domingo, 28 de agosto de 2011

Rolando (Por Francisco Urondo)


Podía decirse que sus cabellos rubios eran de metal y que sus ojos inquietos fueron testigos del paso de infinitas liebres.

Usted lo habría visto, de haberse detenido por allí, entre las quintas inmediatas al sopor del río y de las islas, con el propósito de pasar el week-end o sorprendido por alguna falla del motor, o interesado en la compra de gallinas baratas. De haber ocurrido algo de esto, alegre, fastidiado, o satisfecho, se habría recostado, después de comer, a la sombra de los naranjos, no sin antes cambiar dos o tres palabras con su ocasional anfitrión: “A dónde se irá la sombra dentro de un rato”, tema que usted se esforzaría en revestir de un acento criollo que le daría al principio bastante trabajo lograr, demasiado por tratarse de un simple subterfugio para ganar la simpatía sencilla del hombre; luego, una vez desenredada esta pequeña madeja trivial, se habría entregado a los brazos compla­cientes de esa amante peligrosa que surge en las siestas de verano y, ya dejándose adormecer por las abejas, reaccionaría inesperadamente, desembarazándose con sobresalto del sueño, al verlo pasar dando brincos; de inmediato advertiría el rostro inmutable del niño. Po­dría interesarse, averiguar tomando las hilachas de aquel diálogo, olvidando ya su tonada o evitándola ahora. Tal vez tartamudearía por el apuro, pero lograría luego una rápida compostura, aunque le haya parecido sorprender una sonrisa sobradora en el hombre que podría haberlo inhibido.

–¿Quién es ese chico?

Y la respuesta, no lo necesariamente precisa, dando vueltas alrededor de la persona de Rolando, temerosa, como un cuzco que al chumbear se arrima para saltar nuevamente hacia atrás. Podría haberse enterado de algo; de su memoria excepcional, de que lo apreciaban, pero con cierto recelo, pues temían a sus grandes ojos de amenazante color celeste; que siendo pequeño estu­vo enfermo –más de un mes– y que, cuando ya todos dudaban de su salvación, reaccionó por razones que no le explicarían, porque tal vez eran inexistentes, o por un exceso de cautela hacia usted, un desconocido. Aunque al final, si hubo un hielo, este se rompería cuando ya su interlocutor, en el afán de expresar abiertamente las causas de ese poder de atracción y, más que las causas, el recelo de la gente con respecto al niño, le seguiría contando, casi sin ningún método, movilizado por el ritmo de su entusiasmo que aceleraría quién sabe hasta qué velocidad.

Sería un solo hecho quizás, que su interlocutor ha­bría seleccionado entre numerosos relatos nucleados en Rolando; él no aclararía cómo se enteró, pero sí diría que su madre le había mandado a la casa de una vecina para hacerle unos encargos y para enviarle, de paso, unos higos como obsequio; y usted ya lo habría imaginado, a esa altura del relato, saltando con toda la alegría de su cuerpo, siempre en inquietante contraste con la ex­presión sorda de su rostro; también pensaría en aquella enfermedad suya que, junto a su cabello y al color de sus ojos, lo vinculaban al agüero. Le diría que al llegar lo recibieron con cariño pues, pese a los temores, todos lo apreciaban; y que no había entregado los higos y que, apoyándose en su gran memoria, comenzó a transcribir el encargo minuciosamente como acostumbraba y que, luego de un momento de duda, dejando a todos atóni­tos, corriendo desenfrenadamente, superadas todas sus condiciones normales por una inquietud fluctuante, había regresado y que, al llegar a su casa, tal vez había encontrado lo que esperaba, o quizás no y usted no comprendería claramente todo y no lograría saber el desenlace, pues está aun la posibilidad en ciernes de que nada importante haya ocurrido.

La revolución comunicacional (Por José Pablo Feinmann)


