El escritor pulió una minuciosa
lista de crímenes y atentados sufridos por el peronismo a lo largo de
casi 15 años, que desmiente la versión oficial acerca del secuestro y
muerte de Aramburu como acto inicial de la violencia política en el
país.
La hipótesis era romper con ese mito tan difundido por la historia
liberal y muchos periodistas de las grandes corporaciones –dice el
investigador–, que acusan al peronismo como el responsable de haber
comenzado con la violencia política en la Argentina, concretamente a
partir del secuestro y la muerte de Pedro Eugenio Aramburu.” Y aclara:
“Eso no es real, y lo demuestro haciendo un correlato de hechos fácticos
y puntuales ocurridos entre 1951 y 1964, que atentaron de diferentes
maneras contra el segundo gobierno peronista, legítimo, constitucional y
reelecto con el 60 por ciento de los votos. Un gobierno que, a pesar de
esa legitimidad ganada, fue acosado por una violencia creciente, la
cocina de lo que luego sería el golpe de Estado de 1976 con sus
consecuencias terribles.”
Baschetti es jefe del Departamento de Adquisiciones e Intercambio
Bibliotecario de la Biblioteca Nacional, e integra el Instituto Nacional
de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego. El libro, una verdadera
radiografía del odio de las clases dominantes que el movimiento nacional
se fue ganando a través de la historia, incluye además nombres de
conspiradores, información nunca difundida de atentados anónimos y
aislados, y un raconto de los distintos intentos de magnicidio contra
Perón.
–Episodios como los bombardeos a la Plaza de Mayo, el
derrocamiento de Perón en 1955 o los fusilamientos de militantes un año
después, son conocidos. Pero el libro sorprende por el grado de detalle
de muchos otros, lo que da idea de una continuidad de intentos
destituyentes insoportables para cualquier gobierno.
–Bueno, ese es el sentido del libro, porque para romper con un
mito, tenés que sacar a la luz información concreta. En realidad, habría
que ubicar el primer hecho particular de violencia en 1951, antes de la
reelección de Perón, cuando un arma del Ejército, la Caballería, armó
un plan para asesinarlo. Pensemos en cómo estaba integrada aquella
fuerza en ese entonces, y en su elite aristocrática, con gente como
Alejandro Lanusse o Julio Alsogaray a la cabeza. Inventan una excusa: es
“importante” que el presidente asista a un acto de inauguración en
Campo de Mayo. Lo que los conspiradores no imaginaron fue la manera en
que el grupo de suboficiales, que por su origen de clase eran
peronistas, defenderían a las instituciones. Es más, el único muerto
aquel día fue un sargento de apellido Fariña, leal al gobierno.
–Digamos que los ataques empezaron a lo grande, con un intento de magnicidio.
–Sí, porque tenían esa idea maximalista de que la rabia se acababa
cuando moría el perro. El complot fracasó, algunos fueron detenidos,
pero el tema se olvidó por completo. Se trató de un “acto fundacional”
para sacar al peronismo de la faz de la tierra, provocado por fuerzas
oligárquicas que veían perder sus privilegios.
–¿Por qué la violencia arranca ahí? Uno imagina que la oligarquía esperó del gobierno momentos de debilidad, de guardias bajas.
–El peronismo venía mostrando algunos signos de desgaste. Me
refiero a reacción política, o a cierto desgaste en la gestión. Pero no
hablo de desgaste en cuanto al apoyo popular, porque al año siguiente al
intento de matarlo, Perón logró un nuevo mandato con el 62 por ciento
del padrón a su favor. Por otro lado, el Ejército estaba dividido. Los
sectores conspiradores eran importantes, pero enfrente, muchísimos
efectivos no iban a permitir asaltar al poder tan fácilmente. El
magnicidio frustrado hizo que después, los ataques ocurrieran en forma
de actos de terrorismo. Y eso es lo que describo en el trabajo.
–Uno de esos actos, poco conocido, tiene lugar en las inmediaciones de la Plaza de Mayo en abril de 1953. ¿Qué pasó?
