Desde
hace muchos años no se presentaba una situación política de tanta
complejidad como la actual en la provincia de Río Negro, si se toma en
cuenta la situación de los partidos mayoritarios como el Justicialismo y
la Unión Cívica Radical que han monopolizado la vida pública en los
interregnos democráticos desde 1958 en adelante y especialmente desde
1983 hasta aquí.
Ambos viven procesos similares con algunos puntos en común, con la aparición de fuerzas centrifugas que buscan otros ámbitos en disconformidad con sus respectivos niveles de conducción y con la decisión de dejar atrás muy fuertes historias de pertenencia individual y colectiva para enrolarse en nuevos proyectos políticos.
Estos procederes no surgieron por manifestación espontánea, sino que fueron estimulados por factores exógenos. En el caso del peronismo por la prematura muerte del ex gobernador Carlos Soria y la irrupción de Alberto Weretilneck como factor de poder real desde el gobierno y en la UCR por el fortísimo impacto de la derrota electoral del 2011.
Estos hechos son como el anverso y el reverso de una misma moneda. El PJ logró superar sus viejas antinomias, algunas que aparecían como irreconciliables y recuperó la consideración de los rionegrinos, mientras que ese triunfo en las urnas fue un verdadero fin de ciclo para el radicalismo, que debió replegarse a cuarteles de invierno y regresar después de 28 años al duro terreno del llano opositor.
La súbita desaparición de Soria, desalentó las esperanzas del peronismo e hizo que quedara trunco un proyecto que afrontó la campaña electoral victoriosa sin ser suficientemente conocido por la opinión pública y sólo explicitado por algunos enunciados muy genéricos formulados en algún discurso de las nuevas autoridades.
Desaparecido el líder llegó rápidamente la desorientación, la intranquilidad y también las inevitables sospechas. ¿Quién reemplazaría al timonel de grueso vozarrón y frases resonantes? ¿Para donde se dirigiría la nave del estado? ¿Cómo repercutiría la muerte de Soria en el peronismo? ¿Qué suerte correrían los integrantes del equipo de funcionarios ante un cambio inminente que estaba anunciado por los hechos?
La fatalidad contribuyó a cambiar drásticamente el escenario rionegrino, demostrando la fuerza de los imponderables en toda actividad humana, inclusive en el quehacer político.
Se impuso en aquellos momentos la opinión de que el vicegobernador Alberto Weretilneck asumiera el cargo vacante, adoptando el criterio establecidos en la constitución para evitar un nuevo llamado a elecciones, recomendación que brindó también la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien a partir de ese momento siguió atentamente el curso de los acontecimientos.
Con la lógica histórica que es de imaginar el poder nuevo rápidamente colisionó con el poder viejo.
Weretilneck es alguien que no estuvo dispuesto a ser vicario de nadie, con el dato adicional importante de que el flamante gobernador no provenía de las filas del justicialismo, sino del Frente Grande y otros agrupamientos políticos anteriores.
No se conformó con el rol de gerente que se le pretendió asignar-como dice- y desde ese mismo momento buscó su propia base de sustentación construyendo en perspectiva un poder distinto al anterior, pero que lo tuviera como vértice y máximo referente hacia adentro y hacia afuera del gobierno.
A poco de andar se pudo constatar y así lo hicieron los máximos dirigentes del justicialismo, que la era Soria había sudo superada por los hechos, y estaba naciendo un nuevo poder, una nueva etapa que aspiraba a edificar otra estructura de mando, con otros fines y si era necesario con otros hombres en los primeros planos del gobierno y la administración.
Weretilneck, con una importante experiencia en Cipolletti durante su gestión como jefe comunal, había sido colaborador de Rudy Salto y después de Julio Arriaga y se movía a su vez con un grupo de allegados entre ellos Luis DI Giácomo, Fabián Gatti, Elvis Cides y Luis Bardeggia, entre otros, hoy alguno de ellos legislador nacional y el resto importantes funcionarios de su administración.
Desde que juró, de una u otra manera empezó una lucha sorda a veces explícita con el presidente del PJ Miguel Pichetto, quien descontaba que tarde o temprano quien estaba sentado ahora en el sillón de Castello optaría por un curso de acción paralelo, y autónomo, entre otras razones porque ambos dirigentes aspiraban a los mismo: la gobernación de Río Negro.
