domingo, 29 de agosto de 2010

Un plan para cambiar la salud mundial


El filósofo que busca crear un fondo global para estimular la producción de remedios

Thomas Pogge recorre el mundo con su propuesta para incentivar a los laboratorios a producir medicamentos para pobres. Aquí, explica en qué consiste el método y por qué la Argentina podría jugar un papel clave.
Por Mariana Carbajal
Thomas Pogge es uno de los filósofos “globales” más reconocidos del momento. Nació en Alemania pero vive desde hace tres décadas en Connecticut, Estados Unidos. Aunque, en realidad, últimamente ha pasado más tiempo volando que en tierra firme. Desde que comenzó el año, recorrió el equivalente a cinco vueltas al mundo con un objetivo primordial: promover el Fondo de Impacto sobre la Salud (The Health Impact Fund), una nueva propuesta para estimular la investigación y desarrollo de fármacos para las llamadas enfermedades de la pobreza, las olvidadas, que afectan a millones de personas pobres en el planeta, como la malaria, el dengue y, en la Argentina, particularmente el Mal de Chagas, cuya cura no es un desafío para los grandes laboratorios dado que los potenciales clientes-pacientes tienen sus billeteras vacías. La iniciativa consiste en brindar a las compañías farmacéuticas la opción de vender al costo y cobrar un monto adicional por el impacto en la salud que cause una nueva droga. Cuanto más efectiva, cuantos más individuos logre curar, más ganancias tendrá la empresa. En su periplo, Pogge estuvo en Buenos Aires, donde dio un par de conferencias, y partió luego rumbo a Brasil. Para el filósofo, Argentina puede ser un país clave para di- seminar la idea del Fondo en la región. En una entrevista con Página/12, en su acotada agenda, explicó los detalles del proyecto.
La prensa alemana lo apodó “el pensador-para-cambiar-el mundo”. Pogge está convencido de que se puede (y se debe) terminar con la pobreza. “Todo lo que se necesita para que nadie quede por debajo de la línea de pobreza es el uno por ciento del ingreso mundial”, enfatiza Pogge, con la intención de mostrar que no se trata de un escenario inevitable. Entre otros libros, editó La pobreza como violación de los derechos humanos.
–¿Alguna experiencia personal lo empujó para involucrarse con esta temática?
–Sí, tres experiencias. Nací en Alemania. La generación de mis padres hizo algo terrible (sostener el nazismo), por lo tanto a los 6 o 7 años entendí que uno tenía que desconfiar de los juicios morales de sus padres. En segundo lugar, la guerra de Vietnam, los bombardeos estadounidenses me hicieron identificarme con los países en desarrollo. En tercer lugar, un viaje que hice mientras era estudiante de posgrado, y fui desde Estambul a Japón: en ese recorrido vi una pobreza increíble que nunca me había imaginado, en Deli, Pakistán, Bangladesh, Tailandia..., ver a nenas que se vendían como objeto para prostitución en las estaciones me impactó muchísimo –cuenta Pogge.
Habla sin exaltarse. Explica con paciencia docente. Discípulo de John Rawls, actualmente es director del Programa de Justicia Global y profesor de Filosofía y de Asuntos Internacionales en la Universidad de Yale. Además, dirige un programa de investigaciones en la Universidad de Oslo y también se desempeña en el Centro de Filosofía Aplicada y Etica Pública en la Universidad Nacional de Australia. En Buenos Aires, dio una conferencia invitado por Flacso-Clacso y otra en la Facultad de Derecho de la UBA, donde fue presentado por la decana Mónica Pinto. Hacer Justicia a la Humanidad: Problemas de Etica Práctica contiene sus ensayos más importantes traducidos al castellano (México, Fondo de Cultura Económica, 2009).
–¿De qué trata el Fondo de Impacto sobre la Salud?
–El Fondo es una nueva forma de incentivar la innovación en la industria farmacéutica. En el sistema actual, la innovación es recompensada con un monopolio temporario: a través de las patentes, durante un período, la compañía puede recargar el costo de producción y cobrar un precio muy superior. Bajo el sistema del Fondo, la empresa que genera una innovación medicinal puede elegir ser retribuida de una forma distinta: la retribución en ese caso está vinculada con el impacto del medicamento en la salud. El laboratorio, entonces, se comprometería a vender el medicamento al costo. Pero a cambio recibiría, además, una retribución por la mejora efectiva que produzca en la salud ese medicamento.
–¿Reemplazaría al sistema de patentes?
–No, sería una alternativa. El innovador siempre tendrá la posibilidad de elegir. Si lo que descubre es una droga cosmética, un producto para la caída del cabello, no va a ir nunca al Fondo. Pero si descubre la cura de la malaria, sí. En el sistema actual hay dos problemas: uno es que hay muchos medicamentos que son muy caros y no toda la gente puede pagarlos, y otro es que hay muchos medicamentos que son muy baratos y no generan incentivos para su producción.
–¿Qué ventajas tendría el Fondo?
