sábado, 19 de julio de 2014

Lionel Messi es imposible (Estadisticas)

 

Al menos eso es lo que declara Benjamin Morris y demuestran sus números tras un impecable trabajo de investigación y estadística publicado antes del partido contra Suiza por el sitio FiveThirtyEight. Ante la magnitud del trabajo lo tradujimos y pegamos acá mientras intentamos despegar la mandíbula de la mesa.
messi vs sui FIFA
En su cruce correspondiente al Grupo F del Mundial, Argentina e Irán no se sacaban ventajas después de noventa minutos. Con el partido en tiempo de descuento y el partido 0-0 Lionel Messi agarró la pelota cerca del vértice derecho del área penal, la sostuvo por un momento, se meció a su izquierda, encontró su punto de equilibrio y convirtió desde veintiséis metros, con un disparo combeado. Lo que parecía empate fue victoria, y Messi puso a Argentina en octavos de final.
Ese tipo de jugada es la que inspiró vocablos como Magiméssico. Pero para aquellos que sólo miran fútbol durante un Mundial, éste fue posiblemente sólo el segundo (o tercer) gol que vieron de ese pequeño hombre apodado La Pulga. A pesar de llevar convertidos 407 goles profesionales para su club y su selección y haber ganado cuatro Balones de Oro, Messi no marcaba un gol en Copas del Mundo desde 2006.
Messi ha sido constantemente comparado con Maradona. A pesar de su joven edad –cumplió 27 el mes pasado- Messi ha sido muy criticado en Argentina por no haber concretado en un Mundial un gol como el de Maradona a los ingleses en 1986, a pesar de haber convertido uno gol increíblemente parecido jugando para Barcelona en 2007.
No ayuda a los hinchas argentinos el hecho de que durante su estadía en Cataluña el Barcelona ganó tres Champions League, dos Mundial de Clubes, y seis Ligas.
Quizás este año sea distinto. Messi, finalmente, está teniendo el tipo de Mundial que se espera de él. Convirtió cuatro goles en sus tres partidos, incluyendo un hermoso tiro libre ante Nigeria y el antes mencionado gol del triunfo sobre Irán. Esta predicción de FiveThirtyEight (N.d.T: El link de la fuente se actualiza a medida que la Copa avanza) otorga a Argentina un 16% de probabilidades de ganar el Mundial, sólo por debajo del anfitrión Brasil.
A pesar de que las selecciones son una especie de rejunte que sólo se junta para unos pocos partidos al año, lo que se critica de Messi y su juego con Argentina se relaciona en forma directa con su éxito, el cual ha sido casi exclusividad del Barcelona, un equipo de estrellas con presupuesto casi ilimitado que ha logrado amuchar varios de los mejores jugadores del mundo.
Como delantero principal de semejante máquina futbolística puede resultar muy difícil separar su poder goleador del dominio ofensivo del Barcelona. Y la temporada 2013/14 no ayudó. Algunas pequeñas lesiones y la necesidad del Barcelona de hacerle un lugar a su nueva estrella Neymar influyeron para que su última temporada haya estado por debajo de su promedio, aun así el Barça terminó segundo en la Liga y con Messi ausente siete partidos, de los cuales los culés ganaron seis y perdieron uno. Aun así Messi convirtió 41 goles en la temporada, que –es cierto- fueron menos que los 60 de la temporada anterior y los 51 convertidos por Cristiano Ronaldo en su camino al Balón de Oro.
Creo que la crítica es justa, y la encontré lo suficientemente intrigante como para ocuparme del asunto. Por lo que recolecté y organicé datos, los mastiqué, volví a masticar, busqué más datos y los volví a masticar.
Al momento estudié casi todos los aspectos del juego de Messi, uno por uno: su producción de tiros y goles, desde dónde patea, qué tan seguido se genera sus propios disparos, qué tipo de disparos son, su habilidad para imponerse en el mano a mano, qué tan precisos son sus pases, el tipo de pases que da, qué tan seguido genera situaciones de gol, con qué frecuencia esas situaciones terminan en gol, y la de su participación defensiva respecto de otros grandes goleadores.
Todo ese material se transformó en este artículo, en el que arribé a una conclusión que no esperaba: Lionel Messi es imposible.
No es posible disparar más eficientemente desde fuera del área que otros desde dentro de ella. No es posible ser el mayor goleador mundial en tiros con pierna débil y en tiros de larga distancia. No es posible convertir de jugada individual más tanto como los mejores lo hacen siendo asistidos. No es posible ser el delantero mundial que más sobrepasa o gambetea defensores y el que más goles sirve a sus compañeros. Y ciertamente no es posible imponerse en la mayoría de estos rubros por márgenes increíblemente amplios.
Pero Messi hace todo esto, y más.