El tema elegido es un tema central en el mundo en que vivimos: los medios de comunicación. En el siglo XIX, Marx profetizó una revolución que puso en manos de una clase social: el proletariado. Esa clase social iba a funcionar como una clase redentora de la historia. El proletariado industrial que Marx creía que iba a ser el proletariado industrial británico, iba también, junto a la unión de otros proletariados de otros países, a llevar a la humanidad a una sociedad sin clases, sin explotadores ni explotados, en la cual el cordero dormiría junto al león.
Esa revolución, el proletariado la iba a hacer contra la burguesía. Así como la burguesía había hundido al feudalismo, el proletariado habría de hundir a la burguesía. Sin embargo, no pasó así. Más bien, quien hundió al proletariado –aun no del todo pero en eso todavía está muy empeñada- fue la burguesía capitalista. La misma que a partir del 1989, cuando cae el Muro de Berlín y se establecen los 10 puntos del Consenso de Washington y se lanza la etapa neoliberal, hace finalmente la revolución. Pero la revolución no consiste tanto en haber derrotado al comunismo sino en alzar triunfalista el poder de los medios de comunicación.
Primera conclusión: no es que no haya habido una revolución en el siglo XX. Hubo una, y triunfante. La hubo y la hizo la burguesía. Hablamos de la revolución comunicacional, la de la técnica, la de glorificación de la tecnificación del mundo y de la comunicación entre los hombres, y que tiene por finalidad colonizar la subjetividad de los sujetos.
La idea de Foucault en su trabajo Sujeto y verdad, es la de jugar con las dos palabras: sujeto-sujetado. La palabra sujeto que hace referencia a la subjetividad y a la dignidad del sujeto libre, esbozado en la filosofía sartreana en El ser y la nada y en Críticas de la razón dialéctica, dos grandes obras filosóficas del siglo XX. Ese sujeto libre es hoy el objeto de la revolución comunicacional. Se trata entonces de sofocarlo, de poner en él las ideas del poder. El poder comunicacional tiene como finalidad la colonización de los sujetos: ¿Hay una verdad en este mundo? ¿Existe la verdad? ¿Hay una verdad única? ¿Hay una verdad para todos?
Durante la Edad Media eso estaba claro: el revelador de la verdad era Dios, y la encargada de diseminar la verdad del dios cristiano era la Iglesia católica. La verdad era la que revelaba Dios. Hoy, ante la persistente ausencia de ese dios medieval ¿dónde está la verdad? ¿quién la tiene?
Es complejo, pero no tanto. La verdad es una creación del poder, de quienes tienen más medios para imponer su verdad como una verdad absoluta. Si yo en un país cualquiera soy propietario o tengo intereses en diez diarios, veinte radios y cinco canales de televisión, con esas armas, tengo muchas bocas de salida para emitir y amplificar mi verdad a través de esos medios de comunicación.
A la mañana usted lee mi verdad porque yo soy el dueño de los diarios de la mañana. A la tarde, escucha también mi verdad en las radios de mi propiedad. Yo tengo un monopolio mediático, muchas bocas que emiten y repiten lo que a mí me interesa que sea emitido y repetido. Es decir: los medios son la mediación -valga el juego de palabras- por la cual el monopolio mediático impone la verdad. Y esa verdad favorece a sus intereses. Siempre. No hay verdad que no esté al servicio de los intereses de aquel que quiere imponerla.
La existencia es una lucha de verdades. Hay una frase de Nietzsche, del cual soy adherente, que dice: “No hay hechos, hay interpretaciones”. O sea: de cada hecho habrá tantas interpretaciones como grupos interesados en interpretarl que existan en la realidad. Si yo consigo dominar o tener la mayoría de los medios de comunicación, de cada hecho, de cada suceso, voy a imponer mi opinión por sobre todos los demás, hasta llegar al triunfo total del poder mediático: la creación del sentido común.
El sentido común es la gran conquista del poder. Es cuando todos repiten, muchas veces sin pensar lo que repiten, lo que al poder le interesa que digan.
Estamos muy acostumbrados a que existan muchísimas concepciones ya formadas, frases hechas, interpretaciones incorporadas, que son las del sentido común. La lucha por la verdad es la lucha por el dominio de imponer mi interpretación de la realidad por sobre la del otro. Entonces, cuanto más bocas de salida informativa, de entretenimiento, de todo lo que sea masivo yo tenga, más fácil me resultará imponerme sobre el otro. El poder es conquistar, es conseguir que mi verdad sea la verdad de la mayoría, y si es posible, de todos. Esta es una lucha que todos los medios de comunicación están empeñados en ganar, y es el gran triunfo de la burguesía mediática del fin del milenio y sobre todo de esta primera década del siglo XXI.
Cuando por ejemplo, Jean Baudrillard –filósofo francés- escribe “la Guerra del Golfo no ha tenido lugar” es porque nosotros de la Guerra del Golfo sólo hemos visto fuegos artificiales. ¿Por qué? Porque el poder mediático nos mostró eso. Nos diagramaron, nos dibujaron, nos penetraron, nos conquistar la conciencia. La estrategia consiste en que el otro no piense sino que todo lo que reciba de información sea pensada e interpretada por el poder. Este poder mediático reside en el Imperio. Y ahí están Murdoch, la Disney, la News Corporation,Silvio Berlusconi...
Ahora entramos en un tema complicado, que se resolvería con un poco de sentido común. ¿Existe el periodismo independiente? Partamos de la base obvia de que no hay empresa periodística que no sea una empresa. En consecuencia, el periodista que entra a trabajar en ella, entra sabiendo de antemano para qué intereses va a trabajar. Cada empresa se constituye con determinados capitales y con determinada ideología. Porque el dinero tiene ideología. El dinero no es a-ideológico. Todos los que ponen dinero tienen una manera de pensar. Ahora, salvo que alguien entre a trabajar en un medio lateral, clandestino, hecho en el sótano de alguna abuela, cuando un periodista trabaja en una empresa de medios que tengan influencia decisiva sobre la opinión pública, para poder formarla, deformarla, transformarla o aniquilarla, está destinado a “obedecer” a los intereses que conforman esos medios. Ejemplo: cualquier periodista que entre en un medio, habla primero con el director periodístico, que no es el dueño de la empresa sino simplemente un tipo que hace una tarea burocrática muy bien hecha, que tiene autoridad, gran experiencia profesional y demás virtudes. Pero habitualmente el periodista empleado desconoce quiénes son los dueños de los medios y no tiene relación con ellos. Este periodista entra, y el director le dice: “Acá se labura mucho, vas a estar bien, vos trabajá”. Entra en la sección Espectáculos, para seguir con el ejemplo. El jefe de Espectáculos le dice a su vez: “Andá a ver Acariciame el traserito, Raúl, una obra culta que acaba de estrenarse en teatro”. El periodista pregunta: “¿Puedo ir a ver también Hamlet?”. El Jefe insiste: “No, andá a ver esta y danos tu valiosa opinión”. El periodista va a verla, y observa que es una basura. No hubiera querido ver lo que vio. Vuelve a la redacción, se sienta frente a su computadora y escribe lo que le pareció la obra. “Una vez más la banalidad y la grosería se han adueñado de una de las salas porteñas, y cunde el mal gusto, sin talento, el autor no sabe escribir…” Cuando el jefe de Redacción la lee, va empalideciendo y le dice: “¿Estás loco? Vos no sabés que Acariciame el traserito, Raúl, lo produce este diario? Si lo produce el diario, no podés describirla así, por lo tanto si querés seguir laburando en este diario hacés otra crítica o rajate, no podés decir esto de una obra que produce este diario, porque este diario quiere que a la obra le vaya bien, asi los dueños ganan más guita, y a lo mejor nos suben los sueldos a todos. Me pones nervioso con tu pretendida libertad individual. Venís a tirar abajo una obra, sí, será una basura, pero la produce esta empresa”.
“Ok. Escribo otra cosa”, dice el muchacho. Escribe algo. Los lectores avispados, se dan cuenta del negocio encubierto que esconde el diario y que trasciende sus páginas, pero la mayoría, los que están “boludizados” por los medios, el 90 % más o menos de la sociedad, se lo cree. Entonces un marido cualquiero le dice a su mujer: “Querida, mirá, acá hay una crítica bárbara en este diario sobre la obra Acariciame el traserito, Raúl. ¿Vamos a verla?”
En El ciudadano, la película de Orson Welles, hay una escena extraordinaria: el personaje Charles Foster Kane, que hace Welles, basado en el magnate de la prensa Williams Randolph Hearst, que dirige el diario Inquirer, un medio con gran poder sobre la sociedad neoyorquina sobre todo, quiere imponer a toda costa a su mujer como cantante de ópera. La mujer se llama Susan Alexander. El tipo le pone grandes maestros de ópera a su disposición, y todos se rinden ante la falta de aptitudes de ella. Cuando están por rendirse, entra Foster y les dice que sigan, que insistan, que le enseñen. Como les paga muy bien, los tipos siguen. Se estrena la ópera. Susan Alexander canta, y el periodista crítico de música del diario de Kane, mientras la escucha, se da cuenta que es pésima, que es una imposición, una arrogancia del poder megalómano de Kane, del tipo que dice, “hago lo quiero, les haré comer que mi mujer es una gran cantante de ópera, porque yo dirijo este diario y porque hago lo que quiero con la realidad: mi mujer será una gran cantante de ópera”. El periodista, vuelve a la redacción del Inquirer, borracho, angustiado, porque tiene que hacer su trabajo sucio. Susan Alexander le pareció una calamidad: no puede cantar ni el arroz con leche, y él sabe que su jefe quiere que salga publicado que es eximia de la lírica. Pero no lo puede decir, su honestidad no se lo permite, y sabe que entonces perderá su puesto de trabajo del que vive. Se sienta a su máquina y empieza a escribir: “Hemos visto un espectáculo deprimente en el Teatro de la Ópera, donde una cantante mínimamente dotada intenta arias destinadas a grandes cantantes que ella no puede abordar de ningún modo…”. Vencido por el alcohol, se cae sobre el teclado de su computadora. Entonces entra a la redacción Charles Foster Kane, y lo ve a su amigo borracho sobre la máquina, lo aparta afectuosamente porque son amigos –con él fundaron el diario- y comienza a leer lo escrito. Se sienta, y sigue escribiendo la nota él. Llega el jefe de redacción del diario, y le dice: “Charles: ¿qué estás escribiendo? Estás escribiendo lo que él no habría escrito, que Susan Alexander es una gran cantante, y vas a poner la firma de él y lo vas a traicionar porque jamás habría escrito esto. Kane no le dice nada, sólo sigue escribiendo. El otro se asoma y lee. Kane escribió exactamente la nota que habría escrito su amigo. Escribió: “Susan Alexander es una cantante escasa, mínimamente dotada, ha destrozado la obra, y no tiene futuro porque carece por completo de talento”.
Este gesto de grandeza no es habitual en los medios de comunicación poderosos e influyentes. No lo esperen. Pasa sólo en las películas. En general, a este periodista que escribía esto, lo echan del diario como a un perro y llaman a otro que escribe algo exasperadamente meritorio.
Entonces: ¿existe el periodismo independiente? No. Las que son independientes en este mundo, son las empresas, pero no crean que cada empresa a su vez es independiente en sí misma. Las empresas ya no existen. Existen los monopolios. El capitalismo del siglo XXI es un capitalismo monopólico. El mercado libre tampoco existe porque es devorado por las grandes empresas. No existe la libre competencia, porque ésta es eliminada en beneficio de la concentración empresarial y la creación de oligopolios, hasta que el mercado queda reducido a un grupo de cuatro o cinco grandes grupos que lo dominan por completo, que fijan precios, que se ponen de acuerdo con la política que hay que adoptar, comparten hasta los títulos, y hasta pueden llegar a aburrir a sus lectores sin que les importe demasiado.
Es horrible leer dos o tres diarios y ver en todos lo mismo. Cuando esto ocurre, puede ser contraproducente, porque se genera un efecto paradojal: empieza a erosionarse la credibilidad de esos grandes medios monopólicos de comunicación.
Entonces: no existe el periodismo independiente ni tampoco las empresas independientes. Lo que existen son los grandes grupos mediáticos. El señor Murdoch tiene el Canal Fox, el Times, el New York Times y montones de negocios que todos desconocemos: no sabemos cuántas acciones tiene en grupos mediáticos de la Argentina, pero no sería raro que tuviera el 51 %, con lo cual conseguiría dominar también a esa empresa. Se dice además que Murdoch es quien dirige a la Sociedad Interamericana de Prensa, lo que indicaría que habría que hacer algo con la SIP, porque si realmente la dirige Murdoch, nadie debería creer que la SIP favorezca a los países de América del Sur.
Volviendo al periodismo independiente puede existir sólo cuando se producen algunas filtraciones, algunos descuidos, o cuando es bien aceptado por la sociedad. Por ejemplo: puede ocurrir que haya momentos de mayor tranquilidad política que los actuales, quizá porque se están tocando algunos intereses, pero en determinados momentos puede ser que un diario muy importante de derecha diga: “necesitamos incrementar nuestras ganancias”, y entonces algún brillante ejecutivo, -como Michael Douglas en el filme Wall Street- le conteste: “ Mire, hay un mercado para ganar, casi 600 mil personas, todas de izquierda. Es una lástima despreciarlos como lectores”. El director del diario, atado a viejas concepciones, le dice: “ ¡Pero son zurdos!”. “Sí, zurdos, pero no pasa nada, podemos ganar guita con éstos. Le hacemos un diario, les financiamos un diario y que digan lo que quieran. No va a pasar nada, porque no serán nunca influyentes, y nosotros vamos a captar un mercado sin dejarlo librado a nadie. Hay algunas cositas estudiantiles, pequeñas cooperativas, hagámosle un buen diario, que digan lo que se les cante, que debatan los intelectuales con buenas plumas sobre Marx”.
Así, un diario de derecha financia a un diario de izquierda porque capta un mercado que no lo tenía cautivo. Sale el diario, obviamente no se dice qué intereses lo financian y cuáles son sus objetivos reales.
Si yo fuera el director de un diario de izquierda y viene un empresario o un sector política de la derecha a decirme le pongo dos palos verdes para que usted haga un diario de izquierda, porque yo necesito las ganancias de ese mercado, yo acepto porque sino no podría sacar el diario. Y apelaría a que me financie mucho tiempo, y mientras tanto podré seguramente encontrar alguna hendija a través de la cual decir algunas verdades. Y uno nunca sabe cuándo una verdad prende o no prende, cuándo escapa a los controles del radio intelectual del poder, de modo que acepto y saco el diario. Pero ese diario no es periodismo independiente.
Te dejan, por momentos, ser independiente. Cuando se dan cuenta que los empezás a joder, se acabó la independencia. Ahí encontrarán algo para ensuciarte, porque una de las grandes maniobras que ejerce el poder mediático y la concentración de ese poder en pocas manos, es la de aniquilar a otro medio o a una persona determinada. Y para ejemplo tenemos el caso del doctor Raúl Zaffaroni, juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, contra el cual se han lanzado los medios hegemónicos a aniquilar esa figura eminentemente moral, nombrada es cierto por un determinado gobierno, pero una figura autónoma, digna, coherente, defensor de los Derechos Humanos.Pero el objetivo de los monopolios nacionales fue aniquilar a un tipo que está siempre tocando intereses. Porque mientras uno no toque intereses lo van a dejar hablar y hasta le pueden financiar un diario, pero cuando lo que uno hace fructifica, aviva a demasiadas personas, ahí la cosa se va poniendo más compleja. No digo violenta, pero la financiación ya no va a venir: la empresa líder que financiaba va a echar al sujeto que dice inconveniencias a través de su pluma ágil o su micrófono y lo mandará a su casa. Aquí su libertad se terminó.
El periodismo libre que tenga alguna influencia importante en la sociedad, es parte siempre de grandes empresas, donde no hay libertad del individuo. Lo que existe es la libertad de los intereses de esas empresas. En consecuencia, los periodistas que no estén dispuestos a expresar o al menos no atacar los intereses de quienes los contrata, van a permanecer. Aquellos que se salgan de una línea divisoria claramente establecida desde el principio, se van a tener que ir.
En cuanto a las empresas, tampoco siquiera sabemos cuáles son las independientes. Si bien en algunos casos podemos saber quiénes son los dueños, desconocemos quiénes son los dueños de los dueños de los dueños. Y esa es una cadena, en un mundo globalizado como este. No sabemos dónde está el dueño de un diario, quizá en Japón, en Islandia, en China. Charlaba hace poco con un alto funcionario de la empresa XEROX y me dijo algo que me quedó grabado y que dejo como conclusión a este análisis: “Cualquier cosa que yo decida esta noche, tendré que consultarla con un hombre que está en un país remoto, y que probablemente ni siquiera sepa dónde queda la Argentina”. <

