domingo, 30 de agosto de 2015

Conquista, hambre y antropofagia (Por José Pablo Feinmann)

 
Don Pedro de Mendoza, amigo de Carlos V, primer adelantado del Río de la Plata, que pasará a la posteridad como el protagonista de la Primera Fundación de Buenos Aires, se encuentra enfermo, recluido en su tienda, alejado de sus soldados, solo e inexplicable. ¿Por qué este hombre, que gozaba de gran fortuna en la metrópoli española, rico hijo de ricos, que a su vez lo eran de otros ricos, ya que era un linaje destellante, opulento, el de esa familia, se ha lanzado hacia las Indias como tantos desesperados que atiborran, que hartan los barcos que salen de España en busca, menos que de aventuras, de riquezas, de sueños de abundancia, alimentados por leyendas que, como todas ellas, nadie ha comprobado? Las leyendas, cuando sus promesas palpitantes son el oro o las piedras preciosas, colman el espíritu de la codicia que empuja a los más afiebrados avatares, a los viajes desmedidos, inciertos, a la demencia de jugar la propia vida o apoderarse de la de los otros. Pero Don Pedro de Mendoza nada tenía que ver con este tipo de hombres, a quienes, además de necesitar, desdeñaría sin duda posible. Su viaje a las Indias, posibilitado por Carlos V, a quien más que probablemente se lo habría solicitado, obedecía a otros motivos. Tenía sífilis. Se dice que la contrajo en Nápoles. Se dice que luego leyó un libro que le dibujó su destino: Syphilos. Se dice que el autor era un galeno de nombre Hyéronimus Frascátor. Este hombre (mintiendo) gustaba informar que el mal provenía de las Indias, que ahí estaba su remoto origen y que, también ahí, su curación. Había en la región de Chaco un árbol con el nombre de guayacán, de cuya corteza se extraía el líquido rojizo que curaba a los que padecían ese mal infamante, ese mal que apestaba a sexo vil, a casas de mala fama, a mujeres de mala vida. O a conquistas salvajes, a exterminio de pueblos enteros, a hombres degollados y a mujeres violadas primero y ahorcadas después. En una de esas orgías de sangre y fuego, de festejos báquicos y sexo infamante e incontenible habría sido Don Pedro aprisionado por el mal para cuya sanación viajó a las Indias.
Ahora Pedro de Mendoza agoniza en una fortaleza escuálida, rodeado por hombres muertos de hambre que ya han empezado a comerse entre ellos. Ulrico Schmidl, un viajero alemán, soldado y cronista, es el que narra, en su libro Viaje a España y las Indias, la tragedia de la expedición de Mendoza: “La gente no tenía qué comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo de que los caballos no daban servicio. Fue tal la pena y el desastre del hambre, que no bastaron ratones, ni ratas ni víboras ni otras sabandijas; también los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido” (Ulrico Schmidl, Viaje a España y las Indias, Longseller, Buenos Aires, 2007, p. 38). Schmidl, luego, narra en pocas líneas una historia antropofágica que habrá de ser retomada por Manuel Mujica Lainez en el primer cuento de su libro Misteriosa Buenos Aires: “El hambre”. Se lee en Schmidl: “Sucedió que tres españoles habían hurtado un caballo y se lo comieron a escondidas; y esto se supo; así se los prendió y se les dio tormento para que confesaran el hecho. Entonces fue pronunciada la sentencia que a los tres susodichos españoles se los condenara y ajusticiara y se los colgara en una horca. Así se cumplió esto y se los colgó en una horca. No bien se los había ajusticiado, y cada cual se fue a su casa y se hizo noche, aconteció en la misma noche por medio de otros españoles que ellos cortaron los muslos y otros pedazos de los cuerpos, los llevaron a su alojamiento y allí los comieron. También ha ocurrido entonces que un español se comió a su hermano que estaba muerto. Esto sucedió en el año de 1535 en nuestro día de Corpus Christi en la antedicha ciudad de Buenos Aires” (Schmidl, Ibíd., p. 38/39).
Don Pedro no fundó una ciudad, sólo instaló una fortaleza para protegerse de los indios querandíes, que, en un inicio lo recibieron bien pero luego descubrieron que los propósitos de estos extraños visitantes eran la búsqueda de oro y riquezas y no más que eso. Ahí empezaron las hostilidades. Moctezuma se equivocó al creer que enviándole riquezas a Hernán Cortés lograría que éste se fuera de México. No bien Cortés vio tanto oro y tanta plata decidió quedarse hasta hacer suyas esas maravillas del mundo que creía haber descubierto. Fue sincero. Dijo: “Los españoles somos afligidos por una enfermedad del corazón que sólo el oro puede remediar”. Les dijo a los embajadores de Moctezuma que quería tener el honor de conocerlo. Ahí, en el palacio de Tenochtitlán, donde residía. A su lado, ya marchaba la concubina que le habían ofrecido, la Malinche. Ella hablaba maya y náhuatl, que era el lenguaje de los aztecas. En seguida aprendió el español de Cortés. Así aparece la mujer en los orígenes del México español, como la traidora, la que vende a los suyos, la concubina del conquistador. (Acaso algo de los femicidios que sacuden hoy a los mexicanos se encuentre en ese despegue sombrío de lo femenino en su agitada historia.) Cortés se interna con sólo unos centenares de hombres y con la mujer que le hace de intérprete y sofoca sus ansias sexuales, en un territorio que desborda habitantes desde tiempos venerables. Una nación con más de siete millones de habitantes (Ver: Alan Riding, Vecinos distantes, Un retrato de los mexicanos, Joaquín Moritz-Planeta, México, 1986. El título del libro de Riding se basa en la célebre frase que describe la relación entre México y Estados Unidos: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerquita de los Estados Unidos”.)
Volvemos a Schmidl. Las riñas entre españoles y querandíes fueron duras. El cronista alemán es minucioso y acaso haya buscado exhibir los padecimientos de los hombres de Don Pedro. Sin embargo, por las cifras, es sencillo advertir que los querandíes llevaron la peor parte: “Y cuando nosotros quisimos atacarlos se defendieron ellos de tal manera que ese día tuvimos que hacer bastante con ellos; mataron a nuestro capitán Don Diego de Mendoza (hermano de Don Pedro, JPF) y junto con él a diez hidalgos de a caballo, también mataron alrededor de veinte infantes nuestros y por el lado de los indios sucumbieron alrededor de mil hombres; más bien más que menos; y se han defendido muy valientemente contra nosotros, como bien lo hemos experimentado” (Ibíd., p. 36). Las cifras de Schmidl hablan claramente. Los españoles habrían perdido veintisiete hombres. Los querandíes, pese a su valentía, más de mil. La conquista de Suramérica se basa en la técnica. Si el despliegue del hombre de la técnica tiene su nacimiento subjetivo con Descartes (seguimos al Heidegger de La época de la imagen del mundo), el fáctico es la conquista de Suramérica. Colón, Cortés, Pizarro triunfaron porque eran expresión de una etapa superior del desarrollo de la técnica. Más la sed de expansionismo, la codicia y la voluntad de poder que alimentaron al capitalismo desde sus inicios, desde el saqueo de las Indias que culminó en la Revolución Industrial luego de haber perpetrado “el mayor genocidio de la historia humana” (Tzvetan Todorov, La conquista de América, El problema del otro, Siglo XXI, Buenos Aires, 2003, p. 15).
Sin embargo, Don Pedro y los suyos no atraparon la dicha que el nuevo territorio parecía ofrecer fácilmente. Nada de eso. Padecían ahora el cerco de los querandíes, escuchaban sus jadeos, olían su inminencia en esa fortaleza donde estaban refugiados, temerosos y hambrientos, cada día era una pesadilla que se sumaba a la del anterior. Cierto día, Don Pedro ordena colgar a tres ladrones. Ahí están ahora, penden como sacos de estiércol, sombríos contra la luna. Dos hermanos, uno de ellos de nombre Baitos y el otro que lleva un hermoso anillo que su madre le regalara y es el único orgullo que le queda, deciden comerse a los ahorcados. Los buscan, intentan descolgarlos y se arma una pelea feroz con otros hambrientos, una horrible trifulca entre las sombras, donde nada se distingue, nada es claro, sólo el hambre. Baitos corta un brazo. Huye y se lo come en su tienda. Muerde el anillo, el de su hermano, el que la madre de ambos le diera. Así lo narra Mujica Lainez: “Los dientes de Baitos tropiezan con el anillo de plata de su madre, el anillo con una labrada cruz, y ve el rostro torcido de su hermano (...) El ballestero lanza un grito inhumano. Como un borracho se encarama en la estacada de troncos de sauce y ceibo, y se echa a correr barranca abajo, hacia las hogueras de los indios. Los ojos se le salen de las órbitas, como si la mano trunca de su hermano le fuera apretando la garganta más y más” (Manuel Mujica Lainez, Misteriosa Buenos Aires, Ediciones Folio, Buenos Aires, 2004, p. 15). (Pagina12)

miércoles, 26 de agosto de 2015

El 82% móvil: ¿por qué docentes sí y Salud no?


 


¿Quién se estresa más en el trabajo? ¿Un médico, un enfermero o un docente?
En 1997 el investigador británico Cary Cooper y otros profesionales crearon la clasificación de estrés laboral, apoyándose en cuestionarios, entrevistas y datos estadísticos, concluyendo que los dos primeros –en términos genéricos– se encuentran por encima que los terceros.
Sin embargo, en Argentina los educadores tienen un régimen especial de jubilación, anticipada y con el 82% móvil, pero la gran mayoría de los profesionales de la salud están fuera de ese beneficio.
El trabajo de Cooper y otros estudios relacionados con el desgaste laboral forman la base de un insistente reclamo de trabajadores del sistema público de Salud en Río Negro, que comenzó hace una década y ahora encontró eco en la diputada María Emilia Soria.
Todo se concentra en un proyecto de ley que la representante del FpV presentó ayer para equiparar el régimen previsional de estos profesionales con el de aquellos que pueden dejar de ejercer a los 57 y 60 años (mujeres y hombres, respectivamente).
La iniciativa alcanza al personal profesional que preste servicios en efectores públicos y/o privados, que hayan transferido sus institutos previsionales a la Nación, o se encuentren adheridos al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA).
Médicos, enfermeros, camilleros, entre otros, participaron el lunes de una reunión en Roca con la diputada, para conocer el proyecto, hacer aportes y despejar dudas respecto de su posible aplicación.
Soria explicó que –en caso de aprobarse la ley– el régimen especial será para aquellos que acrediten 30 años de servicios (de los cuales 15 como mínimo, continuos o discontinuos, deben ser en efectores públicos o privados de la salud), quedando excluido el personal que desarrolle tareas administrativas y/o que no tengan contacto directo con la atención de pacientes.
El haber mensual será equivalente al 82% móvil de la mejor remuneración mensual del puesto o función que tuviera asignado el personal durante 1 año anterior al momento del cese.
Para solventar la viabilidad del proyecto, se establece que el personal comprendido deberá aportar una alícuota diferencial del 2% por sobre el porcentaje vigente de acuerdo al Sistema Previsional Argentino.
Ayer profesionales del hospital "Francisco López Lima" de Roca que dialogaron con "Río Negro" destacaron la importancia del proyecto por el que reclaman desde el 2004 y consideraron relevante que –en principio– todos los diputados y senadores rionegrinos hagan propia la iniciativa, para lograr después los avales necesarios en el Congreso para llegar a la sanción de la ley.

