sábado, 25 de octubre de 2008

Evidencias (Por J.M.Pasquini Durán)


La evidencia estridente del carácter ideológico-político de la hostilidad antigubernamental, pese a los distintos disfraces que utiliza, la proporcionó el sitio “on-line” del matutino La Nación, tribuna dogmática del antiperonismo, cuyos redactores deben referirse al golpe de Estado de 1955 sin comillas y con las primeras letras en mayúscula cuando escriban “revolución libertadora”, y cuyo lenguaje editorial por años mencionó a Juan Perón como el “tirano prófugo”.

Pese a esos antecedentes, esta semana reprodujo en texto y video fragmentos de un discurso de 1973 del fundador del justicialismo que condenaba el saqueo de las cajas de jubilaciones por el gobierno de los “libertadores”, usando la cita como argumento suplementario al rechazo actual, treinta y cinco años después, de la decisión de la presidenta Cristina de unificar al régimen previsional en el sistema solidario de reparto del Estado. De donde el diario centenario de los Mitre resultaría el severo guardián de la pureza doctrinaria del peronismo, sugiriendo que el actual gobierno la estaría traicionando. En algo no le falta razón al matutino porteño: los privatizadores de los años ’90 eran peronistas del menemato y realizaron el saqueo en nombre de la presunta modernización del legado partidario.
Como sucedió con otras privatizaciones, la del sistema previsional fue un excelente negocio para algunos grupos económicos que se apropiaron del bocado leonino y pésimo para la salud fiscal de la nación. Un estudio sobre “La cuestión tributaria en la Argentina” de julio de 2005, advertía sobre las consecuencias: “Si se suman los efectos de las desgravaciones de cargas patronales nacionales (el más importante de los recursos cedido por las políticas de ‘devaluación fiscal’) y la cesión de recursos públicos a favor del nuevo sistema de capitalización instituido desde mediados de 1994, el total de los ingresos que el Estado nacional dejó de percibir sumó unos 63.000 millones de pesos constantes durante el período 1994-2001, equivalente a un promedio anual de unos 2,8 puntos del PBI. En otras palabras, el drenaje de estos recursos explicó la mayor parte (casi las tres cuartas partes) del desbalance fiscal de ese período” (Cefid-AR, J. Gaggero y F. Grasso, 2005).


El cálculo abarcaba la mitad del período de funcionamiento de las AFJP, por lo que no es exagerado redondear, como hizo Amado Boudou, titular del Anses, para estimar en 100.000 millones el costo para el Estado de catorce años de jubilación privada. A esta altura, además, el Tesoro público tenía que aportar 4000 millones anuales para completar el mínimo jubilatorio del régimen de capitalización. En las actuales circunstancias críticas mundiales, cuando hace falta blindar las finanzas nacionales, ¿sería sensato seguir soportando semejante hemorragia? Nadie puede negar que hay razones valederas para desconfiar de la administración estatal después de décadas de malversación y fraude de los fondos previsionales.

Antes de Kirchner, hacía doce años que los jubilados no recibían ningún reajuste en sus haberes. En los últimos cinco años fueron actualizados trece veces y acaba de sancionarse una ley que establece la movilidad automática dos veces por año para que no dependan de la discrecionalidad de ningún gobernante. En la próxima ley del sistema integrado de previsión, los congresistas tendrán que incluir los recaudos necesarios para evitar que el día de mañana no reaparezca la tentación de meter mano en esa caja para cubrir gastos generales. Sería mejor, sin duda, que las previsiones legislativas pudieran abarcar la dimensión completa del problema, cuyas repercusiones llegan hasta la coparticipación federal, y que el futuro sistema fuera instalado en un Estado reformado y de verdad modernizado a la altura de los tiempos. Debería ser así, a lo mejor, pero no siempre lo bueno va de la mano con la excelencia. Es lo que hay, por ahora, y vale la pena recuperar al sistema para los principios de origen basados en el concepto de la solidaridad social.
Ya que se trata de una reforma estructural, según la presentación presidencial, algunos críticos sostienen que debería tomarse el tiempo necesario para abrir un vasto debate y una prolongada reflexión. En tiempos normales el razonamiento tiene validez plena, pero con ese criterio el Congreso norteamericano debió esperar al nuevo presidente para decidir sobre las medidas extraordinarias y multimillonarias dedicadas al rescate de gigantescas corporaciones que estaban derrumbándose con más ímpetu que el Muro de Berlín. Hay momentos en que esperar por la cirugía puede costar la vida del padeciente. Otros invocan la seguridad jurídica, pero vale en este caso recurrir otra vez a los datos de la historia. Un estudio sobre “El proceso de privatización en la Argentina”, avalado por la Universidad Nacional de Quilmes, deja constancia del asunto: “La tan declamada ‘seguridad jurídica’, particularmente en el ámbito de las privatizaciones, parecería quedar en un segundo plano cuando se trata de preservar las rentas de privilegio de las que gozan las empresas de servicios públicos, en detrimento, cabe resaltar, de la ‘seguridad jurídica’ de los usuarios” (D. Aspiazu y otros, edit. PáginaI12, 2002). ¿Acaso el régimen de capitalización no podía ser considerado un servicio público? Por lo demás, tal como se puede ver en estos días, cuando se desploma el libre mercado, lo único que queda en pie siempre es el Estado con la obligación de reiniciar el ciclo.
Los que en estos días opinan que la iniciativa previsional del Gobierno debilita el mercado de capitales, deberían escuchar un poco a Roberto Mangabeira Unger, ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil desde hace un año y medio, filósofo, jurista y profesor de Harvard, con 61 años de edad y acento norteamericano en sus palabras: “Debemos intentar salvar la producción y no los bancos”. Tiene una visión optimista del porvenir: “Después de la crisis, los países de la región tendrán la posibilidad de acoplarse a un nuevo orden mundial para un auténtico desarrollo”. El ministro de Lula se declara de izquierda, pero la posibilidad del nuevo orden también la formula el conservador francés Nicolas Sarkozy y el mismísimo George W. Bush convocó a una reunión internacional, a la que está invitada la presidenta Cristina, para intercambiar opiniones sobre lo que será del mundo después del terremoto. Mangabeira mira el futuro con advertencias: “Hay que mantener el nivel de crédito, sin prejuicios ideológicos, como está haciendo Estados Unidos, que demuestra otra vez que ellos son libres de los prejuicios ideológicos que les recomiendan a otros”. Entre las opiniones del ministro que circularon esta semana por el ciberespacio, incluyó un juicio crítico sobre el Mercosur y Unasur: “Les falta corazón y cerebro. Queda claro cuando los comparamos con la Unión Europea (UE). La esencia de la UE no es el comercio ni el dinero; es un ideario, en tanto nosotros dedicamos menos del uno por ciento del tiempo a discutir ideas”.
La crítica se ajusta a la realidad de la política criolla, aunque no haya sido dirigida en particular. El Gobierno toma iniciativas tan importantes y atendibles como la reforma previsional, pero luego, cuando se desata el temporal de críticas fabricadas por los recursos y las influencias mediáticas de los grupos económicos que pierden la rentabilidad privilegiada que les regalaron en los años ’90, el Gobierno pierde fuerza porque su aparato político no se mueve. La presidenta Cristina, como antes lo hacía Néstor, tiene que salir cada día a repetir argumentos a favor de sus propias iniciativas. Así, las batallas por el corazón y la conciencia de los ciudadanos –como ocurrió durante el conflicto con “el campo”– quedan a merced del bombardeo en los medios, compensado sólo con cinco o diez minutos diarios de la voz presidencial. El Gobierno carece de una adecuada política de información y de formación de opinión pública. La oposición poco contribuye al debate de ideas, porque en general reacciona con piloto automático. Es previsible que el PRO y la Coalición Cívica, que disputan la representación del centroderecha, se opongan a cualquier iniciativa gubernamental de carácter progresista, pero que la Unión Cívica Radical se oponga a un proyecto que atiende a su posición tradicional contra el régimen de capitalización, sólo para estar en contra, no tiene justificación ni lógica políticas, sobre todo cuando ese partido pretende celebrar el próximo 30 la refundación democrática, un compromiso de todos, que comenzó en el año 1983, como si fuera un mérito individual.
El PRO no sólo se opone a los proyectos del oficialismo para ganarse el liderazgo de la derecha: sus políticas en la ciudad, en particular hacia la educación pública, corresponden más con los años ’90 que con la actualidad. Mientras Mauricio Macri dice en la tele que quiere recuperar la excelencia de la escuela pública, elimina becas, suspende la distribución de implementos escolares y rechaza las demandas salariales de los maestros. Por suerte, la Legislatura decidió que la oposición no está sólo para criticar sino para formular alternativas y toda la oposición reunida logró destrabar, al menos en parte, la negociación con los sindicatos docentes. Lo que suceda en la ciudad no sólo importa porque es la capital del país, sino porque allí hay un ejercicio de prueba sobre lo que puede esperar el ciudadano de la nueva derecha nacional.