jueves, 18 de agosto de 2011

Los carteles de Saiz




La política del “negocio” –no la política en serio como herramienta transformadora- superó ya mi mucha o poca capacidad de asombro, cuando , a pocas horas del demoledor triunfo electoral de la Presidenta de los argentinos, veo empapeladas las ciudades de Gral. Roca y Viedma con carteles con la foto del gobernador Saiz junto a Cristina con un texto que dice: “La lealtad de un gobierno” “El compromiso de toda una provincia” y finalmente “Saiz, Cristina y Rio Negro”.
Si hay un concepto que tenemos fuertemente incorporado los peronistas, es precisamente la palabra “lealtad”, forma parte de nuestra escala de valores, a tal punto que la histórica gesta del 17 de octubre la recordamos como el “Dia de la Lealtad popular” en homenaje a esta conducta recíproca que existió entre Perón y su pueblo.
Pero créame señor gobernador Saiz, que usted me sembró la duda cuando en su cartel leí la palabra “lealtad”, pensé que a través del tiempo podría haber cambiado su significado ?, que se yo…cambian tanto las cosas?, realmente me desorientó…entonces la hice simple, fui al diccionario y comprobé que el término “lealtad” mantenía su real significado, decía “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y del honor, nobleza”. Evidentemente Saiz tiene un concepto por demás devaluado y sesgado de la lealtad por lo menos así lo demuestran los hechos.
El compañero Néstor Kirchner desde una actitud generosa, amplia y pluralista convoca a una concertación y confluencia de ideas que aporten a su proyecto nacional y popular, y muchos dirigentes concurrieron a esa convocatoria y respondieron con lealtad, más allá de lógicas discrepancias cotidianas, inclusive algún dirigente cuando no estuvo de acuerdo con algunas medidas del gobierno nacional, con total dignidad planteó sus diferencias y se retiró del espacio. Pero lamentablemente no ocurrió así con el gobierno de Rio Negro, con un perverso doble discurso se burlaron del acuerdo político que implica una alianza, pretenden disimular su pésima gestión, con medidas, programas y obras que el Gobierno Nacional ejecuta en la provincia. No respetaron mínimamente los acuerdos políticos que concertaron con el gobierno nacional, toda vez que los legisladores nacionales de Rio Negro por la Cocertación, votaron negativamente o no dieron quorom o estuvieron ausentes en el tratamiento de importantísimos proyectos de ley que envió al congreso el Ejecutivo Nacional, de que lealtad me hablan!!!, verifiquemos, que pasó con por ejemplo la Resolución 125, Scalesi, y Verani, los dos fueron en la boleta con Cristina y los dos se prendieron en la comparsa destituyente del partido agrosojero de Biolcatti, cuyo representante en el congreso era Cobos (que todavía debe andar por ahí), es decir traicionaron, de que lealtad y concertación me hablan !! y este mismo comportamiento lo mantuvieron con la ley de medios, de matrimonio igualitario, de movilidad jubilatoria, entre otras.
Entonces para hablar de lealtad, pongamos los “patitos en fila”, en Rio Negro: Soria con Cristina y Barbeito con Alfonsín, decía José Hernandez en su inmortal Martín Fierro “cada lechón en su teta, es el modo de mamar”.