Jamaica y la velocidad Por Ezequiel Fernandez Moores




"Don't come back" (No vuelvan), dicen aún hoy carteles en Cockpit Country, un remoto bosque húmedo en las tierras altas montañosas del noroeste de Jamaica. La frase nació en el 1700. Estaba dirigida a los derrotados soldados del Imperio Británico. La escribieron los Maroon (Cimarrones), apodo del invasor español a los esclavos más fuertes. A los que habían sobrevivido al infierno del viaje desde África. Y a toda la crueldad posterior. Los Maroon masacraron a los nuevos invasores británicos en una batalla clave de 1738. Permitieron volver a un soldado, con la oreja en la mano, para que contara lo sucedido. El gobernador británico de Jamaica firmó entonces el tratado que reconoció tierra y libertad a los Maroon. Queen Nanny y Cudjoe, esclavos traídos desde Ghana, fueron sus líderes históricos. A la mujer la homenajea en un documental que será estrenado este año la atleta Shelly-Ann Fraser-Pryce, heredera de su bravura, flamante tricampeona en los 100 metros que se corrieron este lunes en el Mundial de atletismo de Pekín. El capitán Cudjoe fue designado comandante en jefe de Trelawny. En esa parroquia está Cockpit Country. Es, también, la parroquia en la que nació Usaín Bolt, el hombre que mañana, en la final de los 200 metros, buscará dar un nuevo paso para gritar que es el mejor atleta de la historia.
El relato de los fantásticos guerreros Maroon como posible origen de los velocistas jamaicanos fue uno de los primeros que escuchó Yannis Pitsiladis. El biólogo de la Universidad de Glasgow viaja desde hace más de diez años a Jamaica, un país de apenas tres millones de habitantes, pero del cual proceden varios de los mejores velocistas del mundo. Pitsiladis viaja también a Etiopía y Ghana. Investiga si, tal vez, hay una etnia que domina el ADN del atleta ideal. Primero hizo de antropólogo. Escuchó que Jamaica es tierra de velocistas por esclavos como los Maroon. Que la isla tiene supuestos tubérculos especiales. Y otras historias más. Pasó entonces a tomar muestras de saliva de cientos y cientos de habitantes. Pagó de su bolsillo a un curandero para obtener más muestras. Hipotecó dos veces su casa. Fue estafado por un asistente que, en lugar de colectar él las muestras acordadas, salivó doscientas veces creyendo que la trampa no sería descubierta. Pitsiladis se pasó un año detrás de la muestra de un campeón. En plena reunión social, llegó a esterilizar una copa de vino de la que había bebido un atleta estrella. Tiene el ADN de 125 de los mejores velocistas jamaicanos del último medio siglo. La investigación, todavía en fase preliminar, no apoya sin embargo la tesis que vincule a los Bolt con los guerreros Maroon. Descubrió que el muy rico ADN jamaicano responde al lema del país al que llegaron esclavos de todas partes: "De muchos, un pueblo" (Out of many, one people).
Errol Morrison es el investigador médico más respetado de Jamaica. Trabajó largos años con Patrick Cooper, un periodista que siguió buscando explicaciones biológicas a la superioridad de velocistas negros aun en su exilio forzado de Houston (escribía discursos del líder independentista Norman Manley) y dictando conclusiones en su lecho de enfermo hasta su muerte, en 2009. Cooper comprobó el origen de casi todos los grandes velocistas de las últimas décadas. Devoró publicaciones científicas sobre biología, medicina, antropología e historia. Analizó un célebre estudio de los tipos corporales de todos los deportistas olímpicos de 1968. Otros sobre niveles bajos de hemoglobina en la población afroamericana de Estados Unidos. Y que una vieja malaria endémica en el África Occidental subsahariana, cuna original de casi todos los grandes velocistas, provocó alteraciones genéticas y metabólicas que favorecían la creación de fibras de contracción rápida, esenciales para un velocista. El detalle de los estudios genéticos de Pitsiladis y Morrison, investigadores insospechados de racismo, forma parte de El Gen Deportivo (The Sports Gene, 2014), "el libro más fascinante, educativo y provocador", según lo describió New Yorker. David Epstein, su autor, periodista de Sports Illustrated, elabora un gran debate científico entre talento y esfuerzo, discute la difundida tesis de que se puede llegar a la excelencia después de diez mil horas de práctica y acepta que, en casos como el de Bolt, a veces "entrenar menos es la mejor medicina". Epstein comenzó a interesarse en el tema cuando advirtió que los keniatas y jamaicanos miembros del equipo atlético de su misma Universidad resolvían con talento lo que otros debían trabajar con más esfuerzo. Entrevistó a deportistas e investigadores. Viajó a la Jamaica de Bolt. Y también viajó a África, donde comenzó todo.
Sólo diecisiete atletas en la historia de Estados Unidos corrieron la maratón debajo de las 2 horas y 10 minutos. En apenas un mes, octubre de 2011, treinta y dos corredores keniatas kalenjin alcanzaron esa misma marca. El origen, hace cinco mil millones de años, es África. Por eso, la diversidad genética en África es infinitamente mayor que fuera de África. "África domina la cuarta jornada del Mundial de Atletismo", decían ayer los principales titulares desde Pekín. Pero el fenómeno atlético, advierte Epstein, no es en toda África. Están los orono en Etiopía y los sabei en Uganda. Y, ante todo, están los guerreros kalenjin en el Valle del Rift occidental de Kenia. Irrumpieron con siete oros en los Juegos Olímpicos de México 68 y, desde entonces, dominan en las pruebas de media y larga distancia. Los kalenjin son el doce por ciento de la población keniata, pero entre ellos están más de tres cuartas partes de los mejores corredores del país. Un talento natural masivo que enriquece a la élite. La ligereza y economía de movimientos que dan sus piernas flexibles, muy largas, con pantorrillas, tobillos y extremidades muy flacas, caderas estrechas, el clima caliente y seco, la altitud que favorece la potencia aeróbica y la genética, dice Epstein, son una combinación ideal. El autor (es formidable su relato en la pista precaria de Iten) relativiza la tesis inicial del abigeato como entrenamiento clave de los kalenjin. Supuestas carreras de hasta 160 kilómetros para ganar prestigio y mujeres al retornar al pueblo con ganado ajeno. Epstein vuelve a Pitsiladis, el biólogo que, además de Jamaica, también recorrió Kenia. El legendario Wilson Kipketer, es cierto, tenía la escuela frente a su casa. Pero los niños kalenjines que sí corren kilómetros para ir a la escuela, dicen los estudios de Pitsiladis, tienen un treinta por ciento de capacidad aeróbica mayor. "Ayuda a los norteamericanos a competir en carreras de fondo -decía una publicidad irónica en Estados Unidos-, donando autobuses escolares a los niños keniatas."
Jamaica y Kenia no se han salvado estos últimos años del doping. Jamaica vivió un escándalo en 2013, con ocho positivos (entre ellos Asafa Powell y Veronica Campbell-Brown), renuncias masivas en la Agencia nacional antidoping (Jadco) y la revelación de que Bolt y sus compañeros no habían sido sometidos a un solo control sorpresivo en los tres meses previos a los Juegos de Londres 2012. El nombre de Bolt, aclaró la cadena alemana ARD, no está dentro de los cientos de campeones olímpicos y mundiales cuyos controles internos dieron resultados sospechosos que fueron ocultados en la última década. El atletismo precisa que Bolt, como sucedió el domingo en los 100 metros, vuelva a ganarle mañana en los 200 a Justin Gatlin. Los músculos del estadounidense, dijo esta semana Epstein, citando estudios recientes, podrían seguir viéndose beneficiados por los efectos de los anabólicos que le fueron detectados en 2006. Bolt es un ícono global del deporte. En Jamaica, gracias a él, los "Champs" pasaron a convertirse en el mayor espectáculo anual del país. Son los campeonatos nacionales del atletismo universitario. Cuatro días de competencia, cien institutos, treinta y cinco mil personas que colman el Estadio Nacional de Kingston. Los escolares corren desde los cinco años de edad soñando con ser Bolt, pero los universitarios más jóvenes tienen prohibido entrenarse todos los días y tampoco pueden levantar pesas hasta los 16 años. Nuevos centros buscan evitar éxodos tempranos al dinero del atletismo de Estados Unidos. Los genes, dice Espstein, influyen, pero no explican todo. También hay sociedades que engordan comiendo basura. Y hay otras que, en cambio, corren para sobrevivir..

miércoles, 22 de julio de 2015

Handball Estudiantes de La Plata "El Pincha" de los '70 - (Waterpolo sin agua)

Club Estudiantes de La Plata (Handball Primera división- Torneo Metropolitano) 1976
Parados: Ricardo Wrotniak - Carlos Mercapide - Guillermo Gallo - Luis Gallo - Guillermo Gotti - Luis Alegre - Rodolfo Di Salvo
Agachados: Miguel Angel Gil - Lacio Herdfel - Lucio "El Tano" Bozza - Guillermo Rispoli - Carlos Solzona


domingo, 5 de julio de 2015

Pink Floyd, revisitado (Por José Pablo Feinmann)

