jueves, 20 de junio de 2013

Oscuros días de (in) Justicia (Por Mempo Giardinelli

 
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Parece inevitable sentir desasosiego después del fallo de la Corte Suprema sobre el Consejo de la Magistratura. Y no tanto por la sentencia en sí, que venía cantada, sino por el festejo mediático y la ceguera de una oposición necia y clasista que no es la que necesita esta república.
Esta decisión del máximo tribunal pivotea alrededor de por lo menos dos paradojas: por un lado, el fallo se refiere a un instituto jurídico que ha demostrado larga y sobradamente su inutilidad, al que aun con defectos era y sigue siendo necesario cambiar y por qué no por el voto de la ciudadanía.
Y por el otro, la gravedad que entraña el hecho de que una ley votada en el Poder Legislativo sea vetada –ipso facto– en y por el Poder Judicial. Que yo sepa, esto nunca se había visto en el constitucionalismo argentino y asombra el silencio al respecto.
Podrán cuestionarse algunos aspectos de la reforma judicial que bien se ha dado en llamar “democratización de la Justicia” –porque eso es–, pero lo que asombra es que una vez más las fuerzas corporativas parecen lograr que la tensión sea extrema y la vida política nacional se juegue a todo o nada. No en vano andan excitadísimos con la declaración de inconstitucionalidad las corporaciones más poderosas del país: los grupos hiperconcentrados de la economía, el poder multimediático de Clarín y La Nación y lo más conservador y rancio de la administración de justicia.
Y tan eufóricas están las corporaciones que ya claman “ir por más”, verbigratia que la Corte “derogue” (vocablo absurdo porque a ese tribunal no le competen derogaciones) las demás leyes de la reforma judicial aprobadas por el Congreso.
Es inevitable pensar que cuando la Justicia cogobierna o pretende ser la que impone las reglas, algo anda mal en un país. Se supone que las normas de la Constitución Nacional son inmutables y es por eso que se han tenido por inmanentes las formas tradicionales de separación de los poderes. Pero en ningún artículo la Constitución dice que esa separación significa superioridad aristocrática de ningún poder. Y, sin embargo, en la Argentina hay todavía uno que sí se organizó y se sostuvo como verdadera oligarquía judicial, siempre funcional a los intereses de los ricos y en general de espaldas a los sectores populares.
Eso, precisamente, fue lo que vino a cambiar este gobierno. Que casi siempre comunica muy mal y suele ser bastante torpe, cierto, pero que muchas más veces es desoído por necedad, o directamente atacado con prejuicios de clase.
Y así, en medio del diálogo de sordos en que sobre todo algunos grandes diarios y su telebasura han logrado convertir a la política nacional, parece que ni siquiera la hasta ahora tan respetada Corte Suprema supo resguardarse de ese griterío que es, literalmente, ensordecedor.
“Epur si muove”, diría Galilei: es imperioso cambiar el “sistema” judicial argentino, resista quien se resista. Pésimas investigaciones, sumarios lentos y “empiojados”, dudosos sorteos de juzgados, demoras o aceleraciones inexplicables, recursos infinitos, lenguaje críptico y arcaico, formalismos ridículos que anulan la esencia del Derecho, cautelares que se prodigan como bombones y presiones tan mediáticas como vergonzantes, son hoy indesmentibles y constituyen la realidad cotidiana de nuestra (in) Justicia.
Mientras tanto, el descreimiento de la sociedad es tan grande como el tropiezo de esta Corte Suprema que venía siendo vista como una garantía. No hay forma de justificar que la cautelar en favor de Clarín lleva cuatro años “en estudio”, pero un cambio fundamental como el voto popular para elegir los miembros del Consejo de la Magistratura es rechazado en menos de dos semanas. Es lo mismo que recordar que en las cárceles hay más de 50.000 ciudadanos presos en condiciones inhumanas y sobre ellos sólo hay mora y silencio, pero fue expedito el pronunciamiento para favorecer a la Chevron.
Cómo no va a ser irritante el escenario si justo cuando parece que van a cambiar las cosas –y por ley de la nación democráticamente aprobada– vemos que la máxima jerarquía del Poder Judicial también se resiste a los cambios como gato panza arriba, para decirlo como en mi barrio.
Con su estilo desprolijo y provocador, el Gobierno no ha hecho otra cosa que seguir adelante en su voluntad de modificar un sistema que no da para más y que es evidente (y saludable) que está cambiando, y a paso redoblado. Enhorabuena.
Y es que no hay dudas de que volver terrenal lo que parecía divino es un buen signo del avance de los tiempos. Durante un siglo y medio la Justicia en la Argentina estuvo siempre “allá arriba”, intocable y mayestática como una diosa (que además se pretendía ciega y equilibrada). Bueno, ahora ha empezado a conocer las asperezas del suelo que pisamos todos. Y eso no está nada mal.
De ahí que quizá se estén equivocando en su pesimismo los que ven el vaso medio vacío. Porque la verdad es que ese vaso estuvo vacío durante 160 años, y ahora tenerlo a la mitad bien merece ser visto como un triunfo político notable.
Un día de éstos habrá que reconocerlo, aunque hoy sus mismos partidarios todavía no terminan de darse cuenta: desprolija y chocante a veces, contradictoria y altanera, CFK lo hizo.
Hay que proteger a la Presidenta y no dejar que estos hijos de puta (ayudados por la caterva golpista) hagan lo que se les antoje.