VIEDMA, agosto 2011
Oscar Mito Costa


Chicas Kalashnikov (Por Alejandro Almazan)

http://www.elpuercoespin.com.ar/2011/03/01/chicas-kalashnikov-por-alejandro-almazan/

martes, 16 de agosto de 2011

Con algunos, ni tres pasos (Por José Pablo Feinmann)


Los de Cristina Kirchner y los de la derecha mediática son dos proyectos diferenciados y antagónicos que hoy se expresan, no sólo en nuestro país, sino en el drama (cercano al desastre o a la implosión de todo un sistema) que sacude al mundo. La economía liberal consagrada desde el Consenso de Washington ha arrastrado al capitalismo a la peor de sus crisis. Poco bueno se puede esperar de cualquiera de las resoluciones que ese acontecimiento histórico termine por expresar. No es casual que hasta el momento América latina, y muy especialmente nuestro país, se haya encontrado poco afectado por ella. Argentina –sencillamente– no está dentro de la economía neoliberal ni dentro del proyecto político que el capitalismo del tercer milenio sigue –casi de un modo suicida– impulsando. El proyecto neoliberal implica la hegemonía de un capitalismo financiero y especulativo que se realiza al margen de la producción. Según he leído, el eminente Eric Hobsbwaum ha declarado que la solución de los problemas actuales del capitalismo está en Marx. No creo que esté demasiado lejos de la verdad o de un valioso puñado de ellas. Pero son muchos los que saben que El Capital inicia su poderoso despliegue con un análisis de la mercancía, que su capítulo inicial lleva por título Mercancía y dinero y se abre con la siguiente frase: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’, y la mercancía individual como la forma más elemental de esa riqueza. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía”. ¿Qué significa esto? Que el capitalismo que Marx analizó en el siglo XIX era un sistema productivo. Todo sistema productivo requiere un mercado de consumo. La antigua burguesía ganaba su dinero produciendo mercancías y, para hacerlo, requería fuerza de trabajo. Esa fuerza de trabajo –que eran los obreros– encontraba una inclusión en el sistema porque era a la vez una fuerza consumidora, junto a todos los otros sectores de la sociedad. Las clases medias ligadas a los estamentos de servicios, por ejemplo. No a los de la producción directa. Como fuere, el antiguo capitalismo generaba trabajo, pues su centro era la fabricación de mercancías. La dialéctica entre la producción y el consumo requería de ambos polos. No había producción sin consumo ni consumo sin producción. Este capitalismo (a partir, sobre todo, de la derrota de la Unión Soviética) fue reemplazado por un capitalismo financiero y especulativo, que, lejos de generar inclusión y puestos de trabajo, genera marginalidad y exclusión. En menos de veinte años está al borde del abismo. Los territorios de experimentación del Consenso de Washington fueron los países de América latina. Acaso Argentina haya sido el conejito de Indias privilegiado en que los diez puntos creados por el economista John Williamson y llevados adelante por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como entes hegemónicos se aplicaron fervorosamente. Ese fervor se llamó menemismo. El gobierno de Carlos Saúl Menem y sus socios del capitalismo financiero y agrario cumplieron el esquema de los diez puntos del Consenso y devastaron el país, enriqueciéndose ellos en uno de los bandalajes más grandes de nuestra historia. El país –así destrozado– llegó a las crisis de 2001 y 2002. De esas crisis (que son un precedente de la que ahora conmueve a los países del Primer Mundo) salimos por medio de un esquema económico completamente alternativo. Fue el que aplicó el llamado “kirchnerismo”. Una mezcla de Keynes, el primer Perón y el populismo de izquierda latinoamericano. Ante todo, la recuperación de la política por medio de la recuperación del Estado. Desde Martínez de Hoz se dijo en la Argentina que achicar el Estado era agrandar la Nación. No es casual: el poder que hoy se empeña en retornar al capitalismo de la primacía de la economía, del “libre” mercado y de la primacía del capitalismo, no de la producción, sino de la especulación financiera y de la destrucción del Estado, es hijo dilecto de Martínez de Hoz y de los militares del golpe del ’76, de aquí que tanto los defiendan o que tanto los enfurezca que se los juzgue y acusen al Gobierno que lo hace de pertenecer a cierta remota organización armada de los años ’70.

A partir de 2003 la recuperación de la economía argentina es palpable y evidente. Lo saben aun los que odian a este gobierno, pero también saben que la están pasando bien, hasta diría demasiado bien. Autos cero cambiados cada dos años, restaurantes colmados, vacaciones, ropa, casas nuevas, etc. Por otra parte, el panorama de algo llamado “oposición” es tan desteñido que ha terminado casi por evaporarse. Sin embargo, la oposición no es la oposición. La verdadera oposición son los medios. El poder mediático en manos de las más grandes corporaciones que se han beneficiado y se beneficiarán aún más con un retorno a los viejos tiempos no tan viejos: apenas los benditos noventa. ¿Por qué la crisis mundial no ha afectado aún (y acaso lo haga, pero en una medida irrelevante) a la Argentina? Porque Argentina no participa de ese sistema económico. La economía política argentina (con lo que quiero decir: no hay economía sin un proyecto político detrás) se basa en la recuperación del Estado, en un intento de distribución del ingreso (que choca con enormes resistencias: recordar los días negros del conflicto con el “campo” en que todos, pero todos, desde la derecha hasta la izquierda, se unieron contra el Gobierno para defender un 3 por ciento de las ganancias millonarias de los dueños de la tierra), lucha contra los monopolios mediáticos en un intento inédito en este país de, por decirlo así, deconstruirlos y llevarlos a una competencia leal e igualitaria dentro del mercado (y lograr que éste sea realmente “libre”), sensibilidad ante los sectores populares y la lucha contra la pobreza, política abierta y valiente por los derechos humanos, juicio a los criminales de la dictadura, respeto y apoyo a las Madres y a las Abuelas (si ningún represor fue víctima de alguna venganza individual fue por la lucha de esas heroínas que nos distinguen ante el mundo y que jamás pidieron venganza sino justicia) y varias cosas más que llevan a dibujar una clara identidad de populismo de izquierda, la expresión política latinoamericana más avanzada en la lucha contra los poderes imperiales que en este momento puede librarse. Esto siempre será excesivo para la derecha y escaso para la izquierda. No importa. Es bueno y alentador que la izquierda haya superado el 1,5 por ciento, porque eso la alejará de las tentaciones de otras vías que no sean las de la participación dentro de la lucha democrática.