Pink Floyd, revisitado

 
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¿Por qué re-visitar Pink Floyd? Esa banda de muchachos ingleses injertó la filosofía en el rock de un modo imperecedero. No vamos a hacer su historia, que es conocida. Nos vamos a detener reflexivamente sobre algunas de sus canciones, en lo posible aquellas que forman el corpus del film The Wall, el punto más alto al que llegaron y acaso el más alto al que también llegó el rock como música, poesía y arte de la rebelión. Esas canciones, desde otra década, desde otro siglo, nos siguen interpelando, nos siguen llamando a las dos actitudes existenciales definitivas ante la realidad (ese muro infranqueable): la mansa aceptación o la rebeldía.
¿Qué quieres ser, mi amigo? ¿Un sujeto autónomo, un ser libre o apenas otro ladrillo en la pared? Te educaron para que fueras lo otro de la libertad. Para que fueras parte de la pared. Un ladrillo, apenas uno más. Para eso te gritaron, te pegaron, te humillaron. En algún momento te rebelaste y tu rebelión se expresó con fuerza, a viva voz, poéticamente: “No necesitamos la no educación/ No necesitamos el control mental/ ¡Hey, profesores, dejen a los niños en paz!”. (All in all you are just another brick in the wall.) “Al fin de cuentas, sólo eres otro ladrillo (brick) en la pared.” El que castiga, el profesor sadista, el que cree que el saber con la sangre entra, es otro ladrillo en la pared, integrado a ella, imponiendo sus valores. A esa educación, Adorno la llamó pedagogía del dolor en un texto en que se interrogaba sobre qué cosas harían posible una repetición de Auschwitz. “El ideal pedagógico del rigor (...) La idea de que la virilidad consiste en el más alto grado de aguante fue durante mucho tiempo la imagen encubridora de un masoquismo que –como lo ha demostrado la psicología– tan fácilmente roza con el sadismo.” (Adorno, Consignas, Amorrortu, Buenos Aires, pág. 88.) Este tema estuvo de moda entre nosotros a raíz de las declaraciones de un cómico devenido político. Este hombre había dicho que dos buenos golpes de vara habían hecho de él un abanderado del colegio. (Fue desmentido por sus maestros.)
¿Qué es The Wall? ¿A qué llaman los Floyd La pared o El muro? Entre nosotros y todo lo bueno de este mundo hay una pared. Es la pared de los poderosos, de los que mandan, de los que nos educan, de los que nos forman para que sólo seamos un ladrillo más en esa pared, que formemos parte de ella, enmudecidos, cósicos, inertes, que jamás la atravesemos, que no conozcamos el otro lado aunque nos sea posible intuirlo y hasta desearlo, no, nada, siempre de este lado, o peor aún, parte de la pared, dentro de ella, parte de ella, un ladrillo más, sólo eso. De aquí otra canción poderosa de los Floyd que llama a la rebelión: “Hey, You!”. “¡Eh, vos. ¿Qué hacés ahí afuera, en medio del frío, solo, haciéndote viejo?” (Getting lonely, getting old.) La letra en inglés entrega un significado que va más allá de la traducción castellana. Getting lonely también puede entenderse como atrapándote la soledad, haciéndola tuya, alcanzándola, algo que transfiere la responsabilidad del hecho al que le ocurre. No le viene de afuera. Ni la soledad. Ni la vejez. Se las gana. Se las atrapa. Se las consigue.
“Hey, vos, ¿podés sentirme?” No “sientas” sólo mi voz. Sentí mi calor, mi presencia, mi cercanía. Así, sólo así, vas a “atrapar” mis palabras. Y ahora viene el reclamo. La exigencia rockera de la rebeldía: “No les ayudes a enterrar la luz/ No te des por vencido sin luchar”. “Hey you!” ¿Me tocarías? ¿Me darías tu mano? La rebeldía, cuando es verdadera, se hace con todo. No todo lo puede el espíritu aunque nos llenemos la boca con esa frase, que es hermosa pero incompleta: “El espíritu de la rebelión”. La rebelión no es sólo espíritu, es cuerpo también, carnalidad compartida, ardiente, siempre en riesgo. Por eso ellos saben que siempre podrán vencernos por medio del dolor. Por eso nos pegan. Someten nuestro cuerpo porque nuestra mente la conquistan llenándola de gusanos. Cada gusano, una idea menos. Cada gusano, una idea de ellos. Hasta que todos los gusanos expresen el completo sistema de ideas con que ahogarán nuestra libertad. “Hey, you!” No te sientes desnudo junto al teléfono, no esperes durante largos inviernos, no esperes sometido al frío o al fuego, ahí, con la cabeza contra la pared, un llamado que no existirá, o si existe será de ellos, otro más, otro llamado para meter gusanos en tu cerebro. Escuchame a mí. Sentime a mí. Ayudame a levantar la piedra. Todas los días la levanto y la llevo a la cima de la pared, pero nunca llego, la pared es demasiado alta, la piedra cae, yo caigo, y otra vez lo mismo, y lo mismo, levantar la piedra y caer. “Hey you!” ¿Los gusanos ya comieron tu cerebro? ¿Ya están ahí, en él, ya es tu cerebro su comida? ¡Basta de hacer lo que te han dicho que hagas! (Always doing what you’re told.)
Abrí tu corazón. Ayudame. No me digas que ya no hay esperanzas. Juntos estamos de pie; divididos, nos caemos. Juntos podremos erguirnos; separados, nos derrotan.
La pared son las prisiones de Foucault: los manicomios para los locos, las prisiones para los delincuentes, una sociedad sólo es racional cuando sabe apartar de sí todo lo que niega la razón. Los gusanos son el poder comunicacional. Se comen tu cerebro, entran en él, no te das cuenta pero te lo devoran por dentro. Pronto pensarás lo que quieren que pienses. Uno llega, como dice el Heidegger de Ser y Tiempo, a un mundo ya interpretado. Vive en ese mundo, crece ahí. Vive y crece en estado de interpretado. No habla, le hablan. Cuando habla salen de su boca las palabras que los otros han puesto en ella. Cree que conoce un idioma, el idioma lo conoce y lo somete a él. Habla su lengua materna, o su lengua paterna. Es hablado por su padre, por su madre, después por la educación, después por el sentido común, un sentido que es el del poder, el que el poder ha impuesto como visión del mundo. Todo eso es la pared. Hay que trepar por ella y salir, escapar. Escapar hacia uno mismo, hacia los otros que trepan, hacia la libertad. Inventar las nuevas palabras. Las interpretaciones. Hay que interpretar el mundo de otro modo, nuevo, luminoso. Pero la pared es demasiado alta. Volvemos a caer. Volvemos a subir. O nos entregamos –en medio de nuestra gozosa esclavitud– a los gusanos. “¡Eh, vos! No me digas que no hay ninguna esperanza.” (Hey you, don’t tell me there’s no hope at all.)
Los Floyd no vienen a decir eso. A nadie van a decirle: no hay ninguna esperanza. Lejos del rock punk, practican un rock conceptual de compleja lectura. Sin embargo, están claramente lejos de ciertas cosas. De la violencia, de la desesperación, de los paraísos artificiales de las drogas duras (una tragedia que los tocó en carne propia) o de la bobería pasatista. Sobre todo de esto, sin duda. Hay que poder hacer un rock conceptual y ellos lo hicieron. Diría, si se me permite, que practican un existencialismo áspero, a menudo doloroso, siempre romántico, asumiendo los contrastes vertiginosos de esa estética, un humanismo realista, que incorpora la inhumanidad a la humanitas universal, acotándola, señalando que lo Otro del hombre es también el hombre, que el sujeto humano es tanto el que busca la libertad como el que la niega, el que construye la pared como el que busca trepar por ella y huir.

Una notable canción de 1975, “Querría que estuvieras aquí” (“Wish You Were Here”), reúne estos elementos. Alguien dice que desea que otro –al que ama– estuviese con él. Pero ese otro tiene muchos cenagosos escollos que vencer. Los escollos son, como siempre, los del muro, los de la pared. Hay que aprender a distinguir lo que es propio de la pared, lo que a ella irrefutablemente pertenece, de las otras cosas, las de la belleza, las de la libertad. “¿Crees que puedes distinguir el Cielo del Infierno/ el cielo azul del dolor/ un campo verde de los rieles de acero/ una sonrisa de un velo?” ¿O tal vez no? Tal vez ellos consiguieron que cambiaras tus héroes por fantasmas, que cambiaras un papel (aunque fuese secundario) en una guerra por el principal en una jaula. Sí, desearía, cuánto desearía que estuvieses conmigo. Somos dos almas perdidas nadando en una pecera. Años tras año, hemos caminado por una tierra vieja. ¿Y, al fin, qué hemos encontrado? Sólo los mismos antiguos miedos. Ojalá estuvieses aquí.
Aquí, la derrota se ha consumado. La vida fue nadar en una pecera, de donde un pez nunca sale ni sabe dónde está, porque está dentro de la pecera y sólo si alguna vez hubiese estado fuera (aun al riesgo de morir) sabría que hay algo más que su prisión, que existen los ríos anchos y turbulentos, los océanos infinitos. Si no se salta la pared, los años van a pasar sin huella, siempre se caminará sobre una tierra vieja, con los mismos viejos miedos. La frase final debiera leerse así: Querría que estuvieses aquí para que huyamos juntos. Porque de eso se trata. Amar es saltar la pared con otro o con muchos, hacia el otro lado, lejos de los gusanos, de la tierra seca, de los eternos miedos, de la esclavitud gozosa, hacia lo nuevo, lo incierto, lo libre.

martes, 23 de junio de 2015

Ingeniero Jacobacci (Provincia de Río Negro . Argentina) Imágenes Históricas

25 de mayo de 1973 Asunción como Intendente de Ing, Jacobacci del Sr. Antonio Tascón (FREJULI), presente como abanderado de la Juventud Peronista el Compañero Horacio Diaz.

sábado, 13 de junio de 2015

Anestesiologos en actitud extorsiva

LOS MINISTROS DE SALUD DEL PAIS ACUSAN A LOS ANESTESIOLOGOS DE “ACTITUDES EXTORSIVAS”

Contra la posición dominante en salud

El Consejo Federal de Salud declaró su preocupación porque las asociaciones profesionales de anestesistas impiden cubrir todos los puestos necesarios, bloquean la formación de nuevos especialistas y dificultan el acceso a la salud de los ciudadanos.