domingo, 16 de junio de 2013

El origen de Patoruzú (Por José Pablo Feinmann)

 

Dos oficiales se allegaron hasta la tienda del general Roca y pidieron hablar con él. Bajo su orden, les permitieron la entrada.
–Digan –seco Roca, sin mirarlos. A la luz de una lámpara estudiaba unos mapas.
–Se trata de dos caciques, general. Vinieron en son de paz.
Roca los miró. Los oficiales quedaron helados por la fijeza de esa mirada, de esos ojos claros y feroces hechos para el mando, para la sumisión de los otros.
–¿Paz? ¿Son idiotas ustedes? No hay paz para los salvajes. ¿Lo saben o no? De saberlo, me habrían traído sus cabezas.
–Se ofrecieron como rastreadores –dijo el oficial más decidido. Acaso el que menos miedo le tenía al general. El único que habría de tener el coraje de afrontar esa conversación con él.
–Dicen conocer hasta el último cascote de este territorio. Pensamos que ese conocimiento podría interesarle a usted. Por eso aún conservan sus cabezas, general.
–Tráiganlos.
Los caciques eran altos, fuertes, con ropa limpia, el orgullo intacto.
–No me interesa conocer cascotes –dijo Roca. –Vine aquí a cazar indios. A matarlos. A limpiar el territorio porque el progreso tiene sus leyes. La primera es terminar con la barbarie.
–Nosotros podemos ayudarlo, general. Hace unos años estuvimos en Buenos Aires. Sabemos qué es la civilización. Sabemos el derecho que tienen los hombres ilustrados para expandirla en estos territorios salvajes. No somos traidores. Somos distintos.
Llevaron a cabo una tarea eficaz y devastadora. Le señalaron a Roca hasta los escondites más inhallables de los indios que el general tenía necesidad de matar para saciar su sed, que era la del progreso. Al terminar la campaña, Roca los premió con tierras generosas, extensas.
–Se las ganaron –dijo el general. Y hasta les estrechó las manos.
Cada uno se construyó una casa. Previamente se dividieron la tierra. Lo mismo para los dos, hasta el último centímetro. Ser justos entre ellos los volvió amigos, pero no socios. Uno se dedicó a la cría de ganado. El otro, a nada. Un hecho inesperado (que supo presentir) le cambió la vida. A las mañanas, el sol parecía obstinarse en caer sobre un montículo, darle calor y sacarle unos brillos extravagantes. El cacique se dijo que eso era una señal de los dioses. Lo habían bendecido y él sabría aprovechar esa generosidad, sí. Lo que brillaba en el montículo era oro. Empezó a cavar y descubrió que el oro no sólo estaba sobre el montículo, sino que se hundía en lo profundo y no parecía terminar nunca. Era rico.
Esa noche se emborrachó. Bailó como el guerrero que había sido. Bailó bajo la luna y elevó un canto de gratitud a los dioses. Entonces lo vio. El otro cacique lo miraba sin entender, pero sospechando. Le preguntó por qué tanta alegría. Y el pobre indio, de borracho que estaba, de bendecido por la suerte que se sentía, y hasta de querido y cobijado por los dioses, le dijo la verdad. Que era rico. Que en su tierra había oro. Que conchabaría gente en el pueblo más cercano y haría una mina. Que en menos de un año tendría tanto dinero que se iría a vivir a Buenos Aires, ya que ahí pertenecía, ahí había vivido y ahí le gustaba vivir, como un hombre ilustrado, un hombre del progreso. El otro lo escuchaba en silencio, ni una palabra decía. Sólo lo miraba, apenas eso. La luna estaba muy alta, era circular y helada. Algunas nubes la oscurecían y echaban sombras sobre la tierra. El cacique siguió bailando y siguió bebiendo ese aguardiente áspero, que lo ponía cada vez más turbio, vulnerable. El otro le hundió el puñal en medio del pecho cuatro, cinco y hasta seis veces. Después lo enterró lejos, donde nadie que no fuera él podría encontrarlo.
Lo que el muerto quería hacer lo hizo él. Conchabó gente en el pueblo, construyó una mina y se hizo rico. También se hizo una casa suntuosa, para no irse nunca, para vivir ahí toda su vida, que sería larga. No quería asentarse en Buenos Aires. Siempre sería un indio, nunca un ilustrado, nunca un hombre del progreso. Eso les dejaría como legado a sus herederos. Porque tendría hijos. Porque se traería de Buenos Aires una mujer blanca, hermosa. Se casaría con ella y con ella tendría sus hijos. Sus herederos vivirían en esa Buenos Aires que a él –lo sabía bien– le estaba negada. “No importa. Voy a fundar una dinastía, los míos tendrán poder, indios con tierras y con dinero no son indios, son ciudadanos”, se dijo, sentado en una silla de mimbre en la galería de su mansión, con una felicidad calma, algo adormecido, para siempre saciado, el cacique Patoruzú, rastreador de Roca, traidor a los suyos, asesino de su compadre, explotador de esos pobres hombres que trabajaban de sol a sol en su mina de oro inagotable, infinita como la perversidad de su alma.

sábado, 8 de junio de 2013

El Fiorito cumple un siglo

 
Está en Avellaneda y es un símbolo de la zona Sur del GBA. Hoy celebra el aniversario. Trabajan allí 950 personas. Entre ellos, Miguel Falasco: entró al Fiorito en 1954 y dirige la Unidad Docente. Lo siguieron sus cuatro hijos.
Familia. En el centro, el papá, Miguel Falasco, desde 1954 en el Fiorito. Desde la izquierda, sus hijos: Miguel Angel, Miriam, Viviana y Silvia.

