sábado, 14 de septiembre de 2013

La lógica mercantil de los laboratorios y la necesidad de una producción pública de medicamentos para la gente

La lógica mercantil de los laboratorios y la necesidad de una producción pública de medicamentos para la gente, el rol de las obras sociales y sus vínculos con el sistema privado de salud fueron los temas debatidos en Mar del Plata.
"Unas 25 millones de personas tienen obra social, 4 millones tienen prepagas, pero 20 millones no tienen cobertura alguna. Por esto es muy importante sostener la infraestructura de los hospitales”, apuntó el diplomado en salud pública Francisco Leone durante las Jornadas Internacionales Sociedad, Estado y Universidad, que se desarrollaron la semana pasada en Mar del Plata.
Con 470 mesas de reflexión y más de 1500 panelistas, el objetivo de las jornadas fue abordar desde diferentes perspectivas las nuevas problemáticas de las relaciones que se establecen entre la universidad, el Estado y la sociedad. Entre las temáticas expuestas se destacó la mesa de Salud y Política Sanitaria, que desnudó el vínculo de las obras sociales con el sistema privado de salud, y que planteó la necesidad de producir medicamentos públicos para romper con la lógica del mercado por sobre los derechos de la población.
La mesa fue precedida por el médico marplatense Carlos Trotta, contó con la participación del doctor de la Universidad de Córdoba Horacio Barri, el médico sanitarista José Carlos Escudero y Leone.
“Las obras sociales son de los trabajadores, pero desde hace años continúan con la política de desregulación con fuertes vínculos con las empresas de medicina prepaga y la contratación con la medicina comercial”, denunció Leone.
Los hospitales porteños no están inmunes a la lógica empresarial. En los últimos años, la falta de mantenimiento e insumos, junto a la escasez de enfermeros provocaron la desidia de muchos de sus trabajadores, de la población y la penuria de quienes deben ser atendidos en malas condiciones. “No queda en claro cuál es la política sanitaria del gobierno municipal, pero el oficialismo porteño cuenta con el apoyo de la Asociación de Médicos Municipales, que están más preocupados por los ataques que reciben los profesionales que por las agresiones que perciben los pacientes por la mala atención”, sostuvo Leone.
Para Escudero, “la clase media próspera argentina suele identificarse con ideologías individualistas e ignora que las probabilidades de supervivencia de sus propios hijos son inferiores a la de las familias cubanas”. Pensar la salud por fuera de las posibilidades del bolsillo implica ver al sistema sanitario poblacional en su realidad histórica, en su matriz contextual.
Otra de las problemáticas actuales que se discutió en “Salud y Política Sanitaria” fue el mercado de los medicamentos.
Las políticas nacionales de los últimos cuarenta años relacionadas con el abastecimiento de medicamentos a la población se llevaron a cabo, fundamentalmente, a través de la compra, no de la producción. Un ejemplo de ello se expresa en el programa Remediar, un plan implementado a partir de octubre de 2002 hasta la fecha (actualmente denominado Remediar + Redes), y pensado para abastecer a 15 millones de personas en estado de desamparo y sin cobertura social.
Los laboratorios de capitales argentinos nucleados mayoritariamente en la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (Cilfa) y en la Cámara Empresaria de la Laboratorios Farmacéuticos (Cooperala), consideran que el Estado debe intervenir sólo en la regulación de su actividad pero sin entrar en el terreno de la producción pública, a la que consideran con escasos recursos tecnológicos, o que no reúnen las condiciones establecidas.
“Los laboratorios privados no producen medicamentos de escasa rentabilidad pero de reconocida acción terapéutica, como los que se utilizan en el tratamiento del mal de Chagas o de la tuberculosis. Obviamente, su objetivo no es priorizar la función social de los mismos, sino obtener la máxima ganancia”, comentó Barri.
En septiembre de 2007 se formó una Red Nacional de Laboratorios (Relap), constituida por alrededor de 25 laboratorios públicos, para articular producción de medicamentos con investigación y desarrollo. Fue tomado orgánicamente por el Ministerio de Salud para implementar su Programa para la Producción Pública de Medicamentos, Vacunas, y Productos Médicos (Resol. 286/2008).
A mediados de 2008, ante una solicitud del Ministerio de Salud de la Nación para el programa Remediar, cuatro laboratorios públicos (LIF de Santa Fe, LEM de Rosario, Laboratorios Puntanos de San Luis y Laformed de Formosa) produjeron 40 millones de comprimidos en cinco especialidades medicinales diferentes, hecho que hablaba de la versatilidad y de la capacidad potencial de los mismos. Sin embargo, esto fue fugaz y el programa, inexplicablemente, fue desactivado a mediados de 2009 por la actual gestión del ministro de Salud de la Nación, Juan Manzur.
“Existe una ley para la producción pública de medicamentos, que posee el Ministerio de Salud. Se está a la espera para ver de qué manera se reglamenta esta normativa, pero desconocemos si el ministerio está convencido de la propuesta”, afirmó Leone.
Para Escudero, habría que subsidiar el sistema de fabricación estatal de medicamentos, de manera que pueda vender drogas de alta calidad y a bajo precio. Este subsidio colaboraría para la formación de precios testigos. “Lo que no se puede fabricar en Argentina habría que comprarlo en el mercado internacional de medicamentos en licitaciones abiertas, con condiciones de calidad aseguradas. Así bajaría drásticamente el costo”, indicó Escudero.
Según Barri, el problema más grave tiene que ver con los más de 450 medicamentos que circulan masivamente, sin eficacia comprobada o con combinaciones irracionales de drogas. “Esta situación es grave porque los que sirven no superan el tercio de los que se recetan, venden o compran” , advirtió Barri.
Salirse de la lógica de mercado exige “discutir cómo hacemos para conseguir en el sector salud poder político, que nos permita poner en práctica la ética por sobre la ganancia”, concluyó Escudero.
 

