miércoles, 5 de octubre de 2011

La insurrección del 9 de junio de 1956 (Por Norberto Galasso

 Mientras, un grupo de militares, liderados por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco viene tejiendo una red insurreccional desde los primeros meses del año 1956. Los altos mandos ‘gorilas’ han depurado los cuadros, pasando a retiro a la mayor parte de los jefes que se definieron leales en setiembre de 1955. Son algunos de éstos, junto a un grupo de oficiales y suboficiales nacionalistas, conjuntamente con algunos militantes peronistas, quienes organizan la insurrección para desplazar del poder a los usurpadores. Salvador Ferla señala que el movimiento tiene características singulares, tanto “por la participación masiva de suboficiales” como por “la participación de civiles, en igualdad de condiciones” y comenta que el Ministro de Ejército, General Osorio Arana se encarga de manifestarlo desdeñosamente: “Es una rebelión de subalternos”(32). Hacia fines de mayo, el grupo conspirativo ultima los detalles de la insurrección, pero ya por entonces, los servicios de informaciones del gobierno han logrado detectar al movimiento. Tan es así que, en los primeros días de junio, debiendo ausentarse a Rosario, el presidente Aramburu y algunos ministros dejan firmado el decreto por el cual se sanciona la ley marcial. Del mismo modo, queda acordado que el contralmirante Isaac F. Rojas se haga cargo del Comando de Represión para sofocar la rebelión. Son varios los puntos del país que se constituirán en focos insurreccionales: Avellaneda, donde un comando debe instalar un transmisor en la Escuela Industrial, en Palau y Alsina, para difundir desde allí la proclama revolucionaria firmada por Valle y Tanco, operativo que dirigen los coroneles Yrigoyen y Costales; Campo de Mayo, cuya primera División Blindada, la Agrupación Escuela y la Agrupación de Infantería serán sublevadas por los coroneles Ricardo Santiago Ibazeta, Enrique Berazay y Eduardo A. Cortínez, respectivamente; el regimiento 2 de Palermo, bajo la acción del grupo insurgente dirigido por el sargento ayudante Isauro Costa; la Escuela de Mecánica del Ejército, comprometida por el mayor Hugo Eladio Quiroga; el regimiento 7 de La Plata, responsabilidad del teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno; la ciudad de Santa Rosa, insurreccionada por el mayor Eduardo Philippeaux y además, un grupo subversivo que operará en la localidad bonaerense de Florida, con centro en una casa de Hipólito Yrigoyen 4519. Asimismo, en Rosario, civiles armados ocuparán la emisora LT2 e intentarán el copamiento del regimiento 11 de Infantería. También en Rafaela, Viedma y varias ciudades de la provincia de Buenos aires existen grupos dispuestos a jugarse la patriada Sin embargo, la organización del movimiento es deficiente y además, la infiltración de los servicios impide que obre el factor sorpresa, por lo cual las acciones desarrolladas son escasas y desafortunadas. Lanzada la insurrección en la noche del 9 de junio de 1956, fracasa el operativo en Avellaneda pues el grupo técnico que debería agregarse para instalar el transmisor desiste al observar que la manzana está rodeada por tropas del gobierno. Poco más tarde, Yrigoyen y Costales– a las 2 de la mañana-son detenidos junto a sus cuatro acompañantes. Así se frustra la difusión de la proclama que permitiría a Valle y Tanco constituir su comando en Avellaneda y concitar los apoyos esperados. Por el contrario, desde las radios se difunde un comunicado del gobierno anunciando el imperio de la Ley Marcial, ante un intento de rebelión, y que “todo perturbador -previo juicio sumarísimo- podrá ser fusilado”33. Valle se traslada a un departamento de la calle Corrientes, en la Capital Federal, visiblemente angustiado por las noticias desfavorables, mientras Tanco viaja a Berisso para conseguir apoyo. Sólo en La Plata se combate: allí Cogorno toma el regimiento 7 y encomienda al capitán Morganti la ocupación de la Jefatura de Policía, pero ésta se halla alertada y repele el ataque, mientras 150 infantes de marina se lanzan, desde Río Santiago, contra los insurrectos. A las 9 hs del día 10, Cogorno levanta bandera blanca. En el combate, han