jueves, 23 de octubre de 2008

Por fin, el fin (Por Alfredo Zaiat)



El jefe de la mafia con el arma en la mano y el asesinado en el piso es una prueba contundente de culpabilidad. El traficante de drogas capturado con su cargamento en la mochila es un indicio bastante fuerte de una violación a la ley. La venta acelerada de títulos y acciones que derrumbaron sus cotizaciones es la demostración más transparente de la existencia de una asociación de financistas & afines para lucrar con el dinero previsional de los trabajadores. Si se trata de un delito, la utilización de esos fondos que no les pertenecen para expresar el rechazo al proyecto del Gobierno será tarea de la Justicia. Pero han dejado con total impunidad, que es la forma en que se mueve el poder financiero, las huellas bien visibles para avanzar en esa investigación.
El argumento más común y superficial de banqueros, economistas de la city y el coro afinado de voceros interesados es que las críticas a las AFJP son por “ideología”. Se trata de un debate absurdo, porque toda opinión a favor o en contra de un modelo económico, de una orientación que defina la autoridad monetaria con el tipo de cambio o de una organización del sistema previsional está basada en una determinada cosmovisión del mundo. O sea, de una ideología, palabra que en general es utilizada por el pensamiento conservador para descalificar convicciones que se enfrentan al discurso dominante. Resulta esclarecedora la discusión ideológica que permite conocer si es más importante el haber jubilatorio o las cuentas de banqueros y gerentes privilegiados abultadas con el dinero de los trabajadores. Las AFJP han demostrado en la práctica que han sido una enorme estafa previsional. Con datos “objetivos”, como gustan hablar los abanderados de la restauración conservadora. Casi ninguna de las promesas vendidas con excelentes campañas de marketing fue realidad para los trabajadores jubilados o próximos a jubilarse. Ni lo serían nunca en el futuro, como lo demuestra la experiencia de casi 30 años del sistema chileno, que ya alcanzó su etapa de maduración y permite observar en forma rotunda su fracaso. Además de no brindar una prestación digna a los jubilados y de jugar con el aporte previsional de los trabajadores, el régimen privado desfinanció al Estado hasta arrinconarlo en una posición que lo obligó, entre otros factores, a declarar el default en 2001. Este tuvo como uno de sus impulsores la propia estructura del sistema previsional privado, que poseía el germen del default. Es una situación similar a la quiebra del Lehman Brothers: su debacle y la de los otros bancos de inversión no fue sólo por la codicia de los financistas, sino que el sistema de autorregulación del fundamentalismo de mercado es el que permitió el crecimiento de esas entidades y de ese tipo de banqueros. Resulta difícil encontrar hoy en Estados Unidos analistas que defiendan a Lehman Brothers. En cambio, no debería extrañar que los haya aquí para las AFJP.
No será una tarea sencilla desmontar el engendro del régimen de capitalización privada. Requerirá de habilidad y capacidad técnica para empezar a ordenar un sistema que fue desquiciado por los banqueros. Junto a la reestructuración de la deuda en default, la eliminación de las AFJP constituye una de las principales medidas de la administración kirchnerista que afecta al poder financiero. Se entiende así la reacción furiosa de banqueros, asesores, economistas, corredores bursátiles, gerentes financieros & otros aliados que integran una asociación dedicada a lucrar con el dinero de los trabajadores. Pocas labores han sido más perversas y miserables que enriquecerse con esos fondos.
La cuestión no es que el Estado se queda con los fondos para pagar deudas, sino que ese dinero vuelve al lugar original de un Sistema de Seguridad Social. El stock de capital acumulado durante catorce años en esas cuentas, deducido el obsceno monto de 9000 millones de dólares en comisiones, regresa al canal legítimo de un régimen previsional. Lo otro era un negocio financiero para un sistema de imprevisión social. Para adelante, será tarea de definir el mecanismo transparente de administración y control de esos recursos, que requerirá de destreza para desarmar con paciencia la temeraria estrategia de invertir fondos previsionales en acciones, fideicomisos financieros o bonos de deuda privada.
La reforma de 1994 impulsada por la dupla Carlos Menem-Domingo Cavallo, con el aval y financiamiento del FMI y Banco Mundial, desfinanció al Estado al desviar los aportes jubilatorios de los trabajadores hacia las AFJP. Se diseñó así una calesita financiera abusiva:
- El Estado contabilizaba un bache en la cuenta de Seguridad Social del Tesoro Nacional por el dinero girado a las AFJP.
- Para cubrirlo emitía títulos públicos.
- Esos papeles los compraban las AFJP.
- Los adquirían con el dinero que recibían de los trabajadores.
- Esos aportes antes iban al Tesoro Nacional.
El Estado quedaba en una posición financiera exigente por una deuda creciente precisamente por ese desfinanciamiento de la Seguridad Social. Las dificultades para cerrar ese déficit se agudizaban debido a que siguió pagando los haberes. Ese desequilibrio de las cuentas públicas provocó el incremento de la tasa de interés del endeudamiento necesario para cubrir ese bache. El costo de esa calesita fue una de las más pesadas mochilas que dejó la década del noventa. Teniendo en cuenta que la deuda del sector público nacional se incrementó en 66.500 millones de dólares entre diciembre de 1994 y de 2001, el sistema de AFJP explica por sí sólo 41.300 millones de dólares de ese aumento (el 62 por ciento). Ese monto surge de 31.800 millones de dólares de emisión de títulos públicos para compensar los fondos no ingresados, a los que se sumaron 9500 millones de dólares por el costo del endeudamiento por este concepto, con una tasa de interés promedio de 9,6 por ciento anual.
Varios son los hechos que se fueron revelando acerca de la inutilidad de la vigencia de AFJP. La más grosera es que el Estado tuvo que salir a completar el haber paupérrimo que entregan las AFJP a los ya jubilados privados. Como el dinero acumulado en los fondos privados, a lo que se le suma el aporte público que marca la ley (la prestación básica universal y la de permanencia), resulta una jubilación por debajo de la mínima, la Anses salió a completarla para alcanzar ese piso. Parece un absurdo si se tiene en cuenta que en su momento se presentó la reforma como más conveniente frente un régimen público de reparto, y ahora es el fisco el que tiene que venir a rescatar a los jubilados privados de haberes miserables. La capitalización privada no redujo –como se argumentaba– la evasión o morosidad previsional. Además hay una baja proporción de aportes efectivos. Sólo el 40 por ciento de los afiliados contribuye al sistema. Los aportes voluntarios son insignificantes en relación a la recaudación total (0,3 por ciento), siendo que uno de los eslóganes de propaganda era que los afiliados iban a optar por engrosar sus cuentas porque verían que el sistema era muy bueno. El nuevo régimen no incentivó la afiliación y la relación entre aportantes y la población ocupada se redujo del 42,3 al 38,6 por ciento. En cuanto a la supuesta competencia que se iba a producir entre las AFJP, de las 26 compañías que comenzaron a operar en 1994, hoy sólo quedan 10. Estos datos indican una tendencia a la oligopolización del mercado, que se opone a los presuntos incentivos para reducir costos y mejorar los servicios. Las AFJP se apropiaron vía comisiones, en promedio, de un tercio de los montos recaudados. Según información de la Anses, los gastos operativos del régimen público representaron entre 1999 y 2005 sólo el 1,6 por ciento de las contribuciones y los recursos tributarios percibidos con fines previsionales, lo que resulta veinte veces más barato que el costo de administración del sistema de capitalización. El sistema fue concebido para maximizar el beneficio de las AFJP. Los fondos gestionados por las AFJP se fueron incrementando gradualmente a lo largo del tiempo, pero esa creciente masa de recursos estuvo lejos de fomentar el desarrollo del mercado local de capitales. Los fondos de las AFJP no fueron canalizados hacia proyectos de inversión que apuntalaran el crecimiento económico.
La supuesta solvencia intertemporal del sistema previsional con fondos invertidos en volátiles mercados bursátiles quedó hecha añicos. Terminar con el régimen de capitalización es adelantarse y evitar que los actuales trabajadores puedan tener un panorama desolador en su etapa de retiro del mercado laboral. En países con el nivel de desarrollo de la Argentina, con su actual estructura de empleo, es imprescindible universalizar la cobertura, objetivo sobre el que se avanzó en estos años, y adoptar una visión de la jubilación basada fundamentalmente en la solidaridad intergeneracional del reparto. Poner fin, por fin, a las AFJP es en ese sentido una medida reparadora y de justicia redistributiva.
azaiat@pagina12.com.ar