Producción nacional de medicamentos

Producción nacional de medicamentos. En silencio, el Congreso nacional trata un proyecto de ley que le dará al país una herramienta clave para lograr la plena soberanía política sanitaria.
Un proyecto de ley que se encuentra en danza en el Congreso de la Nación, que obtuvo media sanción en Diputados durante marzo, y que se encuentra movilizando a la Comisión de Salud del Senado, ha pasado desapercibido para la prensa escrita.
Se trata de uno de esos proyectos fundamentales, del orden de los que contemplan los derechos inclusivos, de los que vienen siendo debatidos desde hace mucho tiempo, en los que se juega una porción de soberanía y por ello cuenta con fuertes intereses opuestos, como es el que encarna el proyecto de la Producción Pública de Medicamentos y Vacunas.
Esta semana se reunieron los legisladores que tratan el tema en la Comisión de Salud de la Cámara Alta y le confiaron a las organizaciones que impulsan el proyecto que “no había objeciones” entre los senadores. Este acuerdo será refrendado pasado mañana, cuando la Comisión se reúna en pleno, de donde deberá salir un dictamen favorable y, de seguir todo en la buena senda, el proyecto será tratado en dos semanas en el recinto.
La ley de Producción Pública de Medicamentos y Vacunas es apoyada e impulsada por varios grupos de médicos sanitaristas, de hospitales y universidades públicas, y van en el mismo sentido general de la recuperación de las unidades productivas nacionales.
Existen en este momento unos 39 laboratorios de producción de medicamentos repartidos por casi todo el territorio nacional, del Estado nacional, provinciales, municipales y universitarios.
Desde hace cuatro años en la Facultad de Farmacia de la UBA se ha creado la Red de Laboratorios Públicos (Relap), con más de treinta directores de Unidades de Producción de Medicamentos, el Inti y la División de Programas Especiales de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Nación. Aún no se han sumado a todos los laboratorios, pero la ilusión es que la promulgación de la ley motorice la desfragmentación de este complejo productivo y el país pueda tener su propia red nacional de producción estatal de remedios.
“Los medicamentos que producen estos laboratorios abarcarían casi el 96 por ciento de todas las enfermedades, son Medicamentos Básicos Esenciales, es decir que no hay problemas de patentes. Quedan algunos, como los del tratamiento contra el VIH, los antituberculosos, y los oncológicos, pero que con una política racional no tiene por qué ser algo caro”, opina el médico Carlos Capuano, que coordina la Cátedra Libre de Salud y Derechos Humanos de la Facultad de Medicina (UBA), que es uno de los focos propulsores de la iniciativa.
“Cuando hablamos de medicamentos, uno se imagina un comprimido, una ampolla, una pomada, un inhalador, lo que sea, pero lo importante de esta ley es que va más allá de todo esto porque detrás está la investigación y el desarrollo”. Capuano se refiere a que como Argentina hoy no produce moléculas, la producción en los laboratorios está condicionada a la importanción de éstas. “Imaginate si esos laboratorios públicos se articulan con las universidades públicas, en la investigación y desarrollo, se podrían generar nuevas moléculas, que en la Argentina no se producen, y producir patentes para el Estado, divisas, sin tener en cuenta el soporte estratégico que eso significa, con científicos trabajando, unversidades trabajando en la investigación según las necesidades del país…”.