muerto tres soldados . En Campo de Mayo, Cortínez e Ibazeta logran éxito inicialmente, pero Berazay fracasa en su intento y no consiguen plegar otras unidades de esa base militar, quedando así en posición sumamente débil. En Palermo, fracasa también la insurrección y a la hora 1 del día, se hallan detenidos la mayoría de los complotados. A su vez, en la Escuela de Mecánica del Ejército, fuerzas leales al mando del coronel Pizarro Jones sofocan al grupo insurgente del mayor Quiroga. En Santa Rosa, Phillllipeaux logra tomar la ciudad en la noche del 9 de junio, consigue el apoyo de civiles y policías, ocupa la emisora y emite la proclama firmada por Valle y Tanco. Pero, poco después, la acción combinada de aviones navales de la base Comandante Espora y el regimiento 13, que ingresa a la ciudad, obliga al repliegue de las fuerzas insurrectas. Phillipeaux huye y es detenido, poco después, en Mercedes. En Florida, el jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires, teniente coronel Desiderio Fernández Suárez – el mismo que el 12 de octubre de 1945 proponía, en el Colegio Militar, el asesinato de Perón- allana la finca de la calle Yrigoyen donde supone refugiado a Tanco, hallando reunido un grupo de militantes e incluso, vecinos ajenos al hecho insurreccional. El jefe de la Unidad Regional de San Martín, inspector Rodolfo Rodríguez Moreno detiene a todos los que allí están congregados. A las 2 y 30 hs del 10 – según lo explica Salvador Ferla- el secretario del contralmirante Rojas, capitán Rivolta- de importante actuación entre los sublevados del 16 de junio de 1955- “da oficialmente como fracasada la insurrección”34. A partir de este momento, se inicia la tragedia. Ferla prueba que todos los fusilamientos “son posteriores a esa declaración”35. Y agrega: “No se fusila para reprimir, se fusila para castigar”36. Más aún, el desarrollo de los acontecimientos indica que el gobierno, en conocimiento del intento insurreccional, por los servicios de informaciones, ha preferido no interrumpirlo sino dejar que se desarrolle para luego reprimirlo violentamente, descargando así su odio de clase y cerrando el paso a nuevas insurgencias. En Lanús, entre las 2 y las 4 de la madrugada del 10 de junio, son fusilados 6 argentinos: Yrigoyen, Costales, Lugo, Clemente Ross, Norberto Ross y Albedro. Entre las 6 y las 7 de la mañana, otros cinco son muertos en los basurales de José León Suárez, por orden de Fernández Suárez: Lizaso, Carranza, Garibotti, Brionn y Rodríguez. Los restantes detenidos logran escapar . En la Escuela de Mecánica del Ejército, el general Arandía consulta telefónicamente con el presidente Aramburu, quien ha regresado a Buenos Aires a las 13 y 45 del 10 de junio. La orden presidencial es terminante: Fusilar a los detenidos. Así, el 11 de junio, son pasados por las armas Quiroga, Paolini. Garecca y Rodríguez . Algunos sublevados de Campo de Mayo son llevados a la Penitenciaria y allí son ejecutados, también el día 11: Costa, Pugnetti y el sargento músico Rojas. En La Plata son fusilados: Cogorno -quien había sido detenido en la mañana del 10- a las 0,15hs del día 11 y el teniente Alberto Juan Abadíe, el día 12. En Campo de Mayo, su jefe, el general Lorio procede de manera distinta: instala un tribunal y somete a juicio a los seis oficiales detenidos (Cortinez, Ibazeta, Cano, Caro, Videla y Noriega). Se efectúan interrogatorios, el fiscal pide la pena de muerte pero el Tribunal se pronuncia negativamente considerando que no existen causales para la aplicación de la pena capital. Pero en la tarde del 10 de junio, el ministro Osorio Arana cita al general Lorio a su despacho y le informa que los seis detenidos deben ser fusilados por orden del Poder Ejecutivo. Lorio regresa consternado a Campo de Mayo pues existe ya un pronunciamiento en contra por parte del tribunal militar. Intenta nuevamente, ahora por teléfono, convencer a Osorio Arana, pero lo encuentra irreductible. Se comunica entonces con la residencia presidencial con el propósito de explicarle la situación al general Aramburu. Pero le contestan: “El Presidente duerme”. Finalmente, informa la infausta decisión a los detenidos. A las 2 y 30hs del día 11, Susana