin embargo, esos lazos de familia, esos puntos de contacto entre su pensamiento y el de los dictadores echa luz sobre otras cuestiones argentinas.

Kovadloff y Sebreli son intelectuales representativos y los dos coinciden en que el peronismo es peor que cualquier dictadura. Ese esquema que comparten los convierte en expresión de una tradición en la cultura hegemónica en Argentina, sobre todo entre las clases sociales que tienen más resonancia, las altas y medias, una tradición cultural de dominación. Para un sector importante de estas clases el peronismo es más terrible que las dictaduras más sangrientas. Es una concepción donde coexisten absurdamente y en forma pacífica la idea republicana y democrática y la de dictadura. Pero esa coexistencia pacífica proyecta tensiones violentas hacia la sociedad.

Además de Solanet, en la Academia de Ciencias Morales de la que es vicepresidente Kovadloff, participan o han participado personajes como Carlos Blaquier, Alberto Rodríguez Varela, Horacio García Belsunce, José Claudio Escribano, el mismo Massot y otros funcionarios, propagandistas y defensores de dictaduras militares.
El filósofo y ensayista nunca dijo que apoyaba a una dictadura, pero su participación en ese colectivo demuestra que concibe a la dictadura como un mal inevitable y menor. De lo contrario no podría estar allí. Proyectado hacia la sociedad, resulta un discurso enloquecedor donde los supuestamente más democráticos aparecen asociados con los más autoritarios con el único fin de reprimir a la expresión política de las mayorías que son las que tendrían que gobernar en un sistema democrático. El mensaje no es democracia “o” dictadura, sino democracia “es” dictadura. Un mensaje enfermo que fue el predominante entre el ’55 y el ’83 que desembocó en los años de violencia furiosa. Y también fue el concepto que primó en el golpe del ’30 contra Yrigoyen.

Esta idea de que democracia es dictadura, siempre verbalizada con gran cantidad de intermediaciones (puede serlo o en algún momento lo es, o sólo es transitorio, o sólo es dictablanda y miles de otros seudoatenuantes) fue instalada en muchos hogares de clase media, incluso más o menos progresistas. La contradicción es tan grotesca que la única forma de tomarla era como retablo religioso. Son antagonismos que sólo puede unir una creencia ciega. Romper esa ceguera es abrirse a reacomodos y rupturas que, por desconocidos, toman el aspecto de un caos que está en la naturaleza de los cambios. El peronismo ha tenido grandes desprolijidades y muchas de las críticas que se le han hecho fueron acertadas. Parte del miedo al peronismo tiene esa causa. Pero otra parte importante es el miedo al cambio. Porque el cambio, lo haga el peronismo o cualquier otra fuerza, surge de la realidad que hay que cambiar, es parte de ella, no viene de las lunas de Saturno, y arrastra muchas de esas lacras. El que rechaza los procesos de cambio por impuros, en realidad está pidiendo que no cambie nada, como sucede con las sectas de izquierda y con los falsos republicanos de derecha.

Sebreli y Kovadloff no han apoyado dictaduras pero aparecen como emergentes de la ideología que siempre las justificó y sin la cual nunca pudieron existir. Representan el pensamiento de lo que fue la base social de las dictaduras argentinas a pesar de que ambos formulan expresamente una vocación democrática. Pero se convierte en un discurso sólo aparentemente democrático que tiene una centralidad autoritaria cuando excomulga a las mayorías populares de cualquier posibilidad de convivencia más o menos normal. Una fuerza política nunca es peor que una dictadura, como plantea Sebreli cuando acusa al peronismo y al kirchnerismo de ser “el huevo de la serpiente”, o Kovadloff cuando prefiere asociarse a funcionarios de la dictadura para descalificar a un gobierno democrático.

La piedra basal de la democracia está en la capacidad de aceptar otro juego político que no sea el propio. Es decir, un juego que tiene otros paradigmas y que se asienta en un universo cultural diferente al propio. No se trata de dejar de criticarlo o de dejar de intentar reemplazarlo a partir de la construcción de nuevas mayorías. Se trata de no desconocerlo, de no calificarlo como peor que un gobierno de facto, y de interactuar con él, de hacer política. La firma de Kovadloff en ese comunicado no se compagina con ninguna vocación democrática. En Argentina hubo una dictadura y Kovadloff se asocia con sus personeros económicos e intelectuales. Y la afirmación de Sebreli expresa su fracaso intelectual porque el peronismo ha demostrado que forma parte del juego político democrático en Argentina. Por eso, decir que es el huevo de la serpiente es lo mismo que decir que Argentina no tiene destino, es bajar la persiana de la historia y demuestra su incapacidad para visualizar un escenario vivible diferente al de su interés.

