jueves, 27 de mayo de 2010

De la mala a la peor (Por Juan Gelman)




Se apaga el concierto de voces que proclaman la salida de la crisis económica mundial: el sismo europeo es una fuerte réplica del epicentro que sacude a EE.UU. desde el 2008. Hasta el FMI subraya que las medidas adoptadas para salvar a Grecia son apenas calmantes de una enfermedad grave. Pero no explica en qué consiste el mal. Sólo propone la “cura” de las medidas de ajuste que afectan a millones y millones de habitantes del planeta.
El distinguido profesor emérito de Economía de la Universidad de Ottawa, Michael Chossudovsky, y el investigador independiente Andrew Gavin Marshall acaban de reunir en el volumen titulado The Global Economic Crisis. The Great Depression of the XXI Century (Global Research Publishers, Centre for Research on Globalization, Montreal, 2010) los trabajos de 16 especialistas que exploran a fondo las causas y consecuencias de un fenómeno que no se debe precisamente a un puñado de banqueros sin escrúpulos, como Barack Obama propone: es el desemboque de un largo proceso de cambio del modelo económico occidental que se inició en los años ’80. La llamada “desregulación” que nació entonces estuvo normada por la implantación progresiva de complejos instrumentos creados por el aparato financiero.
Los editores sintetizan las conclusiones de los estudiosos en el prólogo de la obra (http://www.globalresearch.ca/, 9-5-10). La central: “La humanidad se encuentra en la encrucijada de la crisis económica y social más grave de la historia moderna”. Se subraya que no consiste sólo en la burbuja inmobiliaria que estalló hace dos años: el hundimiento de los mercados financieros en el período 2008/09 fue secuela del fraude institucionalizado y la manipulación financiera. En obediencia, claro, a la ley del beneficio máximo.
Es notorio que esto ensancha las distancias entre base y cima sociales en materia de distribución del ingreso nacional. Un estudio que el profesor Emanuel Saez, del Departamento de Economía de la Universidad de Berkeley, llevó a cabo hace dos años revela que en EE.UU. ese distanciamiento “es particularmente brutal a partir de los ’80: el 10 por ciento más rico (de la población) acaparaba el 35 por ciento del ingreso nacional en 1982, una proporción que alcanza el 50 por ciento 25 años después, reinstalando la situación que precedió al crac de la Bolsa en 1929” ( , 15-3-08). Pese a las declaraciones optimistas de la Casa Blanca, el desempleo en la superpotencia va en aumento.
Otros análisis inquietantes se resumen en el prólogo de The Global Economic Crisis: esta recesión económica no tiene un origen acotado, sino que se inscribe en el desarrollo de una militarización a escala mundial. “La dirección de la ‘guerra prolongada’ del Pentágono se vincula estrechamente con la reestructuración de la economía global..., la arquitectura financiera global alimenta objetivos estratégicos y de seguridad nacional. A cambio, la agenda militar de EE.UU. y la OTAN sirve de apoyo a una poderosa elite empresarial que socava incesantemente las funciones del gobierno civil.”
El traslado de una ingente masa de capital a las actividades financieras ha “desmaterializado” la producción y provocado un cambio estructural en la economía estadounidense: crece el número de quiebras de empresas pequeñas y medianas, al mismo tiempo que la economía de guerra, engordada por un presupuesto de defensa de casi un billón de dólares, goza de muy buena salud. La industria de armas de alta tecnología y la contratación de mercenarios para las guerras de Irak y Afganistán conocen, entre otros, un esplendor sin precedentes. “Basta echar un vistazo a la escalada (bélica) en el Medio Oriente y Asia Central, así como a las amenazas de EE.UU. y de la OTAN dirigidas a China, Irán y Rusia, para percibir hasta qué punto la guerra y la economía están íntimamente vinculadas.”
Las relaciones de la banca con el complejo militar-industrial y los gigantes del petróleo, el papel central que la política monetaria desempeña en la recesión, el peso de la deuda pública y privada, las repercusiones socioeconómicas y políticas que acarrearon las reformas del libre mercado, son aspectos que, entre otros, escrutan analistas destacados como Claudia von Werlhof, Richard C. Cook y Peter Dale Scott. Desde distintos puntos de vista y desde disciplinas diferentes, todos los autores coinciden –señala el prólogo– en que se trata de una crisis con alcances verdaderamente mundiales que influyen en todas las naciones y en todas las sociedades. La estadounidense incluida, desde luego.
“Nunca vi algo semejante –señaló Noam Chomsky sobre el estado de ánimo imperante en EE.UU. (http://www.legrandsoir.info/, 24-4-10)–. Escucho la radio para enterarme de lo que dicen los que llaman por teléfono. ¿Qué me pasa?, se preguntan. Hice todo lo que me dijeron que hiciera. Soy un buen cristiano. Trabajo duro para mantener a mi familia. Tengo un arma. Creo en los valores de este país y, sin embargo, mi vida se derrumba.”

martes, 11 de mayo de 2010

Viva la Crispación (Por Marcelo Koenig*)










Opiniones sobre los discursos que reclaman “diálogo” y exigen “respeto a las reglas”.