Aunque algunos lo digan, no termino de convencerme acerca de la inteligencia del electorado de Buenos Aires. Que sería así: votar a Macri para contener el poder omnímodo de Cristina Kirchner. Macri ya gobernó cuatro años y no contuvo nada. ¿Por qué habría de hacerlo ahora? No lo hará. No es un político. No tiene un partido ni gente capaz. Hará otra triste experiencia. Y si lo votaron desde el antiperonismo, se equivocan. El cristinismo es una experiencia nueva en el país. Sus raíces están en el peronismo, pero no diría lo mismo de su futuro. No es que lo desee. Sólo creo que será así. Cristina K irá en busca de un gobierno de unidad nacional, moderno, nuevo, sin bloqueos partidarios. Ahora bien, en la “unidad nacional” no entran todos. Porque, si así fuera, esa “unidad nacional” sería la noche en que todos los gatos son pardos. No, los canallas afuera. Esta determinación deberá ser ampliamente consensuada, jamás unilateral, pero existen en el país muchos que no lo quieren ni desean su triunfo, sino el propio, el de sus intereses, el de sus finanzas y para ello acuden a cualquier cosa. Sobre todo, a la mentira y a la injuria. Con todos, sí. Pero con ellos, no. Esa consigna que circula por ahí (“Con Videla o contra Videla, pero todos juntos”) es, para mí, un insulto. Y para muchos argentinos. Por fortuna, para la mayoría. Uno, si no es claramente un hijo de puta, no camina ni tres pasos con un tipo que está con Videla.

domingo, 14 de agosto de 2011

Denuncias por mala praxis en La Plata

Médicos de La Plata denuncian un "boom especulativo" con denuncias de mala praxis
Un trabajo realizado por profesionales expone la dimensión de una problemática que atemoriza a los médicos y que ha tenido en los últimos años un enorme crecimiento


La Agremiación Médica Platense, el Colegio de Médicos de La Plata y otras entidades profesionales comenzaron a organizarse para enfrentar un fenómeno que se registra en todo el país pero que tendría especial impacto en nuestra Ciudad: el crecimiento exorbitante de los reclamos judiciales por presuntos errores médicos. Aseguran que en apenas los últimos cinco años se duplicaron las demandas y que en su gran mayoría están "fogoneadas por abogados inescrupulosos".

Lo cierto es que mientras que hace sólo un década se registraban en La Plata cinco denuncias anuales por mala praxis, el año pasado -según datos del Colegio de Médicos de nuestro distrito- hubo 58 y en lo que va de éste ya suman 42. Si bien cerca del 90% de ellas no prospera, tanto los médicos como el sistema de salud terminan igual pagando un costo.

En coincidencia con la reacción de las entidades profesionales, esta semana se presentará en nuestra ciudad una profunda investigación estadística realizada por la Mutual Argentina de Salud sobre la mala praxis y sus implicancias. Sin poner el énfasis en el carácter especulativo o no de las demandas judiciales, el estudio revela hasta qué punto existe hoy una desproporción entre los errores médicos y los reclamos.

La investigación -que será presentada el jueves a las 18 en FECLIBA- muestra, por ejemplo, que ocho de cada diez demandas por mala praxis son rechazadas de entrada por la Justicia y que el resto son admitidas sólo parcialmente dada la desproporción de las sumas que reclaman. Pero además, el trabajo plasma en cifras lo mismo que denuncian los médicos: que incluso cuando las demandas no llegan a nada, los profesionales de la salud siempre pagan un costo por ellas. En rigor, ese costo lo pagamos todos, ya que el fenómeno está dando lugar a una peligrosa forma de ejercer la medicina.

"LITIGIOSIDAD INDEBIDA"

"Una cosa son las demandas por una negligencia o impericia evidente y otra muy distinta es tergiversar los hechos o forzarlos para que unos pocos hagan negocio a costa de nuestro trabajo", dice Gonzalo Hernández, presidente de la Agremiación Médica Platense. Frente a lo que llama "la industria del juicio", su entidad acaba de lanzar un seguro médico gratuito para darle cobertura a unos cuatro mil médicos de la Ciudad.

Y es que en las condiciones actuales, aún cuando jamás se llegue a probar que existió un verdadera mala praxis y el fallo favorezca al demandado, el médico o su aseguradora siempre deben pagar el 50% de las costas del juicio, que no son menores. Como el Código Civil permite en estos casos litigar sin gastos, los abogados especulan con eso y reclaman montos irrisorios; total, ganen o pierdan, ellos siempre cobran", dice Jorge Gilardi, presidente de la Asociación de Médicos Municipales.

"La realidad es que la mayoría de los litigios no llega a constituir una demanda seria; son meras aventuras a la que se lanzan algunos abogados en busca de un rédito económico. Al tener la posibilidad de litigar sin gastos reclaman montos exorbitantes porque no les cuesta nada si pierden, y les pueda dejar mucho dinero si ganan. Mientras tanto, los médicos y las instituciones demandadas, ganen o pierdan, siempre deben pagar peritos y letrados para defenderse", dice Héctor Vazzano, el presidente de la Mutual Argentina de Salud y la Federación de Clínicas de la Provincia.

¿Cuánto le sale a un médico el solo hecho de ser demandado? Tras analizar unos 650 juicios por mala praxis, Rafael Acevedo, el autor del libro "El error médico", dice que "además de un costo emocional que no cubre ningún seguro, los médicos terminan pagando hoy en promedio entre 25 mil y 55 mil pesos", sólo para probar su inocencia.

EL PACIENTE, UN POTENCIAL ENEMIGO

Frente al alto costo patrimonial y la carga de angustia que provoca el ser demandado por mala praxis, muchos médicos confiesan que se sienten cada vez más amedrentados a la hora de tomar decisiones profesionales. Pero además, cuentan que el hecho de ver en cada paciente a un potencial enemigo los lleva a trabajar a la defensiva.

"Para cubrirse de una eventual demanda, algunos médicos evitan opciones terapéuticas usadas durante años y que podrían ser útiles pero implican algunos riesgo; o, por el contrario, exageran en la indicación de estudios y análisis aumentando gastos y agotando al paciente", explica Jorge Gilardi.

Para el presidente de la Asociación de Médicos Municipales, "el aumento de las demandas se vuelve de esta forma contra la sociedad misma, ya que se traduce en una constante alza de los costos en salud y, lo que resulta más grave aún, en la ruptura de la confianza mutua que debe primar en la relación médico-paciente".

GESTION DEL RIESGO

Pese a reconocer un preocupante crecimiento de la medicina defensiva, Rafael Acevedo, gerente de la Mutual Argentina de Salud y Responsabilidad Profesional, asegura que la cultura médico legal de los equipos e instituciones de salud de nuestro país continúa siendo sin embargo muy limitada. "En general se tiene muy poca consciencia de la importancia de implementar programas de gestión de riesgo, que es la estrategia más eficaz para frenar la litigiosidad", dice.

Estos programas, explica Acevedo, "son un conjunto de medidas tendientes a reducir los riesgos médicos legales. Se trata de mejorar la relación médico paciente tomándose el tiempo de explicar bien el diagnóstico, las alternativas terapéuticas y los riesgos de los tratamientos; ofrecer una mayor contención a sus familias en casos de eventos adversos y optimizar la redacción de las historias clínicas, ya que éstas son hoy el mejor aliado o el peor enemigo de un médico cuando resulta demandado por presunta mala praxis".

Luego de diez años de aplicar un programa de gestión de riesgos médicos legales en sus más de 500 establecimientos sanitarios, la Mutual Argentina de Salud asegura que sólo esa estrategia evita el 95% de los reclamos judiciales pos presuntas mala praxis.

En la Agremiación Medica Platense la postura es otra. "Es posible que mejorar el armado de historias clínicas y relacionarse más con los pacientes sean medidas que frenen un poco la litigiosidad, pero no dejan de ahondar una actitud defensiva, y la medicina defensiva antepone siempre la defensa a la salud", señala su vicepresidente, Eduardo Martiarena, quien aspira a "una alternativa superadora, un sistema donde los derechos de todos estén mejor equilibrados. A fin de cuentas -dice- lo que está en juego es la salud de todos".

"Con efectos patrimonial y emocional"



"Los seguros de responsabilidad civil médica no alcanzan a cubrir toda la problemática que encierran las demandas por presunta mala praxis, ya que éstas no sólo tienen efectos de índole patrimonial sino también emocional e institucional para los médicos y clínicas demandadas. Pero además, los seguros tampoco cubren generalmente toda la extensión del daño y su resarcimiento, dado que las sumas aseguradas son muy inferiores a los montos de muchas condenas".


Rafael Acevedo

Gerente de la Mutual Argentina de Salud y Responsabilidad Profesional, y autor del libro "Error Médico"
"Meras aventuras por dinero"



"La realidad es que la mayoría de los litigios no llega a constituir una demanda seria; son meras aventuras a la que se lanzan algunos abogados en busca de un rédito económico. Al tener la posibilidad de litigar sin gastos reclaman montos exorbitantes porque no les cuesta nada si pierden, y les pueda dejar mucho dinero si ganan. Mientras tanto, los médicos y las instituciones demandadas, ganen o pierdan, siempre deben pagar peritos y letrados para defenderse".