(

De Pagina12)

sábado, 12 de abril de 2014

Daiquiri a lo salvaje en Cuba






Thomas Hudson, el personaje central de “Islas en el golfo”, mientras se afeita despreocupadamente dice: “Por Dios, yo no tomo azucar ni fumo, pero obtengo placer de lo que este país produce.” Se refiere al alcohol cubano de 90º, de caña de azúcar, con el que se refriega la cara recién afeitada.
Pero Papá no utilizaba los alcoholes cubanos para afeitarse solamente, con un poco mayor de refinamiento se obtienen los rones criollos, que en su época resultaba muy baratos.




El daiquiri (clásico) el que más se toma en la isla, esta compuesto de buen ron, limón, azúcar sobre hielo frappé y en algunos lugares (a gusto de quien lo consume) un pequeño chorro de marrasquino.
Hemingway es el creador del Daiquiri Special, exigiéndolo a su gusto: primero comenzó <> y luego subió la apuesta con doble ración de ron. Así surgió el daiquiri <> o <>.


Según Fernando G. Campoamor: “Inventó este trago igual que inventó el monte Kilimanjaro, el idioma inglés y los casteros”, con esta formula: dos líneas de ron y un golpe de limón en una batidora que contiene dos raciones de hielo frappé, se bate y se sirve en una copa que se ha mantenido al frio y ya tiene el cristal empañado.



Según Antonio Meilán cantinero cubano del Floridita en los ’70, el Papá Special se elabora con limón, marrasquino, jugo de toronja, ron y hielo doble sin azúcar.
Teniendo como secreto superior de ese bar, el tratamiento del hielo. Primero una vieja y eficiente maquina norteamericana de marca Flak Mak que Constante (el cantinero amigo del escritor) importó en los ’30 y que fabrica un hielo fino y ligero, y segundo, este hielo se conserva en cajas con huecos en el fondo y separadas a buena distancia del piso para que el agua escurra y el frappé no se licue en la copa.


Haciendo dialogar a su personaje con Liliana la Honesta, en “Islas en el golfo”:
Hudson pide: <
-Me encanta –afirmó en voz alta.
-¿Qué?
-Beber. No simplemente beber. Beber estos daiquiris dobles sin azúcar. Si bebieras la mitad con azúcar te enfermarias.
-Ya lo creo. Y si cualquier otro tomara esa misma cantidad sin azúcar, estaría muerto.
-Quizá yo me muera.

Al final cuando aparece la exesposa por el Floridita, y le pregunta cuantos ha tomado, Hudson responde: <>.
(Una docena de daiquiris dobles equivale a una botella de ron de 26 onzas.)

Hemingway en Cuba (Norberto Fuentes)





“Ernest Miller Hemingway llegó por primera vez a La Habana en abril de 1928, a bordo del vapor inglés Orita, que lo llevó de La Rochelle a Cayo Hueso en una travesía de dos semanas. Lo acompañaba su segunda esposa Pauline Pfeiffer , con quien se había casado tan solo diez meses antes. Tenía 28 años, había sido corresponsal de prensa en Europa y chofer de ambulancias en la primera guerra mundial y había publicado con cierto éxito su primera novela. Pero todavía estaba lejos de ser un escritor famoso.” (del prólogo de Gabriel García Márquez)


El autor Norberto Fuentes con los hermanos Castro

“Yo siempre tuve buena suerte escribiendo en Cuba…Me mudé de Key West para acá en 1938 y alquilé esta finca y la compré finalmente cuando se publicó “Por quien doblan las campanas”.
Es buen lugar para trabajar por que está fuera de la ciudad y enclavado en una colina…Me levanto temprano cuando sale el sol y me pongo a trabajar y cuando termino me voy a nadar y tomo un trago  y leo los periódicos de Nueva Cork y Miami.