Nuestra sociedad se polariza. Ríos de tinta se gastan, desde la academia o desde los oligopolios mediáticos, para explicarnos que eso es muy malo. Vagas referencias al bien común o abstractas convocatorias al diálogo son ensayadas. Reinventan palabras como “crispación”, que del cajón del olvido pasan a estar en boca de cualquier periodista serio o de cualquier político atildado.
Analistas improvisados, constitucionalistas rentados, sabihondos y suicidas se desgarran las vestiduras invocando el discurso crispado de Néstor o Cristina. El fetiche de un afiche de papel insta a que agiten el fantasma del miedo, la persecución, etiquetando graciosa e irresponsablemente a la actual democracia como si se tratara de una dictadura. En efecto, en nuestra Argentina las pasiones vuelven a estar, en lo que a política se refiere, a flor de piel. ¿Es eso tan malo como nos quieren contar?
Recurramos, para dar respuesta a este interrogante, primero a la historia. No existe proceso transformador que no polarice la sociedad. Siempre ha sido así, a lo largo de los 200 años de nuestra historia patria. Hagamos ejercicio de la memoria. Patriotas y realistas, unitarios y federales, radicales y conservadores, peronistas y gorilas... eso por mencionar a los tiempos de grandes disputas, grandes proyectos, aunque también podríamos mencionar a los tiempos en que sólo fuimos meramente resistencia. Las antinomias fueron siempre consustanciales a la política argentina. Esto es así porque la política es disputa de intereses. Los ciclos de avance político del pueblo fueron sistemáticamente embestidos por sectores de privilegio, que por tratarse de sectores dominantes arrastran en función de su posición hegemónica a amplios contingentes de personas. La división nunca es simétrica, pero el despliegue mediático y la capacidad de mimetizarse con la opinión publicada –a la que disfrazan de opinión publica– hace parecer que la sociedad se divide en dos. El campo popular tiene su fuerza en el número, aunque cuando es preciso negar su contundencia se lo proscribe, se lo encarcela, e incluso se llega a fusilarlo o desaparecerlo...
La segunda manera de responder al carácter positivo de la crispación es con un ejemplo. A fines de abril, un grupo de estudiantes secundarios de la JP Descamisados se planteó hacer un ejercicio de formación política. La convocatoria, tal como la forma que tienen de comunicarse y relacionarse, fue distinta de lo tradicional. Se hizo por Facebook. Desde cierta política más tradicional se puede pensar: ¿qué tiene que ver una red social tan impersonal y además creada según dicen por la CIA con la militancia? Otros curtidos en las lides de la acción política aprendimos, más por viejos que por diablos, que los caminos de la militancia son como el agua y se van abriendo paso por todos lados, aprovechando cada declive del terreno. Pero, sin embargo, por esa llaga que no nos permite “amar sin presentir” –como decía el gran Discepolín–, pensamos que iba a ser una actividad tan sólo con un puñado de jóvenes inquietos. Por eso, grande fue nuestra sorpresa cuando observamos que se vio desbordada la convocatoria. Incluso hubo algunos que viajaron los setenta kilómetros que separan a Campana de Congreso, tan sólo para asistir a ese primer encuentro de formación.
Esto es también el producto de la crispación. Jóvenes, muy jóvenes, más preocupados por cambiar el mundo que por cambiar el modelo del celular. Secundarios que se sienten más cerca del gordo Cooke que de Cumbio. Chicos a quienes les interesa más la disputa de proyectos de país entre San Martín y Rivadavia que la mediática controversia entre vedetongas de Bailando por un sueño. Adolescentes ávidos de saber qué es la guerrilla comunicacional que lanzó el comandante Chávez y no por la marca de los jeans que usan las estrellas de Hollywood.
La polarización genera bandos antagónicos. Esos bandos expresan los modelos de país que los subyacen. El compromiso político y la militancia se alimentan de esa disputa.
Los plumíferos a sueldo de los monopolios se horrorizan por una juventud que le pone alas a sus sueños. Son los mismos que añoran que todo se tiña de gris. Son las viudas del “diálogo” de los ’90. Tiempos en que no había crispación. Porque el pensamiento único no daba para polarizaciones. Se expandía como una mancha de combustible en el mar, anegando conciencias, matando toda la vida que encontraba a su paso. Ese es el consenso que predican: el consenso de la resignación.
Por eso, nosotros hacemos un elogio de estos tiempos de confrontaciones y disputas. Estos tiempos de divisoria de aguas en donde se vuelven a discutir proyectos que no son compatibles entre sí. Vuelve la política, no como sentido de unos pocos para llenarse los bolsillos, sino como una herramienta de liberación.
La política, como sentido ético y épico de la historia, vuelve a habitarnos, vuelve a enamorarnos. Y cuando un pueblo vuelve a enamorarse de la política se transforma en una vorágine difícil de detener, crispada frente a los que intentan poner palos en la rueda de la historia, decidida frente a los que defienden los privilegios.
Profesor de Derecho en la UBA y la UPMPM; director de la revista Oveja Negra.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Bombardeo a Plaza de Mayo (16 de junio 1955)

Croquis del bombardeo (detalles)

Cadaveres de ciudadanos que transitaban por Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 al mediodía luego del bombardeo realizado 34 aviones de la Marina de Guerra Argentina (22 North American AT-6, 5 Beechcraft AT-11, 3 hidroaviones de patrulla y rescate. Consolidated PBY Catalina) .
Bautizmo de fuego de la mencionada fuerza (Cobarde criminales).