lunes, 20 de octubre de 2008

La educación argentina (Por José Pablo Feinmann)


Hay frases que deben agradecerse. Hay personajes que no pueden dejar de ser lo que son y, por consiguiente, en algún momento se les escapa la verdad. Tan hondamente la llevan en sus corazones. Hacemos referencia al señor vicepresidente de la CRA (Confederaciones Agrarias Argentinas). No sólo dijo algo que pensaba, algo de su historia personal, de su infancia tal vez, hizo una síntesis admirable de la educación argentina desde 1880 hasta el presente. Acaso algo haya cambiado. Pero es difícil cambiar las cosas en ese ámbito. Tan cerrado está, tan estructurado, que todo cambio es “subversivo”.

El personaje se llama Néstor Roulet. Un argentino como cualquier otro, que se educó en la escuela argentina, bajo sus valores, bajo su visión de los hechos. Se trata de un militante agrario. Un hombre con fe en la tierra y en Dios. Su fe en Dios la manifestó por medio de su fe en la Virgen, que, Santa Trinidad mediante, es lo mismo. Dijo: “Después de 120 días en la ruta, luchando, parando y gritando, evidentemente hubo una mano de arriba que nos iluminó. Detrás de esa mano estuvo la Virgen María, pidiendo por todos los productores argentinos”. Tal vez sea más razonable decir que la mano que los iluminó no vino “de arriba”. Aunque si tenemos en cuenta que esa mano fue la del vicepresidente del partido al que enfrentaban, hombre que cumplía, en tanto tal, su función de presidir el Senado, hombre que había llegado ahí por elección del partido gobernante, y que, súbitamente, da una voltereta y les vota a favor a los agraristas, no puede caber duda alguna: alguna iluminación celestial tuvo lugar ahí. Sí, detrás de la mano de Cleto estuvo la de la Virgen. Es asombrosa la intervención de los dioses en los momentos decisivos de la vida argentina. La “mano de Dios” fue la que hizo el gol de Maradona ante los ingleses, que vengó la deshonrosa derrota del Ejército del majestuoso general Galtieri en Malvinas. Un Ejército formado por jovencitos vejados por sus superiores más que por el enemigo y del que hasta la fecha se han suicidado 290 ex combatientes. Pero “la mano de Dios”, que empujó la de Maradona, lavó el honor argentino. Ahora es “la mano de la Virgen”. Que, sin duda, empujó al Cleto a su célebre voto “no positivo”, ejemplo de la palabra dada a los compañeros de fórmula, aquellos a quienes decidió unirse, pero también ejemplo de que la libertad es la esencia de la política, de modo que si uno tiene ganas de no actuar según había prometido hacerlo y decide hacer lo contrario es porque es libre, sépase esto bien, pues se trata de un nuevo principio: la traición es la expresión suprema de la libertad. Porque todo aquel que traiciona se libera, ante todo, de la palabra dada. ¿Qué es eso de someterse a lo que uno ha dicho? Uno es libre. Y un hombre libre dice algo hoy y mañana otra cosa. De modo que nadie espere nada de la “palabra de honor” de otro. Bah, ¡esas antigüedades! La “palabra de honor” ata al ser humano a algo que dijo en el pasado. La “traición”, en cambio, lo mantiene en estado constante de libertad. De decisión, de elección permanente. Si quieres tener a tu lado a un hombre libre, no exijas mi “palabra de honor”, déjame ser libre. O sea, clavar mi puñal en tu espalda siempre que se me antoje. Morirás, pero a manos de un hombre libre. Esta es la ética-Cleto.
Me he tomado la libertad de apenas esbozarla, pero prometo darle más desarrollo porque es, en verdad, revolucionaria. Bien, según Néstor Roulet, que es el vicepresidente de CRA (Confederaciones Rurales Argentinas), la Virgen María ha pedido por todos los productores argentinos.
Esto es secundario. Roulet dijo algo mucho más importante. Habló de su maestra de historia. Y –suponemos que con cierta nostalgia por esos años escolares de plenitud– dijo que ella le enseñó que la grandeza de esta patria que habitamos había sido hecha, era debida a tres instituciones: la Iglesia, el Ejército y el campo. Instó a la población en general a “activar eso” porque con esas tres instituciones y el resto de lo que hay en el país la Argentina debiera ser “realmente un país grande”. La Argentina es un “país grande”. Difícil saber qué clase de grandeza tiene. Pero que es grande, lo es.
Y lo que Roulet cuenta de su buena maestra es cierto. Esa es la educación que todos, no sólo él, hemos recibido: la Argentina se inicia en 1810 y ya se había insinuado en las gloriosas jornadas de 1806 y 1807 donde pueblo y Ejército, juntos, echaron al invasor colonialista británico, al que luego el señor Roulet y sus amigos le vendieron la carne durante larguísimos años. En 1810, un abogado con marcas de viruela y un militar, Saavedra, hacen la llamada Revolución de Mayo. En 1820, anarquía. Porque los caudillos bárbaros del interior atan sus cabalgaduras en la Plaza de la República. En 1826, el constitucionalismo de Rivadavia, el “más grande hombre civil de la tierra de los argentinos”, según dirá el general Mitre, y nuestro primer empréstito: la Baring Brothers se pone al servicio del desarrollo argentino. En 1828, Lavalle, mal aconsejado, fusila a Dorrego. Pero sólo porque fue mal aconsejado. En 1830, la primera tiranía. Rosas y la Mazorca. Los Libres del Sur, que eran buena gente de campo, se rebelan contra el tirano. La gente de honor huye a Montevideo. En 1852, otra vez la libertad, gracias a los ejércitos del general Urquiza. En Pavón, el general Mitre vence a Urquiza y se afianza la organización nacional, que se consolida en 1880, con el militar Roca, que conquista el desierto y reparte la tierra a poca gente pero buena, de su familia y de algunas otras, todas de gran alcurnia. En 1910, el primer centenario. Somos el granero del mundo. El país de los ganados y las mieses que canta Lugones. Este es el gran momento. La “patria de nuestros padres y abuelos”. Aquí la maestra del señor Roulet se habrá detenido largamente a explicar el momento cumbre de la Argentina. Luego, la inmigración. Alguna, laboriosa. Otra, no. Para los no-laboriosos: Ejército. Para los laboriosos: jornales, mendrugos, pero el honor de vivir en el gran país del Sur. La tierra sigue dando sus frutos. Es la patria. En sus entrañas reposa el ser nacional.