–Tres grandes ventajas. En primer lugar, logra que sea muy conveniente económicamente investigar y producir drogas para las llamadas “enfermedades olvidadas”, como la malaria y el dengue: una nueva droga que consiguiera curar esos males tendría un impacto enorme porque hay millones de personas que las padecen. De esa forma, se promovería la innovación que bajo el sistema actual no se produce porque se trata de pacientes pobres. En segundo lugar, tendríamos drogas muy baratas desde el primer día. La tercera ventaja es que las empresas se preocuparían por un problema que existe ahora que es que los medicamentos lleguen a las personas pobres: si llegan, curan, generan impacto y reciben dinero por eso. Argentina tiene una oportunidad única y valiosa para un liderazgo global para promover esta iniciativa.
–¿Por qué lo dice?
–El Fondo apunta a un modelo global diferente. Hay dos razones por las que Argentina tiene una gran oportunidad para promover la implementación del Fondo. Por un lado, es un vocero reconocido de los países en desarrollo y, al mismo tiempo, por su idioma, por el hecho de ser un país de habla hispana: el español se está transformando en uno de los idiomas más importantes. De modo que si la Argentina se sumara al proyecto sería un participante clave para difundirlo y tener una masa crítica que permita adoptarlo.
–¿Cómo surgió la idea de este Fondo?
–La idea original surgió hace seis o siete años, cuando trabajaba en el Instituto Nacional de la Salud en Washington, de un grupo que se armó con abogados, economistas, investigadores del campo de la Medicina. Ahora la estamos promoviendo políticamente.
–¿La plantearon en la Organización Mundial de la Salud?
–La OMS tiene un grupo de expertos que se reunió durante dos años para explorar nuevas formas de financiamiento de la salud. Evaluaron 90 propuestas. El Fondo fue una de las cinco propuestas elegidas como más promisorias.
–¿Cree que es posible implementarlo frente a la voracidad de la industria farmacéutica, que hasta ha sido acusada de inventar enfermedades con tal de ganar dinero?
–Pienso que sí, porque no es un sistema que perjudique a los laboratorios. Pueden elegir. Además, las compañías farmacéuticas tienen un problema de imagen, nadie las quiere, especialmente en el Hemisferio Sur. Esta es una oportunidad para mejorar su imagen sin perder dinero.
–¿Quiénes se han interesado hasta ahora por el Fondo?
–Estamos trabajando en veinte países clave. Hemos tenido más éxito al plantearlo en Europa, China e India. Se necesitan muchos gobiernos que pongan dinero. China e India están dispuestos a apoyarlo pero están esperando ver qué harán países europeos y americanos. El Partido Socialdemócrata alemán adoptó la propuesta e incluso ha puesto dinero para organizar una gran conferencia en marzo en Bruselas, donde está el corazón del gobierno europeo. El gobierno de Estados Unidos es más difícil que se interese. No suele apoyar iniciativas multilaterales.
–Otro de los tópicos que investiga es la justicia global. ¿A qué se refiere?
–Sí, empecé trabajando en filosofía política y después me dediqué a ese gran tópico. Es la evaluación moral de las instituciones que surgen a escala global. A partir de la globalización cada vez más el mundo está sujeto a reglas supranacionales, que son sumamente injustas. Las reglas de comercio, de inversión, sobre proteccionismo, el régimen de propiedad intelectual. A mediados de los ’90 se globalizó el sistema de propiedad intelectual y todos los países del sur fueron forzados a sumarse a una protección muy estricta de la propiedad intelectual. Esa fue una catástrofe para los pacientes pobres, porque se acabaron los genéricos de los medicamentos baratos.
–Otro de sus temas de estudio es el problema de la pobreza. Hay quienes sostienen que pobreza siempre hubo y siempre existirá. ¿Piensa igual?
–La pobreza se podría terminar fácilmente. Hoy la mitad de la población del mundo gana menos de 2,50 dólares por día. En realidad, están 40 por ciento lejos de alcanzar 2,50 dólares, es decir, se tienen que arreglar con 1,50 dólar por día. Lo que falta para que superen el umbral de los 2,50 –que es donde marca el Banco Mundial la línea de pobreza– es el uno por ciento de ingresos de la Humanidad. Transferir el uno por ciento del ingreso mundial terminaría con la pobreza. Si un país como EE.UU. redujera en un tercio su presupuesto bélico, sería suficiente. Hace 200 años se hubiera necesitado un porcentaje infinitamente mayor que ese uno por ciento. Es cierto, la pobreza siempre existió pero nunca fue tan escandalosa. Es interesante ver el problema de la pobreza desde una perspectiva de género. La mayoría de las personas pobres son mujeres. Las estadísticas lo ocultan porque dan por hecho que en un hogar todos reciben lo mismo, pero no es así. Por ejemplo, la comida no se distribuye de forma igualitaria: las mujeres comen menos, ellas comen después de que lo hacen sus hijos y el marido, y con frecuencia el acceso a la educación también es desventajoso para ellas. La mejor forma que se ha encontrado para erradicar la pobreza involucra a las mujeres: los microcréditos dirigidos a las mujeres son un muy buen camino y está demostrado que son mucho más efectivos para erradicar la pobreza que si se los dieran a los varones.

