viernes, 10 de agosto de 2007

Duo Salteño 2007

Viernes, 10 de Agosto de 2007
el duo salteño repasa el amor de su publico, el regreso a la actividad y una vida hecha de canciones
“Los amigos, los jóvenes, son los que nos han juntado”
Hoy y el próximo viernes, la gente que los extrañaba –a pesar de que en las discográficas, allá lejos y hace tiempo, les decían “elitistas”– se dará el gusto del reencuentro. Pero, más allá de esas canciones que todos quieren escuchar, Patricio Jiménez y Néstor “Chacho” Echenique levantan las banderas del futuro.

“El Cuchi Leguizamón decía que nosotros éramos dos voces muy hermanas y, sin embargo, somos bien distintos.”
Imagen: Leandro Teysseire
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Por Karina Micheletto

Cuarenta años atrás, el Dúo Salteño le puso voz a una de las expresiones más exquisitas que dio el folklore argentino. Fueron el vehículo que eligió Gustavo “Cuchi” Leguizamón para mostrar su música, en épocas fértiles para la creación en el género. Pero también fueron un sello único y perdurable, dos voces inconfundibles que mostraron contrapuntos y armonías muy novedosas en la música popular. Pasaron años sin que sonaran en vivo, sin que pudieran conseguirse sus discos, se transformaron en una suerte de mito para los amantes del folklore. Inesperadamente para muchos, el año pasado Patricio Jiménez y Néstor “Chacho” Echenique volvieron a cantar juntos, casi en coincidencia con la reedición en Página/12 de su disco Vamos cambiando. Dicen que no se conforman con mostrar lo de antes, esos temas que hicieron que los más jóvenes movilizaran su regreso, porque los conocían por los discos y no los habían escuchado nunca en vivo. Así que se los ve de lo más entusiasmados preparando un nuevo repertorio, con un desafío claro: lograr imprimir un color distintivo a cada tema a través de sus voces.

Hoy y el próximo viernes habrá dos oportunidades para volver a escucharlos en Buenos Aires. Será en el teatro IFT (Boulogne Sur Mer 549), donde mostrarán algunos clásicos de su repertorio (esos bellos temas del Cuchi Leguizamón. “La arenosa”, “Zamba de Juan Panadero”, “Corazonando”, o “La Pomeña”, entre tantos himnos) y anticiparán los temas del disco que están a punto de grabar. Los acompañará el guitarrista rosarino Martín Neri, a quien Chacho Echenique y Patricio Jiménez destacan como “una parte muy importante” de esta nueva etapa.

En las paredes del departamento de Chacho Echenique en Buenos Aires hay fotos del dúo en distintos escenarios, en peñas o cantando con colegas como Mercedes Sosa. También hay enmarcado un retrato en lápiz del dibujante Crist, dedicado “Al Chacho, esa mitad”. Llama la atención una foto coloreada que muestra a un muchacho con la camiseta de San Lorenzo. Ese joven, que posa sonriente abrazado a Amadeo Carrizo (“el mejor arquero de la historia”, aclara en la entrevista), es el mismísimo Chacho Echenique, que en 1964 jugaba en la Primera de San Lorenzo. “Así lo conocí a Patricio. Yo había venido a Buenos Aires para jugar al fútbol”, cuenta sonriente Echenique, esquivando la cargada de su compañero. Aquella incursión deportiva le alcanzó para darse un gusto en vida: “Yo era un 5 mentiroso, porque hacía goles. Y llegué a hacerle un gol a Carrizo, aunque lo anularon porque en ese entonces no había Telebeam, pero nadie me va a sacar esa experiencia”, se ríe. “También vi cómo el grandote voló y me sacó un tiro de cabeza, que era realmente imposible de atajar. ¡Qué bárbaro!...”

