domingo, 30 de agosto de 2015

Conquista, hambre y antropofagia (Por José Pablo Feinmann)

 
Don Pedro de Mendoza, amigo de Carlos V, primer adelantado del Río de la Plata, que pasará a la posteridad como el protagonista de la Primera Fundación de Buenos Aires, se encuentra enfermo, recluido en su tienda, alejado de sus soldados, solo e inexplicable. ¿Por qué este hombre, que gozaba de gran fortuna en la metrópoli española, rico hijo de ricos, que a su vez lo eran de otros ricos, ya que era un linaje destellante, opulento, el de esa familia, se ha lanzado hacia las Indias como tantos desesperados que atiborran, que hartan los barcos que salen de España en busca, menos que de aventuras, de riquezas, de sueños de abundancia, alimentados por leyendas que, como todas ellas, nadie ha comprobado? Las leyendas, cuando sus promesas palpitantes son el oro o las piedras preciosas, colman el espíritu de la codicia que empuja a los más afiebrados avatares, a los viajes desmedidos, inciertos, a la demencia de jugar la propia vida o apoderarse de la de los otros. Pero Don Pedro de Mendoza nada tenía que ver con este tipo de hombres, a quienes, además de necesitar, desdeñaría sin duda posible. Su viaje a las Indias, posibilitado por Carlos V, a quien más que probablemente se lo habría solicitado, obedecía a otros motivos. Tenía sífilis. Se dice que la contrajo en Nápoles. Se dice que luego leyó un libro que le dibujó su destino: Syphilos. Se dice que el autor era un galeno de nombre Hyéronimus Frascátor. Este hombre (mintiendo) gustaba informar que el mal provenía de las Indias, que ahí estaba su remoto origen y que, también ahí, su curación. Había en la región de Chaco un árbol con el nombre de guayacán, de cuya corteza se extraía el líquido rojizo que curaba a los que padecían ese mal infamante, ese mal que apestaba a sexo vil, a casas de mala fama, a mujeres de mala vida. O a conquistas salvajes, a exterminio de pueblos enteros, a hombres degollados y a mujeres violadas primero y ahorcadas después. En una de esas orgías de sangre y fuego, de festejos báquicos y sexo infamante e incontenible habría sido Don Pedro aprisionado por el mal para cuya sanación viajó a las Indias.
Ahora Pedro de Mendoza agoniza en una fortaleza escuálida, rodeado por hombres muertos de hambre que ya han empezado a comerse entre ellos. Ulrico Schmidl, un viajero alemán, soldado y cronista, es el que narra, en su libro Viaje a España y las Indias, la tragedia de la expedición de Mendoza: “La gente no tenía qué comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo de que los caballos no daban servicio. Fue tal la pena y el desastre del hambre, que no bastaron ratones, ni ratas ni víboras ni otras sabandijas; también los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido” (Ulrico Schmidl, Viaje a España y las Indias, Longseller, Buenos Aires, 2007, p. 38). Schmidl, luego, narra en pocas líneas una historia antropofágica que habrá de ser retomada por Manuel Mujica Lainez en el primer cuento de su libro Misteriosa Buenos Aires: “El hambre”. Se lee en Schmidl: “Sucedió que tres españoles habían hurtado un caballo y se lo comieron a escondidas; y esto se supo; así se los prendió y se les dio tormento para que confesaran el hecho. Entonces fue pronunciada la sentencia que a los tres susodichos españoles se los condenara y ajusticiara y se los colgara en una horca. Así se cumplió esto y se los colgó en una horca. No bien se los había ajusticiado, y cada cual se fue a su casa y se hizo noche, aconteció en la misma noche por medio de otros españoles que ellos cortaron los muslos y otros pedazos de los cuerpos, los llevaron a su alojamiento y allí los comieron. También ha ocurrido entonces que un español se comió a su hermano que estaba muerto. Esto sucedió en el año de 1535 en nuestro día de Corpus Christi en la antedicha ciudad de Buenos Aires” (Schmidl, Ibíd., p. 38/39).