Goles

Es justo decir que los goles en el fútbol equivalen a puntos en otros deportes. Y Messi mete un montón. Desde el final del Mundial 2010 Messi -de acuerdo a una base de datos de 16.574 jugadores y 24.904 partidos doméstico e internacionales relevados por Opta- fue responsable de 291 goles y asistencias en los 201 partidos que jugó para Barcelona y su Selección. ¿Cómo se compara eso con otras estrellas que juegan en las mejores ligas del mundo?
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Producción de Goles
Total de goles y asistencias por partido jugado desde el Mundial 2010
Eje vertical: Goles + asistencias
Eje horizontal: Partidos jugados
Justo detrás de los 291 goles más asistencias de Messi aparece Cristiano Ronaldo (Real Madrid) con 289. Estos dos jugadores no sólo lideran la tabla sino que miran muy desde arriba al resto. Messi y Ronaldo han sido comparados tan a menudo por hinchas y medios deportivos que resulta trivial compararlos nuevamente, pero la realidad es que si quisiéramos comparar a Messi con un jugador con una producción ofensiva remotamente similar el único que nos queda a mano es Ronaldo.
Dejemos las asistencias al margen por un momento (ya volveremos a ellas), y concentrémonos en los disparos de Messi. Igual que Ronaldo, tiene una gran cantidad de goles, pero también una gran cantidad de tiros al arco. Si esto fuese básquet esperaríamos un relación negativa (o al menos decreciente) entre el volumen de disparos y su eficacia, cuanto más tiros un jugador realiza menos eficaz es. Pero ese no es el caso en el fútbol: los shoteadores más eficaces tienden a patear más seguido. A pesar de esto Messi rompe la tendencia.
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Eficacia de disparo vs Cantidad de disparos
Porcentaje de gol vs tiros por partido
Eje vertical: Porcentaje de gol
Eje horizontal: Tiros por partido
De los 866 jugadores que calificaron para el cuadro anterior –haber jugado al menos 50 partidos y promediar más de un tiro al arco por partido- Messi es el noveno shoteador más eficiente (Ronaldo es el 173º), pero –por lejos- el más eficiente de los que toman semejante cantidad de tiros. Entre quienes más disparan el único más eficaz que Messi es Mario Gomez, aunque el alemán patea al arco un 33% menos que Messi.
Pero en fútbol, a diferencia del básquet, la eficacia en el disparo no es la estadística individual más importante. Dado que en el fútbol el valor de la posesión es mucho menor, también lo es el costo de errar un disparo. Dicho esto, las ocasiones de disparo claras son un recurso más bien limitado, por lo que lo importante es su aprovechamiento.
Generalizando un poco, el valor que un shoteador ofrece viene de tomar más y mejores tiros (más cercanos al arco, con mejor ángulo, con menos defensores de promedio), y de tomar esos disparos con mayor asiduidad. Por ejemplo, en promedio Messi dispara (con pelota en movimiento, no pelota parada) desde 13,62 metros, mientras que Cristiano Ronaldo lo hace desde 18,38 metros. ESPN/TruMedia posee un modelo para estimar la probabilidad de un jugador de convertir cada disparo, este modelo se basa en el tipo y ubicación del disparo, a esta medida se llama “goles esperados“. La diferencia entre los goles convertidos y los goles esperados de un jugador se llaman “goles por sobre el promedio” (N.d.T: GAA por las siglas en inglés correspondientes a “Goals Above Average”).
Dado que Messi elige disparos que muy probablemente terminen en gol tiene un promedio de gol esperado de 0.182, mientras que los disparos que realiza Cristiano Ronaldo esperan ser convertidos a razón de 0.124, por lo que se esperaría –basándose únicamente en el tipo de disparo preferido- que Messi tuviera una mayor eficacia que Ronaldo. Sin embargo, Messi ha superado esa expectativa por un margen mayor que Ronaldo. Messi convirtió 0.220 goles por intento, un 0.038 GAA más que el esperado 0.182. Ronaldo convirtió 0.139 goles por intento, apenas un 0.015 por encima del 0.124 esperado.
A continuación podemos ver una comparación de los veinte mayores pateadores (disparos normales en todos los partidos desde el Mundial 2010):
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Porcentaje de goles
Según distancia al arco.
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En este grupo Messi toma los mejores disparos y le saca el mayor fruto a esos disparos. Si vemos esto tomando la ubicación desde donde se dispara queda claro que Messi es muy eficaz en un rango amplio de distancias.
El porcentaje de tiros que Messi realiza desde afuera del área es sorprendente. Desde esa distancia Messi convierte el 12,1% de sus tiros, casi igualando el 13,1% que la mayoría de los jugadores logra desde dentro del área.
De 8.335 jugadores en la base de datos que han al menos pateado al arco una vez desde fuera del área sólo 1.838 convirtieron desde esa distancia. Y hay al menos 47 jugadores que patearon desde fuera del área al menos 50 veces sin haber convertido ni un gol, y al menos 500 futbolistas con no menos de 20 disparos y cero conversiones. Messi encabeza esta tabla mundial con 21 goles desde afuera del área en 173 intentos.
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Letales desde fuera del área
Goles convertidos vs disparos realizados
Eje vertical: Goles convertidos
Eje horizontal: Disparos realizados
Ronaldo toma más del doble de disparos desde esta distancia, pero aun así convierte menos goles. Messi convierte en una proporción más que destacable. Combinando calidad de disparos con GAA (“goles por sobre el promedio”) Messi está 12,6 goles por sobre lo esperado, mientras que Ronaldo –pateando al arco más del doble de veces que Messi- está sólo 5,5 goles por encima de lo esperado, y –en esta estadística- nadie excepto Messi supera los 7,5 goles sobre lo esperado.
El vigésimo primer gol de esos convertidos desde fuera del área por Messi fue el gol ganador del partido frente Irán en tiempo de descuento, pateado desde 26,50 metros del arco y con un recorrido de 30,17 desde el punto de impacto hasta el lugar donde se metió. Ese gol es la quintaesencia messística: recibió sobre la derecha, retuvo unos segundos, se perfiló hacia el medio y –en medio del tráfico- la acomodó de zurda. Y esto lo hizo sin ser asistido.

Disparos sin asistencia

A pesar de servir muchos goles (más adelante veremos lo que Messi asiste) a Lionel muchas veces se lo considera egoísta. Pero quizás no sea lo suficientemente egoísta.
Alrededor del 44% de los disparos con pelota en movimiento de Messi son jugadas individuales, realizadas sin asistencia de un compañero. Esto es menor al 46% de los disparos por jugada individual registrado en promedio el resto de los jugadores, pero Messi convierte estas situaciones en gol el 23% de las veces comparado con el 5% que logran los otros jugadores. Además el rosarino logra un 0.089 GAA por cada disparo individual. En la misma situación Ronaldo logra un 0.023 GAA, mientras que el promedio de todos los jugadores da -0.004 GAA, sí, negativo.
Veamos cómo se comparan los disparos de Messi cuando es asistido por un compañero con otros jugadores que –tanto asistidos como no asistidos- hayan pateado al arco en al menos 100 oportunidades.
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Messi se las arregla con una ayudita propia
Porcentaje de disparos con asistencia vs disparos sin asistencia
Eje vertical: Porcentaje de disparos sin asistencia
Eje horizontal: Porcentaje de disparos con asistencia
De alguna manera, a Messi le va mejor cuando se las arregla solo que cuando alguien lo asiste. Más aun, cuando la situación es autofabricada dispara un 10% mejor (y logrando un 0.044 GAA) que el jugador que le sigue en esta estadística, Sergio Agüero, a pesar de ser el cuarto jugador que más disparos toma.
Para dejarlo claro, se podría graficar cualquier habilidad o evento de juego y obtener cuadros similares. Messi puede hacerlo de cualquier manera. A continuación se pueden ver algunos otros datos estadísticos de sus disparos al arco en el Barcelona.
- Messi ama su pie izquierdo, dispara con él el 78% de las veces y convierte el 23%. Pero no usa el pie derecho sólo como apoyo: cuando lo utiliza también convierte en el 23% de las ocasiones. Sólo cuando remata cabeceando convierte por debajo del promedio, logrando un 10% efectividad contra una media general del 13%.
- Alrededor del 8% de sus disparos son débiles (contra un 6% obtenido por todos los jugadores de la base de datos), pero convierte el 27% de ellos, y lo hace con mayor regularidad de la esperada. En estos disparos débiles posee un GAA de 0.026 cuando el resto de los jugadores –en este tipo de disparos- obtiene un GAA negativo (-0.055). Sólo el 5% de sus disparos son potentes (contra el 8% del resto), pero estos disparos potentes terminal en gol el 26% de las veces, con un GAA de 0.251. El resto de los jugadores del planeta promedia un 11% de goles con sus remates potentes y obtienen un GAA positivo de 0.051, cinco veces menor que el de Lionel.
- Cerca del 12% de sus disparos llevan efecto, contra un 10% de los de sus colegas. El 31% de sus disparos con efecto termina en gol, logrando un exorbitante GAA de 0.202 cuando el resto de los jugadores convierten sólo en el 8% de los casos obteniendo un GAA de 0.020 (diez veces menor al de Messi).
- En tiros libres directos (como el convertido ante Nigeria), Messi tiene un ratio de conversión cercano al 8% (el resto de los jugadores ronda el 5%) con un GAA de 0.021 por disparo. Ronaldo convierte el 7% de sus tiros libres, obteniendo el mismo GAA.
- Messi convirtió el 86% de sus penales, contra un promedio general del 77%. Acá le ponemos un porotito a Ronaldo, quien ha convertido el 93% de sus penas máximas. Aunque ambos jugadores son los ejecutores designados tanto en sus clubes como selecciones esta diferencia implica –a largo plazo- una diferencia de apenas tres cuartos de gol por año.
Para llevar a cabo todos esos disparos sin que un compañero lo asista Messi debe superar, gambetear, esquivar un montón de defensores. Hay una estadística para eso, y en mi opinión es una de las más revelantes, que refleja el estilo y la habilidad de Messi, y la relación entre ambas. De todos los delanteros en nuestra base de datos que han jugado al menos 100 partidos, Messi es el que más defensores encara y el más exitoso en superarlos.
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Superando defensores
Porcentaje de encares exitosos vs intentos por partido
Eje vertical: Porcentaje de encares exitosos
Eje horizontal: Intentos por partido
El único delantero que encara defensores tan agresivamente como Messi es Luis Suárez, quien tiene un margen de éxito cercano al 35%.
Esto puede explicar por qué Messi obtiene tantos buenos disparos y por qué sus disparos sin asistencia son tan buenos. También apunta a la mayor diferencia de estilo entre Messi y Ronaldo: Ronaldo toma más disparos de media distancia pero erra muchos de ellos, Messi intenta superar varios defensores, a veces pierde, pero cuando los supera lo compensa obteniendo como resultado mejores chances para asistir y disparar. Esto no quiere decir que un enfoque sea mejor que el otro, pero sí deja entrever que la brecha en cantidad de disparos entre uno y otro es algo exagerada. Messi parece patear con mucha mayor eficacia pero pierde más pelotas tratando de pasar rivales mientras que Ronaldo pierde pelotas porque erra más tiros, lo cual –hasta acá- se ve reflejado en las estadísticas de disparo. Más adelante veremos cómo afectan estos casos la pérdida de la posesión.