lunes, 23 de agosto de 2010

Los 65 años de la trochita




La historia ferroviaria patagónica tiene actualidad en el legendario riel entre Ingeniero Jacobacci (Río Negro) y Esquel (Chubut). Como el bíblico Lázaro vivió la resurrección; hoy su largo cuerpo está dividido pero buscando la unión para mostrarse a los que no saben lo que puede ofrecer, aunque algunas pruebas hubo pero casi en silencio. Supo de botánica virgen, espantados guanacos, avestruces y ovejas, aves precordilleranas, viento inquietante y nieve sorpresiva y frenante. Sintéticamente recordamos algo de su vida.
Por iniciativa del entonces ministro de Obras Públicas Ezequiel Ramos Mexía el Congreso Nacional aprobó el proyecto de ley sobre fomento de los territorios nacionales promulgada con el Nº 5558 (11/9/1908) "para estudiar, construir y explotar" varias líneas ferroviarias, entre ellas San Antonio hasta el lago Nahuel Huapi y "Otros ramales de las citadas líneas que el Poder Ejecutivo considere convenientes". En 1910 –con asistencia presidencial– se había inaugurado el primer tramo ferroviario San Antonio-Valcheta, continuando el tendido de rieles. El gobierno nacional decidió el estudio de un ramal entre Huahuel Niyeu (Ingeniero Jacobacci) y Esquel (Chubut) y por decreto de 7 octubre de 1922 se resolvió el inicio de obras, paralizadas en 1929 por falta de recursos. Pala, pico y carretillas primaron para trazar los terraplenes y colocar la enrieladura. Trabajaron los ingenieros Bruno Thomae que dirigió la mayor parte de los trabajos; Adolfo Kirkerup, Martínez y Marco J. Goldenhor Betbeder. Mientras, se habían adquirido –para trocha de 0,75– 81 locomotoras: 56 Henschel & Sohn, (50 de 0,75, 4 para maniobras y 2 tenders guía), alemanas y 25 a The Baldwin Locomotive Works en Filadelfia (USA). Vagones Familleureux, belgas, varios centenares. Ferrocarriles del Estado nombró dos comisiones para estudio de la traza y construcción, una la integró el ingeniero Oscar Frey, además de los nombrados.
Viviendo la tecnología y medios actuales es muy difícil ubicarse en aquella gran obra ferroviaria, con la novedad de su pequeña trocha y paralela a la cordillera. Trazado muy difícil que al final ofreció más de 610 curvas a distintas alturas del mar en su recorrido de 402,1 kilómetros entre la actual Ingeniero Jacobacci (Río Negro) y Esquel (Chubut). Además, un puente de 105 metros y túnel de 110. Simultáneamente tendido de línea telegráfica y la participación de cien hombres. Caso especial fue el abastecimiento de agua para las locomotoras a vapor (carbón y luego fuel oil) y por tanto más o menos cada 40 kilómetros abastecimiento del líquido elemento, lo que dio motivo a la construcción de viviendas –algunas con durmientes– para los encargados de tal tarea y sus familias en algunos casos. Así la topografía rionegrina y chubutense incorporó nuevas denominaciones que fueron: después de Ingeniero Jacobacci, Empalme kilómetro 648, Ojo de Agua, Futa Ruin, Manuel Choique, Aguada Troncoso, Cerro Mesa, puente Río Chico (túnel), Chacay Huarruca, Fitalancao, estación Ñorquinco, Estación El Maitén, Loma Guacha, empalme Ingeniero Thomae, Leleque, estación Lepa, Mayoco, La Cancha, Boquete Nahuel Pan y Esquel.
Vagones de madera y también los asientos para una o dos personas y en medio de cada coche una salamandra, alimentada con leña y por los mismos pasajeros que también servía para calentar agua y ronda de mate, cocinar algún bife, freír huevos y hasta chorizos que llevaban los pasajeros. Todo en familia para sobrellevar las más de catorce horas de viaje entre ambos puntos extremos. El pito de la locomotora –a veces eran dos– convocante y anunciador, lo que unido al "taca tac, taca tac" de ruedas y rieles quebraba el silencio patagónico del "tren social" o "pata de fierro" como también se lo nombraba, con promedio de 45 kilómetros por hora, consumo de 100 litros de agua por kilómetro y parada –fuera de las estaciones– cuando algún poblador o familia hacían seña para subir.
Cientos de vivencias. Pasajeros y personal de "La Trochita" protagonistas de cantidad de películas sin filmar, de notas periodísticas y libros sin escribir porque los viajes eran palabra viva, pero también algún buen documental, sí, muchas notas periodísticas y varios libros como el de Paul Theroux, en inglés The Old Patagonian (Viejo expreso patagónico), "La Trochita" de Sergio Sepiuka y Jorge Miglioli; "El Trochita" de Jorge Oriola y de Puppy Zuker-R Rena, "El viejo expreso patagónico". Muchas notas periodísticas y cientos de fotografías, porque máquinas, vagones y lugares eran –y son– por demás atractivos y convocantes.
Su historia además tiene incorporado el traslado de fardos de lanas, especialmente de la estancia Leleque de la inglesa Argentine Southem Land Company a la estación Ingeniero Jacobacci. Mudanzas, mercaderías en general, maderas, alimentos; hasta vagones jaula con ganados; mención especial: transporte de materiales para la construcción de la represa en Futaleufú, todo hasta que surgieron los buenos caminos y los transportes de cargas y pasajeros y el gobierno menemista en diciembre de 1993 disponiendo la clausura de líneas ferroviarias y ramales, sin medir la importancia de muchas vías y pueblos. Hubo resistencia en las poblaciones afectadas, pero pasaron pocas semanas y en febrero de 1994 Chubut se hizo cargo de la línea en su jurisdicción y Río Negro de la suya en mayo siguiente. El Maitén se había convertido en taller de mantenimiento y reparaciones modelo, se fabricaban y fundían piezas de repuestos difíciles de conseguir, contando con tornos en escala sobresaliente, pueblo cuya vida giraba alrededor de esos talleres.
"La Trochita" había sido declarada Monumento Histórico Nacional por decreto 349/99; Monumento Histórico Provincial en Río Negro por ley 3571/01 y Patrimonio Histórico Municipal por ordenanza 1206/01 de la Municipalidad de Ingeniero Jacobacci. Tiene su fiesta anual en El Maitén. Hubo varias interrupciones del servicio y últimamente la faceta turística parece ser la más aconsejable, pues su fama es mundial y Chubut –con viajes cortos– lleva la delantera, como aquel 25 de Mayo de 1945, hacen 65 años, cuando la comunidad esquelense festejó la inauguración de los rieles después de 23 años de espera de "La Trochita", siempre, casi leyenda...
Bibliografía y fuentes principales: Oriola, J. Esquel, 2004. Zuker, P y Rena, R. "El viejo", 1995. Sepiuka, S. y Miglioli, J. "La Trochita". Diario "Esquel". Número especial, 1950. Leyes y decretos (varios). Quevedo, F. "Perder el tren". Revista "Nueva", 1999. Vercellini, E. Cordero, R. y Joly, M. "Trenes", revista "Nueva", 1995. Mellado, J. "Un aplauso", RN 2003. Leyes y decretos, biblioteca de la Legislatura del Neuquén. Archivo diario "Río Negro" (notas varias). Biblioteca Patagónica (VECh) y otros.
(*) Periodista. Investigador
de historia patagónica