Don Pedro no fundó una ciudad, sólo instaló una fortaleza para protegerse de los indios querandíes, que, en un inicio lo recibieron bien pero luego descubrieron que los propósitos de estos extraños visitantes eran la búsqueda de oro y riquezas y no más que eso. Ahí empezaron las hostilidades. Moctezuma se equivocó al creer que enviándole riquezas a Hernán Cortés lograría que éste se fuera de México. No bien Cortés vio tanto oro y tanta plata decidió quedarse hasta hacer suyas esas maravillas del mundo que creía haber descubierto. Fue sincero. Dijo: “Los españoles somos afligidos por una enfermedad del corazón que sólo el oro puede remediar”. Les dijo a los embajadores de Moctezuma que quería tener el honor de conocerlo. Ahí, en el palacio de Tenochtitlán, donde residía. A su lado, ya marchaba la concubina que le habían ofrecido, la Malinche. Ella hablaba maya y náhuatl, que era el lenguaje de los aztecas. En seguida aprendió el español de Cortés. Así aparece la mujer en los orígenes del México español, como la traidora, la que vende a los suyos, la concubina del conquistador. (Acaso algo de los femicidios que sacuden hoy a los mexicanos se encuentre en ese despegue sombrío de lo femenino en su agitada historia.) Cortés se interna con sólo unos centenares de hombres y con la mujer que le hace de intérprete y sofoca sus ansias sexuales, en un territorio que desborda habitantes desde tiempos venerables. Una nación con más de siete millones de habitantes (Ver: Alan Riding, Vecinos distantes, Un retrato de los mexicanos, Joaquín Moritz-Planeta, México, 1986. El título del libro de Riding se basa en la célebre frase que describe la relación entre México y Estados Unidos: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerquita de los Estados Unidos”.)
Volvemos a Schmidl. Las riñas entre españoles y querandíes fueron duras. El cronista alemán es minucioso y acaso haya buscado exhibir los padecimientos de los hombres de Don Pedro. Sin embargo, por las cifras, es sencillo advertir que los querandíes llevaron la peor parte: “Y cuando nosotros quisimos atacarlos se defendieron ellos de tal manera que ese día tuvimos que hacer bastante con ellos; mataron a nuestro capitán Don Diego de Mendoza (hermano de Don Pedro, JPF) y junto con él a diez hidalgos de a caballo, también mataron alrededor de veinte infantes nuestros y por el lado de los indios sucumbieron alrededor de mil hombres; más bien más que menos; y se han defendido muy valientemente contra nosotros, como bien lo hemos experimentado” (Ibíd., p. 36). Las cifras de Schmidl hablan claramente. Los españoles habrían perdido veintisiete hombres. Los querandíes, pese a su valentía, más de mil. La conquista de Suramérica se basa en la técnica. Si el despliegue del hombre de la técnica tiene su nacimiento subjetivo con Descartes (seguimos al Heidegger de La época de la imagen del mundo), el fáctico es la conquista de Suramérica. Colón, Cortés, Pizarro triunfaron porque eran expresión de una etapa superior del desarrollo de la técnica. Más la sed de expansionismo, la codicia y la voluntad de poder que alimentaron al capitalismo desde sus inicios, desde el saqueo de las Indias que culminó en la Revolución Industrial luego de haber perpetrado “el mayor genocidio de la historia humana” (Tzvetan Todorov, La conquista de América, El problema del otro, Siglo XXI, Buenos Aires, 2003, p. 15).