–Es interesante, porque fue la primera vez que los grupos de poder
trataron de boicotear proyectos de desarrollo que hermanaban a la
Argentina con otros países latinoamericanos. Los golpistas pusieron
bombas en un acto masivo, organizado para festejar los acuerdos que
Perón había firmado con Brasil y con Chile, en épocas de Carlos Ibáñez.
Eran ideas de trabajo a gran escala en el marco del “Pacto ABC”, por las
iniciales de las naciones intervinientes. Una especie de proto Mercosur
de la época. En el ataque intervino el radicalismo, a través de Roque
Carranza, que después fue ministro. Un explosivo estalló en el subte,
otro en el bar de un hotel, y el restante en la misma Plaza. Costó cinco muertos.
–Otro de los temas desarrollados es el de los comandos
civiles, haciendo mención a sectores del empresariado y del campo que
fueron claves a la hora de aportar financiamiento para los atentados.
–No sólo financiamiento, sino también organización e
infraestructura. Prácticamente nadie estudió el tema de los comandos
civiles, se trata de una cuestión relativizada. Estos grupos no sólo se
levantaban contra la Constitución, sino que además asaltaban
destacamentos policiales para robar armas, y en algunos de esos atracos
murieron efectivos jóvenes. Las bandas actuaban consustanciadas con una
jerarquía eclesiástica que aportaba cuadros del catolicismo y la
Congregación Mariana, por ejemplo. No olvidemos que tres días antes del
16 de junio de 1955, fecha del bombardeo a la Plaza, la iglesia organiza
la marcha de Corpus Christi.
–¿Qué acción concreta montada en esos años destacarías como diseñada por los comandos?
El operativo dispuesto durante el bombardeo en el exterior de la
Casa de Gobierno. Parte del complot contra Perón ordenaba que 300
civiles debían cercar la sede del gobierno, y no dejar salir a nadie de
la Casa, ni tampoco entrar. De esta manera se evitaba que escaparan
funcionarios importantes, y que a su vez, entraran leales a proteger a
esos funcionarios. El cerco fue clave, porque el dispositivo lograba que
la Infantería de Marina, ubicada detrás de la Rosada, pudiera atacar
sin problemas ni resistencia de ninguna índole. Pero como decíamos
antes, menospreciaron la valentía de los leales, porque en el caso del
bombardeo, el que salió fuerte a defender al presidente fue el sector de
Granaderos. Muchos de estos golpistas fueron detenidos, y liberados el 5
de agosto. Todo quedó impune, a pesar de los 1000 heridos, los
mutilados de por vida y las 350 personas muertas. Lo que demuestra,
además, de qué manera empezaba a actuar la corporación judicial para que
esa impunidad existiera. A los civiles se les dan cargos públicos,
mientras que los militares son dados de baja, pero vuelven al servicio
activo, cobran los sueldos de la época de detenidos, y encima consiguen
ascensos. Fueron camadas que después nutrieron a la dictadura de Videla.
–Más allá de simpatías políticas, hasta los opositores
reconocen que el peronismo es el aglutinador de los grandes debates
nacionales. En los últimos setenta años, todo, lo bueno y lo malo, ha
sido cruzado por la pasión que despierta el peronismo.
–Porque es el verdadero sujeto político del país, sin duda. Uno
entiende a Perón como producto emergente, y al peronismo como una
entidad político social argentina que le permitió y le permite al grueso
de la población cambiar su vida para mejor. Hasta la llegada del
peronismo, esa mayoría sólo tenía obligaciones, y no derechos. Con el
peronismo aparece el derecho a la salud, al trabajo, a la educación.
Repasemos la Constitución de 1949, por ejemplo, donde esos derechos
adquieren forma de ley. Ese sujeto histórico que trata de cambiar la
realidad, buscando una nación para todos y no para pocos, hoy sigue
siendo cuestionado. Una muestra fue la editorial de La Nación de hace un
par de meses, donde se sostiene que Perón cayó no por un golpe de
Estado, sino debido a sus incongruencias y a su desgaste. Pasan
vergonzosamente por alto toda la violencia que yo describo en el libro.