Por Pedro Lipcovich
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Los anestesiólogos no trabajan en relación de dependencia, señalaron los ministros.
Los ministros de Salud de todas las jurisdicciones del país, de acuerdo con el Ministerio de Salud de la Nación, se pronunciaron contra las “actitudes extorsivas” que atribuyen a las asociaciones de anestesiólogos, a las que acusan de “una tendencia de posición dominante que compromete el derecho de todos los habitantes a acceder a prestaciones quirúrgicas fundamentales”. La “posición dominante” se sustentaría en que estas sociedades, que controlan la formación y la matrícula en la especialidad, mantendrían muy limitada la cantidad de profesionales: de 120 residencias de formación en todo el país, sólo funcionan 80 y con cupos reducidos. Según los ministros, los anestesiólogos suelen negarse a trabajar en relación de dependencia y lo hacen mediante contratos de provisión de servicios: “Ellos fijan las condiciones y, si la provincia no las acepta, se queda sin cobertura de anestesia”, graficó un ministro. Los responsables de la salud en todo el país denuncian la falta de anestesistas en muchas localidades y en servicios críticos como la atención de partos de alto riesgo.
El documento se aprobó, por unanimidad, en la última reunión del Consejo Federal de Salud (Cofesa); lo suscriben los ministros de Salud de todas las provincias del país y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En su texto, los ministros “declaran su preocupación acerca del derecho efectivo al acceso a la salud a causa de la falta de cobertura efectiva y de profesionales especializados en anestesiología, que se vive especialmente en el sistema público de salud a lo largo de todas las jurisdicciones de la Argentina”. Denuncian que “en los últimos años se acentúa una tendencia de posición dominante por parte de las asociaciones de esta especialidad que compromete el derecho a acceder a prestaciones quirúrgicas fundamentales que constituyen una parte esencial del sistema sanitario”.
En ese marco, “los ministros expresan su inquietud frente a las actitudes extorsivas de cualquier expresión corporativa profesional que ponga en riesgo y cuestione el rol social del trabajo en salud, y declaran su firme compromiso de actuar en forma contundente, colectiva y organizada para garantizar el derecho de todas las personas al acceso efectivo a la salud”.
Según puntualizó Mario Rovere, viceministro de Salud de la Nación, “es infrecuente que todos los ministros manifiesten su inquietud sobre un mismo tema, como ha sido en este caso. El Ministerio de Salud recoge esa preocupación y procura fortalecer la posición de los ministros”.
Rovere explicó que “el mercado de trabajo de los anestesistas está en una situación de suboferta programada, una escasez deliberadamente dispuesta por las sociedades de anestesiología”. Un factor clave para esta escasez programada es que “las sociedades de anestesiología regulan el acceso a la condición de especialista, mediante cursos y residencias. El Estado nacional intenta expandir la oferta de formación, pero las sociedades de anestesiología no acompañan”. Concretamente, “la Nación financia las residencias de formación profesional: en este orden, ha transferido a las provincias la capacidad para tener 120 residencias en anestesiología, pero sólo ha sido posible cubrir 80”. Y, dentro de cada una de las residencias que logran abrirse, la respectiva sociedad fija cupo. No es que falten aspirantes: “Las residencias de anestesiología son las que tienen la más alta cantidad de aspirantes en todo el sistema –señaló Rovere–: no faltan vocaciones, sobran. Es cierto que ganan muy, muy bien”.
Los anestesistas se nuclean en sociedades provinciales que a su vez se reúnen en la Federación Argentina de Asociaciones de Anestesia, Analgesia y Reanimación (Aaaar). “La negociación la conduce la sociedad profesional de cada provincia: incluye la actividad asistencial, el trabajo de los instructores de residentes y la fijación de cupos en las residencias: así, se cruza el mecanismo de empleo con el de formación”, y el resultado es la “posición dominante” denunciada por los ministros. Esto se reforzaría porque, “en la mayor parte de las provincias, las sociedades de anestesiología han logrado que estos profesionales no sean ya trabajadores sujetos a las pautas y acuerdos del sistema de salud, sino que hacen, en cada caso, contratos de provisión de servicios. Por eso la situación es otra que las que se plantean con distintos gremios de profesionales”, precisó el viceministro de Salud de la Nación.

“Poder de extorsión”

Según graficó Carlos Ramos, ministro de Salud de Entre Ríos, “la sociedad entera está presa, está en emergencia, en manos de los anestesistas; toda la población del país depende de las decisiones corporativas de estas personas a quienes la sociedad otorgó su título profesional para que brinden salud a la comunidad, pero terminan extorsionando y poniendo vidas en riesgo. Forman grupos cerrados, no permiten que nuevos profesionales se especialicen; si alguien de todos modos logra formarse le bloquean la matrícula; si alguna jurisdicción decide plantear la extrema gravedad de lo que hacen, la declaran ‘lugar inhóspito’ y se niegan a prestar servicios allí”.
“Para fijar sus remuneraciones –continuó Ramos– exigen acuerdos específico con cada uno de ellos, donde se establecen sumas de dinero y condiciones abusivas; si la provincia pretende negociar esas condiciones, el anestesista corta la prestación de servicios y la Aaaar no permite que ningún otro cumpla ese trabajo. Negocian por separado para aprovechar las necesidades de cada jurisdicción, pero se sostienen en el poder de extorsión de la Aaaar a nivel nacional.”
Luis Martínez, ministro de Salud de Santiago del Estero, señaló que “ya en la reunión anterior del Cofesa, que se efectuó en marzo en nuestra provincia, varios ministros planteamos esta situación, especialmente las dificultades que tenemos para cubrir puestos esenciales. Las exigencias que plantean los anestesiólogos se alejan de toda actitud solidaria y de toda consideración por las necesidades de los servicios de salud”.
Página/12 procuró comunicarse con la Federación Argentina de Asociaciones de Anestesia, Analgesia y Reanimación (Aaaar), pero no obtuvo respuesta.

domingo, 7 de junio de 2015

Sobre el Eros y la violencia de género (Por José Pablo Feinmann)

 
Freud, en el más profundo de sus libros, propone que la cultura surge de la represión de los instintos, que esa represión produce un malestar insoluble en las sociedades y que la historia se desarrolla en la modalidad de un antagonismo incesante entre los dos elementos constitutivos de la condición humana: la pulsión de muerte y el Eros. Entregado a un pesimismo que era el de los mejores sujetos de su tiempo (el ensayo es de 1930, sólo tres años antes de la llegada de Hitler a la Cancillería del Reich), termina por confesar el casi imposible triunfo de Eros sobre su enemigo: la pulsión de muerte. La que se establece entre Eros y pulsión de muerte no es una simple relación binaria. Los dos elementos están internamente sobredeterminados. Sin embargo, como tantos otros grandes pensadores, la propuesta es la de la lucha entre el Bien y el Mal. Eros es el Bien. Eros es el amor, la vida, la valoración de los otros. Eros es la lucha contra el sufrimiento y contra la violencia que lo provoca.
Entre los hombres y las mujeres que habitan este cascote que gira alrededor del sol son muchas las relaciones que se establecen dentro del campo del Eros. Eros es la fuerza del amor. El erotismo es el lazo que une a dos sujetos libres, a dos cuerpos sexuados, y hace de ellos una pareja, es decir: una dualidad que forma una unidad en la diferencia. El habitual concepto de pareja expresa eso y algo más: una pareja es la relación de dos seres parejos. El amor es una paridad consentida entre dos sujetos dispares. La pareja, sin embargo, es una ardua construcción. Los seres humanos no son parejos. Y menos los hombres y las mujeres. Pero el Eros impulsa un contrato formidable. El contrato del amor. Yo me entrego al Otro porque lo/la amo. Pero, ¿puedo entregarme por completo al Otro sin perder mi centro, mi identidad? La relación de amor requiere –para ser libre– que los dos sujetos de la paridad se entreguen al Otro sin dejar de ser ellos. Te amo, pero no me pierdo, no me anulo en vos. Te amo, y lo mejor que puede pasarte es que te ame desde mi libertad. Te amo, con mi cuerpo y con todo mi espíritu, que son uno en la pasión. Te amo y ese amor se expresa totalmente en el sexo, cuando el cuerpo vehiculiza toda mi riqueza y me entrego buscando perderme, llegar al éxtasis culminante y hasta perder mi principio individuationis, no ser yo, no tener centro, estallar en ese punto exquisito en que el placer, la muerte y la locura me llevan más allá de mí. Luego habré de retornar. Y te seguiré amando, pero sin perderme en vos.
La relación de pareja raramente es pareja. Siempre uno de los dos ama más al Otro de lo que éste la/lo ama. En el amor, el que menos ama es el que más domina. Hay uno/una que ama hasta perderse en el ser del Otro, del, precisamente, ser amado. El ser amado, el que recibe el amor del que se entrega más, manipula y domina. Ese polo de la pareja, el que se entrega menos, el que mira la relación desde otro lado, es el que la des–equilibra. La pareja sigue, pero se establece una relación de poder. Sobre todo si el que más ama acepta su subordinación, el dominio del Otro, que no necesita dejar de amar para imponer su dominio. Con amar menos le alcanza. La violencia de género surge cuando el hombre advierte que no logra imponer su dominio. Si no logra dominar porque la mujer que lo ama no lo ama totalmente, no se pierde en él, no se anula amándolo, construye un mundo propio, una subjetividad libre, impenetrable a sus preguntas, a sus pesquizas, buscará dominar golpeando.
Aun al costo de repetirnos busquemos precisar estas cuestiones. Bastará recordar que lo que se repite se piensa dos veces. El amor es la libre y apasionada enajenación de la libertad. Es libre porque es el compromiso que establezco con otra conciencia desde una situación sustantiva, lúcida, que nace desde mí y expresa mi autenticidad. Es apasionada porque no es un acto de la razón, o, al menos, no sólo de la razón, sino que exige el compromiso de las pasiones, y el compromiso del cuerpo, que las vehiculiza, expresándolas. En el amor mi libertad se enajena, porque toda relación de amor con otro ser implica una limitación de mi libertad absoluta. No obstante, es desde esa libertad absoluta que he decidido limitar mi conciencia entregándome a otro ser, que también se me entrega, y con el que establezco un juramento, el de amarnos, que nos limita a los dos, pero es también nuestra superación, nuestro ir más allá de nuestra condición solipcista, de nuestra soledad. Amar no es caer, no es enceguecer, no es entregarse a la irracionalidad. Se ama con todo lo que somos. Nuestro amor se construye, se arma, se trabaja con la pasión, la inteligencia, la paciencia y el laborioso, arduo, y deslumbrante conocimiento de la persona amada. Lejos de cegar, el amor es una fuerza de conocimiento. A nadie conoceré mejor que a la persona que amo, y a través de ese amor descubriré acaso las mejores cosas que ignoraba de mí. Y digo mejores porque somos mejores cuando amamos.
El amor es un pacto de dos libertades. Muchos le temen a esto. Creen que el pacto que implica el amor les hará perder la libertad. Pero la libertad está para usarla. Somos libres para, desde nuestra libertad, comprometernos, entregarnos. La más alta forma del compromiso y de la entrega es el amor, donde mi libertad se realiza y se enriquece con la libertad de la conciencia que se me entrega, libremente, para ser más plena junto a mí. No somos uno. Somos y seremos dos. Nuestro pacto está alimentado por la cotidiana renovación del juramento. Nadie se condena a amar ni a ser amado para siempre. Nuestra libertad pone a prueba y fortalece nuestro juramento. Así, el amor es un trabajo cotidiano. Sé que el ser que me ama dejará de hacerlo si dejo de ser el ser de quien se enamoró. Esto no significa que ya no habré de cambiar, sino que hay un pacto esencial que deberá permanecer a través de todos los cambios y aun las sorpresas de la existencia. Cada día seré otro, porque eso me permitirá sorprender, enriquecer al ser amado. Pero, a la vez, cada día seré el mismo porque no habré de traicionar el juramento primero. Hablamos, desde el primer día, un lenguaje que nos expresa a los dos. Ese lenguaje se habla con las palabras, con el cuerpo, con las ideas. Tiene la modalidad de la pasión, de la ternura y hasta de la agresividad. Es único y existe porque lo he creado junto al ser que amo. No es un lenguaje cristalizado, sino un lenguaje que incorpora –cada día– palabras nuevas. Cuando ya no existan las palabras nuevas, cuando el juramento esencial se realice por medio de las viejas palabras, infinitamente repetidas, el juramento será una áspera cosa y no una vivencia lúdica y palpitante. Ahí, el amor habrá muerto. Y cada uno se recluirá en la libertad triste, inútil, estéril, de los solitarios. El trabajo del amor, del amor entendido como creación constante, es sofocar esa posibilidad, impedirla por medio de la razón, de la pasión, de la inteligencia y la libertad.
Que nadie confunda agresividad con violencia. Los amantes pueden agredirse como se agreden los animales al entregarse al acto de la procreación. Los animales no aman. El amor es el acto espiritual más hondo al que pueda acceder el sujeto humano. Los animales sufren como nosotros (de aquí que la violencia contra ellos sea también parte del Mal), pero carecen de la dimensión espiritual del sujeto humano. Esta dimensión espiritual no hace superiores a los seres que llamamos humanos, pues es por ella que amamos y es también por ella que sometemos a los otros al sufrimiento, a la tortura. Los animales no torturan. Que nadie llame “bestia” a un torturador. Repetimos esta propuesta: las “bestias” no torturan. Torturar es parte de la condición humana. Así, también lo es la violencia de género. La violencia machista. El machista se aterroriza ante la libertad del Otro, de ese Otro incognoscible, para él, que es la mujer. Hay un título de una vieja película: el hombre que entendía a las mujeres. Al ser postulada como un sujeto secreto, ajeno a las posibilidades del conocimiento, la mujer se le vuelve sospechosa al hombre que castiga. ¿Quién es ella? ¿En qué recóndito, clandestino lugar, se le escamotea? Aquí nacen los celos. Los celos se basan en la incapacidad de dominar completamente a la mujer, en la imposibilidad de saber de ella todo lo que ella sabe. Si no nos engaña ahora, sin duda nos ha engañado antes. ¿O acaso conocemos su pasado? Sólo lo que ella nos ha dicho. ¿Qué aventura pasajera, que acto gratuito nos oculta? Cierta vez, una amiga me dijo: “Las mujeres no tenemos pasado, tenemos prontuario”.
El agresor machista siempre se escuda en una frase que traslada la responsabilidad a la víctima: “Ellas son las que provocan”. Aquí habrá que reflexionar sobre la relación moda-mujeres-violencia de género. Los capitostes de la moda –los que dictan las leyes de cada temporada, ya que cada temporada la moda cambia para que el consumo aumente– deberán responder por qué durante, al menos, los últimos treinta años, el arte de la moda se convirtió en el arte de desnudar a las mujeres. Los “desfiles de modas” sugieren e imponen ya las transparencias, cuando no el desnudo. Fabulosas mujeres desfilan por una pasarela imposible de abordar y hasta dolorosa de contemplar. Ver la imposibilidad genera ira. Es la codicia irresponsable de un capitalismo también irresponsable de las consecuencias que provoca. Esto habrá que verlo mejor. También la relación entre el cine, la televisión y la violencia machista. Rita Hayworth se hizo célebre cuando Glenn Ford le dio una enorme cachetada que sacudió su cabellera pelirroja en Gilda. Richard Widmark se ganó el estrellato en su debut por tirar a una mujer paralítica por una larga, interminable escalera de un edificio de los años cuarenta.
Por ahora bastará con insistir en esto: el castigador machista busca eliminar la libertad de la mujer. Pero las mujeres, las lúcidas y corajudas mujeres que lo hacen, buscan ser cada vez más libres.
Posdata: En la plaza se levantó una pancarta que decía: “No quiero ser la mujer de tu vida. Ya soy la mujer de la mía”. Aunque no quieras ser la mujer de mi vida, igual lo serás. Porque no es una decisión tuya, es mía. Con mi amor, con mi deseo, con mi libertad, te elegí como la mujer de mi vida. Si querés ser sólo la de la tuya, todo bien, pero cuidado: la libertad absoluta es la soledad, el encierro en uno mismo. Podés ser la mujer de mi vida aunque no me ames. Sugerencia: Bajen, compañeras, esa pancarta. Es machista. Ningún macho busca una mujer de su vida. El mundo machista es un mundo de hombres.