Héctor Vazzano

Presidente de la Mutual Argentina de Salud y de la Federación de Clínicas de la Provincia
Medidas contra la litigiosidad



Debido al aumento de las demandas por mala praxis y al alto impacto patrimonial que éstas generan entre los profesionales de la salud, la Agremiación Médica Platense lanzó en julio último un seguro gratuito que cubre a sus cerca de 4.000 mil afiliados en el caso de demandas por presuntos errores profesionales.

"Lo ofrecemos a partir de un convenio firmado con la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires que cuenta con la empresa Seguros Médicos", explica Gonzalo Hernández, el presidente de la Agremiación, quien sin embargo considera necesario "llevar la lucha contra la litigiosidad indebida incluso más allá".

"Las entidades médicas debemos unirnos para bajar los índice de reclamos especulativos por mala praxis", dice Hernández.

Con ese propósito, el presidente de la Agremiación Médica Platense propone solicitar al Poder Legislativo una reforma legal que reduzca a dos años el plazo de prescripción de las acciones personales por responsabilidad civil derivadas del ejercicio profesional, modifique el beneficio de litigar sin gastos, limite los montos indemnizatorios por daños y perjuicios y exija a los jueces recurrir en forma obligatoria a los informes técnicos emanados de los cuerpos científicos

lunes, 1 de agosto de 2011

La Argentina según José Pablo Feinmann


Está de buen humor. De muy buen humor. No lo dice. Ni lo demuestra con su estética desalineada, su barba crecida, su advertencia de que “está en pijama” pero “con mucho trabajo” y prefiere relajarse y recibirnos así. Más bien, José Pablo Feinmann será de aquellos que lo transmiten con risas dispersas en medio de una anécdota, con una mirada fija pero despojada de prejuicio, con un estilo descontracturado que lejos está del desinterés y más cerca está de un espíritu que lo envuelve. Y ese espíritu, hoy por hoy, se alimenta de una maquinaria laboral non stop: filósofo y escritor, el autor de El Flaco. Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner y de Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina. Tomo I, da clases abiertas y multitudinarias en teatros populares, mantiene sus notas semanales en el diario Página 12, conduce un programa sobre filosofía en Canal Encuentro, está a punto de terminar el segundo tomo de su libro sobre el peronismo, tiene lista para su publicación una novela provocadora y planifica un programa de radio, con música clásica, que les saca brillo a sus ojos mientras lo cuenta. Feinmann está de buen humor. Y lo evidencia. Un punto a favor.

Traspasar la puerta de su casa, inquieta de antemano: antesala de una conversación magistral, envuelta en el aura de quienes esgrimen su lucidez. Pero cruzar el umbral transporta a un escenario diferente. Un caos ordenado, cargado de libros, cajas y discos, repleto de adornos y escritorios, nutridos con la compañía de dos gatos persas que el escritor presenta y que dirá que aprendió a querer “gracias a mi mujer”, una experta y reconocida escenógrafa que implicó, para él, un “acto a lo Jean Paul Sartre”: eligió “en libertad” estar con ella, hace ya 31 años. Un mundo, su mundo, en el que Feinmann se entrega a escuchar y a compartir sus pensamientos con la pedagogía que lo caracteriza.

–En una de sus notas, hizo referencia a un nuevo sujeto social que construía una subjetividad, que eran los medios de comunicación concentrados. ¿Cómo vislumbra el esquema de medios actual y qué subjetividad cree que están construyendo?

–A lo largo de América latina la derecha no tiene representantes políticos poderosos, fuertes, con carisma. En febrero de 2006, viajé con José “Pepe” Nun y Néstor Kirchner a Venezuela y fuimos a una reunión con representantes de la oposición chavista. Eran patéticos, igual que los gusanos de Miami, sin que esto signifique que sea un incondicional de Fidel Castro porque tengo serios reparos con el régimen de Fidel. Los opositores venezolanos eran unos chantas y les pregunté qué les parecía la idea de tener una televisión latinoamericana. No sabían qué contestar. Y cuando llegaron Alicia Castro (N. del R.: por entonces embajadora argentina en Venezuela) y Miguel Bonasso, fueron menos amables que nosotros. Néstor no decía nada, se divertía un poco de la situación. Y acá pasa lo mismo: la clase política opositora es patética, aunque ser patéticos parece que los está beneficiando. En fin, esos venezolanos dominaban los medios y eran brutos, no sabían argumentar, eran como de películas norteamericanas. Acá también la derecha está encarnada en los medios y en algunos periodistas que han pasado a ser grandes politólogos, gente que antes me hacía reportajes y que ahora viene con teorías políticas agresivas. Recuerdo que uno de ellos me había hecho un muy lindo reportaje y hace poco escribió en Perfil que yo era un alcahuete del poder. Esta gente que insulta lo hace porque no tiene argumentos. Incluso cuando empecé con mis programas de filosofía en el Canal Encuentro no faltó quien saliera a decir que me habían comprado. ¡Con un programa de filosofía! Los medios no son medios sino fines de las empresas monopólicas, porque el mercado no es libre, sino que se concentra.

–¿Considera que en la Argentina esos medios son portavoces de la derecha política o cree que construyen una realidad haciéndose eco de los intereses de esos políticos y grupos económicos?

–Creo que son parte de lo mismo. Un tipo como Rupert Murdoch, por ejemplo, maneja fortunas y los medios a través de los cuales dice lo que la gente que tiene sus mismos intereses tiene que decir. El monopolio monopoliza la verdad. Y como dice Michel Foucault, la verdad es el poder, surge del poder. Eso es muy inteligente de su parte, inspirado en Nietzsche, pero soluciona verdaderamente un problema: nada menos que el problema de la verdad. La verdad no es objetiva, la verdad es el punto de vista del que puede imponerla. Si yo tengo veinte medios, tengo veinte bocas por donde decir mi verdad. Está la frase genial de Nietzsche: “No hay hechos, hay interpretaciones”. Si mi interpretación la expreso por veinte bocas informativas, será la interpretación de todos. Y cuando mi verdad sea la de todos, habré alcanzado mi objetivo. Por eso, el objetivo de un gobierno que quiere desarmar un monopolio está en desarmar la unicidad de la verdad. El Gobierno está intentando impedir que el monopolio tenga el monopolio de la verdad.

–¿De allí la frase de Juan Domingo Perón, “la única verdad es la realidad”?

–Esa frase es medio hegeliana. Perón decía cada cosa. La sacó de Hegel pero en Hegel tiene otra profundidad. Más bien la debe haber sacado de Von Clausewitz. En realidad, la única verdad no es la realidad porque la realidad no constituye una verdad. La realidad no da la verdad. Pongamos que mañana hay un atentado contra Miguel Del Sel, va alguien, seamos dramáticos, y le pega tres tiros. Esa es la realidad, que podrá salir en todos los diarios. Dirán “fue asesinado el triunfador, el carismático, amado por el pueblo”. Otros dirán “fue asesinado”. Es un hecho contundente. Es la realidad. Pero no es la verdad porque sobre esa realidad se tejen mil verdades. Pueden llegar a decir que se suicidó. La Nación tratará de demostrar que fue una patota de Luis D’Elía o de Hugo Moyano.

–En esta coyuntura, ¿qué verdad están construyendo los medios?

–La verdad está trascendiendo aun a los propios medios. Ni los propios grandes medios deben haber vaticinado lo que está ocurriendo. El triunfo del Midachi en Santa Fe es asombroso y muestra que en la Argentina hay una “berlusconización” muy profunda. El triunfo de Del Sel es un triunfo a la Berlusconi, es la farándula que atrae, que seduce, el cómico popular que es votado porque sí, porque es cómico. Y el tipo tuvo el buen tino de decir que “es extraordinario que un vago como yo, un profesor de educación física, un cómico, llegue adonde estoy...”. Ahora habrá que interpretar el fenómeno.