Esa superposición de roles y especialmente de fines no pudo ser conciliada ni en la Casa Rosada y esa puja también repercutió en el incipiente gobierno cuya expresión fue una especie de guerra de guerrillas de baja intensidad entre “albertistas” prematuros, “pichetistas” y “soristas”. Eso ocurrió hasta la bifurcación del camino en forma definitiva entre el gobernador y el senador nacional, cuando Weretilneck decidió homogeneizar el poder promoviendo en los lugares claves del manejo del estado a personas de su extrema confianza.
En ese momento se empieza a hablar” del gobierno de Weretilneck”, sin tutelas ni supervisiones. Paralelamente Weretilneck utilizó el ejercicio del poder complementando la tarea de gobierno con una intensa actividad en las distintas regiones de la provincia, visitando mas de una vez ciudades, pueblos y parajes, contactos y relaciones que forjaron las bases de lo que se anuncio el sábado en Cipolletti, “Juntos Somos Rio Negro”, como el conjunto de partidos transformados en el vehículo de opinión que llevara a Weretilneck a disputar la gobernación y buscar reelegirse por otros cuatros años
En ese proceso de acumulación jugaron un rol importante dos dirigentes justicialista como son Pedro Pesatti, actual vice gobernador, casi seguro numero dos en la fórmula a la gobernación, y Matías Rulli, secretario general de la gobernación, quienes sin renegar de su filiación justicialista decidieron sumarse a este nuevo proyecto, con la aspiración de quebrar el monopolio que venían ejerciendo el justicialismo y la UCR y eventualmente el ARI de la senadora Magdalena Odarda, quien obtuvo 90 mil sufragios en la última elección.
El dato sustantivo es el éxodo de peronistas al “albertismo”, cuya dimensión todavía es imposible de cuantificar, un paso complejo, arriesgado, que significa para el que se va del PJ iniciar una senda de muy difícil retorno y poner punto final a una fortísima historia individual y colectiva de ideales y compromiso.
Pesatti, a quien sin ningún reparo se lo puede individualizar como uno de los ideólogos de la matriz conceptual de “Somos Río Negro,” es decir su línea programática, ha volcado en el seno del gobierno y con una continuidad sistemática el principio de que no puede haber un proyecto político sustentable si no se afirma sobre el concepto de la integración provincial como elemento de cohesión entre los rionegrinos
Recientemente Weretilneck tradujo en una acertada síntesis que “la integración es lograr la igualdad de todos los rionegrinos, que todos tengan igualdad de oportunidades” . Pesatti redondeó aún los términos en declaraciones al diario “Noticias”, afirmando que “Somos Río Negro, es una construcción plural que tiene como idea organizadora trabajar por la unidad e integración, poniendo en relevancia esta necesidad de afianzar el territorio, la población y equilibrar las regiones”
Toda esa fraseología con palabras similares y los mismos alcances se pueden encontrar en los discurso del gobernador Edgardo Castello, 1958-1962, ante la legislatura, rescatando el valor de la integración que en aquella histórica administración tuvo el valor de un legado y un principio, vertidas sobre las heridas de los enfrentamientos regionales por la cuestión capital, en los tramos liminares de la joven provincia naciente.
En este marco, acuden a la memoria de quien escribe estas líneas una obra del filósofo español Ortega y Gasset, cuando en “La España Invertebrada”, advierte a sus conciudadanos, años antes de la guerra civil, sobre los peligros y los efectos disolventes de “los particularismos” y los “separatismos”.
Pero así como se ha hecho referencia al trasvasamiento de justicialistas al gobierno y a las filas de Weretilneck, hay que decir que sucedió lo mismo con dirigentes y afiliados de la Unión Cívica Radical, que pese a que reivindican su corazón “boina blanca” se han pasado con armas y bagajes al oficialismo, en algunos casos sin el mínimo pudor, tránsito también muy difícil de medir. Uno de los casos mas emblemáticos es el de Daniel Sartor, ex ministro del gobernador Pablo Verani y del ex presidente Fernando De La Rúa , transformado hoy en uno de los dirigentes políticos más allegados al gobernador Weretilneck.
Es un secreto a voces en toda la provincia que “El Fino”, su apelativo más conocido, es un operador y armador todo terreno a favor del proyecto del gobernador y se encarga de reclutar radicales en los distintos niveles del partido a quienes contacta con el primer mandatario o a los funcionarios, para obtener para sus “correligionarios” algunos favores oficiales.