domingo, 24 de mayo de 2015

Cuestiones de método en Suramérica (Por José Pablo Feinmann)


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El concepto que late en el horizonte de la lucha contrahegemónica en suramérica es el de unidad. Este concepto –cuyo origen se le atribuye a Bolívar, que quería conducirlo– tiene, a su vez, que ser aclarado. La unidad de Suramérica es una totalidad en permanente destotalización. O, si se prefiere, una unidad que se decontruye una y otra vez para construirse de nuevo. Es la unidad de una diferencia, que se estableció en el siglo XIX bajo las oligarquías nativas y el imperio británico, a la que se llamó balcanización. Pero la balcanización de América latina deberá estar (hoy) al servicio de su unidad, deberá expresar la identidad de cada país, su diferencia con los otros y, superándola, la necesariedad de superar la diferencia en busca de una unidad contraimperial, contracolonialista. Somos Occidente, pero al modo de sus víctimas. Somos Occidente, pero al modo de la subalternidad. Somos Occidente, pero somos su periferia. Somos Occidente, pero (y he aquí nuestro breve homenaje al fallecido Galeano) somos sus venas abiertas, sangrantes, nutritivas y finalmente secas, o siempre secándose en beneficio del poder hegemónico. Somos libres, pero al modo que el imperio siempre lo ha querido: no en tanto colonias, sino neocolonias. Nuestra situación sigue siendo –no poscolonial, como si hubiéramos dejado por completo atrás esa situación– sino neocolonial. (Nota: Este concepto –el del pacto neocolonial– tuvo su respaldo académico cuando Tulio Halperin Donghi lo incluyó en su Historia de América Latina. Hasta ahí se manejaba el de semicolonia que Jorge Abelardo Ramos desarrollara en Historia de la Nación Latinoamericana, libro mejor escrito y más entretenido que el de Tulio, pero sin su prestigio académico. Tulio escribía desde la academia norteamericana y el Colorado Ramos desde Corrientes y Talcahuano, a lo Viñas.)

¿Qué es una neocolonia? En el Parlamento británico, durante el siglo XIX, un brillante hombre del imperio, Richard Cobden, dijo que había que abandonar el burdo colonialismo. Que era necesario cederles su orgullo a las colonias. Que debían ser libres, tener escudo, bandera e himno nacional. Ejércitos, autoridades propias, sostener sus ideas religiosas, todo eso debían tener. Todo eso les permitiría el imperio sin incomodarse al solo costo de que comerciaran mayoritariamente con él. Sean libres, si así lo quieren. Pero permítannos ayudarlos. Les extraeremos el petróleo, les compraremos todo el azúcar, el algodón, el trigo y las vacas. No se gasten en tener industrias. Son muy caras y estamos nosotros para entregarles lo que necesiten. Vivan de la riqueza de sus suelos generosos. Sean el granero del mundo. Nosotros seremos el taller.

Esta situación –que ha sido analizada y todos conocen– echa por tierra el concepto “poscolonial” con el que los profesores “poscoloniales” de la academia norteamericana –basándose en Foucault, Deleuze, Lacan y Derrida– se han hecho un destacado lugar en esos claustros, que han generado la tersa teoría del “multiculturalismo”. (Concepto que rechazamos y ya explicaremos por qué.)
Pero, en tanto, la teoría neocolonial señala una carencia, un desajuste, sólo la modificación de un escenario colonialista, pero nunca su superación, nunca el surgimiento de una nueva hegemonía conquistada por medio de una praxis contrahegemónica, la teoría poscolonial da por resuelto un problema que subiste. La “libertad” de las colonias, su poscolonialidad, no ha resuelto el problema colonial, que continúa pero por otros medios.

Los territorios de América del Sur no han hecho ninguna revolución. No estará mal revisitar estos temas hermenéuticos durante estos días de mayo. Sé que muchos colegas, personas a las que respeto, buscan un surgimiento glorioso para nuestro país. Sé que se enojan cuando planteo estas tesis sobre las acciones de mayo y las siguientes. Sin embargo, mi interpretación no disminuye el coraje de aquellos hombres de los principios de los países del sur. No me importa discutir si San Martín fue un agente inglés. Si Moreno quería (nada menos y nada más) que liberar a Suramérica del poder español y entrar en la modernidad capitalista. No dudo que en la Conferencia de Guayaquil San Martín se retiró por muchos motivos. Entre ellos, y acaso el principal, porque no compartía el proyecto bolivariano de la unidad de América latina. Había venido para liberar al continente del perimido dominio español. Esa fue su lucha. Esa fue su gloriosa campaña libertadora. Que fue gloriosa y que liberó, sin duda, a los países de Suramérica del arcaísmo hispánico. La Generación del ’37 lo sigue en este punto. San Martín es uno de los hombres más puros de nuestra América. (Con Antonio José de Sucre.) Vino a luchar contra el poder español. Triunfó y le cedió el paso al ambicioso Bolívar, que buscaba unir al continente bajo una dictadura nacional que él encarnaría. Cuando, en 1829, regresa al país y se entera de la sedición contra Dorrego, recibe las visitas de Rivadavia y Lavalle, de a uno por vez. Le ofrecen el comando del Ejército Libertador, que, bajo el mando de Lavalle, ha derrotado y fusilado a Dorrego. San Martín se niega. Precisamente dicho: se niega a ser Lavalle, ya que Lavalle fue lo que San Martín se negó a ser. Transformó, ensuciándolo, al Ejército Libertador en policía interna, algo que trazaría un destino indigno para el Ejército Argentino recién recuperado durante los primeros años del siglo XXI. Fue larga la sombra de Lavalle, que llega a su punto máximo con Videla.
San Martín, ya desde su exilio europeo, pondera la acción de Rosas y, según se sabe, le cede, en su testamento, el sable que lo acompañó en las guerras de la Independencia. Apoyaba las luchas de soberanía y liberación, no las internas. Rosas es y será siempre un núcleo conceptual sobredeterminado para los que buscan pensar la historia argentina. ¿No sabía San Martín que engalanaba con su sable a un restaurador de las tradiciones hispánicas? ¿No sabía que ese restaurador (¿qué restaurador no es un reaccionario?) rechazaba a las fuerzas de la modernidad capitalista que apoyaban sus enemigos, los cultos liberales, los que habían leído a Rousseau, a Victor Cousin, a Savigny? Lo sabía, pero siempre estuvo antes con la defensa de la soberanía territorial que con los imperios que buscaban someterla en nombre de las luces, de la razón, del progreso. También Alberdi apoyó a Rosas.
Si buscamos los núcleos axiales de una historia (la nuestra) que persiguió su identidad a través de sus empeños contrahegemónicos, de su búsqueda de un espacio de libertad, de sus escasos, pero importantes y despiadadamente reprimidos, intentos de una praxis de emancipación, esa batalla, la de la Vuelta de Obligado, entrega uno de los momentos más elevados de toda lucha anticolonialista. De aquí el entusiasmo de San Martín.
No se trata de incurrir en un rosismo a destiempo. Rosas fue la gran figura de los primeros revisionistas (los del ’30), pues requerían del pasado una gran figura nacionalista para fortificar al caudillo que apoyaban en el presente, Uriburu. Nadie mejor que Rosas para eso. Y Carlos Ibarguren, en su biografía del gaucho de Los Cerrillos, hizo con brillo la tarea. Sin embargo, el Rosas de la Vuelta de Obligado va más allá de su derechización en manos de los revisionistas tempranos, iniciáticos. Es el jefe de una gran lucha contrahegemónica. No podía ignorar que iba a perder esa batalla en el campo de las armas. Igual la dio. Igual, en desventaja, ofreció pelea. Las dos flotas unidas de las más grandes potencias de Europa no la sacaron gratis. Rompieron las cadenas del río, pasaron, pero tuvieron que volver pronto. Muchos buques estaban averiados y las mercaderías a comercializar deterioradas.
Nosotros, hoy, que hemos buscado nuclear una fuerza contrahegemónica, una praxis libre, una conciencia crítica, también estamos en inferioridad de condiciones. Vemos que la política se hunde en las ciénagas de la banalidad. Que las subjetividades están colonizadas por el poder mediático. Pero tal vez aún sea posible arruinarles algunos negocios. Como Rosas. Pero sin esperar el sable de San Martín, no. No podemos llevar a cabo una lucha contrahegemónica tan importante como para merecer semejante premio. Todavía.