Pases y asistencias

De los párrafos anteriores puede inferirse que Messi es un jugador egoísta. O que es tan buen shoteador que se focalizaría en ese aspecto del juego en detrimento de otros. Pero Messi es también uno de los mayores asistidores en nuestra base de datos. Una vez más Lionel rompe el molde y se separa del resto. Ningún otro jugador (excepto Ronaldo) se acerca ni de casualidad a su combinación de goles convertidos y goles servidos.
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Servirlo vs hacerlo
Asistencias por partido vs goles por partido
Eje vertical: Asistencias por partido
Eje horizontal: Goles por partido
Messi no sólo es el jugador más goleador de los últimos cuatro años, sino que –a pesar de ser el primer delantero de su equipo- también es el tercer mayor asistidor del mundo. Sólo Mesut Özil y Franck Ribéry sirvieron más goles que el rosarino, y en el caso de Özil lo hizo jugando en el Real Madrid, donde asiste a Ronaldo.
¿Pero cómo lo hace? El mayor obstáculo al evaluar la habilidad del Messi pasador es el hecho de que juega para el equipo que más y mejor pasa la pelota en el mundo. El Barcelona por momentos parece jugar un loco (o pierde va al medio) con sus rivales, aplicando un tiki-taka basado en un gran cantidad de pases cortos de fácil concreción. Por encima de todo, intenta mantener la posesión de la pelota hasta que la chance surja. Esto parece una gran estrategia, pero hay una razón por la que no es utilizada universalmente: para que funcione, el equipo debe estar compuesto por pasadores brillantes y debe tener delanteros capaces de generar chances ante defensas cerradas.
Messi es ambas cosas. Más aun, su perfil de pasador no tiene comparación con el de los otros delanteros del Barcelona, quienes normalmente distribuyen el 72% de sus pases hacia atrás o los costados. Messi es más amigo de avanzar con la pelota en dirección al arco, y es exitoso en ese camino:
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Jugador / Total de pases intentados / % exitoso / Pases hacia delante / % exitoso
Messi realiza más pases que los otros delanteros, con un mayor porcentaje de esos pases intentando acercar la pelota al arco rival, y con un mayor porcentaje de esos pases hacia adelante siendo exitosos (¡típico de Messi!).
Sus más de 3.800 pases hacia delante son casi el doble que los de cualquier otro delantero en nuestra base de datos, Francesco Totti dio 2.200, Wayne Rooney 1.800 y Cristiano Ronaldo 1.500.
Una medida de la calidad de un grupo de pases es cuántos fueron completados en forma exitosa, pero también es importante qué ocurre una vez que esos pases llegan a destino. No ayuda en nada un pase de 50 metros al pie de un compañero que se encuentra rodeado de defensores. Por lo que una estadística útil es el porcentaje de pases de un jugador que conducen a jugadas exitosas en campo rival, como que el receptor del pase pueda patear al arco, volver a pasar la pelota a un compañero, y así sucesivamente.
Por ejemplo, veamos los pases largos de Messi enviados desde el mediocampo a compañeros en posición ofensiva. He creado un gráfico disperso comparando el porcentaje de pases completados de cada jugador con el porcentaje de los mismos que ha resultado exitoso, y he representado el volumen de los intentos de pases largos en burbujas de distinto tamaño.
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Cantidad de pases largos realizados desde el mediocampo
Delanteros con más de 50 partidos y más de 10 pases intentados
Eje vertical: Porcentaje de pases que condujeron a jugadas exitosas
Eje horizontal: Porcentaje de pases completados
Messi está entre los pasadores más precisos en las dos opciones, y nadie con tantos intentos es más preciso. Hay jugadores que completan un mayor porcentaje de estos pases y/o conducen a jugadas más exitosas con ellos, pero estos jugadores resultan claramente mucho más selectivos en sus pases. Por ejemplo, el 60% de pases exitosos conseguido por Ronaldo es mayor al 54% de Messi (aunque con una precisión un poco menor en la concreción de los pases), pero en la cantidad Ronaldo sólo logró 41 pases largos exitosos contra 81 de Messi.
Así las cosas no es ninguna sorpresa que Messi sobresale en los pases en profundidad, delicado y hermoso arte que requiere circunstancias y timing perfectos para ser exitosos. Messi intenta casi el doble de estos pases que cualquier otro delantero, y aun así rompe la estadística.
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Pases en profundidad
Realizado por delanteros desde 2010
Eje vertical: Asistencias mediante pases en profundidad
Eje horizontal: Pases en profundidad intentados
Y luego tenemos la crema del pase ofensivo, en campo rival, hacia delante y en dirección al arco. En ataque nadie ataca tanto ni tan seguido como Messi, y nadie es tan exitoso haciéndolo.
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Atacando el arco
Pases de delanteros, desde 2010
Eje vertical: Goles por partido
Eje horizontal: Pases hacia delante desde posiciones de ataque a los últimos veinte metros, por partido
De estos pases surgen la mayoría de las asistencias y, por cierto, de todos los delanteros Messi es el que posee –y con un buen margen- la mayor cantidad de asistencias por partido para este tipo de pases. Y otra vez, a pesar de intentar el doble de veces que la mayoría, vence las expectativas.