Luego, la crisis del ’29. El proyecto agrario se derrumba. Era una caricatura de país. Pero no: Julito Roca negocia las carnes con Inglaterra y a seguir. Sustitución de importaciones. Y en seguida un grave inconveniente: ese general Perón, un enemigo del campo. La segunda tiranía. El campeón de las retenciones a través de un organismo totalitario: el IAPI. Pero ahora sí, más unidos que nunca, el campo, la Iglesia y el Ejército salvan al país. El tirano huye. La libertad vuelve a reinar. Hasta que regresa traído por un movimiento juvenil subversivo–marxista. Pero se muere. Y otra vez: la Iglesia, el Ejército y el campo y un señor de Acindar, Martínez de Hoz, hacen tronar el escarmiento. El campo aplaude, disfruta, se siente seguro y hace grandes negocios. La Iglesia consuela el corazón atormentado de los patriotas que tienen que hacer esos vuelos necesarios pero que solían incomodar a ciertas almas no tan seguras de la misión de la patria en ese momento. Ahí, la Iglesia: “Hijo mío, has hecho lo que Dios te ordenó hacer. No sufras. Si la patria te exige que arrojes jóvenes vivos al río color de león, tú lo haces. Te absuelvo por toda la eternidad”. Y el Ejército, que estaba muy bien preparado (por la OAS y la Escuela de las Américas) para limpiar al país de la escoria antioccidental y anticristiana, lo hizo. Y luego esa heroica gesta de Malvinas, que nuestro pueblo apoyó (y si no vean esa Plaza de Mayo vivando al Ejército en la persona del general Leopoldo Fortunato Galtieri, vean ahí a nuestro pueblo de Mayo sosteniendo otra gesta contra el imperio que buscó someternos en 1806 y 1807) y perdimos pero volveremos. Y luego la democracia (en la que nunca nos vimos muy cómodos pero que se amoldó a nosotros maravillosamente). Alfonsín se hizo el difícil durante dos años e injurió a los héroes de la guerra contra el marxismo, pero vino ese peronista magnífico, Carlos Menem, y nos dio todo lo que queríamos y se llevó todo lo que él pidió, para él y para sus fieles compinches, que eran muchos. Total, esto da para todo. Lo único necesario para que sea así es que los que no son nosotros se mueran de hambre. Grandes días los del señor Menem, hombre de campo al fin y al cabo. Hombre del interior. Y ahora estamos otra vez atacados por la escoria nacionalista, estatista, montonera, marxista y enemiga de la patria y de la tierra. Pero el pueblo, como en las grandes jornadas de la patria, sigue a nuestro lado y lo demostró. En esas cacerolas de este otoño cuya grandeza nadie podrá narrar volvió a escucharse el repiqueteo glorioso del tambor de Tacuarí.
Esta es la historia que le enseñaron a Roulet en la escuela. La historia que él creyó porque era la de los suyos. La que siempre se enseñó. La que todos tuvimos que aprender. La que nadie se atreve a modificar. La naturalmente argentina. Debo confesarlo: le tengo una enorme envidia a Roulet. El es un argentino, no yo. Ni yo ni todos esos que andan por ahí, con apellidos raros o con colores de piel tirando a negro, a carbón, a tierra, no de campo fértil, sino de basurero, de baldío. Yo ando estos días medio vanidoso porque publiqué un libro de filosofía de casi mil páginas. Pero qué idiota: ¿qué le importa eso a Roulet? El tiene mucho más. No necesita hacer nada. El país es suyo. Uno escribe mil páginas porque tiene un apellido de judío de mierda y tiene que justificarse de algún modo. Hacerse un lugar. ¡Hola, aquí estoy! Me eduqué en Viamonte 430, de donde salían marxistas a montones. No me gusta la tierra. Y creo que la oligarquía, la Iglesia y el Ejército hicieron un país para ellos, un país, diría si me permiten, de mierda y que mataron con inenarrable crueldad siempre que se vieron en peligro. Pero no. No debo creer eso. ¡Qué lindo sería creer lo que creen ellos! El país lo hicieron la Iglesia, el Ejército y el campo. Creer lo que cree Roulet. Sentirse así: con los pies sobre la tierra de uno. Con una identidad poderosa. ¡Con mucha guita, caramba! ¿Cuánto creen que voy a ganar con ese podrido libro de mil páginas? Nada. Lo que Roulet gana con media res. Lo que le paga a un peón, al que encima después lleva a sus manifestaciones patrióticas, con bandera y todo. Para colmo, las librerías hacen enormes pilas con un libro de Savater, que pretende ser de filosofía. O se vende a patadas una huevada infernal de un agroperiodista que dice cómo vivir mejor y más seguro y más pleno. Y si esos libros se venden más es porque los compra Roulet, él y los suyos. Que saben muy bien qué leer.
Ahora, lo justo es justo. Soy un resentido. Reviento de la envidia. Pero puedo jurar algo. Nunca se me daría por creer que la Virgen o el Mesías o Buda o Mahoma... Pero no: no derivemos. Roulet dijo: la “Virgen María”. Nunca se me daría por creer que una mano me ilumina desde arriba, y que detrás de esa mano está la Virgen María pidiendo por todos los pobres filósofos argentinos. Mi relación con lo sagrado es compleja. Transita entre la ira, la duda y la exigua esperanza. Por la pelotudez, nunca.
(Página12)

domingo, 19 de octubre de 2008

Hacia un nuevo paradigma de país


Cristina Fernández de Kirchner es abogada, madre de dos hijos, Presidenta de la Nación, y ahora, columnista de la prensa escrita. La nota nota de opinión de su autoría fue titulada con el textual "Hacia un nuevo paradigma de país" y hace hincapié en la defensa "del modelo". En la extensa columna firmada con nombre y apellido en el diario rionegrino Noticias de la Costa de Viedma, la mandataria agradeció el recibimiento de la semana pasada en esa provincia, aseguró que "el dinero no se empolla", abogó por una "justa" distribución de la riqueza, celebró la obra pública y citó a Antoine de Saint-Exupéry "al referirse a los argentinos del sur"."ESTOY ORGULLOSO". En diálogo con Críticadigital, el director del periódico Raúl Sale explicó los aires de periodista que respira la Presidenta. Sale dijo que la iniciativa es parte de un "nuevo modelo de comunicación que pretenden instaurar desde el Gobierno”, porque Cristina "no habla con la prensa". El periodista le contó a este medio que las gestiones fueron realizadas a través del vocero de la Presidencia, Miguel Núñez, y que el escrito le fue entregado el sábado. Confesó sentirse "orgulloso de recibir este reconocimiento a nuestra tarea de todos los días siendo un diario del interior de país”.