lunes, 4 de mayo de 2015

Roca y los Mapuches (Por Julio Rajneri)




En 1952 el historiador inglés Arnold Toynbee sorprendió al mundo intelectual con su libro "El mundo y el occidente", una reflexión poco condescendiente sobre la agresión de los países europeos al resto del mundo. Rusia, el Islam, China, India, fueron a su turno, repitiendo la tradición de los dos primeros agresores de occidente, los griegos y los romanos, de quien dijo uno de sus vencidos: "Convierten en desierto y le llaman paz".
Aunque la conquista de América se inscribe en ese mundo de expansión de las potencias europeas, el nuevo mundo era considerado, como Australia y Nueva Zelanda, uno de los últimos espacios vacíos existentes. Sin embargo, su conducta con la relativamente escasa población, fue tal vez mucho más cruel y despiadada, matizada con nobles esfuerzos, generalmente estériles, por atenuarla. Para decirlo con las palabras de los historiadores norteamericanos Morison y Commager, al analizar su propia experiencia en aquel hemisferio: "…la historia de una guerra bárbara, intermitente, de promesas y pactos rotos, de odio y de egoísmo, de corrupción y mala administración, de alternativas de agresión y vacilación por parte de los blancos, de defensa heroica, desesperación, ciega barbarie y derrota fatal, por los indios" .
En la América española, la virtual conversión de los vencidos a la esclavitud motivó la protesta de algunos frailes, entre ellos Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, Luis de Valdivia y Gil de San Nicolás entre otros, que consiguieron que la corona española dictara normas que pretendieron humanizar la relación con los indígenas vencidos, por cierto que con poco éxito.
Los soldados hispanos, triunfantes ante las grandes civilizaciones aztecas, mayas y quichuas, encontraron sin embargo dificultades insalvables con los aparentemente menos refinados pero más belicosos mapuches, con quienes debieron convivir durante tres siglos sin encontrar modo de evitar los malones y las no menos crueles represalias.
Después del desastre de Tucapel en 1553 y Curalaba en 1598 y la subsiguiente rebelión de los mapuches, no quedó un solo asentamiento español al sur del Bío Bío, y España trató a los mapuches de estado a estado. Todos los acuerdos posteriores, las paces de Quilín (1641) y los parlamentos de Negrete (1793 y 1803) reconocieron esa frontera que perduró hasta 1881, en que las victoriosas tropas chilenas en la Guerra del Pacífico resuelven invadir el reducto de los que ellos denominaban araucanos.
No hubo cambios, como puede verse, entre la política de la corona española y la de sus sucesores argentinos y chilenos, que siempre consideraron como parte de su territorio las tierras ubicadas en el sur de Chile y la Argentina, como una inferencia legítima del Tratado de Tordesillas y la bula "inter caetera" del papa Alejandro VI.
No obstante, todos los intentos por correr la frontera hacia el sur fracasaron, hasta la primera expedición al desierto organizada y dirigida por Juan Manuel de Rosas en 1833. Rosas llegó hasta el río Negro y mantuvo las fronteras estables en esa protección natural, hasta su derrocamiento en Caseros, cuando las guarniciones militares de los fortines que la protegían, fueron retiradas para incorporarse al ejército derrotado por Justo José de Urquiza. A partir de 1852 y hasta la segunda expedición al desierto en 1878, las fronteras de la Argentina volvieron virtualmente al río Salado en la provincia de Buenos Aires y a los fortines que protegían a Mendoza, Córdoba, Santa Fe, San Luis y las provincias andinas del norte.
Esta situación se mantuvo inalterable hasta la segunda expedición comandada por Julio Argentino Roca, culminada también exitosamente, pero con resultados definitivos.
Las dos expediciones siguieron una estrategia similar. En realidad, explícitamente, el general Roca imitó en su planes militares lo realizado por Rosas: tres o más columnas en abanico para converger finalmente en la confluencia y convertir el río Negro en la nueva frontera.
El tratamiento con los indígenas, sin embargo, parece haber sido diferente. La conducta de Rosas con los indios tuvo un testigo inesperado: el científico inglés Charles Darwin, quien luego de desembarcar en Patagones y aprovechar que el Beagle debía tocar Bahía Blanca, decidió hacer el tramo por tierra.
Darwin estuvo conviviendo prácticamente con las tropas del ejército en la costa del Colorado, se entrevistó personalmente con Rosas y describió en sus memorias del viaje, la impresión que le produjo el contacto con los soldados y el tratamiento con los indios.
"…pocos días después vi otras tropas de estos soldados con facha de bandoleros, que partían en una expedición contra una tribu de indios de las pequeñas salinas, traicionados por un cacique prisionero. Los indios, hombres, mujeres y niños eran unos 110 y casi todos fueron prisioneros o muertos, porque los soldados acuchillaban a todos los varones. Los indios se hallaban tan aterrados que no ofrecían resistencia en masa, sino que cada uno huía como podía abandonando a sus mujeres e hijos…"
"...cuanto más repulsivo es el hecho indiscutible de matar a sangre fría a todas las mujeres que parecían tener más de veinte años…"
" Esto da una idea del inmenso territorio donde vagan los indios. Sin embargo, a pesar de su gran extensión, creo que en otros cincuenta años no quedará un solo indio salvaje al norte del río Negro", concluye Darwin.
En las instrucciones que Rosas le dio al coronel Pedro Ramos el 2 de octubre de 1833 con respecto al trato de los prisioneros indios le recomienda que "...quien luego que no haya nadie en el campo, lo puede ladear al monte y allí fusilarlos. Si después echasen de menos los indios a los otros prisioneros, puede decirles que habiéndose querido escapar y teniendo orden la guardia de que si los pillaran por escaparse, lo fusilasen, habían cumplido dicha orden".
El 9 de septiembre de 1834 los boroanos, pampas y ranqueles fueron engañados y masacrados en Masallé por Calfucurá y sus indígenas provenientes de Chile, aliados de Rosas, muriendo los caciques Rondeau, Melín, Venancio, Callvuquirque y Coñoepán, y muchos capitanes, adivinos y ancianos fueron degollados.
Los boroanos, con el cacique Railef al frente, volvieron en 1837 con refuerzos de Chile para vengarse y luego de diversas incursiones, llegando cerca de Bahía Blanca, se volvieron con gran cantidad de ganado y cautivos y se establecieron en la margen del río Agrio. Calfucurá, por orden de Rosas, se movió para cortar la retirada de los invasores y los atacó por sorpresa en Queutrecó, derrotándolos, matando a Railef y a 600 de sus guerreros y huyendo los sobrevivientes a Chile.
No hay evidencias de que se hayan producido actos de ferocidad semejantes, ni que haya habido instrucciones específicas similares por parte de Roca a sus comandantes o subordinados, aunque no se pueda descartar actos repudiables como el un tanto confuso episodio que provocó la captura del cacique pehuenche Purrán en 1880. En cambio, puede descartarse por inverosímil la hipótesis de la existencia de un campo de concentración en Valcheta, con alambrado de púas de tres metros y la muerte por inanición de los indios cautivos, al parecer un invento surgido de la nada. Ni siquiera es probable que ya se usara en Argentina el alambre de púas, patentado en Illinois en 1874.
Sí es cierto que los cautivos y sus familias fueron trasladados en forma compulsiva a diversos destinos, repartidos entre familias en Buenos Aires, o a los ingenios azucareros del norte. Fue una política deliberada, cuyos objetivos Roca explicó claramente en la carta a los gobernadores, que envió el 23 de noviembre de 1878, donde señala que "lo más conveniente es distribuir estos indios prisioneros, respetando la integridad de sus familias, centro hoy de las poblaciones rurales, donde sometidos al trabajo que regenera y a la vida y al ejemplo cotidiano de otras costumbres, que modificarán insensiblemente la propias, despojándoles hasta del lenguaje nativo como instrumento inútil, se obtendrá su transformación rápida y perpetua en elementos civilizados y fuerza productiva".