Sin embargo, Don Pedro y los suyos no atraparon la dicha que el nuevo territorio parecía ofrecer fácilmente. Nada de eso. Padecían ahora el cerco de los querandíes, escuchaban sus jadeos, olían su inminencia en esa fortaleza donde estaban refugiados, temerosos y hambrientos, cada día era una pesadilla que se sumaba a la del anterior. Cierto día, Don Pedro ordena colgar a tres ladrones. Ahí están ahora, penden como sacos de estiércol, sombríos contra la luna. Dos hermanos, uno de ellos de nombre Baitos y el otro que lleva un hermoso anillo que su madre le regalara y es el único orgullo que le queda, deciden comerse a los ahorcados. Los buscan, intentan descolgarlos y se arma una pelea feroz con otros hambrientos, una horrible trifulca entre las sombras, donde nada se distingue, nada es claro, sólo el hambre. Baitos corta un brazo. Huye y se lo come en su tienda. Muerde el anillo, el de su hermano, el que la madre de ambos le diera. Así lo narra Mujica Lainez: “Los dientes de Baitos tropiezan con el anillo de plata de su madre, el anillo con una labrada cruz, y ve el rostro torcido de su hermano (...) El ballestero lanza un grito inhumano. Como un borracho se encarama en la estacada de troncos de sauce y ceibo, y se echa a correr barranca abajo, hacia las hogueras de los indios. Los ojos se le salen de las órbitas, como si la mano trunca de su hermano le fuera apretando la garganta más y más” (Manuel Mujica Lainez, Misteriosa Buenos Aires, Ediciones Folio, Buenos Aires, 2004, p. 15). (Pagina12)

miércoles, 26 de agosto de 2015

El 82% móvil: ¿por qué docentes sí y Salud no?


 


¿Quién se estresa más en el trabajo? ¿Un médico, un enfermero o un docente?
En 1997 el investigador británico Cary Cooper y otros profesionales crearon la clasificación de estrés laboral, apoyándose en cuestionarios, entrevistas y datos estadísticos, concluyendo que los dos primeros –en términos genéricos– se encuentran por encima que los terceros.
Sin embargo, en Argentina los educadores tienen un régimen especial de jubilación, anticipada y con el 82% móvil, pero la gran mayoría de los profesionales de la salud están fuera de ese beneficio.
El trabajo de Cooper y otros estudios relacionados con el desgaste laboral forman la base de un insistente reclamo de trabajadores del sistema público de Salud en Río Negro, que comenzó hace una década y ahora encontró eco en la diputada María Emilia Soria.
Todo se concentra en un proyecto de ley que la representante del FpV presentó ayer para equiparar el régimen previsional de estos profesionales con el de aquellos que pueden dejar de ejercer a los 57 y 60 años (mujeres y hombres, respectivamente).
La iniciativa alcanza al personal profesional que preste servicios en efectores públicos y/o privados, que hayan transferido sus institutos previsionales a la Nación, o se encuentren adheridos al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA).
Médicos, enfermeros, camilleros, entre otros, participaron el lunes de una reunión en Roca con la diputada, para conocer el proyecto, hacer aportes y despejar dudas respecto de su posible aplicación.
Soria explicó que –en caso de aprobarse la ley– el régimen especial será para aquellos que acrediten 30 años de servicios (de los cuales 15 como mínimo, continuos o discontinuos, deben ser en efectores públicos o privados de la salud), quedando excluido el personal que desarrolle tareas administrativas y/o que no tengan contacto directo con la atención de pacientes.
El haber mensual será equivalente al 82% móvil de la mejor remuneración mensual del puesto o función que tuviera asignado el personal durante 1 año anterior al momento del cese.
Para solventar la viabilidad del proyecto, se establece que el personal comprendido deberá aportar una alícuota diferencial del 2% por sobre el porcentaje vigente de acuerdo al Sistema Previsional Argentino.
Ayer profesionales del hospital "Francisco López Lima" de Roca que dialogaron con "Río Negro" destacaron la importancia del proyecto por el que reclaman desde el 2004 y consideraron relevante que –en principio– todos los diputados y senadores rionegrinos hagan propia la iniciativa, para lograr después los avales necesarios en el Congreso para llegar a la sanción de la ley.