Cerebros sanitarios. La Cátedra libre de Salud y DDHH se conformó hace doce años y desde el 2000 incursiona en el estudio teórico abordando varias líneas de investigación (Atención Primaria de Salud, Salud Mental, Medicamentos, Alimentación y Nutrición, Salud Materno Infantil, Salud y Medio Ambiente, etc.). Ejercer la soberanía sobre la producción de medicamentos se presenta como la manera más firme de desentramar una parte del nudo de complejidades que conforman esta área tan sensible: la salud. Las que en parte se encuentran sujetas por situaciones regionales o enfermedades muy delicadas que no pueden depender del alegre devenir del mercado internacional.
En este tiempo hubo ejemplos que fueron materializando las necesidades y las potencialidades que respaldan a esta idea. “En el año 2002 vino un grupo de hemofílicos a nuestra casa, desesperados porque se había cortado la importación, y la hemofilia se trata con un hemoderivado que es el Factor 8. Entonces el laboratorio de hemoderivados de Córdoba empezó a producirlo, y hoy en día no sólo la Argentina se autoabastece de Factor 8 sino que exporta al Mercosur”, relata Capuano.
Otro ejemplo claro lo aporta la hidiatidosis, que en la Capital no se conoce pero se trata de una enfermedad parasitaria que afecta a toda la región patagónica y que por lo general forma quistes que pueden llegar a ser muy graves. “El medicamento para tratar la hidiatidosis costaba en farmacia unos 22 pesos –prosigue Capuano–, y eran moléculas viejas que producían varios efectos adversos; hoy, el Prosome, que es el laboratorio público que tiene Río Negro, además de abastecer al 100 por ciento de los hospitales públicos de esa provincia, produce este medicamento, y ¿sabés a qué precio? A 0,50 centavos”, impacta.
Por cosas así es que el grupo que trabaja en la Cátedra de Salud y DDHH asegura que “si la Argentina logra aprobar esta ley va a dotar al Estado de una herramienta estratégica en pos de las políticas públicas soberanas. Basta con imaginarse los ejemplos de la hidatidosis y de la hemofilia trasladado a todos los otros casos. El otro efecto va a ser económico. Imaginate que van a ser más baratos, van a ser producciones del Estado y de altísima calidad, como las que se hacen ahora. Entonces, la industria se opone y sabe bien por qué se opone”, dice el especialista.
En la Argentina se gastan más de 7 mil millones de dólares anuales en medicamentos que, al ser importados, significa un fuerte giro de divisas al exterior. En la región, Brasil ya tiene en funcionamiento su propia producción estatal de medicamentos. India se ha convertido en la segunda exportadora de moléculas del mundo, industrias que se han desarrollado en Europa en época de posguerra y, naturalmente, también en Estados Unidos, aunque allí se desarrolla en una alianza con el sector privado. El mismo que no le permitió a Bill Clinton reformar la letra en salud pública y medicamentos, y apenas lo dejó al presidente actual, Barack Obama, hacer un tibio movimiento.
Potencial argentino. Capuano, sabe, porque lo han analizado exhaustivamente, que en el país “hay capacidad instalada, los laboratorios públicos trabajan hoy con una capacidad utilizada entre un 25 y un 50 por ciento, algunos pueden llegar al 75, nosotros medimos la capacidad potencial, y es de un 533 por ciento”. Un cálculo para poner en dimensión de qué se está hablando. “Por ejemplo, el programa Remediar, según datos oficiales, abastece a 15 millones de personas en la atención primaria, patologías prevalentes, del 90 por ciento de las enfermedades, y para esos 15 millones de personas se necesitan 500 millones de comprimidos al año de determinados medicamentos”, explica el coordinador de la Cátedra de Salud y Derechos Humanos, y cuenta: “Un cálculo que hicimos nosotros dio que trabajando, no al 100 por ciento, sino en jornadas de ocho horas, 20 días al mes, 11 meses de trabajo, 11 laboratorios públicos podrían producir casi 800 millones de comprimidos”.