Este “modus operandi” empezó a conocer algunas reacciones dentro del radicalismo y le llegaron algunas advertencias a Sartor en el sentido de que ese tipo de conductas realizadas a título exclusivamente personal, compromete al partido, que ya demasiados problemas tiene.
En este tinglado político además de los pro-Weretilneck, se encuentran dirigentes como Bautista Mendioroz, cercano a la senadora Odarda, quienes apuntan a constituir el UNEN contra viento y marea.
Pero hay de todo en la viña del señor. En Choele Choel por ejemplo la lista municipal del “albertismo” lleva como candidato a intendente al titular de ARSA, Roger García, e incluye como aspirantes a ediles a dirigentes radicales enrolados en el sector Rojo más Rojo del sector que conduce el ex gobernador Miguel Saiz.
Las últimas novedades provenientes de Sierra Grande indican que Nelson Iribarren, el ex intendente radical está próximo a aceptar un ofrecimiento de colaboradores del gobernador para presentarse como candidato en los comicios del 3 de mayo. Y se sabe que mientras piensa que hacer, también está barajando el ofrecimiento que le efectuó Mendioroz para presentarse como aspirante a legislador por la UCR en el circuito serrano
Comentarios similares recorren la geografía provincial y en todos lados hay radicales y peronistas, principalmente, -los unos y los otros- que se cruzan de vereda o están rezando para ser convocados. Es decir que la muerte de Soria y la irrupción de Weretilneck en la política provinciana de Rio Negro ha generados repercusiones en el peronismo y en el radicalismo cuya dimensión todavía es prematuro analizar.
Pero dos acontecimientos celebrados ayer, extrañamente coincidentes como el lanzamiento de “Juntos Somos Río Negro” en Cipolletti, y el congreso justicialista de El Bolsón, forman parte de esta historia que recién comienza a escribirse. Además “de las inmejorables relaciones con Martin Soria,” sinónimo hoy de la unidad en el justicialismo, como anticipara Miguel Pichetto a la agencia APP, la noticia fue la presencia del Secretario General de la Presidencia de la Nación Aníbal Fernández. El funcionario nacional de los prominentes bigotes reclamo al gobernador Weretilneck que convoque a las PASO como manda la ley, aunque existe la sospecha que el ex intendente de Quilmes no está debidamente anoticiado que aquí, los principales dirigentes políticos en general y los del gobierno, en particular, no quieren saber nada con el tema de las meneadas primarias. (Omar N.LIVIGNI – Agencia APP)
Ambos viven procesos similares con algunos puntos en común, con la aparición de fuerzas centrifugas que buscan otros ámbitos en disconformidad con sus respectivos niveles de conducción y con la decisión de dejar atrás muy fuertes historias de pertenencia individual y colectiva para enrolarse en nuevos proyectos políticos.
Estos procederes no surgieron por manifestación espontánea, sino que fueron estimulados por factores exógenos. En el caso del peronismo por la prematura muerte del ex gobernador Carlos Soria y la irrupción de Alberto Weretilneck como factor de poder real desde el gobierno y en la UCR por el fortísimo impacto de la derrota electoral del 2011.
Estos hechos son como el anverso y el reverso de una misma moneda. El PJ logró superar sus viejas antinomias, algunas que aparecían como irreconciliables y recuperó la consideración de los rionegrinos, mientras que ese triunfo en las urnas fue un verdadero fin de ciclo para el radicalismo, que debió replegarse a cuarteles de invierno y regresar después de 28 años al duro terreno del llano opositor.
La súbita desaparición de Soria, desalentó las esperanzas del peronismo e hizo que quedara trunco un proyecto que afrontó la campaña electoral victoriosa sin ser suficientemente conocido por la opinión pública y sólo explicitado por algunos enunciados muy genéricos formulados en algún discurso de las nuevas autoridades.
Desaparecido el líder llegó rápidamente la desorientación, la intranquilidad y también las inevitables sospechas. ¿Quién reemplazaría al timonel de grueso vozarrón y frases resonantes? ¿Para donde se dirigiría la nave del estado? ¿Cómo repercutiría la muerte de Soria en el peronismo? ¿Qué suerte correrían los integrantes del equipo de funcionarios ante un cambio inminente que estaba anunciado por los hechos?
La fatalidad contribuyó a cambiar drásticamente el escenario rionegrino, demostrando la fuerza de los imponderables en toda actividad humana, inclusive en el quehacer político.