–A partir de manifestaciones de odio más o menos explícitas
contra el kirchnerismo, es lógico pensar que esa actitud de las clases
dominantes se mantiene a través de la historia, sin importar quién ocupe
el gobierno. El “Cristina, andá que te espera Néstor” es el “Viva el
cáncer” de los 50 contra Evita.
–El paralelismo es interesante, porque demuestra una concepción de
base, que se mantiene inalterable a través del tiempo. Es hasta
previsible, por llamarla de alguna manera. Hagamos una pregunta básica:
¿Por qué se ataca a Cristina? Porque representa un gobierno que genera
cambios e inclusión a sectores siempre postergados, que nunca accedieron
a las condiciones mínimas de subsistencia. Lo que se denomina,
metafóricamente, repartir la torta. Quieren todas las porciones, un país
reducido, agroexportador, con dólar alto. El peronismo no permite eso.
No lo permitieron Eva y Perón, y la historia se repitió con Néstor y
Cristina. ¿Te acordás cuando asumió Martín Sabbatella en la AFSCA, y la
presidenta le dijo que desde ese momento iba a ser feo, sucio y malo? Si
defendés los intereses populares, pasás a ser un estigma para el
sistema.
–Hay otras actitudes miserables que también son violencia.
El gesto de Mirtha Legrand, preguntándose si el cadáver de Kirchner
estaba realmente en el cajón. O cuando Carrió la trataba de insana a la
presidenta. Surgen otros paralelismos increíbles: la foto del libro
donde un grupo de jóvenes aparece colgando el busto de Eva Perón es lo
mismo que muchas pancartas de la marcha del 8N.
–Es verdad, impresiona. Y muchos de esos sectores son de clase
media. El fenómeno de la clase media en la Argentina es impresionante.
Antes de empezar a escribir, me pregunté por qué el peronismo es tan
odiado, como aquella duda de Julio Troxler en Operación Masacre. Qué los
mueve a tener ese odio contra los sectores más bajos de la sociedad,
que además, se hace carne con el vocabulario. Insultan y desprecian,
como el clásico “negros de mierda”, pero también denigran y se muestran
indignados: “¿Cómo van a veranear al mismo lugar que yo?”. Es un
fenómeno que, además, se expresa en esto de querer acaparar dólares.
Perón tenía una frase espectacular: nadie se realiza en un país que no
se realiza. Parece una tontera, pero es así. Creés que te salvás solo,
pero al final, te hundís con el resto. Es como bailar en la cubierta del
Titanic. Sin embargo, hay una diferencia entre aquellos pibes que
ahorcaban el busto y los que hoy asisten a una plaza para gritarle yegua
a la presidenta. En los años 50, esos eran sectores altos o medio
altos. Mucha Sociedad Rural, mucha Unión Industrial Argentina. Campo,
universitarios, en épocas en que a la universidad no entraba cualquiera.
–Lo que querés decir es que hoy, el gran componente de esas manifestaciones son las capas medias.
–Claro. Obviamente se mantiene el escalón superior, pero no llenás
una plaza únicamente con el Jóckey Club. Hay explicaciones relacionadas
con el propio crecimiento del país. En el primer gobierno de Perón, la
clase media era incipiente, no estaba caracterizada y fuerte como en
décadas del 60 y 70. La violencia que veníamos describiendo fue
moldeando conciencias, lo que explica por qué muchos sectores medios
creían bueno que alguien “pusiera orden” antes del golpe de Estado de
1976. Los verdaderos violentos, los que iniciaron aquellas asonadas
contra la democracia, sabían cómo operar: era necesario generar terror,
porque el terror inmoviliza, te deja sin reacción. La prueba es que en
los bombardeos a la Plaza, nadie entrega armas a los sectores peronistas
que van a la Casa de Gobierno a pedirlas. Por eso, también aclaro en el
libro que el primer acto de la resistencia
peronista no ocurre después de la caída de Perón en el 55, sino en esos
bombardeos, cuando la gente asalta varias armerías del centro de la
Capital para pelear contra los marinos apostados detrás de la Rosada.