–¿Y usted cómo lo interpreta? ¿De dónde proviene?

–Ese hecho viene del gran abrazo que le da Mauricio Macri. Es un triunfo de Macri. Y el triunfo de Macri es un triunfo en lo más inteligente, se supone, para frenar el poder de Cristina Fernández.

–¿Macri acumula votos propios o se apropia del voto anti K?

–El de la ciudad de Buenos Aires, de la ciudad opulenta, es un voto antiperonista. Es un voto para frenar el poder del gobierno nacional. Macri también ganó la primera vez así. La situación económica está bien. Hay inflación, muy manipulada por los monopolios que patean desde ahí. Son los que echaron a Raúl Alfonsín, los que dieron el golpe de mercado. Esa gente es muy dura y tiene mucho poder y están haciéndole la inflación a Cristina. De todos modos es notable cómo está la Argentina. Nadie puede ignorar que el mundo se está hundiendo y acá ni se notó la crisis. Está Mercedes Marcó del Pont en el Central... es un gobierno de mujeres fuertes. También está Nilda Garré. Es notable. Me hubiera encantado una fórmula Cristina-Garré. Pero acá, con el machismo que hay... Lo que pasa es que esta gente ve que con Cristina se compra autos cero kilómetro, va a veranear, y tiene miedo de perder eso. Todo esto es por la guita, nada por la ideología. No hay ideología. Macri no exhibe ideología. No hay plataformas electorales. Macri gana con Jaime Durán Barba. ¿Cómo puede ser que venga un tipo que sea un internacional de las campañas políticas, cómo es la cosa? ¿El tipo conoce todos los países a los que va, conoce sus tradiciones, sus modismos políticos, sus costumbres, sus hábitos? No, no conoce nada, el tipo tiene un esquema de cómo se gana elecciones, es como una máquina. Y Macri se le presta bárbaro. Porque está con los globos y baila muy bien. ¡Cómo no va bailar bien si se la pasó bailando diez años durante el menemismo! ¡Es increíble, Dios mío! ¡Berlusconi!

–¿Por qué en una época en que se reivindica que la política volvió a formar parte de la mesa de los argentinos, surge un personaje de las características de Miguel Del Sel?

–Porque la política volvió pero para el lado del cristinismo. Y ya está estigmatizada porque te dicen: “La Cámpora es Montoneros”. ¿Cómo van a ser los montoneros si repudian la violencia? La política volvió de lado del peronismo cristinista. Que no es cualquier peronismo, porque el de Duhalde es otro.

–¿Cuáles son las diferencias entre uno y otro?

–Cristina va más a fondo que Néstor, es más de izquierda o así será la etapa en que ella se juega. Cristina hereda o sigue la línea del camporismo, que es algo que horroriza a la derecha, que supone que Cámpora fue un gobierno de los montoneros. Todo un disparate. La historia argentina está trazada de mentiras. El gobierno de Cámpora fue un gobierno de 45 días de democracia total, de libertad, de alivio, de decir “al fin, este es un país”. ¡Entraban los libros de Marx! Para los derechistas, venía la subversión. Pero con Cámpora hay libertad total y va Righi y da el gran discurso ante la policía que retoma Garré cuando saca las chapas del comisario Alberto Villar de la escuela de policía. Y pensar que el tercer Perón, que fue bien jodido, fue quien había puesto a Villar y no podía ignorar quién era, un tipo formado en la Escuela de las Américas, un hijo de la OAS.

–¿Y Cristina retoma el espíritu de aquel gobierno camporista?

–Sí. El discurso de Righi es un gran discurso sobre los derechos humanos. Da un gran discurso ante 500 comisarios, que eran todos torturadores, y les dice: “Ustedes van a tener que seguir cuidando el orden pero ese orden cambió. No se puede vejar a una persona bajo ningún aspecto”. Yo comparo el discurso de Righi con lo que hizo Garré, que sacó las chapas de Villar y Falcón.

–¿Esa irreverencia tiene que ver con la condición de género o es el propio modelo?

–Es el modelo que tiene Cristina, basándose en los derechos humanos, en que la policía debe integrarse. No puede haber una escuela que se llame Alberto Villar, un notorio torturador. Es como que a una escuela de policía le pongan Luis Patti.

–Sin embargo, los gobiernos siempre negocian. Usted contó que se distanció de Néstor Kirchner cuando comenzó a acercarse al aparato del PJ porque se convertiría en Eduardo Duhalde.

–Y fijate lo que le costó. Se metió en el aparato, lo sacó a Duhalde pero tuvo que trenzar con Luis Barrionuevo. En un mail que él me manda, me dice que a Barrionuevo lo necesitaba, que no le fuera con esa historia. Y a los ferroviarios los banca porque son parte del aparato y tiene que trabajar con esa gente. Y al bancarlos, toda la gente de Altamira le tira el cadáver de Mariano Ferreyra. Es muy grave porque parece que Kirchner se murió por Mariano. Él, desde que asumió, dijo que no le iba a pegar a nadie. Quería un gobierno sin ningún muerto. De pronto se muere este pibe y la izquierda y el PO lo acusan de estar dentro del aparato que lo lleva a avalar la línea ferroviaria que estaba reprimiendo la huelga. Es cierto, pero es el costo de las manos sucias. Si se metía, tenía que avalar muchas cosas que no le convenía avalar. Pero, desde afuera del aparato, este lo hubiese tirado.

–La pregunta sería entonces si se puede gobernar sin el aparato.

–Exacto. Esa es la gran cuestión y no tiene respuesta. Si gobernás fuera del aparato, no podés gobernar. Y si lo hacés desde adentro, terminás avalando a esos matones ferroviarios que matan a cualquiera, en cualquier momento y te tiran el muerto a vos. Y a un tipo tan sensible como Néstor, eso lo liquidó.

–En este contexto, ¿cómo vislumbra el futuro del Gobierno?

–Ojalá Cristina gane en octubre. Yo estoy preocupado, pero imagino que va a ganar. Cristina parece más renuente a manejarse con el aparato. Ya les paró el carro, lo va a manejar desde más lejos. Néstor se metió mucho. Pero lo tenía a Duhalde. Cristina también lo tiene, aunque más debilitado. De todos modos, este pueblo está en un estado tal de locura que es capaz de votar a Duhalde para presidente. Después de lo de Miguelito Del Sel, puede pasar cualquier cosa.

–¿No ve ninguna oposición auténtica, con proyección, como el frente que lidera Hermes Binner, por ejemplo?

–No. Binner no tiene carisma ni fuerza. Últimamente se me desdibujó mucho. Binner es demasiado tranquilo, no creo que tenga garra. La que tiene más garra es Cristina. Y la distancia como cuadro político entre Cristina y todos los demás es sideral.

–¿Es la misma presidenta que antes de la muerte de Néstor Kirchner?

–No. Cristina dio un salto impresionante. Con lo cual se puede deducir que Kirchner la opacaba o la frenaba en algunas cosas. O también que, como todos esperaban que se cayera, ella demostró que tiene un orgullo legítimo y notable. Dijo: “No me caigo nada, el dolor no es debilidad”. Y fue para adelante. No mostró ninguna debilidad, le queda muy bien el negro, no perdió el sentido del humor, sus discursos siguen siendo brillantes, no cejó su lucha contra Clarín, avanzó con los cambios respecto de la policía y el nuevo ministerio, por ejemplo. A Néstor no le importaba mucho la política territorial, le importaba más la mediática. Nadie gobierna inocentemente, como dice el personaje de Sartre.

–Eso también lo transmitió en su libro El Flaco.