Jamaica y la velocidad Por Ezequiel Fernandez Moores




"Don't come back" (No vuelvan), dicen aún hoy carteles en Cockpit Country, un remoto bosque húmedo en las tierras altas montañosas del noroeste de Jamaica. La frase nació en el 1700. Estaba dirigida a los derrotados soldados del Imperio Británico. La escribieron los Maroon (Cimarrones), apodo del invasor español a los esclavos más fuertes. A los que habían sobrevivido al infierno del viaje desde África. Y a toda la crueldad posterior. Los Maroon masacraron a los nuevos invasores británicos en una batalla clave de 1738. Permitieron volver a un soldado, con la oreja en la mano, para que contara lo sucedido. El gobernador británico de Jamaica firmó entonces el tratado que reconoció tierra y libertad a los Maroon. Queen Nanny y Cudjoe, esclavos traídos desde Ghana, fueron sus líderes históricos. A la mujer la homenajea en un documental que será estrenado este año la atleta Shelly-Ann Fraser-Pryce, heredera de su bravura, flamante tricampeona en los 100 metros que se corrieron este lunes en el Mundial de atletismo de Pekín. El capitán Cudjoe fue designado comandante en jefe de Trelawny. En esa parroquia está Cockpit Country. Es, también, la parroquia en la que nació Usaín Bolt, el hombre que mañana, en la final de los 200 metros, buscará dar un nuevo paso para gritar que es el mejor atleta de la historia.
El relato de los fantásticos guerreros Maroon como posible origen de los velocistas jamaicanos fue uno de los primeros que escuchó Yannis Pitsiladis. El biólogo de la Universidad de Glasgow viaja desde hace más de diez años a Jamaica, un país de apenas tres millones de habitantes, pero del cual proceden varios de los mejores velocistas del mundo. Pitsiladis viaja también a Etiopía y Ghana. Investiga si, tal vez, hay una etnia que domina el ADN del atleta ideal. Primero hizo de antropólogo. Escuchó que Jamaica es tierra de velocistas por esclavos como los Maroon. Que la isla tiene supuestos tubérculos especiales. Y otras historias más. Pasó entonces a tomar muestras de saliva de cientos y cientos de habitantes. Pagó de su bolsillo a un curandero para obtener más muestras. Hipotecó dos veces su casa. Fue estafado por un asistente que, en lugar de colectar él las muestras acordadas, salivó doscientas veces creyendo que la trampa no sería descubierta. Pitsiladis se pasó un año detrás de la muestra de un campeón. En plena reunión social, llegó a esterilizar una copa de vino de la que había bebido un atleta estrella. Tiene el ADN de 125 de los mejores velocistas jamaicanos del último medio siglo. La investigación, todavía en fase preliminar, no apoya sin embargo la tesis que vincule a los Bolt con los guerreros Maroon. Descubrió que el muy rico ADN jamaicano responde al lema del país al que llegaron esclavos de todas partes: "De muchos, un pueblo" (Out of many, one people).
Errol Morrison es el investigador médico más respetado de Jamaica. Trabajó largos años con Patrick Cooper, un periodista que siguió buscando explicaciones biológicas a la superioridad de velocistas negros aun en su exilio forzado de Houston (escribía discursos del líder independentista Norman Manley) y dictando conclusiones en su lecho de enfermo hasta su muerte, en 2009. Cooper comprobó el origen de casi todos los grandes velocistas de las últimas décadas. Devoró publicaciones científicas sobre biología, medicina, antropología e historia. Analizó un célebre estudio de los tipos corporales de todos los deportistas olímpicos de 1968. Otros sobre niveles bajos de hemoglobina en la población afroamericana de Estados Unidos. Y que una vieja malaria endémica en el África Occidental subsahariana, cuna original de casi todos los grandes velocistas, provocó alteraciones genéticas y metabólicas que favorecían la creación de fibras de contracción rápida, esenciales para un velocista. El detalle de los estudios genéticos de Pitsiladis y Morrison, investigadores insospechados de racismo, forma parte de El Gen Deportivo (The Sports Gene, 2014), "el libro más fascinante, educativo y provocador", según lo describió New Yorker. David Epstein, su autor, periodista de Sports Illustrated, elabora un gran debate científico entre talento y esfuerzo, discute la difundida tesis de que se puede llegar a la excelencia después de diez mil horas de práctica y acepta que, en casos como el de Bolt, a veces "entrenar menos es la mejor medicina". Epstein comenzó a interesarse en el tema cuando advirtió que los keniatas y jamaicanos miembros del equipo atlético de su misma Universidad resolvían con talento lo que otros debían trabajar con más esfuerzo. Entrevistó a deportistas e investigadores. Viajó a la Jamaica de Bolt. Y también viajó a África, donde comenzó todo.