Aclaro que no hay que ser injusto, y que sería un error ver a esas capas
medias como un cuerpo sin fisuras ni diferencias. Hay muchísima clase
media que apoya al gobierno, y mucha gente se ha ganado para el proyecto
nacional y popular.
–El mismo Perón fue el que no quiso armar a esa gente.
–Sí, pero después volvió sobre aquella decisión, en una entrevista
que le hizo la revista Con Todo, de Bernardo Alberte. Perón era un
militar formado en el Ejército, estructura que históricamente ejerció el
patrimonio de la fuerza. Difícilmente un militar educado de esa manera
aprobaría repartir fusiles en los barrios. Además, dar armas es fácil,
lo difícil es quitarlas después. En la entrevista, Perón reconoció que
si hubiera imaginado lo que venía tras su derrocamiento, hubiese tomado
otro camino.
–Volviendo a los paralelismos y a los símbolos, es
interesante lo que mencionás acerca de Callao y Santa Fe. ¿Es
verdaderamente la esquina típica de toda conspiración golpista?
–Una especie de capricho de la historia (se ríe). Ahí confluyen los
sectores más concentrados económicamente de la sociedad, sobre todo
agro terratenientes. Callao y Santa Fe es un verdadero símbolo, un punto
físico que transmite toda una concepción, una manera de ver al país.
Que no es la manera en que lo ven las clases populares, precisamente. «
Los profetas del odio
Septiembre de 1951
Primer intento de golpe de Estado contra Juan Domingo Perón, al que
tratan de asesinar varios efectivos de Caballería. En el complot
intervinieron los capitanes y generales Alejandro Lanusse, Julio Rodolfo
Alsogaray, Tomás Sánchez de Bustamante, Gustavo Martínez Zuviría,
Manuel Raimundes, Luis Prémoli, Arturo Corbetta, José Iglesias Brickles y
Rodolfo Larcher.
Abril de 1953
Estallan explosivos en la Plaza de Mayo, la Línea A del subte y el
desaparecido Hotel Mayo. Mueren 5 personas. El atentado es organizado
por los comandos civiles.
Abril de 1955
Ponen una bomba de mucho poder en el edificio de la Confederación
General Universitaria (CGU), brazo gremial universitario del peronismo.
Mueren varias personas. También arrojan bombas de alquitrán en las
delegaciones marplatenses de la CGT y el Partido Peronista.
Mayo de 1955
Cuadros católicos que habían asistido a una misa en la Catedral
Metropolitana cortan el tránsito, agreden a la gente que caminaba en la
Plaza de Mayo, les pegan a policías, pinchan gomas de vehículos y rompen
vidrios. Varios de los agredidos tienen que ser hospitalizados.
Junio de 1955
Se suceden distintos actos de violencia de grupos católicos y
comandos civiles, previos a lo que después serían los bombardeos a la
Plaza.
Julio de 1955
Estallan bombas en la Escuela Superior Peronista y la editorial
Mundo Peronista. Los golpistas componen un himno propio, escrito por el
abogado Manuel Rodríguez Ocampo: la “Marcha de la Libertad”.
Julio de 1955
Los comandos civiles roban armas en comisarías y destacamentos, y matan a varios policías.
Agosto de 1955
Intentan asesinar a Perón. Algunos de los implicados son el
dirigente católico Mario Amadeo, el radical David Michel Torino y varias
figuras de la Democracia Cristiana. La policía secuestra armamento
escondido en el colegio religioso Máximo, de San Miguel.
Septiembre de 1955 y junio de 1956
Golpe de Estado contra Perón, y fusilamiento de varios militantes
peronistas en distintos lugares del país, como José León Suárez y La
Plata.
Mayo de 1957
Otro intento para matar a Perón. Los implicados son efectivos del
Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), controlado por el coronel
Héctor Eduardo Cabanillas.
Octubre de 1961
El Ejército decide dictar un “Curso de Guerra
Contrarrevolucionaria”. Mientras los militares reprimen y detienen a
militantes en todo el país, los comandos civiles siguen poniendo
explosivos y organizando actos de sabotaje.
Agosto de 1962
Secuestran a Felipe Vallese.