Ibazeta y sus cinco hijos llegan a la residencia de Olivos para solicitarle al Presidente que deje sin efecto la orden de fusilamiento, pero la guardia responde con la misma consigna que diese al general Lorio: “El presidente duerme”. Poco antes de las 4 hs del 11 de junio, los detenidos en Campo de Mayo son pasados por las armas. José Gobello, diputado peronista, preso del gobierno militar, registra esa historia en versos inolvidables: “El llanto se desata frente a las altas botas -Calle, mujer, no sea que el llanto lo despierte -Solo vengo a pedirle la vida de mi esposo... -El presidente duerme... . Tras de las bocas mudas laten hondos clamores ¡Cumplan con su deber y que ninguno tiemble de frío, ni de miedo!... En una alcoba tibia el presidente duerme. ..... Oh callen , callen todos callen los estadistas, los prelados, los jueces El Pueblo ensangrentado se traga las palabras ... y el presidente duerme. ....El Pueblo yace mudo, como un ajusticiado pero bajo el silencio, nuevos rencores crecen Hay ojos desvelados que acechan en la sombra ¡Y el presidente duerme!”37. El General Juan José Valle, en la clandestinidad, se entera del fusilamiento de sus compañeros de causa y se acongoja profundamente. Considera un deber moral presentarse ante las autoridades asumiendo su responsabilidad. Le comunica esa decisión a Andrés Gabrielli, político mendocino amigo suyo y éste solicita una entrevista al capitán Manrique, para explicarle la situación. Manrique informa a Isaac F. Rojas y ambos le aseguran al amigo de Valle, que en el caso de que se entregue, la vida del general será respetada. Luego, en sus Memorias, el contralmirante Rojas afirma: “...Dicha persona me indicó la casa, en presencia de Manrique. Se comunicó a la Policía y Valle fue detenido... Pero yo no ofrecí garantías de ningún tipo38. “Lo de Valle- agrega- era inevitable39...”Vuelvo a reiterarle que los acontecimientos del 9 al 12 de junio de 1956 eran muy necesarios... No me arrepiento de haber acompañado la firma de esas decisiones... Sin embargo, yo asumí el costo político... le he pedido perdón a Dios y me he hecho responsable de esas muertes”40. A las 14hs del 12 de junio, acompañado por su amigo y el capitán Manrique, Valle ingresa al regimiento l de infantería de Palermo, donde es sometido a interrogatorio y remitido después a la Penitenciaría. Durante toda la tarde, se le niega el contacto con sus familiares. Recién al anochecer puede despedirse de su hija Susana, de 18 años. Vanos son los intentos de la muchacha, a través de diversos prelados de la Iglesia, para salvar la vida de su padre. La última posibilidad reside en una solicitud del Papa, pero para gestionarla se requiere, primero, que posterguen la ejecución. Se solicita en ese sentido, pero la respuesta es negativa. Poco antes de ser fusilado, Valle escribe algunas cartas, entre ellas, una al general Aramburu: “...¡Dentro de pocas horas, usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y militares movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta... Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, ha querido usted escarmentar al pueblo... Entre mi suerte y la de ustedes, me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas, verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan... No defendemos la causa de ningún hombre, ni de ningún partido... Defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica en pugna con la verdadera libertad de la mayoría y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones cristianas de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror... Nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias de sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. ¡Viva la Patria!. Juan José Valle, General de División, Buenos Aires, 12 de junio de 195641. “Veintisiete fusilados para una revolución que no tiró veintisiete balas” sostiene Salvador Ferla. El otro jefe de la insurrección -Raúl Tanco- pasa de Berisso a Vicente López, mientras las fuerzas de represión multiplican sus esfuerzos por apresarlo. Sin embargo, en Montevideo, Arturo Jauretche realiza una ingeniosa maniobra: se presenta en el Hotel Bristol, con un acompañante y solicita habitación