08/06/13
Su fachada lo delata. La puerta de casi tres metros, la decoración con columnas jónicas y molduras en los arcos superiores, la cúpula y el reloj, no son características de una construcción moderna. Pero es justamente su antigüedad lo que lo convierte en un símbolo de la Zona Sur. Reconocido como el tercer hospital más viejo de la Provincia, el Interzonal General de Agudos Pedro Fiorito de Avellaneda hoy cumple 100 años; un siglo al servicio de la gente.
En tanto tiempo de existencia fue escenario de infinitas historias de amor y dolor de miles de personas que pasaron por sus puertas. Para la familia Falasco, el Fiorito directamente es su segunda casa. Y lo que parece una frase hecha, en este caso es real. Miguel Falasco (84) y sus cuatro hijos, todos médicos clínicos, llevan más horas de su vida adentro de los consultorios y guardias de esta institución que en sus propios hogares. Con el detalle de hacerlo rodeados de los seres que comparten su misma sangre.
Al 800 de la Avenida Belgrano, muy cerca del Puente Pueyrredón, en pleno corazón de Avellaneda, el Fiorito comenzó a funcionar el 8 de junio de 1913 en dos edificios. La proximidad del puerto de Buenos Aires fomentó el crecimiento demográfico de toda esa zona, por lo que el centro de salud se fue ampliando en distintas etapas, Actualmente, abarca casi dos manzanas completas y atiende a alrededor de 1.050 personas por día que llegan desde distintos partidos del Sur y de Capital.
“Muchas cosas cambiaron. Un hospital público de esta envergadura es muy dinámico. De todas maneras, yo me siento siempre igual cuando estoy acá: muy bien. Que ahora cumpla 100 años y siga en pie me da una gran felicidad”, asegura Miguel Falasco, vicepresidente de la Asociación Médica Argentina y ciudadano ilustre de Avellaneda, quien ingresó al Fiorito en 1954. A pesar de que su prestigio pudo haberlo llevado a muchos otros sanatorios, su corazón siempre fue fiel al lugar que lo vio crecer profesionalmente. Incluso, desde que se jubiló hace 20 años, sigue yendo religiosamente todos los días al Hospital, donde mantiene el cargo de Director de la Unidad Docente Hospitalaria Pedro Fiorito de la Facultad de Medicina de la UBA.
Los hijos mamaron su pasión desde chicos. “Me acuerdo cuando en la inundación de 1967 lo vinieron a buscar en bote para que vaya a atender pacientes y lo hizo durante toda la noche. La admiración que sentimos hacia él es inmensa y nos marcó”, cuenta su hija mayor Miriam (57), que tenía tanta ansiedad por entrar al Fiorito que su padre le encontró un puesto a los 17 años en el área de Anatomía Patológica, hasta que se recibió de médica y reingresó como profesional. “Dicen que aprendemos de quienes amamos, y es verdad. Incluso hoy, que todos tenemos años de experiencia, nos consultamos entre nosotros sobre algunos casos de pacientes del Hospital. Y las mesas familiares de los domingos son monotemáticas”, cuenta Silvia Falasco (53), jefa de Cuidados Ambulatorios.
Los Falasco son sólo una parte del numeroso plantel que entre médicos, enfermeros y administrativos supera las 950 personas. “Ellos son los que hacen posible que la estructura funcione. Es una tarea difícil en estos tiempos, pero nos da mucho orgullo hacerlo y hoy poder estar celebrando el 100° aniversario”, asegura el director, Hugo Pardo. “El grupo humano del Fiorito es lo que te dan ganas de quedarte. Nosotros entramos cuando nos recibimos y nunca nos fuimos. Hay muchos compañeros que hace décadas trabajan acá también. Somos todos una gran familia”, asegura otra Falasco, Viviana (55), jefa del servicio de Clínica Médica, quien además en este Hospital conoció a su marido Rafael Inzeo (59), jefe del servicio de Cirugía. “Este cariño que sentimos por la profesión y el hospital buscamos transmitirlo. A los residentes que entran lo primero que les digo es algo que nos repetía nuestro papá: que ‘cultiven la integridad, el respeto y nunca pierdan la compasión’”, concluye Miguel Angel (51), jefe de Docencia e Investigación del Hospital.
En el campo académico, la historia del Fiorito es igual de rica. Durante muchos años, sobre todo en la década de los ‘60, se lo consideró el hospital más moderno y tecnológico entre Capital Federal y La Plata, por haber sido pionero en diferentes áreas. Fue el primero del país en tener Unidad Coronaria, el precursor al instalar guardias pediátricas y neuroquirúrgicas de 24 horas en la Provincia, y el único en armar un centro de rehabilitación de trastornos del lenguaje en niños disléxicos. En él, además, se realizó la primera neuroendoscopía del país a un paciente con hidrocefalia. En 2005 abrió un Complejo Cultural; el primer museo de un hospital en toda la Provincia.

miércoles, 5 de junio de 2013

Urgencias ( Por David Brooks)