jueves, 19 de agosto de 2010

El transportador

No, la verdad que hoy no hice mucho, si me preguntan seguro la hago corta y fácil, respondo: hoy no hice nada. Un carajo. Bueno dormí la siesta un rato y después como pude arrancar el auto llevé al pendex a lo de los abuelos, que viven en La Boca a unas cuadras de la playa.
Puedo decir también que eso fue todo lo que hice, aunque no es tan simple que arranque si no lo hace con el primer golpe de llave, con el segundo intento ya la batería no mueve el burro. Hay que esperar una hora para que se recupere y se pueda intentar de nuevo. Pero yo para eso cargo paciencia y casi siempre lo hago de una, a pesar de que ahora también tengo la llave quebrada -la mitad se me quedó adentro del tambor del arranque-, pero si la acomodo despacio y prolijita haciendo fuerza como si no estuviera rota, el contacto agarra, mueve, y pongo el cachirulo en marcha.
El pibe va atrás, siempre viaja en el asiento trasero, en esto no me ablandan las llorisqueadas. No lo llevo adelante por miedo a las frenadas, a este bicho le tengo que bombear tres veces el pedal y en la cuarta mandarlo hasta el fondo y ahí sí frena, pero a veces se clava, y ese es el miedo mío, de que el pibe viaje adelante y se coma el parabrisas con la frente.
Los abuelos lo están esperando y la madre me pidió si no lo llevaba, si arranca le dije, voy.
Acomodé el codo en la puerta con la ventanilla abierta, el vidrio está bajo y no sube, se me rompió la manijita para subirlo y bajarlo hace como seis meses, -está metido adentro de la puerta-, la voy a tener que desarmar un día de estos y sacarlo. El pendex en su asiento va apoyando la boca abierta y la lengua en el vidrio, ese si sube aunque está reduro para bajarlo, falta de grasa debe ser.
Por que no lo subís Tío me dice, entra viento. Mucho calor le digo, en realidad le miento.
-Mirá los veinticuatro y le señalo el grupo de matungos que están pastando.
-Son todos míos dice.
-Los tenés flacos a los pobres bichos, lo jodo. No me contesta, no lo veo por que viene en el asiento justo atrás mío.Aprovecho que voy despacio y saco la botella que tengo debajo de las piernas, descorcho y le pego un traguito. Ya la traigo empezada.
-Está bueno le digo, ¿no queres un trago?
-No, me dice, los chicos no toman vino.
-¿Y los caballos? le pregunto, me pone un dedito en la cabeza y me dice si estoy loco, que comen pasto.
-Nada más que pasto, pobres por eso están flacos.
-No, pasto y pescado comen los caballos.
-¿Pescado? y de donde sacan pescados.
-Yo a mis caballos les presto la caña para que pesquen me dice y puedan comer.
-¿Ellos pescan? y como hacen para encarnar y tirar la línea, si son matungos, no tienen manos.
-Yo se las tiro a las cañas y ellos sacan los pescados.
-Mirá vos, y pego otro trago. ¿Y los comen crudos?
-No, los cocinan en una olla, pero ahora no tienen ganas de comer pescados así que comen pasto nomás…
Como me fui empedándo le aflojé la pata al acelerador, pero no tanto por que está oscureciendo y me prenden solo las luces de posición de adelante, y en una de esas aparece algún boludo de esos que andan a los pedos y me la pone.
-¿Y las cincuenta y cuatro son tuyas también?
-No, las vacas no.
-¿Y de quien son?
-Yo que se…, del dueño.
Después hablamos profundamente sobre los Reyes Magos y el ratón Pérez, yo le insisto con mis teorías de que son los padres y el los defiende, y me dice que no, y a veces hasta se calienta y me tira un tortazo.
Este viaje no salió el tema de la cigüeña, menos mal.
Termine la botella y la sacudí por la ventanilla buscando pegarle a un cartel pero le pase como a tres metros. El muchachito seguro se durmió por que no lo escucho. Me prendo un porrito, pitada profunda, mantengo el humo un rato adentro y de paso lo saludo con un bocinazo al Gauchito Gil, bueno, lo saludo con la mano.
La bocina anda cuando quiere.
(2010)

lunes, 16 de agosto de 2010

No habrá más penas ni olvido (Por Juan Sasturain)




