viernes, 18 de enero de 2008

Rant, la vida de un asesino (Chuck Palahniuk)

El autor, que escribe en el extremo de lo políticamente incorrecto, asegura que el 11-S le ha obligado a centrarse en una escritura de género. Con Rant se estrena en la ciencia-ficción

Hace una década que rompió moldes con El club de la lucha, una novela que pensó que nunca le publicarían. Miles de ejemplares vendidos después y convertido en un escritor de culto -él que cuenta con la comunidad más grande de seguidores cibernautas-, Chuck Palahniuk regresa en Rant. La vida de un asesino (Mondadori) al oscuro corazón de una sociedad secreta. Esta vez, dedicada a los accidentes de tráfico. En una conversación telefónica, Palahniuk (Portland, Oregón, 1964) alude al sentimiento gregario innato en el hombre y sugiere que de alguna manera los miembros de estos grupos buscan compañía y quieren "curarse un miedo". Su voz, dulce y atenta, contrasta con el tono descarnado y crudo de su prosa. Sus libros se sitúan en el extremo de lo políticamente no c

"Yo no sostengo ningún espejo ante nadie, sólo intento ofrecer algo que atrape al lector, mi objetivo nunca es corregir a la gente"

El escritor arranca con este libro una trilogía de ciencia-ficción, su primera incursión en el género. Palahniuk se sirve del modelo de la historia oral para construir esta novela y enlazar los testimonios de aquellos que conocieron a Buster Rant Casey, el perturbador protagonista. Con esta fórmula indirecta de coro de voces, ofrece el retrato de un asesino en serie, un chico de pueblo que experimenta desde la infancia con el dolor, quiere expandir una plaga de rabia y forma parte del grupo que organiza accidentes de tráfico controlados.

PREGUNTA. Rant es una onomatopeya de arcada. ¿Cuánto de vómito hay en ella?

RESPUESTA. Con toda su crudeza, el vómito es una reacción que nos protege. Es un rechazo físico que previene el envenenamiento.

P. ¿Y de qué veneno quería librarse?

R. Bueno, no quería caer en la nostalgia de la madurez, en ese sentimiento que te hace mirar atrás y pensar cuánto mejor era tu vida en el pasado, por ejemplo, la mía en el pueblo en el que crecí. Este libro me ha permitido regresar a aquel paisaje y ver lo horrible que era. He arrojado cualquier nostalgia.

P. ¿Sigue esto la ruta de la escritura del riesgo que aprendió junto a Tom Spanbauer?

R. Sí. Este tipo de escritura te permite regresar a un recuerdo, a una experiencia que está sin resolver y que debes asimilar porque es parte de tu vida, de tu pasado, pero también de tu presente. Se puede entender como un vómito, pero también como una exploración, que te permite alcanzar una comprensión profunda de las cosas que te enfadan. Así, llegas a tolerarlas. Es un trabajo terrible y desagradable llegar a ese primer borrador, como dice Tom, hay algo de defecación en este proceso.

P. Rant está construida como una historia oral, una fórmula propia de la sociología. ¿Por qué?

R. Como lector siempre me ha entusiasmado la historia oral. Como escritor te permite montar una historia como en el cine, no tienes que explicar la relación entre una cosa y la siguiente, simplemente yuxtapones.

P. ¿Piensa en el efecto que sus libros tendrán en el lector mientras los está escribiendo? ¿Quiere jugar con el público?

R. No, nunca pienso en el lector. Sólo tengo en la cabeza al grupo de escritores con los que me reúno cada lunes por la noche. Intento sorprenderles.

P. ¿Quiénes son?

R. Son los alumnos con los que asistí a las clases de Spanbauer y a todos los efectos seguimos funcionando como el grupo de Tom. Nos reunimos para leer lo que cada uno ha escrito desde 1990. Llevamos casi veinte años, lo que convierte estas reuniones en todo un reto. Es un juego sofisticado que cada vez se nos da mejor.

P. El protagonista de Rant se autoeduca en el dolor, experimenta con él.

R. Quiero implicar al lector a un nivel físico para que haya una mayor empatía con los personajes. Por eso en mis libros trato la enfermedad, el abuso de drogas, el sexo o la violencia. Éste es el motivo de que Rant pase por todos esos retos.

P. Y lo trata de una manera muy gráfica.

R. Sí, porque a menudo se desprecia la conexión física con el lector. Se considera baja cultura. Yo busco un contacto emocional más que intelectual.

P. ¿Es ésta una manera de ofrecer al lector un retrato de sí mismo, de decirle que forma parte de todo esto?

R. Yo no sostengo ningún espejo ante nadie, sólo intento ofrecer algo que atrape al lector, que llame su atención. Puede que haya quien descubra cosas, pero mi objetivo nunca es corregir a la gente.

P. ¿Qué le ha llevado a la ciencia-ficción?

R. Es un género con el que crecí, siempre me ha gustado mucho. Además, desde el 11 de septiembre siento que no puedo presentar en las novelas al tipo de personajes salvajes que suelo tratar, hoy serían considerados terroristas. Necesito ponerlos dentro de una literatura de género.

P. ¿Por qué?

R. Porque las cosas que hacen no serían aceptables para la mayoría.

P. ¿Es éste el cambio más importante que ha notado desde que publicó su primera novela hace una década?

R. No puedo echarle toda la culpa al 11 de septiembre. A lo mejor hubiera escrito ciencia-ficción de todos modos, en mi afán por reinventar mi trabajo tanto como soy capaz de imaginar. Sin embargo, pienso que ni el libro ni la película de El club de la lucha podrían realizarse hoy, después de los atentados. La película acababa con el derrumbe de un edificio... Además, mis libros son ahora menos cinematográficos. -

Rant. La vida de un asesino. Chuck Palahniuk. Traducción de Javier Calvo. Mondadori. Barcelona, 2007. 320 páginas. 19,90 euros.

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