 
Una de las sensaciones más raras aquí es la ausencia de lo urgente.
Este país está en medio de las guerras más largas de su historia, en las cuales cada día muere más gente, pero ésa es sólo una de tantas noticias urgentísimas que forman parte de un torrente de información, desde los detalles como la creciente desigualdad hasta las pruebas de que se acerca una crisis ambiental que puede llevar al fin de la vida humana en el planeta. Las noticias no dejan descansar –o sea, no es por falta de información–, pero tampoco parecen despertar respuesta. Todo se presenta con mayor prisa cada vez, pero nada urge.
En estos últimos años sucedió lo que todos saben fue el mayor fraude en la historia del país, cuando los bancos y las empresas financieras provocaron la peor crisis desde la Gran Depresión. Todos saben que hoy día esos mismos financistas y sus amigos están gozando de un auge mientras la gran mayoría de estadounidenses sigue pagando las cuentas y consecuencias del desastre. El típico hogar ha recuperado menos de la mitad de toda la riqueza que perdió durante la crisis, según un informe del banco central, la Reserva Federal. La riqueza de los hogares se desplomó 16 billones entre el tercer trimestre de 2007 y el primero de 2009. Aunque en total se ha recuperado 91 por ciento de estas pérdidas, dos tercios de esta recuperación es resultado de incrementos en precios de acciones bursátiles y 80 por ciento de las acciones bursátiles está en manos de ese 10 por ciento, o sea, la recuperación se ha sentido entre los más ricos. Por ello, el hogar promedio sólo ha recuperado 45 por ciento de su riqueza. En tanto, las ganancias de empresas marcan records, igual que las acciones. Pero esta disparidad y desigualdad no urge.
Hoy, más niños, madres, hermanos, padres, abuelos, tías, estudiantes, soñadores, maestros y artistas morirán por la violencia desatada por las políticas bélicas de Estados Unidos. Unos cuatro mil han muerto en misiones de asesinato con aviones a control remoto. En Irak, donde se proclamó el fin de la guerra, mayo fue el mes más sangriento desde las matanzas sectarias entre 2006 y 2007, con más de mil muertos, reportó la ONU. Pero no urge.
Desde la matanza en la escuela primaria en Connecticut que sacudió al país en diciembre, más estadounidenses han muerto por violencia de arma de fuego en este país (4499) que el total de militares estadounidenses en los nueve años de guerra en Irak (4409), reportó la revista Slate. Aún no hay un mayor control de armas en Estados Unidos. Tampoco parece ser tan urgente.
Y, para aquellos que aún no creen que haya una relación entre las cúpulas políticas y financieras, se anunció que el general retirado David Petreaus, uno de los ingenieros de las guerras que después tuvo que renunciar a su cargo como jefe de la CIA por la revelación de una relación extramarital, ahora asesorará a los estrategas internacionales de la firma de inversiones Kuhlberg Kravis Roberts en Wall Street. No estalla un escándalo. Todos reciben la información dócilmente.
Hoy, las políticas de educación anularán la imaginación y el desarrollo intelectual y emocional de millones de jóvenes, y atentarán contra la dignidad y el orgullo de los maestros. Pero no urge.
En una maravillosa nueva exposición sobre los océanos en el Museo de Historia Natural en Nueva York se documenta cómo los seres humanos envenenan y matan los orígenes de la vida. Mucha gente sabrá más. Muchos niños preguntarán por qué, pero no hay urgencia.
Hoy, periodistas narrarán todas estas cosas, una vez más. Ofrecerán más evidencia de qué tan urgente son todas estas situaciones, pero ni para ellos hay gran urgencia.
¿Qué sucede en un país sobreinformado de cosas tan graves que directamente, y en este mismo momento, afectan de manera dramática a tantos, pero donde esa información no se traduce en acción urgente?
Noam Chomsky, en una entrevista reciente publicada en Truthout.org, comenta que “uno de los grandes éxitos de las instituciones que rigen a Estados Unidos es que han logrado disgregar a la gente. Están atomizados... hay poca memoria. Cada vez que un grupo de estudiantes se involucra en una protesta, todo empieza de nuevo. No hay memoria de cómo se hacía antes”. Indica que se destruye la memoria a propósito. “Uno no quiere sindicatos porque tienen este tipo de memoria, son fuerzas democratizadoras, juntan a la gente. Entonces (los gobernantes) los destruyen, tratan de desmantelar todo eso, para que todo empiece de la nada... Es uno de los grandes éxitos de los poderosos, de los empresarios: desmantelar la organización, separar a la gente, parte del consumismo... los convences de que consumir es el mayor objetivo en la vida, y los atrapas endeudados. No tienes que preocuparte de una democracia funcional porque la gente está atrapada y sola. Tal vez 70 por ciento de la población opinaba que la guerra era fundamentalmente equivocada e inmoral, pero no tenían ni idea de qué hacer al respecto. Vámonos mejor al próximo programa de televisión; es un poco infantil: no puedo hacer nada; todo está más allá (de mi alcance); sólo soy una víctima. Esto es un triunfo bastante notable de las fuerzas antidemocráticas que en verdad controlan las cosas.”
Tal vez recuperar la memoria es la clave para que lo urgente recupere su urgencia. Los estados generales de amnesia no pueden sostener la promesa de la libertad individual o la práctica del autogobierno, escribe Lewis Lapham, editor de la maravillosa revista de historia Lapham’s Quarterly. Sin conciencia histórica, argumenta, los estafadores, los políticos totalitarios, los manipuladores religiosos, los guerreros, pueden continuar con lo suyo y así lograr que lo urgente pueda esperar.
Lo que preocupa es que llegará un día en que será demasiado tarde para hablar de lo urgente.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.