La primera columna publicada en diarios provinciales no sería la última.Esta intervención en los medios es en realidad, parte de una nueva estrategia de comunicación. Crítica de la Argentina reveló que desde hace un tiempo se incorporó a los equipos del Gobierno una nueva figura, la del “periodista oficial”: un reportero con acceso a lugares de tránsito exclusivo para los funcionarios y pase libre para entrevistar a los personajes a los que los medios no tienen acceso en momentos sensibles de la coyuntura. Un periodista que difunde reportajes truchos. A continuación, Criticadigital reproduce la nota original completa:


"Hacia un nuevo paradigma de país" por Cristina Fernández de Kirchner



En la Patagonia siempre hemos comprendido el rol insustituible e irreemplazable que tiene el Estado para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Tal vez no teóricamente, sino empíricamente, a través de la experiencia cotidiana. Aquí, en la Patagonia, sabemos que lo que no hace el Estado, no lo hace nadie. Defensa del modeloSin duda es importante que ésta haya sido la primera visita de un Presidente, en este caso una Presidenta, desde la época de Raúl Alfonsín. Pero más allá del hecho histórico anecdótico, hubo un hecho político mucho más significativo: la voluntad de los rionegrinos de defender un modelo de desarrollo productivo. Un modelo de país que considera como inversión lo que muchos economistas interpretan como mero gasto público. Por eso, la importancia de la firma de convenios que fortalecerán los pilares básicos del desarrollo de la provincia: educación, salud y vivienda.

En resumen, trabajo y producción.

Obras

La construcción intensiva de viviendas, las obras de infraestructura vial, la modernización de la estructura hospitalaria y educativa, están perfilando un país productivo con inclusión social y movilidad social ascendente. Desde 2003 a la fecha en Río Negro se han construido 3.633 complejos habitacionales y más de 2.100 mejoramientos en casas y trabajos edilicios. Al finalizar las obras del Plan Federal I y II, la provincia contará con 6.056 nuevas viviendas, 5.615 mejoramientos y 157 nuevas infraestructuras que beneficiarán a 154.500 habitantes. En los planes federales de viviendas participaron no sólo empresas especializadas, sino también las cooperativas de trabajo locales, lo que nos permite no sólo involucrar a estos movimientos sociales solidarios en las políticas públicas, sino además recuperar el empleo para los habitantes de la región. Más trabajoEstos emprendimientos no sólo resuelven el problema habitacional de miles de compatriotas, sino que a la vez requieren mano de obra intensiva. Miles de trabajadores de la construcción vuelven a tener perspectivas de futuro para ellos y sus familias. Los cascos amarillos vuelven a relucir en toda la Argentina. Y este no es un dato menor, porque la obra pública tiene un efecto multiplicador en lo económico y lo social. Además de la infraestructura básica para la actividad económica, se fortalece la sociedad en su conjunto con la construcción de nuevos hospitales, escuelas, viviendas y redes de agua potable, en un círculo virtuoso que va recreando la confianza de una Nación en sí misma.


En cuanto a la salud, asegurar una atención de calidad en el hospital público es una forma de contribuir a la equidad social protegiendo a los sectores más vulnerables. No puede haber una salud para los ricos y otra para los pobres. Los 550 mil pesos que aportó el Gobierno nacional al Hospital Artémides Zatti para equipamiento de alta complejidad no alcanzan a reducir esa brecha, pero es otro buen paso. Río Negro puede exhibir hoy con orgullo a todo el país tanto el Laboratorio Provincial del Programa Zonal de Medicamentos (Prozome) que fabrica genéricos para atención primaria de la salud, como la construcción de la planta potabilizadora de agua en Villa Regina, a través del Ente Nacional de Obras Hídricas y Saneamiento (Enohsa).


En esta obra, el Gobierno nacional invertirá un total de 22 millones de pesos, llevándole agua potable a más de 60.000 personas de la zona. Para dimensionar su impacto, esa cantidad de gente es casi el doble del número de habitantes de Villa Regina. Nuevo paradigmaEn cuanto a la educación, la creación de la Universidad Nacional de Río Negro, que comenzará a funcionar el próximo año, tiene una prioridad fundamental: vincular lo académico con lo productivo. Un nuevo paradigma de país precisa de instituciones educativas que unan el conocimiento con la producción, generando mayor trabajo y riqueza para los argentinos. Por eso también, a partir del año que viene, Villa Regina volverá a tener su escuela rural, para lo cual el Gobierno nacional aportará un millón y medio de pesos a través del ministerio del Interior. El gran desafío es, entonces, dotar a la estructura económica de los profesionales necesarios para forjar un círculo virtuoso de mayor industria, mejor calidad del empleo e innovación tecnológica. EjemploRío Negro puede ser desde el primer productor de peras y manzanas hasta productor de reactores nucleares.

Un verdadero ejemplo para la Argentina y para los países de la región. El Instituto de Investigaciones Aplicadas (Invap) produce reactores nucleares para el mundo y ya hay dos funcionando, uno en Australia y otro en Egipto. Esta empresa estatal se ha convertido en un modelo internacional de gestión pública sobre el conocimiento. En cuanto al complejo frutihortícola regional, ocupa un lugar fundamental en el desarrollo y crecimiento del modelo económico actual de consumo interno más exportación. La firma del Plan Frutícola Integral alienta el desarrollo de este complejo productivo con programas a 10 años y una inversión global de 736,5 millones de pesos. El dinero no se empolla. Para que produzca riqueza genuina debe pasar por la economía real de bienes, servicios y conocimiento. Pero tampoco se distribuye equitativamente por sí solo, es necesaria también una mejor y más justa distribución geográfica del ingreso nacional.

Crisis y esfuerzo

En momentos de grandes dificultades internacionales y crisis financiera global, debemos aunar esfuerzos, juntar recursos materiales e intelectuales para ayudar a pensar y resolver los desafíos que enfrenta el crecimiento de la Argentina. Alguna vez Antoine de Saint-Exupéry, al referirse a los argentinos del sur, dijo: ‘No se podría encontrar en otros sitios tanto sentido social, tanto sentido de la solidaridad, ni tampoco tanta serenidad. Serenidad de hombres que se enfrentan con grandes problemas‘. Me sentí como en casa. Lo dije entonces y lo repito ahora. Estuve con rionegrinos. Estuve con patagónicos. Estuve con argentinos del sur que sueñan y luchan por construir un gran país.

lunes, 13 de octubre de 2008

Culpables, millonarios e impunes




El mal hacer de una casta intocable de directivos está detrás de la crisis financiera

"Cuando nace un brahmán, nace superior a la Tierra entera, es señor de todas las criaturas, y tiene que guardar el secreto del dharma. Todo lo que existe en el mundo es propiedad privada del brahmán. Por la alta excelencia de su nacimiento, él tiene derecho a todo. Esto es, es él quien goza, quien viste, quien da a otros, y es a través de su gracia que otros gozan", se dice en el Libro de Manu. Las leyes de Manu están contenidas en un antiguo manuscrito hindú que estableció el sistema de castas en la India hace más de dos mil años. El brahmán es la casta superior. Sólo unos elegidos pueden pertenecer a la misma y, como dice la cita, gozan de todos los derechos y su única labor es instruir en el conocimiento del mundo al resto de castas (salvo a los parias o intocables, que no gozan de ningún derecho).