Toque a toque

A esta altura, debería resultar evidente que Messi posee al menos un poco de habilidad. Pero todavía hay trabajo pendiente: debemos demostrar que él hace que su equipo sea mejor.
Primero, para asegurarnos que estamos celebrando la grandeza de Messi y no la del Barça, necesitamos entender a Messi en el Barcelona. La forma más fácil de hacerlo es sopesando al Barcelona sin Messi, algo también conocido como Selección de Fútbol de España.
El contraste entre la España de 2010 y la de 2014 parece enorme: la del 2010 ganó la Copa del Mundo y la del 2014 fue la primera en volverse a casa. Pero en ese relato se pierde que el equipo campeón del 2010 no fue tan gran cosa, al menos en ataque. Ese equipo campeón convirtió menos goles por partido que el que fue eliminado este año: ocho goles en siete partidos cuando campeonó y cuatro goles en tres partidos este año. Lo cual nos da doce goles en diez partidos. 1,2 por juego. En comparación el Barcelona, en la Champions League 2010/11 convirtió 30 goles en 13 partidos. Desde 2010 el Barcelona marcó, a nivel UEFA, 104 goles en 47 partidos. Un promedio de 1,08 gol más por partido que lo logrado por la Selección de España compuesta por un núcleo ofensivo similar, utilizando el mismo estilo tiki-taka, pero sin Lionel Messi.
Quizás no sea una comparación justa, pero es consistente con la teoría que dice que Barcelona puede “jugar al loco hasta que la oportunidad aparezca” sólo porque tiene a Messi como delantero.
Entre los tiros pateados y las chances creadas, Messi es responsable de cerca del 48% de los disparos al arco del Barcelona (sin incluir penales ni jugadas de pelota parada). Aun así, entre él y los jugadores que él asiste convirtieron el 60% de los goles culés.
De hecho, cuánto más se involucra Messi en un disparo al arco más probable es que su equipo convierta. Messi ha convertido el 22,1% de sus propios tiros (sin contar penales ni tiros libres). Los jugadores a quienes ha servido goles han convertido el 18,1% de sus disparos. Pero las ocasiones de gol del Barcelona en las que Messi no ha participado han terminado en gol sólo el 12,5% de las veces.
Aunque Barcelona es uno de los mejores equipos del mundo, existe una gran diferencia entre las ocasiones en que Messi está involucrado y en las que no. Acá les mostramos esas mismas diferencias para todos los jugadores que desde 2010 han jugado más de 100 partidos y que han pateado o asistido compañeros más de 4 veces por partido.
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Valor agregado por tiros y asistencias
Porcentaje de mejoría cuando el jugador está involucrado
Primera columna: Mejoría en tiros
Segunda columna: Mejoría en tiros asistidos
Por supuesto, estos son números brutos y no se tienen en cuenta los tipos de disparo que cada jugador tomó o asistió, ni la cantidad de intentos. En general es difícil de mantener los valores en una mayor muestra de disparos y habría que subdividir demasiadas categorías para encontrar algún otro dato de relevancia.
Por ello volvemos al esquema de GAA, que compara el resultado de cada chance o disparo con su expectativa. Así, se pude establecer si un jugador ha superado las expectativas para todos sus disparos y chances creadas. Luego podemos hacer lo mismo para todos los tiros intentados por su equipo sin que el jugador esté involucrado, y compararlos. Por ejemplo, si el jugador convirtió 0.02 goles por sobre lo esperado (GAA, por tiro) y el resto de su equipo obtuvo un GAA de -0.01, entonces el valor agregado de ese jugador puede establecerse en 0.03 GAA por tiro. Ahora grafiquemos ese valor agregado contra la participación ofensiva total (el porcentaje de disparos del equipo en los que estuvo involucrado) de cada jugador:
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Valor agregado vs Participación ofensiva total
Eje vertical: Valor agregado por disparo
Eje horizontal: Porcentaje de disparos del equipo en los que el jugador estuvo involucrado
Por último, después de varios gráficos, vemos una estadística decreciente. Al menos para todos los que no se llaman Lionel Messi. Él nuevamente se mantiene impasible al tope de la tabla.
Eso es lo que ocurre una vez que se organizan los disparos. Si queremos explorar la eficacia de un jugador debemos echar una mirada más profunda en cada sus contactos con la pelota. Para esto he creado una estadística llamada “posesiones utilizadas”, que toma en consideración la cantidad de veces en que el jugador:
- Remata al arco;
- Pasa la pelota a un jugador que remata al arco;
- Pierde la pelota;
- Intenta pasar la pelota y falla;
- Intenta eludir a un defensor y falla.
En otras palabras, es una estadística pensada para reflejar cualquier evento que finaliza con el equipo cediendo la posesión, sin importar la jugada terminó positiva o negativamente. Las acciones de juego que sólo estiran la posesión, como una gambeta exitosa o un pase a un jugador que no patea al arco, no son tenidas en cuenta.
Es obvio que pasar correctamente la pelota es una habilidad importante (lo que ya se ha reflejado con anterioridad), pero en este caso deseo establecer la relación entre la posibilidad de que una jugada termine bien (goles, asistencias) y que termine mal (pifias, pérdidas, etc) en todos los casos en los que el jugador realiza una acción que da fin a la jugada/posesión. Teniendo en cuenta a los jugadores que finalizan más de 15 posesiones/jugadas por partido podemos graficar las posesiones utilizadas que terminaron en goles o asistencias de la siguiente manera:
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Goles y asistencias por posesiones utilizadas
Eje vertical: Goles convertidos o asistidos por posesión utilizada
Eje horizontal: Posesiones utilizadas por partido
Quitando todos los pases que no terminan en un disparo al arco, Messi genera la mayor cantidad de puntos por toque que cualquier otro jugador con un nivel de participación similar en el juego. Pero hay un par de cositas interesantes en este gráfico: a pesar de no tomar tantos tiros, Messi utiliza más posesiones por partido que Ronaldo. Esto es porque habitualmente Messi es más proclive a encarar defensores, y por ello son mayores sus chances de entregar mal la pelota o perderla generando un contra ataque. Por el mismo motivo tiene también más probabilidades de dar mayor cantidad de asistencias.
Es claro que las pérdidas de balón en el fútbol no son un problema tan grande como en el básquet o en el fútbol americano. Los disparos, incluso los de baja calidad, son un recurso mucho más escaso que las posesiones. Arriesgarse a perder la pelota por intentar convertir un gol de los difíciles o improbables puede valer la pena.
Por último, el desempeño defensivo de Messi es consistente con el de cualquier otro gran goleador. Parece no importar que con sus 169 centímetros de altura sea talle S.
Para evaluar las habilidades defensivas de Messi he combinado los quites exitosos, intercepciones y tiros tapados, y los he relacionado con las posesiones rivales.
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Cuando los grandes goleadores defienden
Eje vertical: Jugadas defendidas por posesión rival
Eje horizontal: Goleas creados por posesión.
Hay pocos aspectos del juego en que los números de Messi son considerablemente menores a los de sus pares (léase Ronaldo): No suma muchos despejes –aunque esto está más relacionado con su estilo de juego-, no va a muchas pelotas aéreas y cuando lo hace sólo se impone en el 50% de esos duelos, lo cual sin duda es afectado por su baja estatura.