domingo, 2 de junio de 2013

Letanía Argentina (Por Horacio Gonzalez)

 
Videla parecía un hombre austero pero avergonzó a un país; dictó órdenes de muerte y se mantuvo en un ascetismo turbado; dirigió un Estado visible y no mostró demasiado la secreta fascinación que le provocaba el Estado que funcionaba en las catacumbas; intentó engañarse algunas veces sobre el caso de un poder que residiría en la Casa Rosada, pero sabía que el poder real estaba en las mazmorras clandestinas y en las disposiciones calladas que arrojaban cuerpos a fosas comunes, o al olvido carcomido de los ríos; era un cristiano practicante y no supo que llegó a una de las máximas más perturbadas de la fe, que es el aniquilamiento a través del dolor de los que ni siquiera se animó a llamar impíos; hizo una carrera militar trivial y oscura, pero no fue menos oscura su condición de asesino amparado en tabiques institucionales; no mostró desinterés por las instituciones pero sabía que su autoridad emanaba del crimen en sórdidas cárceles secretas; fue cobarde para llamar con alguna palabra a lo que hacía, no pudo así abandonar la mentira profunda que lo había quebrado como ser humano aunque fue él quien pensó que quebraba a los demás; gritó goles de la selección y se debió preguntar qué franja sentimental del aniquilador de vidas lo hacía levantar súbitamente de una butaca de tribuna; intentó explicaciones al final de su vida, pero solo emitía radiogramas guturales donde sugería crípticamente que matar protegido por el secreto de Estado era lo más recomendable; fue un hombre de la Iglesia pero creyó que si fusilaba a la luz, la Iglesia lo iba a reprender; no era posible saber si como farsante de su propia condición criminal, convencía a la Iglesia de actuar con sigilo o era ésta quien lo hacía sigiloso a él; parecía pronunciar frases liberales pero como simulador de Estado, su conciencia no podía ser inteligible en su condición de persona; como persona parecía un militar, como militar había deshabitado y quebrado su condición de persona; como hombre que parecía íntegro en la parca locuacidad que lo caracterizaba, era un monolingüista que solo conversaba en su conciencia de eremita, que sabía perdonarle para él solo su condición de asesino; como asesino que hizo pactos de sangre con empresarios y sacerdotes, descontó que sería indultado por la cruz, la plusvalía y la espada; como culpable indigno se negó a abandonar su condición de perdonado por la excepción que hizo sobre sí mismo; exceptuado por las mediaciones del Estado para no ser él mismo el que apretaba gatillos y manejaba artefactos de tortura, blindó su espíritu con la verdadera tortura de no saber para siempre lo que fue capaz de hacer; inconsciente del límite que había traspasado, como estudioso de reglamentos, pensó que matar era un mandamiento y las palabras dichas a media lengua y los eufemismos lo convencieron de que el mismo Videla que daba reportajes, no era el Videla espectral cuyo nombre se pronunciaba con miedo en los pasillos de las calabozos y aun al caer la tarde en las enmudecidas ciudades del país; arrodillado en las iglesias que le daban la hostia benéfica, no pensó lo que ese mismo arrodillarse podía significar en los cuerpos engrillados y sacrificados, algo que era más profundo ante la muerte que su incapacidad de reflexionar incluso sobre sus propias rodillas insensibles; como militar disciplinado no pudo revelarse a sí mismo qué significaban las recónditas ergástulas donde se retorcían cuerpos agraviados en medio de desechos y pestilencias; quiso ser voluntariamente mediocre y ni siquiera supo ser un asesino compungido pues mató como las máquinas parecidas a las que inventó la literatura para las colonias penitenciarias; perforó cuerpos y no se pudo sacar de encima la palabra cuerpo, eran los fantasmas que duplicaban en el pavor de la tortura una preferida idea castrense, los cuerpos militares; sin ser fascista hizo del cuerpo del ejército una reproducción esponjosa que absorbía toda la vida social; si hubiera sido fascista, hubiera debido convencer a los hombres de esa ideología que se podía serlo en materia de silenciosos asesinatos, en garitos sanguinolientos parecidos a cámaras de gas, pero sin el grito de consignas abismales, sin empeñarse en darle al mundo otros rostros fáusticos u ofrecerle loas a jefes supremos; sus convicciones eran ralas, un primitivo discurso de liberalismo económico y democracia ciudadana era el mantel impúdico con que ocultaba razonamientos como el de la disposición final; empleó la lengua del Estado para cortar de los cuerpos mucho más que las lenguas; rezó mucho y a cada plegaria abstracta acarreaba nuevos muertos en las órdenes que le daba a su discurso santo; puntuaba con cadáveres el camino de una fe; su nombre era pensionista del espanto en todas las habitaciones en que se instalaba el terror, pero vivió en un departamento de pocas habitaciones; creyó que una misión superior lo adornaba para siempre, pero su ornamento último era el del sistemático misionero de la muerte; como matador no era pasional, sino heredero de los grandes racionalistas del crimen; gozaba de una manera profundamente socarrona ir esposado en carros policiales o ser fotografiado en los camastros despojados de sus prisiones, pero la santidad que imaginaba estaba cribada por allanamientos nocturnos, robos, acribillamientos y latrocinios de toda especie, sobre todo el robo de nombres, la incautación de bebés; no podemos pensarlo en las edades de su vida, no sabemos si fue bebé, adolescente, hincha de fútbol, novio o esgrimista; sabemos muy poco de todo lo que no sea su tragedia de homicida con banda presidencial, oscuro cuadro que ennegreció una época y dejó sus efigies en paredes que sostenían cuadros oficiales con el pesar de propia arena y la misma cal. Su muerte no implica que la ocupación de hacerlo descender de las paredes no deba seguir siendo un gesto de libertad profunda del espíritu colectivo.
* Director de la Biblioteca Nacional. Profesor de la UBA.