Los ejecutivos han salido por la puerta de atrás, pero con las carteras llenas
El salario directivo ha subido un 45% en diez años. El del trabajador, un 7%
El FBI ha abierto una investigación, pero ninguno ha sido procesado
Si el botín del robo del siglo fue de 60 millones, ¿cómo se llamará a éste?



El capitalismo moderno ha emulado este sistema de castas. Sus brahmanes son los directivos y consejeros de las grandes corporaciones. Gozan de privilegios y prebendas por doquier: sueldos estratosféricos, planes de incentivos, vacaciones, jet privados y club de campo a costa de la empresa... Y no tienen casi ninguna responsabilidad. Si las acciones suben, ellos son los que más ganan gracias a los programas de opciones sobre acciones que premian la revalorización bursátil. Si la cotización se derrumba o incluso si las firmas quiebran y los accionistas pierden todo lo invertido, ellos también ganan. En caso de despido, cuentan con cláusulas que les aseguran indemnizaciones multimillonarias, conocidas como paracaídas de oro (golden parachute), de las que no disfrutan los trabajadores, los parias de este orden económico.
El derrumbe del sistema financiero internacional ha sacado a la luz estas colosales prerrogativas de los directivos cuya gestión ha abocado a la desaparición a firmas históricas como
Lehman Brothers o Merrill Lynch. Sus arruinados accionistas y ahorradores o los trabajadores despedidos se preguntan por qué en lugar de ser reclamados por los juzgados, los ejecutivos han salido sin hacer ruido por la puerta de atrás y con las carteras llenas. Sólo las cinco mayores firmas financieras de Wall Street -Merrill Lynch, JP Morgan, Lehman Brothers, Bear Stearns y Citigroup- pagaron más de tres mil millones de dólares en los últimos cinco años a sus máximos ejecutivos, justo en el periodo en el que éstos se dedicaron a inflar las cuentas, empaquetando en fondos y otros activos opacos, préstamos incobrables que han derivado en la mayor crisis financiera de la historia.
Cuando el sistema se colapsó, las firmas siguieron siendo generosas con los causantes de la debacle. Stanley O'Neall se llevó a casa 161 millones de dólares cuando dejó Merrill Lynch; Charles Prince obtuvo 40 millones al dejar Citigroup, cifra similar a la que que obtuvo Richard S. Fuld, de Lehman.
El código marinero tampoco va con los CEO (chief excutive officer, siglas en inglés de consejero delegado). Si el barco se hunde, son los primeros en coger el salvavidas, un salvavidas de oro. La comisión de investigación de la Cámara de Representantes de Estados Unidos ha puesto al descubierto esta semana que la cúpula directiva de Lehman Brothers aprobó bonus por millones de dólares para los ejecutivos que salieran de la empresa mientras negociaban con las autoridades federales el rescate de la quiebra. Su consejero delegado, Richard Fuld, cuya actuación ha llevado a la desaparición del banco de inversión más veterano de Estados Unidos (fundado en 1850), ganaba 17.000 dólares a la hora.
Pese a ser reverenciados por diarios financieros como The Financial Times o The Wall Street Journal como prototipo de eficiencia y seriedad, su comportamiento caprichoso se asemeja más bien al de los divos del pop o los artistas de Hollywood. James Cayne, el máximo responsable de Bear Stearns, se marchó a un torneo de bridge mientras colapsaban dos fondos de inversión que provocaron finalmente la desaparición de la quinta entidad financiera de Estados Unidos. ¡Ni siquiera encendía el móvil!
Angelo Mozilo, responsable de la quiebra del banco hipotecario Countrywide, consideraba una inexplicable afrenta personal que el consejo de administración le pidiera explicaciones acerca de los viajes de su esposa en el jet privado de la compañía, que le pagó 360 millones de dólares en los últimos cinco años.
La cultura del jet es consustancial a los CEO. Martin Sullivan, consejero delegado de AIG hasta que la aseguradora fue rescatada de la quiebra con fondos públicos por la Administración de Bush, gastó el año pasado 322.000 dólares en viajes privados o de vacaciones en el reactor de la empresa. Su colega Stanley O'Neal, presidente de Merrill Lynch, cargó gastos de avión y coche para uso particular por 357.000 dólares en 2007. Abandonó la compañía, hoy en manos de Bank of America, tras sufrir las mayores pérdidas de su historia, en octubre del año pasado, llevándose 161 millones de dólares bajo el brazo.
La constitución de ese modelo de dirección de las grandes compañías que otorga plenos poderes y remuneraciones desmesuradas a un grupo limitado de ejecutivos, no sujetos a ningún control efectivo ni a responsabilidad por su gestión, no es reciente.
Comenzó a fraguarse en los años ochenta y noventa, pero se ha consolidado completamente en lo que llevamos de siglo. Los datos no dejan lugar a dudas sobre la desigualdad laboral en la que se mueven estos asalariados de oro: en 1976, la remuneración media de los máximos ejecutivos de las corporaciones estadounidenses era 36 veces superior al sueldo medio de un trabajador de la empresa; en 1989, era 71 veces, y en 2007, cada directivo recibió 275 veces más que la retribución que sus trabajadores, según las cifras de The Institute for Policy Studies and United for a Fair Economy. Este mismo informe revela que entre 1996 y 2006 las retribuciones de los consejeros delegados crecieron un 45%, cuando el sueldo medio del trabajador estadounidense aumentó sólo un 7%.
Lo más sangrante de ese abismo salarial entre gestores y gestionados es que los emolumentos de los directivos poco o nada tienen que ver en muchos casos con los resultados de la empresa que dirigen, a diferencia de lo que ocurre con los trabajadores que, ante la menor dificultad, sólo les queda el camino de la moderación salarial, cuando no directamente del despido.
El consejo de administración de General Motors acordó en marzo pasado elevar el sueldo del presidente de la compañía automovilística, Rick Wagoner, hasta 2,2 millones de dólares, la misma base salarial que tenía antes de 2006, cuando se le recortó el salario dentro del plan de ajuste de costes que puso en marcha la compañía. El consejo acordó también otorgarle bonus y opciones sobre acciones por más de 10 millones de dólares, pese a que la firma de Detroit presentó en 2007 las mayores pérdidas de su historia que motivaron un plan de recorte laboral que afectó a 74.000 empleados, que se irán a la calle sin bonus ni planes de opciones. A los accionistas no le van mejor las cosas. Los títulos alcanzaron esta semana el nivel de 1950.
En materia de despidos, Wagoner ha superado de lejos a su antecesor en el cargo, Roger Smith, a quien el controvertido director de cine Michael Moore le dedicó su documental Roger & me en 1989, cuando cerró la planta de GM de su localidad natal, Flint (Michigan), dejando en el paro a 30.000 trabajadores.
Moore, que a lo largo de toda la filmación intentó sin éxito hablar con Smith, tendría aún más difícil charlar con Wagoner. La casta superior del neocapitalismo, como los brahmanes indios, no tiene que dar cuentas a nadie: ni periodistas, ni jueces, ni gobiernos, ni accionistas, ni impositores, ni contribuyentes. Para tapar los agujeros que ha causado su desastrosa gestión, los Estados han anunciado planes de inyección de fondos públicos por más de un billón y medio de euros que, en último término, saldrán del bolsillo de los contribuyentes.
Pero si alguien piensa que, ante este derrumbe general de la economía, los CEO han entonado el mea culpa y optado por la austeridad, está muy equivocado. Los máximos directivos de AIG se fueron a pasar un fin de semana a Monarch Beach, un exclusivo hotel de California en el que las habitaciones valen 800 euros por noche, para celebrar que el Tesoro estadounidense les había salvado de la quiebra inyectando 85.000 millones de euros de fondos públicos. Según se puso de manifiesto esta semana en la Comisión de la Cámara de Representantes, los ejecutivos de la que fuera la mayor aseguradora estadounidense se gastaron más de 440.000 dólares, incluyendo "manicura, tratamientos faciales, pedicuras y masajes", a costa de los contribuyentes. "Es tan básico como el salario, ya que supone recompensar el trabajo", se justificó el portavoz de AIG, Nicholas Ashoo.