Los profesionales reunidos en los colectivos que proponen la producción pública de medicamentos entienden que hay que abandonar de una vez por todas la mirada de la salud como ausencia de enfermedad, y que es imperioso que se la comience a contemplar con una mirada integral, desde la dignidad de la persona. El núcleo duro de este planteo se resume en “dignidad, libertad e igualdad”, dicen. “Tomamos, tanto, la capacidad de las personas, como sujeto histórico social y de su comunidad, de detectar, identificar y resolver en forma solidaria, los distintos factores que limitan la potencialidad vital. Para nosotros lo fundamental es la comunidad, lo antagónico a la definición de la OMS (‘el completo estado de bienestar, físico, psíquico y social, que es una definición atemporal, que se da en muy pocos Estados’). Hay un profesor de la cátedra, sanitarista, el negro José Carlos Escudero, que dice que esta definición ‘se da sólo en el orgasmo simultáneo’”.
A principios del mes pasado, en conversación telefónica con el programa de Radio Nacional Hoy más que Nunca, que conduce Eduardo Anguita, el reconocido sanitarista José Carlos Escudero afirmaba que el sector privado de la salud es el sector más privilegiado de toda la economía. “Si usted es capitalista gana más plata invirtiendo en salud que en energía e inclusive en defensa nacional o armamentos. Y además, si usted controla medios de comunicación, puede hacer terrorismo epidemiológico, puede moldear subjetividad diciendo que se viene una plaga o una peste y que compren lo que ellos venden”, explicaba Escudero.
Capuano explica una particularidad más que dependerá de la instauración del complejo productivo nacional de vacunas y medicamentos: “Esto que hablábamos de dignidad, libertad e igualdad, en salud, es indivisible; la igualdad se aplica en la equidad, la equidad se aplica en el derecho a la salud como un derecho humano, y ese derecho humano sucede si uno tiene acceso. Entonces, para acceder a un medicamento o que te puedan atender necesitás determinado tipo de herramientas estratégicas. Y la Argentina ya tiene 39 laboratorios púbicos, que producen medicamentos básicos escenciales, por todo el país y están en funcionamiento”.
Los grupos que pugnan por esta ley dicen que no descubrieron la pólvora. Y mencionan antecedentes. Nombran al ex ministro Ramón Carrillo, a Floreal Ferrara y al ex decano de Famacia y rector de la UBA, Raúl Laguzzi. “En el ’46 hubo una suba de precios de los medicamentos y Carrillo le propone a Perón conformar Emesta (Empresa Medicinal del Estado), que empieza a funcionar con fuerte decisión política y ya al año tenía cien medicamentos en el mercado, logrando frenar el avance de las empresas”, remarcan. La experiencia universitaria (‘74/’75) de Laguzzi, que supo esquivar una bomba de la Triple A, también estuvo enfocada a crear una planta de producción de medicamentos en la Facultad de Farmacia y Bioquímica, en la que sus estudiantes participaran activamente con los proyectos de salud que se querían implementar en diferentes provincias. Su última aparición pública en vida fue mediante una carta, en la que adhería a la ley que en dos semanas puede ser el nuevo hito legislativo en dirección, nada menos, que a la soberanía política sanitaria.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Las grandes alamedas (Por José Pablo Feinmann)