El peso de un toro (y las conductas colectivas)


El 29 de febrero del 2012 estaba sentado en Long Beach, California, en el salón donde se realiza la convención anual de TED. Imagine un auditorio con más de 1500 personas reunidas con la idea de dejarse sorprender. Digo esto porque no son conferencias comunes, en donde alguien habla y otros escuchan. Acá la idea es que quienes hablan tienen muy poco tiempo (a lo sumo 18 minutos) y, como objetivo central, cautivar a quienes tiene enfrente. No es fácil. No es fácil ser creativo. Decir algo nuevo, atractivo, seductor e ingenioso. Y en tan poco tiempo.
Los conferencistas vienen desde todas partes del mundo y ser elegido para hablar allí es ciertamente una distinción. En una de las sesiones de la tarde, Chris Anderson, el curador de estas reuniones, invitó al estrado a un señor que llegaba desde Israel. Su nombre: Lior Zoref. Se presentó él mismo diciendo que su sueño en este momento particular de su vida era poder dar una charla en TED. Sus amigos le dijeron que estaba loco, ya que no había nada que él pudiera decir que fuera de interés para una audiencia tan masiva y ecléctica. Sin embargo, Zoref lo logró. Más aún: logró convencer a todo el panel que toma las decisiones sobre los candidatos de que valía la pena darle una oportunidad. El tema que propuso Zoref fue “la sabiduría de la multitud”.
Dicho así suena grandilocuente, cierto en potencia pero ambiguo, difícil de exponer salvo a través de ejemplos, pero al mismo tiempo desafiante... Lo que importa es que Zoref lo logró. Sígame por acá.
Como usted bien sabe, cada vez que uno entra en un cine, en un teatro, en un auditorio o en una reunión en donde hay mucho público, por delicadeza y respeto a los concurrentes se nos pide que apaguemos los teléfonos celulares (o que lo pongamos en modo vibrador). En este caso, Zoref nos pidió lo contrario. Dijo que –al menos por unos minutos– todo el mundo no sólo tendría permitido usar su teléfono celular, sino que nos pedía que por favor lo usáramos.
El autor de la idea que él habría de elaborar frente a nosotros fue un joven de 16 años (Or Sagy), quien le sugirió un experimento notable. Le dijo: “Llevate contigo al estrado a un toro. Sí, a un toro. Vivo. Una vez allí, pedile a la gente que está en el auditorio que mande un mensaje de texto a cierta dirección electrónica estimando el peso del toro”.
Sin decir cuál era su objetivo final, eso fue exactamente lo que hizo Zoref. Aparecieron dos personas que trajeron un toro1 al escenario. Superado el instante de confusión inicial, Zoref explicó el experimento que pretendía hacer. En realidad, sólo nos dio un número para enviar un mensaje de texto. Todo lo que había que hacer era conjeturar cuánto podría pesar el toro. Mandar el mensaje con ese número (el peso).
Lo que terminaría pasando es que habría una computadora que recibiría todos los mensajes que se emitieran durante 60 segundos y en tiempo real habría de calcular el promedio de los números. El objetivo era demostrar la “sabiduría de la multitud”.
Durante un minuto, 500 personas (sí, exactamente 500 personas) votaron (votamos). ¿Qué cree que pasó? ¿Quiere detenerse un minuto en la lectura y pensar qué sucedió?
Me gustaría estar junto con usted en este momento hablando sobre este texto. Antes de leer la respuesta o antes de que yo le cuente lo que pasó, le preguntaría (le pregunto): ¿estuvo usted alguna vez en un recital de música? ¿O en una cancha de fútbol? ¿O en un acto en donde –por ejemplo– hay que cantar el Himno? ¿Qué sucede en cada uno de esos casos?
Si nos separaran a cada uno de nosotros y nos hicieran cantar solos, es muy probable que nos “saquen a patadas” del lugar, por lo desafinados. Sin embargo, cuando uno se mezcla en una multitud, cuando es indistinguible una voz de otra, entonces todo parece funcionar bien, como si fuéramos un coro bien entrenado. O sea, aunque cada uno desafine de manera distinta, en promedio desafinamos organizadamente, hasta entonar la música correctamente, como si convergiéramos hacia la canción adecuada, como si todos entendiéramos de música.
Trasládelo ahora al ejemplo del toro. Lo más probable es que los integrantes de esa audiencia hubiéramos tenido muy poco contacto con toros, casi me atrevería a decir que, salvo mascotas, no me imagino a ninguno de los que allí estábamos lidiando con animales de granja ni en establos ni mucho menos con toros y vacas u otros animales de hacienda.
Las estimaciones había que hacerlas en libras, pero yo las voy a convertir a kilos para transformarlas en unidades que nos son más cercanas2. Pasaron algunas cosas muy curiosas: antes de dar a conocer el resultado final, Zoref extrajo dos datos interesantes: la persona que estimó el número más bajo fue alguien que dijo que el toro pesaba 140 kilos3. Como dijo Zoref, “se nota que el señor sale poco”. El que apuntó demasiado arriba estimó que el toro pesaba 3632 kilos4, muy lejos del valor real.
Ahora sí, el final: el promedio entre los votantes fue de 813 kilos y medio5. ¿El peso real del toro? Aunque parezca increíble: ¡815 kilos!
Sí, le erramos (me incluyo) por un kilo y medio.
¿Qué enseña esto? Hay muchos ejemplos sobre sabiduría de la multitud o sabiduría popular. De hecho, hay mucha gente que aprovecha lo que sucede en las redes sociales para saber cuáles son los temas que le interesan a la gente6 y los incorporan a su agenda.
Otro ejemplo notable es en el campo de la computación: el sistema operativo Linux, de fuente abierta. Más del 90 por ciento de las 500 computadoras más rápidas del mundo utilizan alguna variante de Linux y Linux es el subproducto del trabajo y creatividad de muchísima gente distribuida por todo el mundo que aporta sus ideas a esta suerte de pozo común.
Por su parte, cuando usted hace una búsqueda usando Google, aparece un enorme número de páginas ordenadas. Ese orden se basa en lo que entre todos estamos determinando como orden de relevancia.
En la Justicia, el juicio por jurados se basa en la misma idea. Se considera que es más probable que las mentes de varias personas lleguen a un veredicto más acorde con la verdad que si la determinación la toma un hombre solo: el juez.
Para terminar, quiero utilizar una frase cuyo autor desconozco, pero que leí en el blog de Ben Lillie7: “Grandes mentes piensan parecido. Mentes creativas piensan juntas”.
¿No se trata de eso? ¿No se trata de mejorarnos como sociedad aportando entre todos para el bien común? Ahora, en plural: ustedes, ¿qué piensan?
Notas
1 En realidad, no fue un toro sino un buey, pero a mí me resultan indistinguibles. Con el tiempo descubrí que había sido un buey, pero a los efectos prácticos, toro o buey no marcan diferencias.
2 La conversión la hago así: 1 libra = 0,454 kilos. Por lo tanto, 100 libras = 45,400 kilos.
3 O sea, 308 libras.
4 En este caso, 8000 libras.
5 El promedio fue de 1792 libras y el peso real del toro era de 1795 libras.
6 Los trending topics.
7 Director del blog The Story Collider (“El Colisionador de la Historia”), y además editor de TED.com