Esta política fue influenciada por el agregado militar en Washington, el oficial Malasin, enviado por Roca para estudiar las soluciones en aquel país, pero limitadas sus opciones en el nuestro, por el carácter nómade de las tribus aborígenes. En un país que hacinaba a los inmigrantes europeos, no es sorprendente que los indios recluidos inicialmente en Martín García, vivieran en condiciones paupérrimas, hasta ser enviados a sus nuevos destinos o distribuidos un tanto caóticamente entre familias de Buenos Aires.
Tampoco se produjeron durante la expedición militar acontecimientos que puedan catalogarse de pequeñas o grandes batallas. La columna central dirigida por Roca, de acuerdo con las constancias de la expedición, no tuvo prácticamente ninguna actividad militar, salvo la persecución de pequeños grupos nómadas que en dos o tres oportunidades encontraron en el camino, lo cual explica que los opositores a Roca trataran despectivamente a la expedición. Las cifras, evidentemente exageradas de las muertes y capturas de indígenas en la memoria enviada al Congreso, fue probablemente consecuencia de aquella circunstancia.
"Tampoco me afilio al sentimiento de los críticos que han disminuido post facto la importancia de la campaña del 79, menospreciando el número de los indios que hubo que dominar. Posiblemente ese número haya sido abultado por los partes oficiales en más de una ocasión y antes..." (Prólogo de Roberto Giusti al libro de Zeballos "Calfucurá y la dinastía de los piedra").
Uno de los autores críticos sobre la expedición, Carlos Martínez Sarasola, dice respecto de esta columna, la principal de Roca: "Un mes más tarde Roca volvió a Buenos Aires. A cargo de las fuerzas quedó el coronel Conrado Villegas. La primera división no había disparado un solo tiro".
Una segunda etapa de esta operación militar se realizó a partir de la asunción de Roca como presidente, al mando de Villegas, Winter y otros militares que formaron parte de la fuerza expedicionaria. Su misión fue completar la ocupación en lo que es hoy la provincia del Neuquén hasta llegar al lago Nahuel Huapi. Los datos referidos a las operaciones son más escasos y dudosos y los enfrentamientos suelen arrojan cifras de indígenas muertos de un solo dígito o dos.
La acción militar puede considerarse terminada con la rendición final del cacique Sayhueque en 1885. De todas maneras, cualquiera sea la veracidad de las cifras, los partes oficiales se refieren a los muertos como producto de acciones de guerra y no existen evidencias de que hayan sido asesinados después de su captura.
Los mapuches y la argentina
Los mapuches constituían en Chile virtualmente una nación, con población estable, rucas o casas y tierras cultivadas, divididos en grupos dirigidos por caciques que se unían para defender su territorio o realizar operaciones de ataque a los españoles o entre sí.
En cambio, las pampas argentinas estaban habitadas por pequeños grupos indígenas no mapuches. Se trataba de nómades, cazadores de guanacos, ñandúes y llamas. Los mapuches no tenían relación con la pampa y se circunscribían al lado chileno. Tampoco tenían relación con los habitantes de la cordillera, los pehuenches. Estos hablaban otro idioma y se relacionaban étnicamente con los tehuelches patagónicos.
Con la llegada de los españoles, muchas familias mapuches, buscando lugares más seguros para vivir se refugiaron en la cordillera, donde se relacionaron con los pehuenches. Estos fueron adoptando las costumbres y el idioma mapuche hasta ser "araucanizados" totalmente a fines del siglo XVI.
La enorme disponibilidad de ganado en las pampas bonaerenses, fue atrayendo a crecientes contingentes de mapuches, algunos de los cuales como los boroanos, se establecieron en las márgenes del Salado pampeano junto a los mapuchizados ranqueles o en las cercanías de Sierra de la Ventana y todos incursionaban para hacer grandes arreos de caballos y vacunos que pertenecían a estancieros argentinos y llevarlos a Chile para venderlos.
En los acuerdos de Negrete, entre la capitanía de Chile y los mapuches, se incluía el compromiso de los caciques chilenos a cesar en sus incursiones sobre Buenos Aires.
En 1830 Rosas acuerda con Calfucurá, de origen chileno, su ingreso al país con la esperanza de que le sirviera para pacificar a los ranqueles y otras tribus rebeldes. La alianza de Calfucurá con Rosas se mantuvo hasta Caseros, pero ya antes aquél se había convertido en el más poderoso cacique de las pampas, que trataba a las autoridades argentinas de potencia a potencia y que durante cuarenta años dominó una gran parte del actual territorio nacional.
Los malones nunca dejaron de producirse, aunque extinguida la alianza entre Calfucurá y Rosas, fueron más frecuentes después de Caseros. Para los argentinos eran acciones de robo y secuestros, para los mapuches eran excursiones de caza. Pero paulatinamente se transformaron en verdaderas acciones de guerra y rescatarlas del deliberado olvido es también reconocer el valor y la tenacidad de los guerreros indígenas, que con lanzas y boleadoras enfrentaban a tropas armadas con fusiles y cañones y a menudo las derrotaban.
En abril de 1855, Mitre quiere efectuar un golpe de mano sorpresivo sobre los indios en Sierra Chica, al sudeste de Bahía Blanca. El resultado fue un fracaso y el día 30 en las primeras horas de la noche Mitre emprende el regreso hacia Azul, marchando toda la columna a pie.
Fue también en ese año, en setiembre, que ocurrió la muerte en manos de los indios del comandante Nicolás Otamendi. Destacado para reprimir una incursión hecha en la estancia de San Antonio de Iraola, donde el cacique Yanquetruz había robado de seis a ocho mil cabezas de ganado. Otamendi estaqueó a un indio emisario de dicho cacique, por lo que los indios lo atacaron enfurecidos, obligándolo a defenderse con su tropa en un corral, donde fue muerto, sobreviviendo solamente dos de los ciento veintiocho hombres que componían el escuadrón.
En 1856, desde Azul, el coronel Hornos, decidido a escarmentar a Calfucurá, sale con un ejército de 3.000 hombres y doce piezas de artillería. Ahí se inició el combate de San Jacinto, cargando la caballería indígena desde varias direcciones. Los indígenas, bien familiarizados con esos terrenos, pronto dieron cuenta del enemigo. Rápidamente Hornos tuvo que abandonar el campo de combate, dejando 18 jefes y oficiales y 250 hombres de tropa muertos, además de 280 heridos y la mayor parte de sus pertrechos abandonados.
Después de realizar una primera incursión en 1867, en abril de 1868 Calfucurá al frente de 2.000 indios, en su mayor parte chilenos, asaltó el sur de Córdoba entrando por el lugar denominado Los Barriales, a doce leguas de La Carlota.
En noviembre de 1868 unos 300 indios y gauchos cristianos, después de invadir San Luis, sitiaron y asaltaron la Villa de la Paz.
El 5 de marzo de 1872, Calfucurá invadió el oeste de la provincia de Buenos Aires, al frente de unos 6.000 indios, acaudillando a todas las tribus enemigas del gobierno. Mientras con una parte de sus huestes vigilaba las tropas en Azul, el resto saqueó los establecimientos y poblaciones aledañas, apoderándose de 200.000 cabezas de ganado, 500 cautivos y matando unos 600 pobladores.
Al frente de un contingente de 3.500 hombres, el coronel Rivas salió a cortarle la retirada. El encuentro se produce en las cercanías de Bolívar, en la llamada batalla de San Carlos. Considerada la más importante en la secular lucha contra los aborígenes, por los efectivos que intervinieron, por el ardor con que se luchó, y más que nada, porque significó el ocaso de Calfucurá, quién sin ser derrotado, se retiró del campo de batalla. San Carlos fue decisiva y cambió el curso de la historia, aunque estuvo cerca de serlo en sentido inverso.
Pero todavía los mapuches no estaban vencidos. En 1875 se produce la "invasión grande" que comenzó con la sublevación de la tribu de Catriel. En su auxilio vinieron simultáneamente Namuncurá, los ranqueles de Baigorrita, los de Pincén y unos 2.000 indios chilenos sumando unos 3.500 combatientes. Los indígenas penetraron sorpresivamente en un amplio frente, arrasando las poblaciones de Tandil, Azul, Tapalqué, Tres Arroyos y Alvear. Según fuente oficial, tan sólo en Azul 400 vecinos fueron asesinados. Durante tres meses se libraron cinco batallas principales, la más importante la de Paragüil y varias menores, hasta que los indígenas se retiran a sus lugares en el desierto.
Estos olvidados episodios que muestran la magnitud del conflicto y en cierto modo lo inevitable del desenlace, son el preludio de la segunda expedición, ciertamente con las fuerzas mapuches debilitadas y resignadas por los últimos fracasos, pero fundamentalmente derrotados por dos innovaciones tecnológicas decisivas: el Remington de repetición y el telégrafo.
Roca es más recordado y ahora denostado por la conquista del desierto que por sus dos presidencias y su largo período de presencia dominante en la política argentina. Sin embargo, fue un gran presidente. Tal vez exageran sus exégetas más entusiastas cuando sostienen que Roca "hizo" el país, pero no hay dudas de que cumplió una gestión asombrosa.
Hasta la expedición de Roca, Argentina era un pequeño país con ciudades dispersas en el interior, cuya parte más importante ocupaba unos 30.000 km2 alrededor de Buenos Aires.
En Córdoba, la ciudad homónima estaba protegida al sur por los fortines de Río Cuarto y La Carlota.
En Mendoza, si exceptuamos la capital defendida por los fuertes de San Carlos, Tunuyán y Tupungato y al sur por el de San Rafael, el resto era tierra de nadie, ocupada por los huarpes, a veces por los Pincheira y en 1832 por el ejército chileno al mando del coronel Bulnes, quien penetró en esa provincia desde el norte de Neuquén para perseguir a aquellos legendarios bandidos, cuya tropa había sido exterminada sin piedad en las lagunas de Epulafquén. Como los Pincheira eran realistas, este episodio es considerado el último combate contra la dominación española en la América meridional.
Los malones en el sur santafesino llegaban hasta Rosario y en más de una oportunidad a Santa Fe y, por el norte, la provincia estaba asediada por los tobas y abipones. El mismo esquema, con diferentes actores, se repetía en las restantes provincias del norte.
Como resultado de la campaña de Roca y luego de su gestión presidencial, se incorporaron al territorio nacional alrededor de dos tercios de la actual superficie del país. Incluye la mayor parte de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, toda la Patagonia y las zonas de Córdoba, Santa Fe y Mendoza fuera de sus capitales. Luego, ya en la presidencia se completará el mismo proceso en el norte. Los nuevos territorios los unió al resto del país con los ferrocarriles. Hizo la paz con Chile y estableció un sistema civilizado para dirimir los conflictos con aquel país. Modernizó el ejército, estableció la moneda, dictó la ley de educación laica y gratuita, el matrimonio y el registro civil, y consagró la autonomía de las universidades.
Los resultados, insinuados en las presidencias anteriores, fueron espectaculares. Durante el último tercio del siglo XIX, Argentina era el país americano que recibía más inmigrantes después de USA.
En 1888, La Nación recoge de un diario de París las cifras del activo y el pasivo de los bancos sudamericanos, que reflejan aproximadamente lo que ahora se define como el PBI. Argentina sola, supera el total del resto de los bancos de la región. Triplica a Brasil, decuplica a Chile y supera más de cien veces el movimiento financiero de Colombia.
Aunque no pueda descartarse que haya mapuches que conserven su resentimiento contra Roca, como algunos trasnochados españoles puedan tenerlo con San Martín, sería ingenuo no advertir que tras la agitación antiroquista y la interesada omisión por la conducta de Rosas, pocas veces se puede mostrar en forma tan descarnada el predominio de laeri ideología sobre la verdad. Un liberal y para colmo exitoso, es una tentación irresistible para quienes, desde el populismo, intentan reescribir la historia del país.
Por Julio Rajneri

lunes, 27 de abril de 2015

NICOLAS CASULLO Y LA EDICION DE PERONISMO. MILITANCIA Y CRITICA (Por Silvina Friera)

 

 

 

  8 de junio 2008

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Nicolás Casullo asegura que “ser peronista da una cosmovisión y una forma de interpretar las cosas”.
Los recuerdos regresan con sus voces, rencores y odios a flor de piel. En 1955, un niño de diez años que vive en Almagro, típico barrio de clase media, es testigo privilegiado de las discusiones en su casa. En los murmullos, las frases despectivas, en esos odios de difícil catadura, pero de una teatralidad amenazante ante sus ojos, percibe las antinomias insoportables que se respiran afuera y adentro; siente cómo la violencia empieza con las palabras que niegan y descalifican a las masas trabajadoras. Ahora en su casa de Palermo, rodeado de libros y fotos familiares en blanco y negro, Nicolás Casullo cuenta que su madre, peronista evitista, era obrera y su padre antiperonista. “Era realmente divertido y dramático escucharlos. Recuerdo el desprecio, la sospecha frente al negro, al delegado que no trabaja, que tiene un carné de afiliación al Partido Justicialista y se cree dueño del mundo. Había un prejuicio de la vieja Argentina europea blanca, como era mi familia, que venía de tanos y vascos, y de todo un mundo clasemediero frente a lo que era el cabecita negra”, dice el escritor y ensayista que acaba de publicar Peronismo. Militancia y crítica (1973-2008), en la colección Puñaladas de la editorial Colihue, donde reúne una selección de ensayos y artículos publicados en el diario La Opinión, en la revista Controversia (durante su exilio en México), en Primera Plana, Unidos, La Mirada, Lezama y Página/12.