Se impuso en aquellos momentos la opinión de que el vicegobernador Alberto Weretilneck asumiera el cargo vacante, adoptando el criterio establecidos en la constitución para evitar un nuevo llamado a elecciones, recomendación que brindó también la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien a partir de ese momento siguió atentamente el curso de los acontecimientos.
Con la lógica histórica que es de imaginar el poder nuevo rápidamente colisionó con el poder viejo.
Weretilneck es alguien que no estuvo dispuesto a ser vicario de nadie, con el dato adicional importante de que el flamante gobernador no provenía de las filas del justicialismo, sino del Frente Grande y otros agrupamientos políticos anteriores.
No se conformó con el rol de gerente que se le pretendió asignar-como dice- y desde ese mismo momento buscó su propia base de sustentación construyendo en perspectiva un poder distinto al anterior, pero que lo tuviera como vértice y máximo referente hacia adentro y hacia afuera del gobierno.
A poco de andar se pudo constatar y así lo hicieron los máximos dirigentes del justicialismo, que la era Soria había sudo superada por los hechos, y estaba naciendo un nuevo poder, una nueva etapa que aspiraba a edificar otra estructura de mando, con otros fines y si era necesario con otros hombres en los primeros planos del gobierno y la administración.
Weretilneck, con una importante experiencia en Cipolletti durante su gestión como jefe comunal, había sido colaborador de Rudy Salto y después de Julio Arriaga y se movía a su vez con un grupo de allegados entre ellos Luis DI Giácomo, Fabián Gatti, Elvis Cides y Luis Bardeggia, entre otros, hoy alguno de ellos legislador nacional y el resto importantes funcionarios de su administración.
Desde que juró, de una u otra manera empezó una lucha sorda a veces explícita con el presidente del PJ Miguel Pichetto, quien descontaba que tarde o temprano quien estaba sentado ahora en el sillón de Castello optaría por un curso de acción paralelo, y autónomo, entre otras razones porque ambos dirigentes aspiraban a los mismo: la gobernación de Río Negro.
Esa superposición de roles y especialmente de fines no pudo ser conciliada ni en la Casa Rosada y esa puja también repercutió en el incipiente gobierno cuya expresión fue una especie de guerra de guerrillas de baja intensidad entre “albertistas” prematuros, “pichetistas” y “soristas”. Eso ocurrió hasta la bifurcación del camino en forma definitiva entre el gobernador y el senador nacional, cuando Weretilneck decidió homogeneizar el poder promoviendo en los lugares claves del manejo del estado a personas de su extrema confianza.
En ese momento se empieza a hablar” del gobierno de Weretilneck”, sin tutelas ni supervisiones. Paralelamente Weretilneck utilizó el ejercicio del poder complementando la tarea de gobierno con una intensa actividad en las distintas regiones de la provincia, visitando mas de una vez ciudades, pueblos y parajes, contactos y relaciones que forjaron las bases de lo que se anuncio el sábado en Cipolletti, “Juntos Somos Rio Negro”, como el conjunto de partidos transformados en el vehículo de opinión que llevara a Weretilneck a disputar la gobernación y buscar reelegirse por otros cuatros años
En ese proceso de acumulación jugaron un rol importante dos dirigentes justicialista como son Pedro Pesatti, actual vice gobernador, casi seguro numero dos en la fórmula a la gobernación, y Matías Rulli, secretario general de la gobernación, quienes sin renegar de su filiación justicialista decidieron sumarse a este nuevo proyecto, con la aspiración de quebrar el monopolio que venían ejerciendo el justicialismo y la UCR y eventualmente el ARI de la senadora Magdalena Odarda, quien obtuvo 90 mil sufragios en la última elección.
El dato sustantivo es el éxodo de peronistas al “albertismo”, cuya dimensión todavía es imposible de cuantificar, un paso complejo, arriesgado, que significa para el que se va del PJ iniciar una senda de muy difícil retorno y poner punto final a una fortísima historia individual y colectiva de ideales y compromiso.