Conclusión

¿Cómo deberían sentirse los hinchas argentinos con todo esto, dada la frustración experimentada en los últimos Mundiales y las esperanzas puestas en Messi para este año? Hasta ahora en este torneo Messi ha estado achicando la brecha que había estadísticamente entre su desempeño en el Barcelona y en la Selección. Brecha que nunca fue tan grande como parece.
Desde el Mundial 2010, Messi convirtió 19 goles y dio 6 asistencias para Argentina en 22 partidos (0,90 goles por partido y 0,30 asistencias por juego, comparados con 1,10 y 0,40 en el Barça). En eficacia para convertir y asistir obtuvo un GAA de 0.199 por tiro con la Selección, comparado con un 0.262 con los culés. Jugando para Argentina tiene mejor rendimiento defensivo que en su club, estas diferencias –que existen- posiblemente se deban más al diferente estilo de cada uno de estos dos equipos que a la calidad de su juego.
A la vez, 22 partidos es una muestra más bien pequeña. Aun así, las estadísticas son consistentes con la idea de que Messi es el mejor futbolista del planeta, ese 0.199 GAA de Lionel en Selección es mayor que el 0.175 de Ronaldo en el Real Madrid desde 2010 a hoy. Así se ve ese GAA de 0.199:
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Disparos al arco de Messi
Jugando para Argentina, de 2012 hasta la Fase de Grupos del Mundial 2014
En celeste: Goles
En blanco: Atajados
En rojo: Desviados
En otras palabras, si el Messi del Barça y el Messi de Argentina fueran dos personas distintas –basándonos únicamente en las estadísticas de 2010 a 2014- existe una buena chance de que ambos fuesen los dos mejores jugadores del mundo.
Uno de ellos jugará este martes.
Artículo publicado el martes 01/07/2014 por Benjamin Morris @skepticalsports en FiveThirtyEight.
Todos los gráficos corresponden a la nota original.

jueves, 10 de julio de 2014

Las mujeres, los hombres y el fútbol

 


 
 
El fútbol, por lo menos para el caso argentino, resulta un área social privilegiada de la constitución de la subjetividad masculina y de relevamiento de la vida cotidiana de los varones. Gran parte de la fascinación masculina por este deporte reside en lo que se denomina captura de la escena deportiva: la impredictibilidad, la sorpresa, la ambigüedad entre ganar y perder, la creencia en los espectadores de que su entusiasmo puede cambiar las oportunidades de su equipo, la suposición en los jugadores de que otra cosa acontece cuando son mirados por el público. Captura ligada a la conformación del ideal ligado a la masculinidad.
A poco de comenzar la investigación, comencé a percibir que hablar de fútbol es hablar de un componente muy importante de la vida cotidiana en nuestra región; es uno de los modos en los cuales se expresa el afecto, la pasión y los vínculos. Y también las construcciones de género, masculinas y femeninas. El fútbol está sexuado y pintado de género, con predominio masculino, aun cuando siempre hubo gustadoras y se ha verificado ya una entrada masiva de mujeres apasionadas por este deporte.
En cuanto a los varones, hay una manera particular de creación de subjetividad masculina en nuestro país, expresada en una distintiva manera de jugar al fútbol que ha ido cambiando con el tiempo. Podríamos afirmar que el fútbol argentino ha construido un tipo particular de género masculino en nuestro país y, viceversa, el estilo particular de construcción de la masculinidad en la Argentina marcó un estilo en la creación de un fútbol nacional. Hay una relación entre el fútbol y el hacerse hombre y ser hombre en la Argentina. Y como el mismo concepto de género lo señala por su carácter relacional, no es posible hablar de un hacerse hombre que no sea simultáneo a un proceso de hacerse mujer: hay una relación entre el fútbol y el hacerse mujer y ser mujer en la Argentina; por lo menos, en las vicisitudes de devenir mujer conviviendo con hombres que tienen una pelota de fútbol en el corazón.
Sin duda, en nuestro país el fútbol se ha constituido como un organizador de la identidad nacional casi desde sus inicios, diferenciándose del fútbol extranjero, en especial del inglés, del cual es heredero. Este deporte se constituyó en uno de los modos de transformar a los hijos de inmigrantes en criollos, con base en las posibilidades brindadas por la preferencia de la habilidad, por encima de la clase social de origen. Se valoró el estilo rioplatense, ligado al potrero más que al pizarrón, ligado al arte y a la creatividad más que a la máquina y la potencia. El potrero fue caracterizado como espacio del hombre libre, de la verdad democrática. Esta imagen del hombre libre se instituye en relación con la preservación de una virtud masculina: el estilo infantil, puro. El potrero se constituye en un mundo de pibes traviesos, pícaros, “vivos”, que escapan de los colegios y de los clubes.
Ya en 1928, la revista El Gráfico caracterizaba el estilo criollo como el de un jugador liviano, veloz, afiligranado, con mayor habilidad individual y menor acción colectiva; mañoso, con la indolencia como virtud, no necesitado de la fuerza para imponerse. Estas son las características generales del fútbol nacional, fundamentalmente el contrapunto entre el habilidoso y el que tiene fuerza, sostenido en la oposición entre cerebro y cuerpo. Se expresa también otro tipo de contradicciones: entre el aristócrata del fútbol y el obrero; el primero juega para divertirse, mientras el segundo se describe como hecho para la lucha y el esfuerzo. Así cabe señalar la coexistencia de diferentes modelos, cada cual con su estilo, poseedor de un tipo de cuerpo y de virtudes masculinas. Y el público, los otros varones, identificándose con los mismos, dependiendo de cuál le resulte más cercano y afín.
Por lo menos desde la década de 1920, el fútbol forma parte de la genealogía masculina de nuestro país. Desde entonces un padre tiene para transmitir y legar a su hijo varón tres blasones identificatorios: un nombre, un apellido y una camiseta. La pertenencia a la escuadra familiar, identificada con la camiseta, instituye el linaje en un intento de construirse una pertenencia nacional. Pertenencia que en la actualidad representa uno de los pocos organizadores de identidad fuerte cuando se asiste al estallido y reordenamiento de varios de los organizadores instituidos de la vida en la modernidad. La afición por un equipo permite un anclaje identificatorio de gran relevancia frente a los otros posibilitadores de identidades fuertes y depositarios de ansiedades de la modernidad, que se han revelado perecederos: el matrimonio, el trabajo, los partidos políticos, los pactos, los referentes, los líderes.
Parecería que lo único perenne es el fútbol, ya que, salvo raras excepciones, se nace y se muere con la misma camiseta. Un varón contemporáneo puede cambiar de mujer, de partido, de jefe y hasta de país, pero nunca de equipo de fútbol. Este fenómeno explica el asombro que produce el hecho de que muchos varones que tiempo atrás no le prestaban atención a este deporte, en la actualidad lo hagan con fervor. En realidad se trata de un disfrute del último refugio generador de pasión y dador de identidad fuerte que les queda. Apelan al reservorio de genealogía de género masculino argentino que no encuentra un equivalente en la feminidad: el nombre, el apellido y la camiseta.
Y, en la clínica psicoanalítica, la pesquisa de la predilección por algún equipo de fútbol y sus vicisitudes es una buena vía de acceso a los avatares de la función paterna en un sujeto. “Y vos, pibe, ¿de qué equipo sos?”, suele preguntarse a los niños varones en nuestro país, y la pregunta se refiere a con quién se afilia, qué modelo de masculinidad ha incorporado y cuál elige incorporar. Las respuestas pueden ser varias. El niño puede decidir pertenecer al club del padre, al del mejor amigo del padre, al del nuevo esposo o amor de la madre, al del abuelo materno o paterno, al del tío, al de la banda de amigos (esta suele ser una elección secundaria), al del valorado padre de un amigo, puede ser el club de la ciudad o el país al cual se migró en un intento de adquirir una identidad nueva. El fútbol nos transmite información sobre el recorrido de las identificaciones con los varones, como una hoja de ruta de la masculinidad.
Y ese niño que elige su pertenencia al equipo del tío pudo haber tomado la decisión al percatarse del amor que éste siente por la camiseta. Ese tío era el que llevaba al chico a la cancha, y la condición para ser llevado a la cancha es pertenecer al mismo cuadro que ese adulto. Claro que este mismo niño puede seguir la profesión del padre, su ideología política, sus gustos estéticos, etcétera.