Peronismo y militancia

“La idea fue recopilar un tipo de escritura muy fuerte en mi vida, la escritura político-intelectual, desde una perspectiva militante o de ex militante. Son escrituras coyunturales que se fueron perdiendo y que pueden aportar un mayor esclarecimiento sobre lo que está aconteciendo en el presente”, advierte Casullo en la entrevista con Página/12. Buena parte de los textos están atravesados por tensiones que configuran una arqueología del vivir político. Los de principios de los años ’70 son crónicas escritas al calor y la urgencia coyunturales, que anticipan las grietas, el fracaso, la derrota. Algunas rozan un tono dramático, como la carta que escribió en 1974 a un compañero de célula, Jarito Walker, que nunca llegó a destino por los avatares de la época. La escritura se torna más reflexiva y crítica en los artículos publicados en Controversia a partir de 1978. Casullo posa su mirada sobre las grietas y las largas secuelas que dejó en su vida intelectual esa derrota; repasa errores y equívocos de ese complejo tinglado que es el peronismo. “Toda escritura tiene un cierto nivel de sobrevivencia en la historia política”, plantea el profesor e investigador universitario, director de la revista Pensamiento de los confines y autor, entre otros, de Modernidad y cultura crítica, Las cuestiones y la novela La cátedra.
–En la carta a Jarito Walker se juega una pulseada entre el militante y el intelectual. ¿Finalmente gana el intelectual?
–Esa carta fue escrita en circunstancias muy especiales, a principios de 1974, cuando estábamos militando fuertemente en la misma célula. Yo tenía la necesidad de trabajar nocturnamente una escritura en donde daba cuenta del enorme drama que estábamos viviendo como peronismo revolucionario en relación con el movimiento y la figura de Perón. Esa carta tiene la carga dramática de un túnel oscuro hacia el cual nos dirigíamos un cuadro político más creyente y yo. Pero nos combinábamos bastante bien: yo necesitaba un poco esa fe dura de Jarito y él necesitaba una mirada más desgarradora.
–La pregunta central de esa carta es quién es Perón. ¿Qué respuestas fue encontrando?
–Perón fue una figura que quise mucho; me pareció excepcional y providencial en la historia argentina, pero siempre pude situarlo en el terreno de lo humano, de lo político, por lo cual nunca tuve inconvenientes en criticarlo. Perón es la mitad de la historia del peronismo, teniendo la conciencia de que la otra mitad es el pueblo trabajador y las grandes masas que fueron leales a él.

Militarismo y derrota

Mientras el enigma se escapa como un puñado de arena entre las manos, Casullo se exilia primero en Venezuela y después en México, donde vuelve a escribir en 1978. “Tomo conciencia de la derrota profunda y de que me espera una misión de intelectual crítico más que de militante, aunque no pierdo la intensidad de la militancia. Cuando comienzo a escribir en Controversia, salgo con una escritura más pensada, trabajada, investigada –señala el escritor y ensayista–. Uno de los primeros temas que traté fue la relación movimiento político, organización sindical y vanguardia revolucionaria, ese triángulo que junto con el líder sería un cuarteto, por la lectura equivocada que hizo el peronismo revolucionario de las verdaderas funciones y misiones de lo sindical.”
–¿La separación entre militancia revolucionaria y sindicatos divorció al militante revolucionario del trabajador peronista?
–La izquierda peronista, que nació al calor de la resistencia y que tuvo el apoyo de muchos sindicatos que terminaron nucleados en la CGT de los Argentinos, no supo leer adecuadamente la relación del obrero organizado en el capitalismo. Le exigía un proyecto revolucionario que se chocaba con la tarea sindical de negociación con el capital para mejoras en el campo del trabajo. En ese desencuentro se juega mucho del drama dentro del peronismo; drama que termina con muertes como la de Vandor o la de Rucci. No es que no hayan sido burocráticos o no hayan planteado claudicaciones que podrían ser criticadas, pero nunca desde una perspectiva donde el sindicalismo aparecía como una revolución que ciertos traidores impedían.
–¿El error clave de la derrota fue la militarización de Montoneros?
–Hubo un conjunto de cuestiones, pero la exacerbación de lo político-militar terminó influyendo en lecturas que tendrían que haber sido de otra índole. Se había triunfado en las elecciones, la izquierda revolucionaria tenía ciertos espacios de poder, no era el momento para montonerizar todo el espectro político sino para participar, discutir y debatir. La lectura tendría que haber sido más progresiva e inteligente; se avecinaban diez o quince años de un proceso complejo de liberación nacional donde las armas no tenían nada que ver. El militarismo fue una equivocación absoluta.

Degradación histórica

Cuando regresó al país, Casullo se encontró con un peronismo que no esperaba. “Era un peronismo desguarnecido de memoria, de ideología democrático-popular, que renegaba de sus propios peronistas asesinados, secundarizaba la política de derechos humanos y a lo sumo lo que criticaba era el programa económico de Martínez de Hoz; un peronismo degradado en todos los sentidos que se disponía a pactar con los militares la amnistía”, enumera el ensayista. “En los ’80 aparecen degradaciones y monstruosidades con una renovación que no propone la recuperación de las banderas históricas sino un nuevo negocio de la política concentrado en Menem, Manzano, De la Sota; personajes que ya forman parte de esa degradación histórica que culminaría con el triunfo de Menem. Casi todo el peronismo se acomodó a la década menemista, a la venta de la Nación, a asumir el programa del enemigo, sin grandes dificultades. No fue una usurpación por parte de algunos elementos que se apoderaron de un movimiento histórico; siempre latió en el peronismo esa situación de abdicar de los propios significados que las masas le habían impreso”, sostiene Casullo.
–En uno de los artículos del libro subraya un estado de crispación que comenzaba a vislumbrarse en la oposición a partir del triunfo de Cristina Fernández. A la luz de esta crispación, ¿cómo analiza el conflicto con el campo?
–El kirchnerismo intenta recuperar elementos de un peronismo histórico de corte social, popular, democrático y democratizador; un peronismo que vuelve a situarse en la centroizquierda y a tener una relación particular con Latinoamérica. El kirchnerismo es para mí lo que tendría que haber sido el peronismo del ’73, si no hubiese caído en un caos interno desintegrador; es lo que pensaba que podría haber sido el peronismo en el ’84, cuando regreso del exilio y me encuentro con un peronismo engangrenado. El kirchnerismo representa lo que el peronismo no pudo ser en el ’73, entre otras cosas por propias equivocaciones de una izquierda peronista ciega, foquista y militarista. En Kirchner aparece, con límites y contradicciones, la posibilidad de una confrontación. En esa confrontación contra los viejos sectores dominantes se inscribe hoy el conflicto con los sectores agrarios empresariales que buscan una mayor ganancia y el no pago de los impuestos, y que evidentemente no podría entenderse si no es al calor del último rostro que adquiere el peronismo. La confrontación contra el campo vuelve a ubicar al peronismo en situaciones históricas por demás reivindicables. Hay un racismo, una crispación, actitudes antipopulares, antinegros, que no deja de causarme asombro. Nos parecemos mucho más a 1955 que a 1973 o a 1983.

Actualidad y política

–¿Los errores del Gobierno en el manejo del conflicto con el campo provocaron que se fortaleciera la oposición?
–Sí, por primera vez estamos frente a la posibilidad de un partido agroconservador. El Gobierno ha perdido apoyos, sobre todo en sectores medios agrarios que no eran antikirchneristas. Una asignatura pendiente del kirchnerismo es que no sabe hacer política para los sectores medios, y en muchos sentidos es anacrónico planteándose como un peronismo 1955 con burguesía nacional, clase obrera organizada y sectores populares muy marginales. Con esas variables en la actual cultura política y frente a una sociedad mediática que es implacable y que es la verdadera derecha, el peronismo de Cristina ha perdido consenso.
–¿Por qué en la introducción del libro propone recuperar el mito peronista?
–Sin mito no hay política. Sin ese momento de creencia, de apasionamiento, donde aparece una poética del cambio social, de la posibilidad de modificar el mundo dado, no hay política popular. El peronismo ha generado un mito tan inmenso que dentro del mito están los antiperonistas como parte propia del movimiento. El gorila es un personaje que en los últimos cincuenta años está destinado por el peronismo tanto como lo está destinado el peronista, porque no ha tenido otra referencia, otra centralidad, otra obsesión o pesadilla que la figura del peronismo rehaciéndose, recuperándose, transgrediéndose, metamorfoseándose. El peronismo fue un mito que expelía una radiación muy fuerte, pero ahora camina hacia su extinción. Podrá permanecer como sigla, como partido triunfador en elecciones, pero lo esencial de lo que significó el peronismo está concluido.
–¿Qué es ser peronista hoy?
–Ser peronista es leer de una determinada manera la patria herida, porque el peronismo te da una cosmovisión, una forma de interpretar las cosas. Cuando el peronismo es atacado por la derecha o la izquierda, quiere decir que el peronismo está funcionando como peronismo, a lo mejor en sus estertores, pero está funcionando. Hoy aparece claramente una articulación entre la crítica que le hace la derecha conservadora neoliberal y la crítica que le hace la izquierda marxistoide, la falsa izquierda nacional. Cuando el peronismo se sitúa en la centroizquierda, reactiva permanentemente estas circunstancias. Lo hizo en el ’45, en el ’55 y en el ’73.
–¿Lo que estaría haciendo el kirchnerismo sería desplazar a los partidos de izquierda hacia la derecha?
–Sí, y la izquierda se transforma en izquierda de la derecha, es decir en una derecha progresista, que es lo que impera hoy.