martes, 3 de junio de 2008

Nick Drake


Pink Moon (Discaso!!)

A la edad de cuatro años compuso su primera canción, "Cowboy Little". Por entonces escuchaba música clásica, soñaba con ser director y se sentaba al piano para hacer canciones. Nick Drake era un niño ensimismado y silencioso, pero con una vida interior muy activa. A los ocho años (en 1956) cantaba en el coro de una iglesia, jugaba al rugby y era el líder de muchas actividades en grupo de la escuela, aunque, según testigos de esa época, a pesar de ello nadie lo conocía muy bien. A los diez, sus padres lo obsequiaron con su primera guitarra, con la que empezó a experimentar. No sólo creó un estilo propio en la manera de puntear y afinar, sino que se puso a componer canciones extraordinariamente tristes. Muy alto (1,90 m) y encorvado, a los 13 años era un atleta destacado (batió un récord escolar en los 100 metros), amaba a Bach y ya tocaba clarinete, flauta y saxo. Muy pronto, a sus héroes clásicos se suman, en un principio, Bob Dylan y los Beatles. Deja el atletismo y se va a estudiar literatura inglesa. La lectura de poesía lo salva, momentáneamente, de su baja autoestima. Arma, entonces, su propio mundo imaginario. Y las canciones comienzan a fluir, a la vez que realizaba breves y esporádicas presentaciones en algunos bares. En una de ellas lo escuchó un integrante de Fairport Convention y lo recomendó al joven y ya célebre productor Joe Boyd (entre muchos, produjo a la Incredible String Band), que lo llamó y le pidió un demo. La cinta sorprendió a Boyd, que inmediatamente le hizo grabar un disco. Drake por entonces tenía 20 años y sólo diez canciones. Todas ellas son las que integran "Five Leaves Left". El técnico John Wood recuerda al artista de esos días como un tipo de fuerte carácter: la compañía había llevado a un conocido arreglador del momento para que arreglara algunas cuerdas, pero cada vez que los escuchaba se irritaba más. Finalmente, llamó a su amigo Robert Kirby, que ya había trabajado sobre esos temas. El resultado: un disco de canciones íntimas y desoladoras en las que su voz y la guitarra se destacan por sobre los barrocos arreglos orquestales. Como es de esperar en estas historias, la crítica admiró el álbum, pero las ventas no anduvieron bien. Drake intentó apoyar el disco con actuaciones, pero después de unas pocas (exactamente, ocho) quedó agotado y deprimido. La gente bebía y charlaba mientras él cantaba. Nunca se recuperó de esa decepción. No volvió a actuar. De todas maneras, quiso seguir intentándolo con las canciones. Cuando llegó a las diez, grabó "Bryter Layter", menos dramático que el anterior, pero fueron nueve meses de trabajo. Nunca quedaba conforme con los arreglos. Esta vez, Boyd estaba seguro: Drake se convertiría finalmente en una estrella. No fue así, aunque vendió 15.000 copias. Para entonces, Drake estaba cada vez más perdido en sus pensamientos, deprimido. Para colmo, su amigo Boyd vendió su discográfica. Finalmente, Nick accedió a consultar a un psiquiatra, que le prescribió tres antidepresivos diferentes. Para el año siguiente logró hacer otras diez canciones. Las grabó en dos noches, con guitarra y piano. Dejó la cinta en la recepción de Island Records. Otro gran disco, íntimo y oscuro, sin éxito comercial. Fue su último álbum. Una mañana de 1974, su madre, alertada porque no se levantaba, subió a su habitación. Estaba muerto. Al parecer, confundió las pastillas de dormir con los antidepresivos. En la bandeja giradiscos estaban los Conciertos Brandemburgueses, de Bach.

Por Daniel Amiano

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