 
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Ni que se haya convertido en la fecha de la caída de las Torres Gemelas evitará que –para nosotros, para los hombres y mujeres de América latina– el 11 de septiembre sea la fecha del golpe de Estado más detestable de los tantos que padecimos. Se trataba de un gobierno elegido democráticamente. Se trataba de un país con un ejército que –a diferencia de los de nuestro continente– había sido guardián del orden constitucional.

 Se trataba de un presidente que era un hombre noble, con ideas e ideales, un hombre honesto y un hombre valiente. Había tenido un gran apoyo de las masas obreras. Y una queja constante, un repudio sin tregua, del MIR, el principal grupo armado de Chile. Finalmente, todos los sectores de la sociedad –menos los obreros– se unificaron para voltearlo: el ejército, los medios de comunicación, los gremios, las clases altas, las clases medias y –con un empeño criminal, furibundo– los Estados Unidos de Nixon y Kissinger. Las clases medias inauguraron la modalidad de salir a la calle con cacerolas y atronar el país pidiendo la renuncia de Allende.

Allende fue el más original, el más creativo de los líderes socialistas del siglo XX. Descreyó de la célebre dictadura del proletariado y eligió el camino democrático, pacífico al socialismo. Si ese camino fracasó, no menos fracasaron los otros. Con una enorme diferencia. Allende no dejó decenas o decenas de miles o millones de cadáveres tras de sí. Ni presos políticos tuvo. Confiaba en solucionar la antinomia entre socialismo y democracia, que el mandato de la dictadura del proletariado (que viene de las páginas de Marx y que éste asume como su mayor aporte a la teoría política) obliteraba. La derecha –beneficiada por los errores y por las muertes de los socialismos triunfantes y luego derrotados– no tiene rédito alguno para sacar de la experiencia de la Unidad Popular. Salvo que digan que nacionalizar el cobre equivale a fusilar enemigos políticos, o peor aún.

En su último mensaje, don Salvador Allende dijo a su pueblo y a todos los pueblos de América: ¡Trabajadores de mi Patria!: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
El criminal de guerra Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, peor criminal de guerra aún, odiaban a Allende con una pasión enfermiza. En octubre de 1970, Nixon dijo sobre él palabras injuriosas: “That son of a bitch, that bastard...”

Pero esa imagen de este hombre sereno –aunque capaz de encarnar la fuerza de un tornado–, que lo único que nos dejó, como pertenencia, fue el pedazo ensangrentado de uno de los vidrios de sus anteojos, este hombre maduro, con canas, que sale de La Moneda con casco de guerra y metralleta, para morir peleando, tal vez insensatamente, pero como él lo sentía, es, para mí, el símbolo más puro de la rebeldía, porque trató de cambiar el mundo por los caminos de la democracia y de la paz, y porque no pudo, porque los asesinos del poder internacional no lo dejaron, agarró una metralleta, se puso un casco de guerra y decidió (como esos bravos, legendarios marinos con sus barcos) hundirse con su causa. ¡Ah, don Salvador Allende, ojalá hubiera yo tenido alguna vez en mi patria un líder como usted! Simple, duro, pero sensible, amigo y compañero de la gente de su pueblo, sin sinuosidades, con una sola palabra, la misma de siempre, la que marcó la coherencia de sus días y, por si fuera poco, con ese coraje, don Salvador, que le hizo decir: De aquí no me voy, que sigan otros, no van a faltar, y van a llevarme en sus corazones como a un hombre puro, como a un guerrero y como a un demócrata que les va a henchir el pecho de orgullo y de exigencias perentorias. Porque, de ahora en más, todo chileno que sepa que tiene detrás la figura de Salvador Allende, sabe que no se viene a la vida a jugar, a gozar de las liviandades y las tentaciones, sino a meterle el alma y el cuerpo a las causas duras, las de la injusticia, las del hambre, las de la tortura y la muerte. Es mi legado.

Lo es. Tenía la cara de un hombre bueno. Vestía de civil. No andaba ostentando armas ni uniformes bélicos. Se metía entre los obreros. Hablaba en sus asambleas. Les pidió, al final, que se cuidaran. Que no se dejaran sacrificar fácilmente por los carniceros que se cernían sobre Chile. Cuando Castro lo visitó le dijo que tenía que recurrir a la violencia si quería sostenerse. Allende no lo hizo. De la violencia se ocupaban los guerrilleros del MIR que, desde luego, lo acusaban de burgués conciliador. ¿Por qué se habrán preocupado tanto los de la CIA y Nixon y Kissinger por un burgués conciliador? ¿Por qué el ejército habrá bombardeado La Moneda? ¿Por qué el diario El Mercurio (al que Nixon le dio dos millones de dólares para desestabilizar su gobierno) lo atacó sin piedad ni vergüenza? ¿Por qué las conchetas chilenas, que son terribles, salieron con sus cacerolas para injuriarlo? ¿Sólo porque era un burgués conciliador? Los del MIR fueron funcionales a los golpistas que, salvo los que se fugaron, murieron todos, en el Estadio Nacional o en las más siniestras mazmorras, tan cruelmente como los líderes de la Unidad Popular. No, Allende no era un burgués conciliador. Era un socialista temible. Porque había elegido la democracia (el arma ideológica que la derecha cree suya) para ir hacia el socialismo. Pero, luego, hizo algo peor. Murió con su causa. Dejó, para el socialismo, un ejemplo moral incuestionable. Y murió sin perder sus esperanzas. El hombre libre volverá. Las altas alamedas lo esperan. Bajo ellas se fue Allende de este mundo.