"Sólo cuando la marea se retira, sabes quién nadaba desnudo". Warren Buffet, el financiero estadounidense y el más rico del planeta, suele repetir esta frase para describir la ceguera de accionistas y reguladores respecto a los directivos que gobiernan las empresas a su antojo y con total opacidad, de forma que nadie pueda conocer hasta su marcha la verdadera situación de las cuentas.
El consejo de Washington Mutual, la entidad bancaria que llegó a liderar la concesión de hipotecas en Estados Unidos, modificó en febrero los planes de bonos para sus máximos directivos de forma que pudieran cobrar esos pluses sin tener en consideración el índice de impagados en el negocio hipotecario del banco cuando éste ya se había disparado hasta extremos inadmisibles. Dos meses después, la compañía era adquirida a precio de saldo por un grupo de fondos de inversión. Los directivos cobraron sus bonos al salir de la empresa, al tiempo que 3.000 empleados eran despedidos. El consejero delegado, Kerry Killinger, alegó que de 2006 a 2007 se había bajado el sueldo un 21% hasta los 14,4 millones de dólares.
Un consuelo escaso para los accionistas que habían visto esfumarse más de un 90% de su inversión y que, pese a sus pérdidas, tuvieron que abonar 20 millones de dólares al gran Killinger, causante de su ruina, cuando finalmente decidieron echarle en septiembre pasado. Jean-Paul Votron, consejero delegado de Fortis, cobró un 15% más en 2007. Se le premiaba así por la compra de ABN Amro por 72.000 millones de euros. El banco holandés resultó estar infectado por los activos basados en las hipotecas subprime y llevó a la quiebra a Fortis, que ha tenido que ser rescatado por los Estados de Bélgica, Luxemburgo y Holanda.
La comisión de investigación del Congreso también destapó que Fuld autorizó pagos de 20 millones de dólares a dos directivos de Lehman cuatro días antes de que la firma se declarara en bancarrota.
El experto Graef Cristal, que dirige una revista online dedicada a analizar las compensaciones de los ejecutivos, considera que el fenómeno de la crisis de las hipotecas subprime o basura se explica en gran parte por el sistema de remuneraciones instaurado por los bancos de inversión estadounidenses a sus ejecutivos, a quienes reparten el 50% de sus beneficios, más que ningún otro sector.
Los empleados de los mayores cinco bancos de inversión percibieron 66.000 millones de dólares en 2007, de ellos, 39.000 millones en bonus. Esta cifra arroja una retribución media de 353.089 dólares por empleado, según Bloomberg. Como su sueldo dependía directamente de lo que ganara la empresa, hincharon artificialmente las cuentas, comercializando piramidalmente fondos u otros instrumentos financieros respaldados por los ahora llamados activos tóxicos.
"En Wall Street como en Hollywood, los beneficios tienden a venir en grandes paquetes y todos quieren un trozo. Da igual que se trate de la película Caballero Oscuro (la última de Batman) o de una gran fusión, quien tiene el poder de llevar a la gente al cine o de cerrar un acuerdo puede ganar lo que quiera", dice Cristal.
Contra esta insultante impunidad se han alzado voces desde el ámbito ciudadano y sindical. Curiosamente, la reacción de los dirigentes políticos ha sido más bien tibia. El presidente George W. Bush, empujado por los congresistas del Partido Republicano que veían peligrar su escaño por el clamor popular, se vio forzado a aceptar que los directivos de las firmas rescatadas por su plan de 700.000 millones de euros renunciaran a recibir las indemnizaciones pactadas, propuesta que se incluyó en la reforma del plan tras ser rechazado por la Cámara de Representantes. Así ha sucedido en el caso de AIG, o las financieras inmobiliarias Fannie Mae y Freddie Mac, cuyos presidentes cesados no hicieron valer sus cláusulas de indemnización.
La Oficina Federal de Investigación (FBI) ha abierto una investigación en 26 empresas en busca de posibles irregularidades contables. Y en la Cámara de Representantes se ha constituido una comisión de investigación por la que están pasando los principales responsables del derrumbe.
En Europa, por el momento, sólo meras declaraciones. La canciller alemana Angela Merkel conminó a los directivos de Hypo Real Estate, rescatado de la bancarrota por un grupo de bancos y el Estado, a que respondan con su patrimonio personal. El Gobierno francés obligó a Axel Miller, consejero delegado del banco franco-belga Dexia, a renunciar a la indemnización de más de tres millones de euros que le correspondían según su contrato por dejar ese cargo. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, puso como primera condición para participar en el rescate de la entidad financiera que ninguno de los directivos recibiera indemnizaciones extraordinarias.
Fuera de declaraciones admonitorias y la moralina para electores, ningún país ha anunciado cambios en la legislación para limitar los sueldos de los directivos o definir mejor sus responsabilidades en caso de quiebra.
Todos los intentos por limitar los emolumentos de los ejecutivos han resultado en vano. A mediados de los ochenta, hubo una fiebre de fusiones. Los reguladores advirtieron que muchas de esas operaciones no respondían a ninguna estrategia empresarial sino a las indemnizaciones que recibían los directivos que cerraban los acuerdos. Por eso, impusieron en Estados Unidos un impuesto sobre todas las indemnizaciones que excedieran tres veces el salario anual de los directivos. La única consecuencia fue que los ejecutivos cerraron cláusulas para que las compañías se hicieran cargo de esa tasa. En 1992, la Securities Exchange Commission (SEC), que vigila los mercados bursátiles en Estados Unidos, obligó a las empresas a informar de los emolumentos de sus directivos. No sólo no se avergonzaron de revelar sus ganancias anuales, sino que las han multiplicado por cuatro.
Un año después se intentó poner coto a los sueldos estratosféricos, limitando las deducciones fiscales a un millón de dólares. Se hizo una excepción para las recompensas no dinerarias. Como consecuencia se dispararon las remuneraciones en opciones sobre acciones. Y ya se ha convertido en una moda entre los presidentes de las corporaciones ganar un dólar al año. Los presidentes de
Yahoo!, Apple y Google están en ese club. En 2006, ganaron sólo un dólar como salario base. ¡Y millones de dólares en opciones y bonos!
Los gobiernos piden sacrificios a ahorradores, accionistas y trabajadores para salir al rescate de bancos y aseguradoras a costa de miles de millones de las arcas públicas. Y los culpables de este saqueo no sólo no son reclamados por la justicia, sino generosamente recompensados. Es como si a los asaltantes del tren de Glasgow les estuviera esperando el jefe de Scotland Yard en la estación de Londres para colgarles una medalla. Su botín fue de 60 millones de euros (al cambio actual) y se le llamó el robo del siglo. ¿Cómo llamaremos a las hazañas de los villanos de Wall Street?
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Paulson, uno de los nuestros
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Paulson, es, hoy por hoy, lo más parecido a un mesías. Le han encomendado salvar el sistema capitalista mediante un plan de inyección de fondos por 700.000 millones de dólares, medio billón de euros, es decir, la mitad del producto interior español. Debe limpiar unas entidades que conoce a la perfección puesto que en 2006, cuando fue fichado por George W. Bush para dirigir el Tesoro, era presidente de Goldman Sachs, el banco de inversión donde desarrolló su carrera durante 40 años.
Cuando dejó la firma, Paulson atesoraba una fortuna de alrededor de 500 millones de dólares, fundamentalmente en acciones, que vendió con fuertes plusvalías. Como secretario del Tesoro, ha tenido que adoptar medidas como el rescate de AIG o Fannie, pero no quiso intervenir en favor de sus antiguos competidores como Bear Stearns o Lehman Brothers, comprados por otras entidades bancarias.
Ahora no le va a quedar más remedio que administrar las firmas donde trabajan sus colegas. De hecho, el equipo encargado de gestionar esos fondos estará integrado sobre todo por ejecutivos de Wall Street, incluyendo los de Goldman. Y es que, Paulson, aunque quiera salvar los ahorros del norteamericano medio, no deja de ser uno de los suyos.