Mujeres argentinas

En lo que respecta a las mujeres argentinas y el fútbol, desde ya se puede hablar de su relación, tolerante o no, de acompañamiento o no, con esa pasión masculina. Claro, no hay por qué desconocer la integración gradual y creciente de las mujeres a todos los ámbitos de la vida social, entre los que el fútbol está incluido. Pero este deporte no es cualquier ámbito de la vida social argentina, sino que es uno de los dadores de identidad más fuertes y de los menos modificables en esta posmodernidad periférica. Es un referente que señala rápidamente quién es un sujeto y quién no. Y de este fenómeno nadie quiere quedar excluido, tampoco las mujeres. Podríamos organizar la relación de las mujeres con el fútbol en dos grupos: las mujeres a quienes les gusta el fútbol y las mujeres a quienes no les gusta el fútbol. Las primeras podrían dividirse a su vez en dos subgrupos: las que han ingresado o pugnan por ingresar como actoras directas –jugadoras, árbitros, periodistas, dirigentes y entrenadoras– y las que simplemente son gustadoras del espectáculo, asisten a los partidos o los miran por televisión.
Las que procuran ingresar en la actividad deben enfrentar los escollos que se plantean cuando las mujeres deciden entrar en alguna rama de la actividad social de predominio masculino.
Un atractivo que tiene este deporte es el efecto de ser subjetivados en relación con un juego colectivo donde, más allá de las habilidades individuales, si no hay equipo no se puede jugar: es el aprendizaje de “pasar la pelota”, jugar en relación con los otros, y no “comérsela”. Esto otorga una tradición muy importante que el colectivo de mujeres no tiene como acervo, precisamente por haber estado excluido de la estimulación hacia la práctica de deportes colectivos.
En cuanto a las mujeres a las que no les gusta el fútbol podríamos distinguir cuatro grandes subgrupos. Uno es el de las que se sienten molestas por considerarse excluidas de una actividad que –mientras dura el partido– causa todo el interés de su amado. Ellas, todo el tiempo buscan una manera de persuadir a su partenaire de que, en prueba de su amor por ellas, desista de ir a la cancha o de ver el partido por televisión. En estos casos podemos advertir que la escuadra favorita ha resultado investida como “la otra”.
También están las indiferentes. A estas mujeres no les importa ni les molesta el fútbol; en realidad hay muy pocos ejemplares que pertenezcan a este subgrupo. Y están las que acompañan. Mujeres que, con suficiente experiencia en la vida, han aprendido la estrategia de que, al no poder vencer a un poderoso enemigo, lo más inteligente es unírsele. Y están las perplejas: no se sienten molestas pero no logran entender la fascinación masculina por ver a veintidós sujetos adultos corriendo simultáneamente detrás de una pelota.
Lo que las pertenecientes a estos subgrupos suelen compartir, muchas veces inconfesadamente, es la envidia que les provoca la pasión que ellos sienten y a la que no le encuentran equivalente sustitutivo en el universo de la feminidad. En todo caso, se interesen o no por él como juego y como espectáculo, el fútbol no está ausente de los afectos y de la historia de vida de las mujeres que desarrollan su existencia en un lugar donde el fútbol es una actividad de gran importancia social.
Una paciente, al hablar de la relación con su padre, relata que de niña recuerda haber experimentado un odio irrefrenable los domingos por la tarde, cuando él solía escuchar los partidos por la radio. Ya no iba a la cancha porque su hijo varón, el hermano mayor que la paciente, había dejado de acompañarlo –los intelectuales en los años setenta preferían salir con la compañera a ser fieles a la camiseta–. Entonces, papá escuchaba la radio, fuese en la casa, paseando en auto o de visita. El acompañaba físicamente al resto de la familia en domingo, pero su cabeza y su corazón quedaban en el estadio. Quizá junto a las mujeres de la casa se sentía abandonado y solo. Y, mientras escuchaba el partido, el mundo se detenía. Nada más le importaba, ni siquiera su hijita del alma. Con el tiempo la paciente pudo comprender que ese odio que creía sentir por su padre era en realidad provocado por el hecho de que éste se metiese en un mundo que la excluía por ser mujer, un mundo para transmitir y compartir sólo con el hijo varón.
En el relato de algunas de las mujeres que participan y gustan del fútbol, esto se conecta con su relación con el padre: como un don que han recibido del padre, una herencia con la cual ellas se han filiado aun cuando no sea un legado típico a las mujeres.
Tal vez para entender las representaciones psíquicas de las mujeres que participan en el fútbol debamos apelar a un paralelismo con el modelo clínico que se utiliza, desde la perspectiva de un psicoanálisis revisitado desde los estudios de género, para trabajar con las identificaciones vocacionales y laborales de las mujeres cuyas madres han sido amas de casa mientras sus padres participaban en la actividad laboral. Sabemos que estas mujeres, para adquirir su propia modalidad femenina de inserción en el mundo del trabajo, deben apelar al reservorio de identificaciones de la vía paterna y con ese material ir constituyendo y agenciando representaciones propias. Considero que gran parte de la relación de las mujeres con el fútbol está en íntima conexión con el tipo de vínculo con los varones significativos. En los padres de las mujeres gustadoras del fútbol visualizamos la posibilidad de prestarse como modelo identificatorio para sus hijas, sin asimilar los rasgos propios encontrados en sus herederas como un indicador de masculinización en ellas.
De todos modos, este logro suele coexistir con aspectos paternos de reafirmación de su diferencia en relación con las mujeres y de desconocimiento de alguno de los atributos agenciados por sus hijas. Por eso estas niñas suelen carecer de conciencia de la coexistencia de reconocimiento/desconocimiento hasta que se ven envueltas en vicisitudes amorosas, laborales u otras, que entren en contradicción con la imagen que han forjado de sí mismas.
La paciente en cuestión, ya mayor, al igual que otras congéneres, encontró sumo atractivo en un hombre al que no le gustara el fútbol, para luego comprender, desilusionada, que ese lugar puede ocuparlo cualquier otra pasión. Pero también advirtió en ella la fascinación femenina de la que habla Lacan, esa que experimenta al ver a un hombre concentrado y puesto todo en una acción, en un acto. Así, pudo llegar a enternecerse ante los sentimientos y los sacrificios a los que un varón está dispuesto por la camiseta de sus amores. Ella forma parte del colectivo de mujeres que en la actualidad se ha percatado que en una casa puede haber dos televisores y que existen muchos programas alternativos, amistades y familiares que visitar un domingo por la tarde. Y uno de esos programas puede incluir acompañar al amado a ver un partido. Ellas han llegado a la conclusión de que desconocer el fútbol es desconocer una parte importante de la vida nacional y de los varones argentinos. Saben que el corazón puede resultar un músculo muy elástico y que puede albergar cariño por otro equipo, además del que el padre les legó. Podemos comprender que el afianzamiento de este proceso va de la mano de los cambios que se están produciendo en el ejercicio de la función parental y de la democratización de las relaciones entre los géneros en su sentido más amplio.
* Extractado de “El fútbol como organizador de la masculinidad”, publicado en la revista La ventana y originado en una investigación que se efectuó en el marco del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. (Por Debora Tájer - Página12)

domingo, 6 de julio de 2014

El simulacro (Por Jorge Luis Borges)




 (Ing. Jacobacci - Rio Negro - Julio 1952)
Respetuosa despedida de la mujer más importante de la historia argentina.

