viernes, 6 de junio de 2008

Prensa canalla del Mundial 78


Y AYER QUE?

En junio de 1978 desaparecieron 63 personas en todo el país y Adolfo Pérez Esquivel, quien ganaría el Premio Nobel de la Paz dos años después, era liberado el viernes 23, dos días antes de la final. La inmensa mayoría de los medios se subordinaba a las directivas de la Junta, con escasas excepciones, como el Buenos Aires Herald que dirigía el británico Robert Cox. El 14 de abril había fallecido en Buenos Aires el único periodista deportivo que se oponía a la realización del Mundial desde que el torneo había sido otorgado a la Argentina: Dante Panzeri. Incluso desde mucho tiempo antes que los militares dieran el golpe del ’76.

La antítesis de Panzeri, el periodista Enrique Romero, que había redactado una carta apócrifa del futbolista holandés Ruud Krol a su hija, trabajaba en la revista El Gráfico. “Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es una mentirita infantil de ellos. Papá está muy bien. Aquí todo es tranquilidad y belleza. Esta no es la Copa del Mundo sino la Copa de la Paz”, escribió el corresponsal en la provincia de Mendoza, donde se concentraba el seleccionado que saldría subcampeón mundial.

Héctor Vega Onesime, el director de El Gráfico –citado por Llonto en su libro–, recordó que “con el escándalo encima, incluyendo una protesta del embajador holandés en la Argentina y la amenaza del equipo de retirarse del Mundial, la cuestión se solucionó con una conferencia de prensa en la que Krol desmintió la carta”. Romero pidió disculpas, pero ya era tarde. Sería un eslabón menor en la cadena informativa de obsecuentes del régimen y el autor de un texto que el gran jugador holandés calificó como “indigno, artero y cobarde”.

El Gráfico y José María Muñoz, el relator de América, sí se transformarían dentro del periodismo deportivo en los iconos de aquello que, ya en democracia, la revista Humor denominaría “La prensa canalla”. Las publicaciones de editorial Atlántida (El Gráfico y otras del mismo sello como Gente, Somos o Para Ti) se convirtieron en las house organ de la dictadura con ciertos periodistas que superaban como apologistas a los voceros de uniforme más consustanciados con el régimen.

Renée Salas, de Gente, se anotaba primera en la lista. “Recorría las redacciones de Paris Match, L’Express, Le Point, Le Monde y Le Figaro ‘para conocer las razones que los llevan a publicar notas contra la Argentina y qué argumentos tienen. En toda Europa hay una moda antiargentina. Es la moda de los intelectuales de izquierda. Es mucho más nota un jefe montonero que yo, y eso no lo dudes’, diría una vez terminado el campeonato” (El terror y la gloria, Abel Gilbert y Miguel Vitagliano, Editorial Norma).

Dos meses después de finalizado el Mundial, en la Revista Argentina ante el Mundo (septiembre-octubre del ’78), los periodistas deportivos escribieron: Mauro Viale y Marcelo Araujo“Fue el milagro argentino. Nadie discute que el país ganó el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978 antes de que se diera el puntapié inicial. Su organización, lograda contra los presagios, sorprendió al mundo. (...) Los periodistas argentinos que tuvimos que convivir con nuestros colegas extranjeros durante esos días pudimos comprobar cómo en los más honestos de ellos –afortunadamente la mayoría– se disolvían los prejuicios que traían de sus países merced a la insidiosa propaganda motorizada por las organizaciones subversivas y los ingenuos de siempre. (...) Es cierto que los argentinos todos vivieron por primera vez en décadas la oportunidad de salir a la calle bajo una sola bandera. Después de cuatro o cinco años de sufrir una guerra sucia, la guerra desatada por la subversión, surgió la ocasión de expresar entusiasmo” (extraído de Decíamos ayer, de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta).

La cronología de esos días es como un calidoscopio donde el fútbol y los actos de gobierno se confunden como los gritos de gol en el estadio Monumental con los gritos de dolor arrancados por la tortura en las mazmorras de la ESMA.

El 1º de junio comienza el Mundial con el aburrido empate en cero entre Alemania y Polonia. El 7, en base a un informe del Fondo Monetario Internacional que cita el diario La Prensa, se atribuye a la Argentina la tasa de inflación más alta del mundo, con el 172,9 por ciento anual. El 15 de junio, La Nación reproduce una breve declaración del general Videla sobre el partido que Argentina le gana 2 a 0 a Polonia: “Es una gran victoria para el deporte y para el país”. El 24, un día antes de la final del Mundial, el canciller Oscar Montes (un hombre de la Marina) sostiene en la séptima Asamblea General de la OEA que “en la Argentina no existen violaciones a los derechos humanos”. El 25, la Selección Nacional derrota a Holanda por 3 a 1 con dos goles de Mario Kempes y uno de Daniel Bertoni, tras los 90 minutos reglamentarios y el tiempo suplementario. Y el 5 de julio, Videla agasaja con un almuerzo al plantel conducido por Menotti en la residencia presidencial de Olivos.

El día siguiente a la obtención de la Copa, el diario La Razón reprodujo declaraciones de José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura: “Debemos seguir jugando el gran partido del proceso nacional, en el cual el triunfo final va a depender no sólo del gobierno sino del esfuerzo y participación de cada uno de los argentinos. Juntos lograremos la victoria”.

El proceso era el Proceso de Reorganización Nacional, el pomposo título con que la dictadura definía su propio destino manifiesto. Mientras los buenos augurios políticos quedaban en manos del funcionario civil más representativo del régimen militar, las conjeturas sobre el valor simbólico que se le atribuía al torneo corrían por cuenta de la prensa deportiva. La realización del Mundial era para ese sector una conquista suprema y ayudaba a mitigar los males de todos, según la visión de Juan de Biase, el responsable de la sección Deportes de Clarín: “Es probable que, en lo individual y en lo colectivo, nos haga olvidar durante un mes de la problemática personal y nacional. Aceptémoslo. Es cierto”, escribió el 1º de junio.

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