Pesatti, a quien sin ningún reparo se lo puede individualizar como uno de los ideólogos de la matriz conceptual de “Somos Río Negro,” es decir su línea programática, ha volcado en el seno del gobierno y con una continuidad sistemática el principio de que no puede haber un proyecto político sustentable si no se afirma sobre el concepto de la integración provincial como elemento de cohesión entre los rionegrinos
Recientemente Weretilneck tradujo en una acertada síntesis que “la integración es lograr la igualdad de todos los rionegrinos, que todos tengan igualdad de oportunidades” . Pesatti redondeó aún los términos en declaraciones al diario “Noticias”, afirmando que “Somos Río Negro, es una construcción plural que tiene como idea organizadora trabajar por la unidad e integración, poniendo en relevancia esta necesidad de afianzar el territorio, la población y equilibrar las regiones”
Toda esa fraseología con palabras similares y los mismos alcances se pueden encontrar en los discurso del gobernador Edgardo Castello, 1958-1962, ante la legislatura, rescatando el valor de la integración que en aquella histórica administración tuvo el valor de un legado y un principio, vertidas sobre las heridas de los enfrentamientos regionales por la cuestión capital, en los tramos liminares de la joven provincia naciente.
En este marco, acuden a la memoria de quien escribe estas líneas una obra del filósofo español Ortega y Gasset, cuando en “La España Invertebrada”, advierte a sus conciudadanos, años antes de la guerra civil, sobre los peligros y los efectos disolventes de “los particularismos” y los “separatismos”.
Pero así como se ha hecho referencia al trasvasamiento de justicialistas al gobierno y a las filas de Weretilneck, hay que decir que sucedió lo mismo con dirigentes y afiliados de la Unión Cívica Radical, que pese a que reivindican su corazón “boina blanca” se han pasado con armas y bagajes al oficialismo, en algunos casos sin el mínimo pudor, tránsito también muy difícil de medir. Uno de los casos mas emblemáticos es el de Daniel Sartor, ex ministro del gobernador Pablo Verani y del ex presidente Fernando De La Rúa , transformado hoy en uno de los dirigentes políticos más allegados al gobernador Weretilneck.
Es un secreto a voces en toda la provincia que “El Fino”, su apelativo más conocido, es un operador y armador todo terreno a favor del proyecto del gobernador y se encarga de reclutar radicales en los distintos niveles del partido a quienes contacta con el primer mandatario o a los funcionarios, para obtener para sus “correligionarios” algunos favores oficiales.
Este “modus operandi” empezó a conocer algunas reacciones dentro del radicalismo y le llegaron algunas advertencias a Sartor en el sentido de que ese tipo de conductas realizadas a título exclusivamente personal, compromete al partido, que ya demasiados problemas tiene.
En este tinglado político además de los pro-Weretilneck, se encuentran dirigentes como Bautista Mendioroz, cercano a la senadora Odarda, quienes apuntan a constituir el UNEN contra viento y marea.
Pero hay de todo en la viña del señor. En Choele Choel por ejemplo la lista municipal del “albertismo” lleva como candidato a intendente al titular de ARSA, Roger García, e incluye como aspirantes a ediles a dirigentes radicales enrolados en el sector Rojo más Rojo del sector que conduce el ex gobernador Miguel Saiz.
Las últimas novedades provenientes de Sierra Grande indican que Nelson Iribarren, el ex intendente radical está próximo a aceptar un ofrecimiento de colaboradores del gobernador para presentarse como candidato en los comicios del 3 de mayo. Y se sabe que mientras piensa que hacer, también está barajando el ofrecimiento que le efectuó Mendioroz para presentarse como aspirante a legislador por la UCR en el circuito serrano
Comentarios similares recorren la geografía provincial y en todos lados hay radicales y peronistas, principalmente, -los unos y los otros- que se cruzan de vereda o están rezando para ser convocados. Es decir que la muerte de Soria y la irrupción de Weretilneck en la política provinciana de Rio Negro ha generados repercusiones en el peronismo y en el radicalismo cuya dimensión todavía es prematuro analizar.
Pero dos acontecimientos celebrados ayer, extrañamente coincidentes como el lanzamiento de “Juntos Somos Río Negro” en Cipolletti, y el congreso justicialista de El Bolsón, forman parte de esta historia que recién comienza a escribirse. Además “de las inmejorables relaciones con Martin Soria,” sinónimo hoy de la unidad en el justicialismo, como anticipara Miguel Pichetto a la agencia APP, la noticia fue la presencia del Secretario General de la Presidencia de la Nación Aníbal Fernández. El funcionario nacional de los prominentes bigotes reclamo al gobernador Weretilneck que convoque a las PASO como manda la ley, aunque existe la sospecha que el ex intendente de Quilmes no está debidamente anoticiado que aquí, los principales dirigentes políticos en general y los del gobierno, en particular, no quieren saber nada con el tema de las meneadas primarias. (Omar N.LIVIGNI – Agencia APP)