En uno de los días de julio de 1952, el enlutado apareció en aquel pueblito del Chaco. Era alto, flaco, aindiado, con una cara inexpresiva de opa o de máscara; la gente lo trataba con deferencia, no por él sino por el que representaba o ya era. Eligió un rancho cerca del río; con la ayuda de unas vecinas, armó una tabla sobre dos caballetes y encima una caja de cartón con una muñeca de pelo rubio. Además, encendieron cuatro velas en candeleros altos y pusieron flores alrededor. La gente no tardó en acudir. Viejas desesperadas, chicos atónitos, peones que se quitaban con respeto el casco de corcho, desfilaban ante la caja y repetían: Mi sentido pésame, General. Este, muy compungido, los recibía junto a la cabecera, las manos cruzadas sobre el vientre, como mujer encinta. Alargaba la derecha para estrechar la mano que le tendían y contestaba con entereza y resignación: Era el destino. Se ha hecho todo lo humanamente posible. Una alcancía de lata recibía la cuota de dos pesos y a muchos no les bastó venir una sola vez.

¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal y es como el reflejo de un sueño o como aquel drama en el drama, que se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología.

El Peronismo es la gran musa inspiradora para escribir y para pensar (Rodolfo Edwards)

 Con el bombo y la palabra puede ser vista como una historia de la literatura argentina desde el peronismo. Se trata de un recorrido vertiginoso que incluye la perplejidad de los “contreras” y los homenajes del campo nacional y popular.