Esperando a Luppi

El sábado estuvimos varios –Rep y Tito Cossa, entre otros– tomado frío y caña Legui en Capitán Sarmiento, cerquita de Carmen de Areco. No fue lo único, ni lo más importante que hicimos, claro. Estuvo la generosa gente de ahí, estuvo –sobre todo– el motivo que nos reunió, un homenaje a Osvaldo Soriano, y los dos hechos puntuales con que se materializó: la proyección, después de 27 años de su estreno, de la película No habrá más penas ni olvido, de Héctor Olivera, sobre la novela del Gordo, y un hermoso mural que, a la intemperie, hizo –en el día, de la mañana al ocaso– Rep, sobre el tema y las circunstancias.
¿Por qué en Capitán Sarmiento? Porque si bien la mítica Colonia Vela donde transcurre el notable relato de Soriano existe, al menos como inspiración –Estación Vela o María Ignacia, partido de Tandil, a 50 kilómetros de la cabecera del partido–, la película se filmó acá y fue la comunidad de los sarmienteños (sic) la que por entonces (postrimerías de la dictadura, vísperas de Alfonsín) aportó locaciones, extras y alojamiento durante los tres meses de invasión/filmación de Olivera y su equipo.
Hoy, todo eso es memoria y leyenda en la zona, y la previa (y el durante) de la proyección de la película en el recuperado cine-teatro del pueblo fue la oportunidad de escuchar a quienes participaron de aquella filmación, entre anécdotas y exclamaciones de reconocimiento de lugares y personajes. Entrañable.
Cabe aclarar y señalar que organizó todo la Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) junto a la gente de Cultura del municipio y que, a mí al menos, lo único que me faltó para que me cerrara del todo la jornada fue que stuviera Federico Luppi (cuestiones de laburo, claro), uno de los protagonistas de la película, el ejemplar delegado municipal Ignacio Fuentes, hecho a su medida. No lo conozco a Luppi, nunca me lo crucé, y me hubiera gustado charlar con él. En realidad tampoco pudo ir Olivera, se excusó el laburante Tano Ranni –otro que está perfecto– y así, sin Julio De Grazia y el gran Ulises Dumont y con Solá lejos, no tuvimos actores para compartir el momento. Claro que estaba Tito Cossa, coguionista–adaptador y amigo del Gordo, compañero de lujo para escuchar y compartir reflexiones.
Antes de ir, teniendo en cuenta lo que me tocaría hacer/decir, releí la novela. No lo hacía desde hace treinta años... Me gustó tanto o más que entonces (creo que es la mejor novela del Gordo, la más redonda), pero ahora con otra distancia del texto, más saludable, supongo. Es que No habrá más penas ni olvido –la novela– tiene una historia interesantísima: la de su circulación. Publicada por primera vez en castellano durante la dictadura por Bruguera de España –habrá sido en el ’79 u ’80, acaso un poco después, no me acuerdo– cuando Osvaldo estaba en Bélgica o en París, la leímos de rebote clandestino por algunos ejemplares que llegaron en manos de amigos, ya que obviamente no se distribuyó acá. Aquella edición tenía un (necesario o no) prólogo explicativo para lectores no argentinos en el que se daba contexto político-ideológico a los hechos que se contaban. Visto en perspectiva, supongo que fue esa lectura interpretativa del peronismo de los ’70 y de la figura de Perón lo que me distanció entonces de un texto que me parecía, por otra parte, de una eficacia narrativa increíble.
Sentimientos encontrados, que le dicen: lo que no puedo encontrar aún hoy es la crítica-comentario que en aquel momento hice en una revista cultural más o menos partidaria del peronismo, impresa en papel marrón y de efímera duración. Si alguno la tiene, que me la alcance. Me servirá para recuperar exactamente qué pensaba/sentía yo en aquel momento. Me costaba digerir ciertas cosas, ciertas evidencias. Soy de digestión política lenta. Me tomó mis años.
Volviendo al texto, y contra lo que algunos podíamos suponer, el Gordo siempre sostuvo (y le creo) que no había escrito la novela en Europa sino antes de irse, y que acá le había resultado impublicable. Habrá sido en el ’74/’75, entonces, después de Triste, solitario y final. Los hechos que suceden en Colonia Vela (una contundente, alevosa crónica en escala o alegoría minimalista de la agonía peronista, del drama nacional) suponen un Perón vivo y en el gobierno, una derecha embrujada y dominante, y unos milicos aún prescindentes, ominosa y próxima sombra.
Sin embargo, el dato que remite o permite suponer una redacción o al menos revisión posterior del texto es el título: la cita de Le Pera –“de Gardel”, elige Soriano, quedándose con el intérprete, con la voz que (le) dice el verso de “Mi Buenos Aires querido”– no alude a la historia en sí, no se justifica en ningún lugar del relato, sino que remite a la alevosa situación del autor autoexiliado, a sus sentimientos de desgarro. Por eso creo que No habrá más penas ni olvido, el texto final, está atravesado por una mirada trágica que sabe/conoce, ha visto, más de lo que dice o necesita decir.
Aquella edición española de Bruguera, naturalmente, apenas si se leyó en la Argentina. Hubo que esperar a que, en las postrimerías de la dictadura, en los primeros meses de 1983, el mismo sello la editara acá, ahora sin prólogo explicativo, junto con la exitosísima Cuarteles de invierno (ésta sí escrita durante la dictadura), y ambas hicieran que, cuando volvió definitivamente en 1984, el Gordo ya fuera el autor reconocido y popular que marcaría, con adhesiones masivas y críticas puntuales, una década entera de la narrativa argentina.
Pero cabe volver a ese momento crucial: la edición argentina de No habrá más penas ni olvido apenas si se anticipó a su versión cinematográfica. Tal vez me equivoque, pero deben haber sido meses, no más. Y las circunstancias fueron muy especiales y específicas: según repaso ahora, el estreno de la película de Olivera fue el 22 de octubre de 1983, apenas ocho días antes de las elecciones del retorno a la democracia en que triunfó Raúl Alfonsín. Se dice (y se dijo entonces) que el efecto sobre el electorado de clase media que tuvo la película sólo es comparable al casi simultáneo gesto pirómano y piantavotos de Herminio Iglesias...
Quiero decir: escrita casi diez años antes en el país y sobre hechos contemporáneos, publicada durante la dictadura, en el exterior para otro público, filmada en vísperas de la democracia tras hechos que la iluminan u oscurecen retrospectivamente, No habrá más penas ni olvido se resignifica cada vez según los contextos. Incluso en el presente. El sábado, viendo la película, con la relectura de la novela muy próxima, pude verificar en qué medida el film (a partir de elementos que están sin duda en la novela de Soriano) subraya con particular alevosía el componente violento del peronismo, tanto “por derecha” como “por izquierda”, y sobre todo la figura de un Líder ambiguo, lejano y en definitiva responsable del espanto.
Me contaba María del Carmen Bianchi, lúcida, laburante y eficaz directora de la Conabip, que tras la proyección y todavía conmovidos por la notable potencia de las imágenes, se le acercó alguien emocionado, y le dijo: “Aquéllos eran peronistas, eh”. “¿Cuáles de todos?”, pensó/dijo ella y pienso/digo yo. Que sólo queden limpitos y sin contradicciones el delegado Fuentes, algún que otro muerto –entre ellos el loco Cerviño, inolvidable Dumont, simbólico enmerdador– y sólo sobrevivan con la mitológica fe de la afirmación político-meteorológica del final (“es un día peronista”) un borracho loco y un policía más ingenuo que oportunista, no deja mucho margen.
Por eso –entre otras cosas– me hubiera gustado encontrármelo a Luppi. Para charlar de estas cosas. Ya que no puedo hablar con Perón, ni con el Gordo...
Otra vez será.