Por Ramón Muñoz (El País)

miércoles, 8 de octubre de 2008

Bombita Rodriguez (Por Adrián Viale)

Los medios de comunicación, en todas sus formas, son herramientas de educación y contribuyen a instalar y promover debates en las instituciones y en la sociedad en general. Los estilos y las formas son diferentes, pero es imposible pensar hoy en la discusión de ideas sin contar con el escenario y con los recursos que brinda la comunicación


Volvió Capusotto. Y con él, el que probablemente sea su personaje más entrañable: Bombita Rodríguez. Bombita Rodríguez, el Palito Ortega montonero, hace reír, y mucho, en cada una de sus presentaciones. ¿Por qué nos hace reír Bombita? Es una pregunta que comencé a hacerme desde que lo vi por primera vez, cantando “Burgueses, atrás, atrás” y “Armas para el pueblo, armas para el pueblo ya”. ¿Por qué Bombita hace reír? Bombita habla de la clase obrera, habla de la liberación nacional, habla de los explotadores y los explotados, habla de los burgueses y los proletarios, habla de la cultura popular, de la educación de las masas, del socialismo. Evidentemente esto nos hace reír. ¿Por qué? ¿Por qué en la década del ’70 estas cosas no hacían reír? No sólo no hacían reír. Hubo gente que tomó tan en serio todo esto, que llegó a vivir sólo para estas ideas, llegó a soportar torturas, llegó hasta a dar la vida (su propia vida... la única que tenían) ¿Cómo pasó? ¿Por qué en la década del ’70 se decía clase obrera, proletarios y burgueses, explotadores y explotados, liberación nacional, socialismo, y nadie se reía?

¿Puede ser que la respuesta esté en los significados? ¿Qué significa hoy para nosotros la clase obrera, el socialismo, los explotadores? Para ellos significaba algo manifiesto: era época de certezas, de buenos y malos, de relaciones sociales evidentes y cristalinas. De un lado de la sociedad, los explotadores; del otro, los explotados. De un lado de la sociedad el mal burgués; del otro, el pobre proletario. De un lado del mundo el imperio; del otro, el país subordinado. La verdad se imponía. Eran los tiempos de la explotación del hombre por el hombre. Eran los tiempos en que la posibilidad de transformar la sociedad estaba al alcance de la mano. Sólo había que reunirse y hacerlo ¿Cuándo se perdió la certeza? ¿Quién terminó con las certidumbres? Contestar “el posmodernismo” es patear la pelota afuera. El posmodernismo no es un hecho social que se impone. El posmodernismo somos nosotros mismos cuando pensamos que las certidumbres han sido socavadas, cuando creemos que las relaciones sociales se han vuelto opacas, cuando consideramos que la sociedad es incomprensible (e intransformable). El posmodernismo es un espíritu de época, una aciaga derrota, una resignación cobarde. No una verdad que se impone. La verdad está ahí afuera. Y sigue siendo evidente. Explotadores y explotados, proletarios, imperio, educación, socialismo. ¿Meras fórmulas vacías? Transformación de la sociedad. ¿Ridiculez anacrónica? La diferencia entre los ’70 y el presente no está en lo que las palabras significan. La diferencia está en nuestra relación con los significados. Las palabras ya no denotan, para nosotros, una verdad objetiva. ¿Es mala la duda? Por supuesto que no. Lo malo es dudar de todo. Esta es una época en que nadie puede tener verdades. Ni siquiera las obvias. Nuestra época fomenta la ambigüedad, el equívoco, las complejidades y matices. La verdad no se dice. Esto puede verse en los medios. Hoy, la única manera de transmitir ideología (o mejor diría, ideales) es ocultándola. Cualquiera que grite a los cuatro vientos lo que piensa sólo provocará sonrisas. CNN o Canal 11 son buenos, serios, mesurados: su ideología está oculta. La radio de las Madres de Plaza de Mayo o Telesur son malos, ridículos, exagerados: su ideología se grita. Estos últimos no saben que las verdades ahora son muchas, y cada cual elige la que quiere. No saben que hoy cualquier verdad es buena.

¿Pero por qué Bombita hace reír? Una vez dijo Alejandro Dolina que el humor era poner una cosa en un lugar que no le corresponde. Esta definición hace que todo anacronismo sea potencialmente gracioso. Bombita es certero: sabe que hay explotadores y explotados, sabe que si se quiere luchar por el socialismo hay que decirlo, sabe que para transformar una sociedad es necesaria la educación popular, sabe que existe una lucha por la liberación de los oprimidos. Bombita lo dice, sin medias tintas, como quien dice una verdad evidente. Como quien dice “salió el sol”, Bombita dice “la clase obrera tiene que luchar por el socialismo”. En su contexto, los ’70, Bombita se convierte en un personaje famoso, querido, estimado. En nuestra época, plagada de cinismo e hipocresía, en nuestra época de verdades a medias, de ambigüedades, de dudas, la verborragia certera y contundente de Bombita mueve a risa. Es anacrónica. Fuera de época. Para Bombita las relaciones sociales son evidentes. Nosotros preferimos ignorarlas. Canciones con ideología, verdades irrefutables... Esperanza. Bombita nos hace reír. Y mucho. Lamentablemente.

sábado, 4 de octubre de 2008

Nos visitó el Maestro Carlos "Chingolo" Casalla

Expuso en el Centro Cultural de Viedma el Maestro Carlos "Chingolo" Casalla (en una muestra conjunta con el pintor viedmense Juan Marchesi), autor de personajes clásicos de la historieta argentina, ese genero casi olvidado actualmente por las editoriales, que tuvo su época de gran desarrollo en las decadas del '60 y '70 con las revistas de Editorial Columba ("El Tony", "D'artagnan", "Intervalo" y "Nippur Magnum ).

Su prestigio como historietista es reconocido internacionalmente. Fue, además, parte de una época entrañable en la que la historieta era consumida en esta parte del mundo con una avidez televisiva. Aunque no era televisión, sino literatura, acción cinematográfica y arte pictórico, al mismo tiempo.

Su personaje más importante es sin dudas el "Cabo Savino" que aparece por primera vez en el diario "La Razón" de Buenos Aires en el año 1954 como una tira diaria, circulando por varios diarios y revistas de Capital Federal del interior del país, llegando a tener su revista propia. Actualmente las historias del legendario Cabo son publicadas por el diario "Río Negro" de General Roca en el mismo formato con que se inició en la decada del '50.



Otros personajes que nacen de su admirable talento con el plumin y la tinta china son: Alamo Jim, El Cosaco, Perdido Joe, Chaco entre otros, con variados y múltiples guionistas entre ellos el prolifico paraguayo Robin Wood.












“Nuestro país exporta jugadores de fútbol, bailarines de ballet e historietistas”, dice, con orgullo, Carlos Casalla.