sábado, 1 de junio de 2013

La protección social (Por Alfredo Zaiat)


La distribución progresiva del ingreso no es un suceso mágico, ni una bendición divina. Es un espacio de disputa y ruptura con sujetos económicos de intereses antagónicos en el cual el Estado, a través de diversas medidas, orienta el modo de reparto de la riqueza. Existe la convención política de postular la aspiración colectiva de mejorar la distribución del ingreso. La expresan representantes sociales y políticos diversos, y es un anhelo manifestado por sectores acomodados de clase media y alta. En diálogos habituales en ambientes fraternos, en análisis periodísticos o en discursos variados aparece la preocupación por los niveles de pobreza y las condiciones materiales de grupos sociales vulnerables. Este acuerdo global en el mundo de los deseos de igualdad, como en un cuento infantil de buenas intenciones, empieza a crujir cuando se enfrenta a la cuestión terrenal de concretar en hechos la mejora en la distribución de la riqueza. Para avanzar en ese sentido, sectores socioeconómicos ubicados en rangos medios y elevados de ingresos deben aportar más (impuestos) o recibir proporcionalmente menos (diferentes mecanismos de transferencias monetarias directas e indirectas el Estado) en comparación con la población que ocupa la base de esa pirámide. Aquí es donde emergen las tensiones porque empiezan a colisionar las frases políticamente correctas de querer un país con menos pobres, de mayor inclusión social, con la realidad de quienes deben disminuir un poco sus privilegios en términos relativos para poder alcanzar el objetivo redistributivo. En esa instancia aparece la reacción defensiva, protestando por la elevada presión tributaria, la observación negativa a la moratoria previsional porque beneficia a personas que no hicieron la totalidad de los aportes correspondientes, el cuestionamiento a la política de favorecer en una primera etapa el aumento de las jubilaciones mínimas en comparación con el resto, el incentivo de las paritarias con negociaciones que mejoraron el salario en términos reales y otras medidas en esa dirección hasta, finalmente, la crítica a la Asignación Universal por Hijo porque no fomenta la cultura del trabajo y, con más furia, la descalificación que dice que quienes la reciben no son merecedores.
Varias de las tensiones que se están registrando en la economía se originan en la puja sobre cómo se reparte la riqueza. Es lo habitual en sociedades que tienen vitalidad. Una diferencia sustancial con respecto a ciclos políticos anteriores con piquetes y movilización masiva de trabajadores y desocupados es que en éste la resistencia proviene de grupos socioeconómicos de ingresos medios y altos. Como se sabe, sólo afectando algunos privilegios, lo que no implica que no sigan gozando de muchos (por caso, la renta financiera está exenta del pago del Impuesto a las Ganancias), se puede avanzar en mejorar la distribución del ingreso.
La Asignación Universal por Hijo es una de las herramientas más potentes de redistribución progresiva del ingreso, de achicamiento de la brecha entre los que más y menos ganan. El último aumento, elevando de 270 a 340 pesos y otras mejoras en el resto de las asignaciones, implicó una expansión de los recursos destinados al gasto social con un impacto redistributivo notable: en 2012, el 10 por ciento de los hogares más rico ganaba 12,6 veces más que el 10 por ciento más pobre. Con los incrementos anunciados de la AUH, asignaciones familiares y otras transferencias por 16.803 millones de pesos adicionales, la brecha disminuirá a 10,7 veces, estimó la Anses.