Así que los integrantes del Dúo Salteño se conocieron en Buenos Aires, en la peña de una galería de Suipacha, entre Córdoba y Paraguay, una noche en la que también animaban la velada Héctor Alterio y Mercedes Sosa. De allí a que los conociera Gustavo “Cuchi” Leguizamón en Salta y les ofreciera sumar sus armonías a sus sorprendentes contrapuntos, fue cuestión de poco tiempo. Desde entonces, sobre el Dúo Salteño pesó una idea que ahora ellos señalan como un estigma pesado: la de su condición de hacedores de “música refinada”, o más elaborada que la media de la música popular. De elite, en una palabra. “Siempre nos molestó que los encargados de promocionar y vender nuestros discos nos dijeran: ‘No, ustedes son de elite, son de catálogo, no hacen música para mostrar así nomás’... ¡Macanas! Hoy vemos el cariño que guarda la gente, cómo nos recuerdan, eso no pasa con los músicos de elite”, dice Jiménez.

Una escena que presenció esta cronista alcanza como postal descriptiva de la potencia de la música del Dúo Salteño, que siguió sonando en muchos hogares, aun cuando el Dúo se disolvió, aun cuando sus discos no se conseguían, aun cuando el folklore comenzó a llamarse “folklore joven” o “folklore romántico”. Es la de un chico de unos veinte años, que se acerca con gran respeto a saludar a Echenique y Jiménez, como se acerca la gente a los artistas que admira. “Yo nací en Salta. Cuando era chico mi papá me despertaba con la música del Dúo Salteño, todos los días”, les dice el chico. El chico no pide autógrafos ni foto. Solamente saluda y se va, entre tímido y avergonzado porque tiene lágrimas en los ojos. “Nosotros no aparecimos ahora, pero seguimos siendo algo nuevo, porque nuestra propuesta siempre fue nueva”, define Jiménez. “Y los jóvenes nos conocen a través de sus padres. Por eso, ahora la mitad de los teatros que hacemos está llena de gente joven.”

–¿Cuáles son las devoluciones de la gente que más los emocionan?

Chacho Echenique: –Es maravilloso el cariño de la gente, todo lo que recibimos. Nosotros hacemos esto porque amamos esta música, pero la música también nos lleva a amar a los destinatarios. Gente que estuvo en el exilio nos ha parado en la calle para decirnos “cuando estábamos en México, o en Venezuela, exiliados, ustedes nos ayudaron a seguir viviendo. Nos sentábamos entre todos y escuchábamos sus discos, eso nos devolvía a nuestro país”. Es muy impresionante que alguien te diga eso. Guardamos anécdotas muy hermosas.

–¿Qué anécdotas?

C. E.: –Casamientos, por ejemplo. Parejas que nos han dicho que se conocieron yendo a escuchar al Dúo Salteño...

–O sea que también han casado gente.

Patricio Jiménez: –¡Y también los hemos separado! (Risas.)

C. E.: –Voy a contar algo que me enorgullece: Un día lo vi a Salgán en Sadaic, se acercó y me dijo: “Quiero que sepa que yo me levanto y me acuesto con ustedes. ¡Cómo quisiera tener esas voces para armonizarlos!”. No me olvido más.

–¿Y por qué creen que están tan presentes en esa gente, habiendo estado tanto tiempo sin tocar juntos?

P. J.: –Porque la gente es impresionante, una de las cualidades de nuestro público es el cariño incondicional. Es a todo o nada: Están los que nos aman, ¡y otros que no nos quieren para nada!

C. E.: –O no entienden lo que hacemos. Muchos han dicho que desafinábamos, y a los dos años, más o menos, nos han pedido disculpas y han terminado grandes amigos. Y yo creo que ésas son las formas de lucha de la estética, ¿no? Porque nadie hace música, ni ningún arte, para quedarse estático, donde está.

–Volvieron después del “folklore joven”, el “folklore romántico”... ¿Cómo se ubican hoy? ¿Se sienten parte de la escena o más bien marginales?

C. E.: –Bueno, hablábamos de la estética... Pareciera que la estética va a subsistir, a pesar de los golpes, siempre. Nosotros no estamos pensando si esto tiene que ser así o asá para gustar. Alguna vez nos dijeron que cantábamos como los antiguos. Así es que tenemos, al menos, una seguridad, que es la de los antepasados.