El tío paraguayo Duarte –el mismo apellido de Evita– usaba chancletas de plástico transparente y confiaba ciegamente en que su sobrino sería político o escritor. Acertó ese gran hombre que logró que el niño Rodolfo Edwards se fascinara con las historias que le contaba, a fines de la década del ‘60, sobre “el Pocho”, entonces exiliado en Madrid. Por él se hizo peronista. A él está dedicado Con el bombo y la palabra. El peronismo en las letras argentinas. Una historia de odios y lealtades (Seix Barral), un recorrido vertiginoso por los dispositivos textuales que manifiestan la indisposición del campo literario argentino “frente a un fenómeno incómodo que apareció como un grano lleno de pus para los actores culturales”, un grano que explota por obra y gracia de la pasión que pone Edwards a la hora de escanear con el “peronómetro” en mano –como advierte a Página/12– una lista abrumadora de libros que han denigrado la historia y las figuras del peronismo. Hay cuentos, novelas, poemas y piezas teatrales de Jorge Luis Borges –”el gran matricero de textos antiperonistas”–, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Beatriz Guido, Elvira Orphée, Ezequiel Martínez Estrada, Julio Cortázar, Néstor Perlongher, Copi, César Aira.
En el rastreo aparecen homenajes sinceros al peronismo, como los de María Elena Walsh, el drama desgarrador que encarna Responso, de Juan Saer, la trilogía peronista de Guillermo Saccomanno y Pubis angelical, de Manuel Puig, entre otros. Pero el hecho innegable es que la mayoría de los escritores argentinos son antiperonistas. En el “palo nacional” están Leónidas Lamborghini, Germán Rozenmacher, Enrique Santos Discépolo y Leopoldo Marechal, además de afilados ensayistas como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Juan José Hernández Arregui y John William Cooke.
–Copi y Perlongher plantean una carnavalización del peronismo. ¿Sería una forma simpática de gorilismo, una manera de expiar el antiperonismo, o esa carnavalización es un mecanismo que lo explicita?
–Es una manera de explicitarlo. Mi libro puede ser visto como una historia de la literatura argentina desde el peronismo. En el cuento “El simulacro”, de Borges, en un lugar muy lejano de provincia están velando el cadáver de Evita. Es un simulacro porque adentro del cajón hay una muñeca y hay un tipo vestido como Perón. La idea permanente de Borges es que el peronismo es una farsa, una mentira. El peronismo es una representación teatral. Ese texto de Borges arma una serie con Copi, con Perlongher, con Aira, con (Daniel) Guebel. Este texto de Borges actúa como una gran matriz. Borges es el gran matricero de textos antiperonistas. En el tratamiento del cadáver de Evita en Perlongher y Copi veo una cuestión antiperonista. Hay una saña con las figuras del peronismo. El padre de Copi era Raúl Damonte Taborda y él sufrió el peronismo porque se exilió con su familia en Montevideo. En la obra de teatro Eva Perón, aparece la madre de Evita y le dice: “Guacha, dame el número de cuenta de Suiza...”. Esto es violento y agresivo. No veo un homenaje a Evita como alguna crítica pretende ver. Lo de Perlongher me parece toda una obsesión con el cadáver de Evita. Mi cuestionamiento a estos autores no es para nada estético. Pero en mi libro aplico un escáner, un “peronómetro” y un “antiperonómetro”. La obra de Perlongher me parece inobjetable; Cadáveres es uno de los más grandes textos de la poesía argentina. La literatura argentina no se puede pensar sin el peronismo. El peronismo es la gran musa inspiradora para escribir y pensar.
–Las ficciones antiperonistas ganan por goleada, ¿no?
–Coincido plenamente. En el curso de mi investigación, armaba pilas de libros en mi escritorio. La pila de libros antiperonistas se elevaba y crecía. Y la pilita de libros peronistas era muy chica; había una gran desproporción. Lo atribuyo a un factor: el peso de la cultura de izquierda y de la cultura liberal es muy fuerte; son dos tradiciones que vienen del fondo de la historia. En cambio el peronismo tiene setenta años, no es nada, es muy poco tiempo. La gran mayoría política peronista no se refleja en lo cultural.
–¿Por qué ocurre esto? ¿Será por la fuerza que han tenido Sur y Victoria Ocampo en la cultura del siglo XX?
–Las capas medias no han terminado de digerir al peronismo. De hecho está la gran frase de Cooke, “el peronismo es el hecho maldito del país burgués”, muy iluminadora en el campo cultural, donde el peronismo despierta una gran perplejidad en los intelectuales. El peronismo es como el Peter Pan de la política argentina, un adolescente eterno que se niega a crecer. Por un lado hace torpezas y a veces cagadas. Pero por otro lado se mantiene vigente, lozano y siempre joven.
–¿La perplejidad que produce hoy el peronismo tiene que ver con cuál será la forma que tendrá este cuerpo político en movimiento? El menemismo también fue una forma de peronismo.
–En el comienzo del libro pongo un poema de Ramón Plaza que dice: “En mi balcón/ hay una planta/ de la cual no sé el nombre,/ ni qué lugar ocupa en el discurso/ botánico./ Nos hemos conocido allí,/ en el balcón./ De modo que si bien/ sé con quien trato, no sé quién es.// Su flor es gigantesca. Una sola./ Amarilla y en forma de corola./ Un picaflor la visita,/ la liba, la chupa, la cuerpotea,/ la relame, la lenguotea, la usa/ como mujer.// Luego vienen otros y otros./ Esta planta labura en mi balcón,/ y es la casa de putas/ de todos los picaflores”. Como la súper flor de los balcones, al peronismo también se lo liba, se lo cuerpotea, se lo relame y se lo lenguotea, a veces con odio, a veces con amor. El peronismo es como esa flor que liban los picaflores: liberalismo en los ‘90, ahora hacia la izquierda. El peronismo es un espacio de lucha de la gran puta; todos se lo llevan a la cama por derecha o por izquierda. Por eso el peronismo para mí es rock & roll. El peronismo es el espacio de la transgresión.
–¿Por qué a esa transgresión le cuesta tener su correlato en lo cultural?
–En el libro analizo la relación tensa que tuvo Perón con sus propios cuadros intelectuales, con Scalabrini Ortiz, con Jauretche. En lo cultural el peronismo más clásico es bastante conservador, salvo Leónidas Lamborghini, nuestro gran poeta. Los grandes escritores del peronismo son Leónidas y Marechal. El peronismo donde mejor se ha manifestado es en el ensayo, en los textos de Jauretche, esos textos de hacha y tiza, el libelo, el brulote, esa cosa agresiva de replicar al rival atacándolo, esa pluma afilada de manifiesto. Ahí están Hernández Arregui y Cooke, muy afilados a la hora de escribir. Pero son textos de contestación, de réplica, textos militantes... Perón decía que la única verdad es la realidad. Y yo digo irónicamente que por encolumnarnos con nuestro líder no podemos escribir ficciones. La ficción es el territorio de los gorilas.
–La ficción, lo que se escribe en una página, es tan polémico como interesante en Con el bombo y la palabra. Luego de analizar Las puertas del cielo, “súmmum del imaginario gorila”, y La banda, de Cortázar, lanza una pregunta incorrecta: ¿Cortázar sería citado hoy por el Inadi por la publicación de estos cuentos?
–Sé que es una ficción, pero detrás de la ficción hay un autor, alguien que escribe. Esa ficción no fue producida por una máquina. Cuando uno escribe, delata lo que piensa. Yo paso el “peronómetro” en un texto de (Ricardo) Piglia como “Desagravio”, un cuento perfecto, y ahí no encuentro antiperonismo porque es un cuento sobre un tipo que se quiere reconciliar con la mujer justo en medio de los bombardeos y aprovecha para matarla. No es lo mismo “Casandra”, de (Juan Rodolfo) Wilcock, que, como Cortázar, no aguantaba la negrada y se fue del país. El personaje es una metáfora de Evita, una dictadora que manda a asesinar a gente. Wilcock odiaba a Evita y por eso escribió ese texto. Es una ficción, pero el autor está expresando todo su odio a Evita y al peronismo, como lo hizo Borges con “El simulacro”. En un cuento, Juan Carlos Onetti también trata de forma muy despreciativa a la gente que iba al velatorio de Evita. Hay una burla a la negrada y con la cosa de la piel que son muy jodidas. En algunos textos de María Elena Walsh, que no era peronista, como el tango “El 45” o el poema por la muerte de Eva Perón, hay un sincero homenaje. O Responso, una joyita de (Juan José) Saer sobre un sindicalista peronista en Santa Fe que cae en desgracia y lo deja la mujer. Saer muestra una derrota política y cómo la caída de Perón provoca la decadencia absoluta de un ser humano.
En el último capítulo de Con el bombo y la palabra desmenuza las ficciones más recientes de la literatura argentina. Juan Diego Incardona, por varias cabezas, es el preferido. “El campito es una novela magnífica, un homenaje a la resistencia peronista”, pondera con el “peronómetro” en alza. “Los más jóvenes no pueden evitar seguir en la matriz borgeana de ‘El simulacro’ –plantea Edwards–. El peronismo es para parodiar. Perón es un payaso loquito y Evita como una muñeca que dice pelotudeces. Yo pongo el ejemplo de una sitcom gorila, Mi señora es una espía, que consideraba que los peronistas somos boludos, frívolos, unos tarados preocupados por los electrodomésticos.”
–¿En qué textos de las nuevas generaciones aparece la dificultad de salir de la matriz borgeana?
–Lo veo en Escolástica peronista ilustrada, de Carlos Godoy, y en El peronismo (spam), de Carlos Gradín. Si el peronismo es todo, también es nada. El peronismo es algo, ahí tengo una diferencia. Si el peronismo es todo, le estás restando contenido. Lo transforman en un significante vacío. Tanta joda no; paremos un poquito porque no es tanta joda el peronismo. Si no caen en lo de Borges y Bioy: el peronismo es “una fábula para patanes”. Una cosa de payasos, de loquitos, de monos con navaja. En algunos de estos textos, Perón sale sin manos y baila una cumbia. Como peronista me molesta muchísimo. O que en otros textos aparezca Evita como zombie. Son chistes que le hacen el juego a la cosa gorilona del simulacro de Borges, por más que después se proclamen peronistas. Quizá sea una falla de mi lectura, pero no puedo ver estas jodas como homenajes.
–¿Un modo “políticamente correcto” de no parecer gorila es exacerbar la burla?
–Sí. Esas parodias no son inocentes, en el fondo lo que provocan es transformar al peronismo en un artefacto cultural inofensivo. Perón le dio de morfar a un montón de gente. Yo mismo, hijo de un obrero, pude acceder a la educación pública, estudiar en la universidad y recibirme en Letras. Hay un montón de cosas fundamentales que hizo el peronismo que parecen inocuas en estos textos, donde Perón es un loquito con su corte de enfermitos que bailan con él. En cambio, Juan Diego (Incardona) recupera las épicas peronistas, la épica de la resistencia, la épica barrial. Con Juan Diego somos muy amigos y a nuestros textos los críticos los califican de barrialistas. Edwards e Incardona somos menores frente a otros que escriben pelotudeces que no se entienden.
–El barrialismo es el equivalente al populismo en la política. Tiene esa carga despectiva...
–Exactamente. En el colegio nos enseñaban Boedo y Florida, una lucha entre dos estéticas y dos ideologías. Pero en la década del ‘20 Discépolo ya estaba haciendo sus primeros tangos y obras teatrales. En el ‘29, Celedonio Flores edita Chapaleando barro, un texto maravilloso que funda la poesía barrial porteña. Las dictaduras hicieron desaparecer personas, pero las elites culturales hacen desaparecer textos, también son desaparecedoras. Es muy duro lo que digo, pero es lo que pienso. Las elites hacen desaparecer la cultura popular, la tratan de borrar. No es que yo digo: “Lean a Jauretche y no lean a Borges”. No: leamos a Jauretche y a Borges; un país es una suma de tradiciones. En cambio, las elites culturales restan en vez de abrir. La cultura tiene que ser un menú de opciones infinitas donde cada uno pueda leer lo que quiera. (Por Silvina Friera - Página12)