domingo, 15 de agosto de 2010

Funcionarios en la mira (Por Alicia Miller)



La gestión Saiz enfrenta imputaciones en varias áreas distintas. Revelaciones suman dudas a las ya existentes sobre Salto Andersen.
Las sospechas de corrupción compiten desde hace varios meses con las de ineficiencia a la hora de marcar la agenda pública del gobierno de Miguel Saiz.
Pese a que la imagen general del gobernador se mantiene en niveles aceptables, su gobierno se ve salpicado por sus propias acciones:
• El apuro por renegociar las concesiones petroleras que vencerán dentro de varios años, sin informar a la comunidad si los operadores actuales cumplieron o no con sus compromisos de inversión y con sus obligaciones legales de saneamiento ambiental.
• La insaciable necesidad de fondos para terminar la central hidroeléctrica de Salto Andersen sin explicar por qué no se intimó a la constructora Isolux Corsán por los más de dos años de demora en la culminación y los notables sobrecostos respecto del contrato original.
• El silencio y la protección al secretario general de Viales y funcionario de la empresa Viarse, Carlos Sansuerro, por las negociaciones presuntamente defraudatorias vinculadas con la promesa de construir viviendas a centenares de ciudadanos.
• Las irregularidades en la asignación de publicidad oficial que motivan por estos días la declaración indagatoria de un ministro y un secretario de Estado, a quienes se imputa haber pagado 65.000 pesos de pauta a la productora de una funcionaria del área.
• La protección brindada al secretario de Control de Gestión de Empresas Públicas, Gabriel Savini, acusado de incompatibilidad de funciones por presidir una de las empresas que debería controlar y, además, asociarla a petroleras en exploración y explotación de áreas otorgadas a Edhipsa.
• La propuesta de reformar el Consejo de la Magistratura para concentrar en funcionarios de designación política la elección de quienes cubrirán más de cien cargos de jueces y fiscales que quedarán vacantes a raíz del reciente otorgamiento de una jubilación archiprivilegiada del 122% móvil del haber que perciben en actividad.
Pasaron ya cinco años desde que el gobierno provincial lanzó la licitación nacional e internacional 01/05 para construir la minicentral de generación de energía hídrica de Salto Andersen, que debió estar finalizada en 24 meses a contar desde la firma del contrato.
Tres interesados compraron pliegos, pero sólo una empresa –Isolux Corsán– presentó una oferta que más que duplicaba el presupuesto original.
Nunca se supo bien por qué el legislador peronista Javier Iud –que alertó enseguida sobre la violación de los principios de concurrencia, igualdad e imparcialidad que deben regir toda licitación– se desinteresó rápidamente de su denuncia ante la Fiscalía de Investigaciones Administrativas. El fiscal, por supuesto, no vio nada irregular.
Estaban allí, en la firma del contrato en diciembre del 2006, el gobernador Miguel Saiz, el titular del DPA Horacio Collado, el ministro de Hacienda, Pablo Verani, y el intendente de Río Colorado, Juan Villalba. Sólo Verani cambió de funciones desde entonces.
Y la central, que debió estar funcionando en diciembre del 2008, está en el 75% de avance, costará el doble de lo que ofertó Isolux y cuatro veces más que el presupuesto original.
Pensar en un error de cálculo inicial de los funcionarios es arriesgado pero posible.
Más difícil es suponer que una firma internacional como Isolux pudo haberse "pisado" tanto al presentar su propio estudio de costos y plan de obra.
Menos creíble aún es digerir que la consultora contratada por una cifra millonaria para redefinir el costo de los trabajos y determinar las obras por realizar pudo haber errado al computar anticipos financieros o al aplicar el cómputo del IVA, generando sumas artificiales.
Ni la inflación argentina ni las –por lástima– frecuentes crisis internacionales alcanzan para explicar la multiplicación de los costos y de los plazos. Salvo que se acepte que el beneficio no fuera hacer la obra sino vivir de ella.
Cualquiera que haya contratado una construcción por un valor global sabrá que el más interesado en terminar rápido la obra es el constructor, para evitar que el dinero a recibir se diluya al prorratearse en un lapso largo.
En el caso de Salto Andersen, sin embargo, los funcionarios que contrataron a Isolux Corsán no han dado muestras de exigirle que respete el ritmo de los trabajos ni de haber iniciado el trámite de rescisión del contrato ante sus incumplimientos. En cambio, parecen haber aceptado todo reclamo de mayores costos sin chistar.
La vinculación del ex gobernador Horacio Massaccesi como director de la constructora puede ser sólo una anécdota. Y no sería el único ex funcionario rionegrino ligado a la firma.
Más notable resulta la evidencia del trato privilegiado que el gobierno rionegrino mostró hacia Isolux desde la licitación misma. Y, como contracara, la escasísima difusión pública de los actos de gobierno referidos al tema. Lo poco que se conoce sobre la cuestión ha sido aportado por el legislador Martín Soria, la defensora del Pueblo Ana Piccinini y por este diario. Y varias dudas persisten:
El contrato firmado por el presidente de DPA con Cammesa en diciembre del 2009 que tuvo como objeto la energía que producirá Salto Andersen es un contrato de venta de cosa futura. La ley que reglamenta las funciones de Collado no lo faculta a vender bienes provinciales y menos a comprometer recursos que la provincia todavía no posee.
Nadie explica por qué no se licitó o compulsó de algún modo para obtener un precio más ventajoso por la energía, por qué no se firmó una carta de intención ad referéndum de la aprobación legislativa, ni por qué se prometió la garantía de regalías hidroeléctricas derivadas de otras centrales sobre las cuales tiene derecho Río Negro.
Ahora, se conoce que los materiales para la línea que falta hacer fueron comprados hace años y están en Río Colorado, aunque parte de ellos habrían sido destinados a otra obra.
Dos cosas resuenan de esta semana:
• La condena a tres años de prisión efectiva al abogado Francisco Sánchez, ex asesor de la Policía, por haber violado sus deberes de funcionario. Más allá de lo saludable que resulta la sanción de todo incumplimiento, el mensaje a la sociedad puede resultar equívoco si se advierte que otras graves imputaciones ni siquiera llegan a juicio cuando no son "independientes" sino que involucran a integrantes del grupo de poder provincial. No casualmente, la Convención Interamericana contra la Corrupción hace responsables a los Estados de erradicar la impunidad como único modo de reducir este tipo de conductas sociales indebidas.
• En igual sentido reflexionó una de las juezas de la Cámara de Viedma al leer la sentencia: "Ni qué decir si se trata de delitos que vulneran los dineros públicos, ya que se encuentra instalada en el imaginario popular la idea de que la impunidad es la regla. Lo cierto es que se ha perdido casi por completo el sentido de honorabilidad que revistió y debe revestir la función pública y las más de las veces nos encontramos con funcionarios que tratan los dineros de todos como si fueran de nadie".