–¿Cómo es eso?

C. E.: –Cuando recién salió el Dúo, fuimos a un pueblito con el Cuchi y Manuel (J. Castilla), en Angastaco. Cantamos en una escuelita, con los chicos con los pies descalzos, paraditos al lado de la bandera. Y los campesinos que se habían arrimado, la gente de la zona, no se sorprendió para nada con lo que hacíamos. “Así cantan los antiguos”, nos dijeron. Nos explicaron que ellos cantan con el viento, porque el viento suena de distintas maneras según pega en cada roca. Por eso por ahí les sale una baguala atonal, porque así suena el viento. Esa baguala que cae y se va de tono, muta a otra cosa, ellos la tienen naturalmente, su oído está preparado. Hasta el Cuchi se sorprendió.

P. J.: –Están acostumbrados a escuchar los sonidos de la naturaleza, donde hay séptimas, novenas, segundas, choques que nosotros ni conocemos.

C. E.: –Tienen el oído afinadito por el viento y por esos cerros de piedra.

–¿Cuáles son los desafíos que se plantean en esta nueva etapa?

C. E.: –Por un lado, estamos ampliando el repertorio, estamos buscando en los clásicos de la música popular, para no quedarnos solamente con lo del Cuchi. Pero, además, tenemos en claro que hacer lo del Cuchi siempre igual puede llegar a ser peligroso, en el sentido de que todo lo melodioso que tiene puede caerse, puede aburrir. Lo importante, lo que se tiene que marcar, es lo que quiere decir el Cuchi en el paisaje. Hay otras zambas como las carperas, que obligadamente te hacen carpero a vos, aunque no quieras. Vos interpretás la carpa y tenés que pegar un gritito arriba para decir, mientras que con el Cuchi el fraseo es otro. Lo suyo es muy melódico, por eso no se pueden hacer varios temas en la misma melodía, se pondría medio denso.

–Es decir que la búsqueda pasa por encontrar un color diferente a cada tema.

C. E.: –Claro. Por eso podemos estar dos horas en el escenario: “El silbador” tiene un color, “La arenosa” tiene otro, “La Pomeña” otro... Trabajamos cada tema para eso.

P. J.: –Eso tiene mucho que ver con nuestros colores de voces: son dos colores diferentes, pero al mismo tiempo son voces hermanas. Esto lo hemos conversado con gente que conoce de técnica, el Cuchi mismo sabía decir que nosotros éramos dos voces muy hermanas, y sin embargo somos bien distintos.

C. E.: –Lo que siempre decimos es que Patricio está en la entrada de los Andes, y yo estoy atrás, arriba, en la punta. Porque él es de Quijano, ahí se canta la baguala diferente. Y yo canto más arriba, porque me he criado en las alturas. Ese paisaje influye, sin dudas.

–¿Qué fue lo que los decidió al reencuentro, cuando parecía que no había posibilidades de volver a escuchar al Dúo?

P. J.: –No, siempre hemos tenido idea de volver, lo que pasa es que hemos tenido que dejar de cantar juntos porque era muy difícil, realmente no había trabajo para nosotros, ni difusión. Dimos el último concierto en Córdoba, en 1992. Ahí dijimos “bueno, vamos a parar, hasta ver qué pasa”. Fueron los amigos y, sobre todo, los jóvenes, los que empezaron a insistir con que volviéramos, y a tomarlo muy en serio. Querían vernos en el escenario, porque no nos habían visto nunca, nos conocían por los discos. Ellos nos han juntado. Y hoy el canto nos está nutriendo nuevamente, después de años tan difíciles.

C. E.: –A pesar de que con Patricio hemos vivido también todo ese individualismo que ha marcado aquella época bravísima. Cada uno se metió en su cascarón hasta ver qué pasaba. Todos hemos vivido eso, de una forma u otra. Hoy nos han ayudado a volver a entendernos. Estamos agradecidos. Y felices.