martes, 16 de diciembre de 2008

Evíta, símbolo insoportable


Durante la protesta de la Federación Agraria entrerriana comandada por el líder sojero Alfredo De Angeli, en el 25° aniversario de la reimplantación de la democracia, pintaron de negro el busto de bronce de la compañera Evita que se encuentra en la explanada de la casa de gobierno de Entre Ríos. Acción cargada de denso contenido simbólico que expresa cabalmente qué se está dirimiendo en la lucha.
El ser humano no tiene una entidad determinada, fija, lograda, como los objetos. Es constitutivamente incompleto. Nunca es lo que es, siempre es lo que no es, y esto se aplica no sólo al ser humano individual, sino también y esencialmente al colectivo. Todo grupo humano transita el camino de su propia constitución, o sea, el de su identidad, que coincide con el de su propia creación.
La identidad es una tarea y un problema. En realidad, no existe la identidad, sino el proceso de identificación, en el cual juegan un papel fundamental los símbolos que, tanto en la historia del sujeto individual como en la del sujeto colectivo, aparecen hacia atrás como arquetipos y hacia adelante como ideales.
El vocablo “símbolo” tiene su raíz en el verbo griego symbállo, cuya traducción es “echar, poner juntamente, unir”, todo lo contrario de diabállo que significa “desunir, enemistar”. El símbolo une lo desunido, religa lo desligado. El símbolo es religioso o, al revés, la religión es simbólica.
El ser humano tanto en su realidad individual como en la colectiva se siente fracturado, desligado, a causa de lo cual su vida no tiene sentido o, en otras palabras, no logra identidad. La construcción de su propia identidad es, al mismo tiempo, la construcción o reinterpretación de determinados símbolos. Toda construcción subjetiva es al mismo tiempo una construcción simbólica y, como los símbolos son polisémicos y en consecuencia expresan identidades diferentes, en torno de ellos siempre hay una lucha hermenéutica.
Los símbolos se reinterpretan, pero no siempre ello es posible. Ciertos símbolos, debido a determinadas experiencias, a veces traumáticas, no pueden ser reinterpretados. Es el caso de la cruz svástica. De por sí, este símbolo no significa “genocidio”. Es la experiencia traumática del nazismo la que, para Occidente, le dio ese significado que torna imposible su resignificación para proyectos liberadores.
Evita es un símbolo insoportable para determinados sectores sociales que persisten en el gorilismo oligárquico que fue marcado a fuego por la Evita histórica, la del primer peronismo. Es lo que claramente mostraron las huestes del sojero De Angeli al pintar de “negro” el busto de la que fuera la “abanderada de los humildes”. Precisamente los “negros” son los humildes.
Buzzi buscó desligarse de semejante gorilismo, pero en vano, pues ya había afirmado previamente que estaba con la “cara pintada”, cuya finalidad era y es, como lo declaró terminantemente, “desgastar a este gobierno”.


Por Rubén Dri
* Filósofo, profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

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