martes, 3 de agosto de 2010

Duhalde en la Rural (Por José Pablo Feinmann)


La vida (ha escrito Héctor Tizón) no se mide en años, sino en asombros. Dios nos conserve entonces a la Sociedad Rural y al señor Biolcati. Ayer nos han entregado asombros casi como para aspirar a la inmortalidad. El señor Biolcati le ha robado el discurso a la izquierda. Esa pregunta que tanto se ha formulado en relación con el kirchnerismo (¿hay algo a su izquierda?) ha perdido vigencia. Ha sido ampliamente respondida. Su formulación ha perdido sentido. A la izquierda del kirchnerismo está la Sociedad Rural. Ni el Proyecto Sur ni el PO. Sería difícil ver a sus representantes tan preocupados, casi en estado de lamento continuo, conteniendo lágrimas de dolor e indignación, como se lo vio al veterano trosco Hugo Biolcati en el atril de la Rural. Ahí pronunció un discurso bien escrito (vaya a saber qué pluma al servicio de la patria se encargó de esa tarea, pero si la patria, que es el campo, llama, hay que acudir) pero plagado de mentiras asombrosas.

Son tan intensos los asombros que esas mentiras han despertado en nosotros que –como dijimos– si la vida se mide por ellos tenemos años por delante. Sé que todos vamos a andar escribiendo de esto. Pero hay que comprender: pocas veces se ofreció a la ciudadanía un dislate tan profundo.

Primero) Mayo se hizo por y para el campo. No en vano Moreno escribió la Representación de los hacendados, esa apología del librecambio para posibilitar los negocios con Inglaterra. El “otro” Moreno –el que tanto entusiasma a los nacional populares– no existe para Biolcati. Además, cada día se prueba con más certidumbre que el Plan de Operaciones es apócrifo. ¿Qué queda, entonces, de la gesta de Mayo? El librecambio con Inglaterra.

Segundo) El campo fue creciendo y muy pronto se vio que era la fuente principal de recursos que tenía el país. José Hernández (no citado por Biolcati) habrá de decirlo: “Vale tanto un vellón de oveja como una máquina fabricada en Liverpool” (cito de memoria). Se llega así al glorioso Primer Centenario. ¡Que se sigue honrando en la Sociedad Rural! Eramos el “granero del mundo”. El primer país exportador de América latina. Lugones escribía su Oda a los ganados y las mieses: “Allá la vaca fértil como el campo/ su sustancia elabora/ en el músculo, en la ubre y en la pella,/ con una grave plenitud geórgica/ Si anda, parece que en su marcha pende/ el talego del rico, si reposa/ su aspecto familiar de cofre tosco/ es la seguridad del pobre./ La honda paz de los campos en su ser vegeta” (Ver: Odas seculares).