–El Flaco es un libro sobre la teoría de las manos sucias, igual que la obra de Sartre. Es una relectura. Es la conversación entre un intelectual y un político que le dice que para gobernar se debe ensuciar. Mi idea no era un delirio: proponía un gobierno de centroizquierda basado en la gente de las asambleas y negociar con el aparato desde ahí. No meterse en él. Pero la respuesta del político es la de siempre: no se puede gobernar inocentemente y ustedes, los intelectuales, siempre quieren estar limpios y con la conciencia moral serena. Entonces le dije que lo hiciera, que yo me iba a apartar pero que iba a estar cerca de la orilla. Después, seguí atacándolo a Néstor desde Página 12. Y se enojó, me escribió un mail y no nos vimos más.

–¿Y habla con la Presidenta?

–No, nunca tomé un café con ella en todo su gobierno.

–¿Por qué?

–Yo tuve dialogo con Néstor al comienzo del gobierno. En la primavera kirchnerista. Después ya no. Después apareció Carta Abierta.

–Hoy por hoy a Carta Abierta le cuestionan el haber tratado de polemizar sobre las razones que llevaron a Filmus a cosechar pocos votos en la ciudad y que permitieron el ascenso de Del Sel en Santa Fe. ¿Considera que contribuye la existencia de un espacio como Carta Abierta?

–Sirve como espacio, hay gente muy valiosa. Yo no estoy muy de acuerdo con el estilo de los documentos que sacan. Su obligación es ser claros si quieren llegar al pueblo. Pero por allí está Horacio (González), a quien quiero muchísimo y con quien hago muchas cosas. Ahora vamos a presentar el libro de Sandra Russo sobre Cristina, con Ricardo Forster.

–Lo podrían acusar de ser parte de la crispación que dicen que fomenta Cristina...

–El asunto de la crispación es un invento. Acá hay una editorial como Perfil que publica Noticias, y Noticias es una revista panfletaria, capaz de inventar cualquier cosa. Como también lo hacen los diarios hegemónicos. Los diarios ya no informan pero han llegado a la mentira, lo cual es mucho más grave. Por ejemplo, las radios reprodujeron muchas de las protestas de la 125. ¿Y de quiénes son las radios? Las radios son de los medios, de los grandes medios. Básicamente, el Grupo Clarín tiene un gran andamiaje radial, televisivo y gráfico. Y este es el primer gobierno que se le enfrenta. En realidad, es el primer gobierno peronista después del primer Perón que combate al capital. Porque desarmar un monopolio sí es desarmar al capital. El neoliberalismo se expresa dominando el mercado, concentrándolo. Lo que tiene de trágico la política neoliberal es que concentra la economía y mucha gente queda afuera. Entonces se produce el problema de los inmigrantes que quieren entrar y estos no los quieren dejar entrar, los reprimen, levantan muros. ¿Qué sociedad es esa?

–Previamente dijo “ya no existen los diarios que informen”. ¿Es una falacia la idea de un periodismo objetivo?

–A ver, 6, 7, 8 da su versión de la realidad, aunque creo que cometió el error de repetirse, como Clarín. Y mirá de lo que sirvió que siempre le pegaran tanto a Macri, que mostraran tantos videos... Al final, el tipo ganó las elecciones. Es un buen programa pero dan su visión de la realidad. Lo que pasa es que hay sectores empresariales muy potentes en los que los periodistas ni siquiera tienen libertad para decir o hacer. ¿Quién va a hacer eso en Clarín? Magnetto no creo. Fontevecchia, tampoco.

–Hablando de Magnetto. ¿Cuál es su opinión respecto del caso de los hermanos Noble Herrera?

–No seguí mucho el caso pero me parece evidente lo que pasa. Están pataleando con el asunto del ADN y se presentaron cuando la coyuntura fue favorable, preelectoral. Ahora, si vos me preguntás a mí, por el sentido común, siempre supimos que esos chicos eran apropiados. Como se apropiaron Papel Prensa, algo que ya habían contado en el libro Decíamos ayer. Hay cada artículo de Clarín que te querés morir... La gente no lee esa clase de libros pero ahí está todo, hasta los artículos que publicaba Mariano Grondona. Hay un artículo, “Meditación del Elegido”, sobre López Rega, por el que habría que mandarlo preso al tipo. Es un cómplice de los delitos de lesa humanidad de la Triple A. Dice: “López Rega está haciendo la tarea que nadie quiere hacer pero que hay que hacer”. ¿Qué le decís a un tipo que publica algo de eso? ¿Tiene responsabilidad o no en los crímenes de la Triple A? ¡Está avalando a López Rega! Y se llama “Meditación del Elegido”. El “elegido” es López Rega.

–¿Nos falta hacer una autocrítica como sociedad?

–No existimos como sociedad. Ninguna sociedad existe como tal. Están divididas. Hay clases pobres y ricas, clases que no son ni del todo pobres ni del todo ricas. Hay marginados, delincuentes. Y los delincuentes son una nueva forma de la clase obrera. Los que empobrecieron a esa gente ahora quieren seguridad porque como los empobrecieron, ahora los convirtieron en delincuentes, resultado de diez años de menemismo.

–En esa misma lógica, también entraron las críticas a las Madres de Plaza de Mayo, cuando salió a la luz el caso Schoklender.

–Eso es canallesco. Lo más puro que tiene la Argentina y muchos olvidan que gracias a las Madres no hubo venganza. Es curioso. No hubo una sola venganza y hubo, para mí, treinta mil desaparecidos. Yo no discuto esa cifra. No hubo una venganza porque están las Madres de Plaza de Mayo que piden justicia, que piden por la vida y son un símbolo de la vida. Además, ¿qué piensa esta gente? ¿Que la Argentina está fuera del mundo? Las Madres son respetadas en todo el mundo, las reciben como heroínas de una lucha. Había que tener mucho coraje para salir en julio del ’77 a la calle. Ese era el terror. Nadie iba a salir. Y lo hicieron las Madres y les dijeron las locas de Plaza de Mayo, por dar vueltas a la plaza todos los jueves, cuando en 1977 mataban a cualquiera. No se les puede faltar el respeto a esas mujeres, así se haya equivocado Hebe o no. Yo nunca estuve de acuerdo en muchísimas cosas, como con lo que dijo de la ETA, de las Torres Gemelas, de la visita a Ahmadinejad, de que tuviera a Schoklender al lado. Pero de ahí a cuestionarlas por esto, es otra cosa. Es una indecencia. Las Madres merecen un gran respeto. El país no sabe lo que tiene con las Madres y las Abuelas. Alguna vez les van a dar un Premio Nobel. Esta gente luchó por la paz, por la concordia, por no matar, por la no violencia.

–¿Es otra manera de atacar al gobierno de Cristina?

–Creo que todos quisieron tirar al gobierno de Cristina con la 125, ver qué arañaba cada uno de eso. Además, no fue nuevo que estuviera también la izquierda: estuvo en el ’45 con la Unión Democrática, por qué no va a estar en el 2008 con la Sociedad Rural. Palacios, Repetto, Américo Ghioldi, los radicales... Esa gente desfiló con la Unión Democrática y ellos tenían sus motivos, creían que eran los aliadófilos que luchaban contra el nazismo que era Perón. Entonces se cae en esas confusiones históricas, se da un encuadre equivocado porque Perón no era el nazismo ni ellos ya eran los aliadófilos porque la guerra había terminado. Esta gente salía creyendo, como Victoria Ocampo, que iban a la lucha contra el nazismo. Y Perón era muy piola porque se dio cuenta de que nadie representaba a los migrantes internos, a los negritos que habían inundado la ciudad, entonces dice: “Ahí tengo mi sujeto político”. Eso es un político que ve una coyuntura clara.

–¿Y cuál es el sujeto político del kirchnerismo?

–Muy buena pregunta... ¿Hay sujetos políticos ahora? No hay. El sujeto político que va a votar ahora por Cristina, va a votar por la guita y la buena administración del país.

28.07.2011