Sólo diecisiete atletas en la historia de Estados Unidos corrieron la maratón debajo de las 2 horas y 10 minutos. En apenas un mes, octubre de 2011, treinta y dos corredores keniatas kalenjin alcanzaron esa misma marca. El origen, hace cinco mil millones de años, es África. Por eso, la diversidad genética en África es infinitamente mayor que fuera de África. "África domina la cuarta jornada del Mundial de Atletismo", decían ayer los principales titulares desde Pekín. Pero el fenómeno atlético, advierte Epstein, no es en toda África. Están los orono en Etiopía y los sabei en Uganda. Y, ante todo, están los guerreros kalenjin en el Valle del Rift occidental de Kenia. Irrumpieron con siete oros en los Juegos Olímpicos de México 68 y, desde entonces, dominan en las pruebas de media y larga distancia. Los kalenjin son el doce por ciento de la población keniata, pero entre ellos están más de tres cuartas partes de los mejores corredores del país. Un talento natural masivo que enriquece a la élite. La ligereza y economía de movimientos que dan sus piernas flexibles, muy largas, con pantorrillas, tobillos y extremidades muy flacas, caderas estrechas, el clima caliente y seco, la altitud que favorece la potencia aeróbica y la genética, dice Epstein, son una combinación ideal. El autor (es formidable su relato en la pista precaria de Iten) relativiza la tesis inicial del abigeato como entrenamiento clave de los kalenjin. Supuestas carreras de hasta 160 kilómetros para ganar prestigio y mujeres al retornar al pueblo con ganado ajeno. Epstein vuelve a Pitsiladis, el biólogo que, además de Jamaica, también recorrió Kenia. El legendario Wilson Kipketer, es cierto, tenía la escuela frente a su casa. Pero los niños kalenjines que sí corren kilómetros para ir a la escuela, dicen los estudios de Pitsiladis, tienen un treinta por ciento de capacidad aeróbica mayor. "Ayuda a los norteamericanos a competir en carreras de fondo -decía una publicidad irónica en Estados Unidos-, donando autobuses escolares a los niños keniatas."
Jamaica y Kenia no se han salvado estos últimos años del doping. Jamaica vivió un escándalo en 2013, con ocho positivos (entre ellos Asafa Powell y Veronica Campbell-Brown), renuncias masivas en la Agencia nacional antidoping (Jadco) y la revelación de que Bolt y sus compañeros no habían sido sometidos a un solo control sorpresivo en los tres meses previos a los Juegos de Londres 2012. El nombre de Bolt, aclaró la cadena alemana ARD, no está dentro de los cientos de campeones olímpicos y mundiales cuyos controles internos dieron resultados sospechosos que fueron ocultados en la última década. El atletismo precisa que Bolt, como sucedió el domingo en los 100 metros, vuelva a ganarle mañana en los 200 a Justin Gatlin. Los músculos del estadounidense, dijo esta semana Epstein, citando estudios recientes, podrían seguir viéndose beneficiados por los efectos de los anabólicos que le fueron detectados en 2006. Bolt es un ícono global del deporte. En Jamaica, gracias a él, los "Champs" pasaron a convertirse en el mayor espectáculo anual del país. Son los campeonatos nacionales del atletismo universitario. Cuatro días de competencia, cien institutos, treinta y cinco mil personas que colman el Estadio Nacional de Kingston. Los escolares corren desde los cinco años de edad soñando con ser Bolt, pero los universitarios más jóvenes tienen prohibido entrenarse todos los días y tampoco pueden levantar pesas hasta los 16 años. Nuevos centros buscan evitar éxodos tempranos al dinero del atletismo de Estados Unidos. Los genes, dice Espstein, influyen, pero no explican todo. También hay sociedades que engordan comiendo basura. Y hay otras que, en cambio, corren para sobrevivir..