Así, Biolcati fija el momento esencial de la grandeza argentina en el primer centenario. Ese centenario que fue la fiesta de ellos. La fiesta ajena. La fiesta de la oligarquía y la celebración de la inextinguible riqueza del campo, del granero del mundo. Pero luego el país empieza a extraviarse. Uno cree que Biolcati va a empezar a ladrar contra el peronismo, según es habitual. ¡Pero no! ¿Cómo va a hacerlo si ahí, a pocos metros está sentado don Eduardo Duhalde? Don Eduardo y su Chiche: ahí están. En la fiesta de la Sociedad Rural, entidad que tan bien se llevó siempre con el peronismo. (Y todavía mejor con el gaucho Menem, que les dio todo lo que le pidieron y más.)
Que esté Duhalde es serio. Que esté Macri no importa. Que esté la trajinada Mesa de Enlace tampoco. Al señor Buzzi –uno conjetura– en cualquier momento sus bases se lo comen, cansadas de ir detrás de los proyectos de los poderosos, cansadas –como dice un amigo que suele utilizar un lenguaje algo directo, que desapruebo– de ser usadas “de forros” por los grandes terratenientes. Pero está Duhalde.

Sigamos –por ahora– con Biolcati. Lo que dice a continuación es tan asombroso que tal vez nos conceda la eternidad de tanto que lo es. Porque si la vida se mide en asombros, el que Biolcati nos dio cuando dijo que la culpa de la desgracia argentina la tenían los golpes de Estado que habían derrocado a gobiernos constitucionales fue la joya de la jornada. ¿En serio, señor Biolcati? ¿Fueron los golpes militares los que arruinaron la prosperidad y el crecimiento argentinos? Pero si todos esos golpes contaron no sólo con el apoyo de la Sociedad Rural, sino que algunos se planearon bajo el calor de sus lujosas residencias. Caramba, ¿hasta dónde es posible mentir? Este es un tema teórico: ¿cómo es posible mentir hasta un límite ya lindante con el delirio? ¿Cómo alguien puede decir tan abiertamente algo totalmente contrario a la facticidad de la historia, fácilmente refutable con cualquier diario de cualquier época cercana a un golpe de Estado? ¿Con qué se cuenta para algo así? ¿Con la mala memoria de la gente? ¿Con su estupidez? ¿Con sus intereses? ¿Con su mezquindad? ¿Con la certeza de que la mentira no importa en la política si sirve para acumular poder? “Mil repeticiones hacen una verdad.” “Mientan, siempre algo queda.” Es posible. ¿Pero tanto? ¿A quién le habla Biolcati? ¿A qué idiotaje insalvable cree que se dirige? Ni Morales Solá le va a creer algo así. Pero eso no importa. No tiene que creerlo. Tiene que confirmarlo. Lo que crea es secundario. Lo que importa es que hoy diga que es verdad. Dentro de todo, en algún punto hasta es tranquilizante que Biolcati afirme eso. Reniega de los golpes de Estado. Los está descartando para el presente. No olvidemos que con Grondona –en televisión– planeaban un golpe a cara descubierta y entre risitas cómplices. Estos muchachos.


Pero la cumbre de la impostura, de la impúdica patraña, llegó con la preocupación –acaso conmovedora por lo que conlleva de autocrítica, ¿o no?– por los pobres. La Sociedad Rural ha incurrido en la “opción por los pobres” tal como algunos maltratados representantes del sacerdocio católico. Biolcati habló del hambre, de la pobreza, de la exclusión. Notable: ellos fueron los que crearon el hambre durante la fiesta de los noventa. Ellos y los altos financistas y ese imperdonable Partido Justicialista y ese sindicalismo de traidores a sus bases que se hincaron ante Menem, que se vendieron, que dijeron sí a todo. Biolcati, con la convicción de un sindicalista combativo, denunció el hambre que arrasa el país. Se puso a la izquierda de todo y de todos. Quienes quieren ocupar esa franja deberán denunciar esta impostura. Hay que decirlo claro: quienes crearon a los hambrientos por su sed infinita de ganancias no tienen derecho a hablar del hambre.
Pero ahí estaba Duhalde. También Macri, pero no importa. Es un perdedor. También De Narváez, pero no importa: es un ET. Pero Duhalde sí, él importa. Es en el peronismo donde las batallas se van a librar. Nadie puede gobernar (hoy, todavía al menos) este país sin el apoyo del aparato peronista. Duhalde controla una buena parte. ¿Quién es Duhalde? Es un político que fue al acto de la Sociedad Rural. Alguien que sorprendió a todos hablando amablemente de los militares desaparecedores y pidiendo se les conceda la libertad. O que cesen los juicios. Alguien que presentó el libro de Alberto “Tata” Yofre (el último: el que festeja la represión clandestina que Perón ejerció sobre la Tendencia durante su oscuro y, en efecto, clandestino tercer gobierno). Yofre es, también, ese autor que lee Alfredo Astiz, que se presenta con su libro en las audiencias y lo pone a la vista de todos: “Señores, yo leo esto”. Acaso Duhalde lo ponga de ministro del Interior o le restituya el puesto de jefe de la SIDE que tuvo con Menem. Esto es más posible. En suma, toda la llamada “oposición” tiene su verdadera fuerza, no en los medios, no en la Sociedad Rural, no en esos patéticos políticos que ponen la cara por ella, sino en el aparatismo duhaldista, parte importante del aparatismo peronista. La otra parte del aparato la tiene Néstor Kirchner, que es un tigre para dar esas batallas. En suma, las elecciones de 2011 (al margen de las caras visibles que se presenten como “candidatos”) deberán elegir entre Kirchner o Duhalde. Biolcati y la Sociedad Rural –ayer– eligieron a Duhalde. Un peronista. El ex vicepresidente de Carlos Saúl Menem. ¿Esperarán otra fructífera década neoliberal como la que disfrutaron con el riojano en los noventa?