Después del trabajo uno puede irse a pescar o practicar tito de pichones y por las tardes Mary y yo leemos y oímos música y nos vamos a la cama. Algunas veces  vamos a la ciudad o a un concierto. Algunas veces vamos a una pelea o a ver una película y luego vamos al Floridita. En invierno podemos ir al jai alai.
A Mary le gusta la jardinería y tiene un jardín y un huerto de rosas…Perdí cinco años de mi vida durante la guerra y ahora estoy tratando de recuperarlos. Yo no puedo trabajar y vivir en Nueva York por que nunca aprendí a hacerlo…Pero este año cuando salga “El viejo y el mar” tú verás parte del resultado del trabajo de estos últimos cinco años. (parte de una carta a Earl Wilson, en 1952)


Conoció muy profundamente todo Cuba. La Habana y, muy en especial Finca Vigía y el pueblo y el puerto de Cojímar,  que fueron para el escritor su consolidación como artista y su identificación con el pueblo cubano y su idiosincrasia.
Fue en la isla digna donde llegó al punto más alto en su labor creativa.
Allí obtuvo lo mejor en su vida como creador, el Premio Pulitzer (1953) y el Premio Nobel de Literatura (1954). 

lunes, 7 de abril de 2014

Contar los muertos - The migrant files (Por Gonzalo Fajul)




Si algo estamos sacando en claro de la crisis humanitaria que se desarrolla ante nuestras santas narices en las fronteras de Ceuta y Melilla es que la calidad de la información y la fiabilidad de los datos determinan todo. Entre medias de las interpretaciones que unos y otros hacen de la realidad, se dirimen cuestiones tan serias como los derechos de un refugiado, la dignidad de las fuerzas de seguridad o la credibilidad del Estado de Derecho. Como en ese juego infantil en el que los manifestantes multiplican sus números y las autoridades los fraccionan, estos días hemos conocido versiones antitéticas de las pelotas que se dispararon al mar, de los inmigrantes que entran y salen, y de los metros de suelo español que recorrieron los policías marroquíes en plena devolución ‘en caliente’. Es irritante, además de peligroso.
De todos los asuntos cuyos detalles desconocemos, el que posiblemente sea más relevante es el de las víctimas mortales de esta locura organizada. Si los europeos nos viésemos obligados a desayunarnos cada mañana con la cifra exacta de los cadáveres que se acumulan en nuestro recibidor, tal vez juzgaríamos con más dureza las imposturas populistas o las simples astracanadas, como la que protagonizó hace unos meses el defenestrado Primer Ministro Letta nacionalizando a los muertos de Lampedusa y deportando a los supervivientes.
Pues bien, ese vacío podría ser cubierto ahora por una iniciativa de nueve medios europeos (entre los que se encuentra El Confidencial español) que han decidido hacer precisamente eso: contar los muertos. El proyecto The Migrant Files (Los archivos de los migrantes) ha creado una completa base de datos que tiene sus fuentes en proyectos como United for Intercultural Action o Fortress Europe, de los que les hemos hablado en alguna ocasión en este blog. Una de las tareas a la que han hecho frente sus investigadores es precisamente ‘limpiar’ los datos que provienen de diferentes orígenes, dando coherencia a la metodología de recogida de información, evitando redundancias y garantizando la solidez de las fuentes. Un equipo de 16 estudiantes del Laboratorio de Periodismo de Datos de la Universidad de Bolonia ha colaborado verificando muestras de datos. Un trabajo titánico, se lo aseguro.
Los resultados merecen la pena. Gracias a este proyecto hoy podemos estimar seriamente que desde el 1 de enero del año 2000 han muerto 23.000 seres humanos tratando de llegar a Europa. Los corredores de la muerte están representados de acuerdo a su importancia relativa en el mapa que abre esta entrada. Pueden navegar por él consultando cuántos murieron y dónde y cuándo lo hicieron. Además de la herramienta del mapa, el lector puede encontrar en la web del proyecto una base de datos en expansión que clasifica la información por centros de detención, sucesos, territorios e incluso inmigrantes. Una llamada a la colaboración de individuos y organizaciones permite vincularse al proyecto y ayudar a completar los datos.
Pueden encontrar aquí un espléndido comentario periodístico de la información a cargo de Daniele Grasso, redactor de El Confidencial, y aquí su explicación metodológica. Su esfuerzo y el de los muchos que participan en este proyecto (financiado en parte por el Journalism Fund) es una rara victoria de los datos objetivos y la transparencia sobre la manipulación y la opacidad que las autoridades europeas imponen a este asunto. Que siga.