para él y para el General Tanco, que acaba de llegar de la República Argentina. La información se difunde y por cierto tiempo, el falso Tanco de Montevideo permite que ya no se busque al verdadero Tanco en la Argentina y hace posible su asilo en la embajada de Haití, en la calle Monasterio donde el embajador Jean Brierre le asegura protección. Sin embargo, insólitamente, la embajada es ocupada, horas después, por un grupo comando dirigido por el General Quaranta, siendo apresado Tanco y otros asilados. En la esquina de la embajada, está a punto de producirse su fusilamiento pero ante la conmoción producida en el barrio optan por conducirlo a los cuarteles de Palermo. La celeridad con que actúa el embajador Brierre, reclamando ante el ministerio de Relaciones Exteriores, impide el fusilamiento. El gobierno militar, finalmente, devuelve a Tanco, al asilo en la embajada centroamericana. Por su parte, Phillipeaux, detenido en San Luis, es solicitado desde Santa Rosa para ser ejecutado pero “varios suboficiales de la base de Villa Mercedes, no querían que me mataran. Pusieron agua en el tanque del avión que me tenía que llevar a Santa Rosa y el viaje se postergó. Cuando llegué a La Pampa acababa de ser levantada la ley marcial y eso me salvó, porque hasta el cajón me tenían preparado”42. Su destino entonces es una prisión militar de Ciudadela, de la cual logra fugarse en abril de 1957 y pasar a Montevideo. Sobre estos hechos trágicos, se pronuncian instituciones y organizaciones que expresan al viejo país. Ferla señala que la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) emite una declaración en la que tilda de “reaccionario el golpe del 9 de junio que aspiraba a llevar al país a un régimen de dictadura aliancista” Ferla agrega: “...Ante la insurrección y los fusilamientos lo único que se le ocurre al partido Comunista es proponer un gobierno de coalición democrática, o sea solicita asociarse al gobierno fusilador, al gobierno que acaba de masacrar obreros en José León Suárez y que tiene miles de obreros en sus cárceles llamadas democráticas”43. Pero el periódico socialista “La Vanguardia”, dirigido por el profesor Américo Ghioldi, pasa a la historia como el mayor legitimador del crimen: “Los hechos de la noche del sábado 9 y domingo 10, dentro de su inmensa tragedia, definen circunstancias y posiciones sobre las cuales parece necesario detenerse a pensar hondamente. En primer lugar, es dato fundamental de los hechos acaecidos, la absoluta y total determinación del gobierno de reprimir con energía todo intento de volver al pasado. Se acabó la leche de clemencia. Ahora todos saben que nadie intentará, sin riesgo de vida, alterar el orden porque es impedir la vuelta a la democracia. Parece que en materia política, los argentinos necesitan aprender que la letra con sangre, entra. Todos lamentamos el escaso uso de la razón que hicieron los adláteres de la tiranía... El gangsterismo político- no otra cosa significa el plan terrorista de los representantes del ex dictador -sufrió un golpe rudo... La libertad ha exigido siempre lucha y sacrificio. Jamás ha sido una posición de blandura”44. 32 Ferla, Salvador , Mártires y verdugos, sin editor, Buenos Aires, 1964 33 Lozano, Jorge, Revista Extra, p. 52, julio 1966 34 Ferla , Salvador, Mártires y verdugos, ob. cit., p. 204 35 Ídem, p. 204. 36Ídem 37 José Gobello, reproducido Ferla, Santiago en Mártires y verdugos, ob. cit., p. 192 38 Rojas, Isaac Francisco en González Crespo, Jorge, Memorias del Almirante Isaac F. Rojas. Conversaciones con Jorge González Crespo, Planeta, Buenos Aires, 1993, p. 420 39 Rojas, Isaac F., Memorias del Almirante I. F. Rojas, ob,. cit. p. 358 40 Rojas, Isaac Francisco, Memorias del Almirante Isaac F. Rojas, ob. cit., p. 360 41 Valle, Juan José, Diario Página/12, 13/6/1996 42 Testimonio del Teniente Coronel Phillipeux, Adolfo, Diario Clarín, 16/6/1996 43 Ferla, Salvador, Mártires y verdugos, sin editor, Buenos Aires, 1964, pp. 171 y 172 44 Periódico La Vanguardia, 14 de junio de 1956 "La Revolución Libertadora" Norberto Galasso Cuadernos para la Otra Historia Centro Cultural Enrique Santos Discépolo

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