El especialista en Mercado de Trabajo y Protección Social de la OIT, Fabio Bertranou, coordinó el documento “Aportes para la construcción de un piso de protección social en Argentina. El caso de las asignaciones familiares”, con la colaboración de Roxana Maurizio, Evelyn Vezza y Claudia Giacometti. Una de las conclusiones de esa investigación es que el sistema de asignaciones familiares (régimen general y AUH) ha tenido una importante influencia en la reducción de la indigencia y la pobreza de niños, niñas y adolescentes en 77 y 29 por ciento, respectivamente. La relevancia de la AUH queda en evidencia porque con su incorporación al sistema de asignaciones familiares la indigencia y la pobreza se reducen en un 65 y 18 por ciento frente a la situación previa. “El programa consiste en un aporte importante para la construcción de un piso de protección social”, afirman, para agregar que “sin lugar a dudas, actualmente el país cuenta con una protección social desarrollada que ha contribuido en forma sustancial al bienestar de la población”. El sistema de asignaciones familiares tiene un alcance amplio (AUH, aporte directo a trabajadores formalizados hasta un tope de ingresos y desgravación en el pago de Impuesto a las Ganancias para salarios altos). Un informe de la Anses precisa que el total de personas menores de 18 años es de 12.460.000, y el 82 por ciento tiene cobertura de asignaciones familiares. El resto (2.2390.000) no está alcanzado porque integran familias de autónomos y monotributistas, son hijos de titulares de pensiones asistenciales y otros casos, como sexto hijo de familia numerosa, extranjeros con menos de tres años de residencia, argentinos residentes en el extranjero.
La AUH involucra el 0,6 por ciento del PIB, consolidando varios programas de transferencias que funcionaban con escasa coordinación. En comparación con los programas de transferencias condicionadas en otros países de la región, Argentina es el país que más recursos destina en relación con su PIB. Ese 0,6 por ciento deja en segundo lugar a Uruguay, con el 0,5 por ciento, y luego se ubica Brasil, con el 0,4 por ciento. México invierte 0,2, Perú 0,1 y Chile 0,06 por ciento de sus respectivos PBI en ese tipo de cobertura social a sectores vulnerables.
El informe de la OIT menciona que la profundización de la protección social en la Argentina se logró debido a que se establecieron incompatibilidades en la percepción de más de una prestación, concentrándose en la AUH por brindar un mayor ingreso monetario. Destaca que la AUH significa la expansión de derechos para la niñez a los hijos de desempleados, a los trabajadores del servicio doméstico formal y a los trabajadores de la economía informal. La investigación de la OIT destaca que la Asignación Universal por Hijo y las asignaciones familiares constituyen un componente esencial de la base del sistema de protección social, precisando los principales programas:
- AUH (3,3 millones de niños, niñas y adolescentes; 1,7 millón de familias titulares de derecho).
- Asignaciones familiares (4,1 millones de niños, niñas y adolescentes).
- Seguro de Capacitación y Empleo (120 mil personas).
- Programa Jóvenes Más y Mejor Trabajo (40 mil).
- Plan de Empleo Comunitario (300 mil).
- Seguro de Desempleo (143.500).
- Programa Repro (el Estado abona parte del salario del trabajador de empresas en crisis).
- Pensiones no contributivas y asistenciales (1,1 millón).
- Jubilaciones por moratoria (2,5 millones).
- Jubilaciones y pensiones (3,4 millones).
- Pensiones no contributivas asistenciales por vejez (65.900).
- Otras iniciativas de apoyo para la generación de ingresos (Plan Nacional “Manos a la Obra y Plan Argentina Trabaja).
Desde mayo de 2011 se dispuso la ampliación de derechos a mujeres embarazadas para la protección social, sumando en febrero de este año casi 61 mil.
“Argentina ha ido aumentando, en el tiempo, las capacidades fiscales para incrementar el gasto público, particularmente el gasto público social. Tan es así que para el contexto de América latina, junto con Brasil y Uruguay, el país presenta los mayores indicadores en relación con su PBI”, subraya Bertranou. Ese aumento tuvo su origen en la eliminación del negocio financiero especulativo de las AFJP y la recuperación del sistema previsional a manos del Estado, que permitieron una mejora sustancial del financiamiento de la seguridad social.
El documento de la OIT concluye con la necesidad de construir una mayor institucionalidad en la protección social, por ejemplo con una ley de la AUH, para que los programas sean una política de Estado. De esa manera, la protección social no sólo atenderá los objetivos de corto plazo (reducir la pobreza y la indigencia) sino que institucionalizará el objetivo de largo de la inclusión, rompiendo con la transmisión intergeneracional de la pobreza.